Pronto, utiliza el rostro del demonio – Arco 9: Capítulo 6 (1)

Traducido por Shiro

Editado por Meli


Después de que Zhao Lingfeng se marchó, varias personas llamaron a la puerta de Zhou Yunsheng, pero él se mantuvo en silencio sosteniendo su arma. Eran curiosos comunes o espías de otras bases. Estos últimos querían contactarlo para persuadirlo de que les uniera y se fuera con ellos.

Para Lei Chuan y Guo Zerui, el doctor Bai era más que prescindible, pero para otros era un tesoro invaluable; la persona con más posibilidades de desarrollar una vacuna contra el virus zombi.

Aunque Lei Chuan y Guo Zerui habían establecido una base de igualdad y libertad, acogiendo a numerosos sobrevivientes y restaurando el orden en un mundo devastado, el asesinato del doctor Bai, era como extinguir la esperanza de la humanidad.

Pero para Zhou Yunsheng, no eran salvadores, sino destructores. Por lo tanto, debía encontrar la forma de salir de su alcance. Aún no sabía mucho sobre las otras bases y no iba a unirse precipitadamente a ninguna. Debía buscar un lugar seguro con Zhao Lingfeng y luego investigar los lugares con mejor reputación y más fuerza. Si no tuviera otra opción, estaría dispuesto a unirse a la Base B como en su vida anterior. No le importaba si lo eliminaban después del éxito en la vacuna, para entonces su misión estaría cumplida.

En cuanto pensó en cumplir la misión, Zhou Yunsheng recordó que Lei Chuan era uno de los más hábiles del país, y someterlo para extraer suficiente sangre fresca sería una tarea casi imposible. Incluso si lograba hacerlo, con su poder de sanación, apenas sangraría. Y nadie podría predecir la furiosa venganza que tomaría luego de su corrupción.

La idea de llevarse una muestra de la sangre de Lei Chuan antes de partir era irrealizable.

Zhou Yunsheng se cubrió la cara y suspiró, derrotado. Entonces recordó que el doctor Bai había derribado a Lei Chuan usando una droga especial, por lo que tal vez pudiera seguir el ejemplo. Pero, primero, debía unirse a una base para acceder a un laboratorio. Solo allí podría sentir esa sensación de omnipotencia que solía tener.

Mientras meditaba, alguien llamó a la puerta. Zhou Yunsheng levantó su arma alerta. Poco después, esa persona se fue. A pesar de las continuas visitas, no se sintió irritado; al contrario, le complacía que continuaran llamando a la puerta para que los seguidores de Lei Chuan se mantuvieran a raya.

♦ ♦ ♦

Lei Chuan llevó a sus subordinados a registrar un gran supermercado. Observando la densa multitud de zombis rodeando el edificio, aterraba verlos abrir la boca y aullar, expulsando un olor putrefacto que generaba un viento fétido y temible.

En su vida pasada, Lei Chuan jamás se habría aventurado a ir allí, pero al renacer, conservó las habilidades que poseía como espíritu. Podía extender su conciencia como los usuarios de habilidades psíquicas para cubrir un área extensa, además de visualizar los puntos brillantes que emitían las personas y determinar sus habilidades, e incluso percibir la dimensión de aquellos con habilidades espaciales. Con algo más de entrenamiento, creía que podría incluso tomar cosas directamente de las dimensiones de otros.

El extraordinario e inigualable poder mental también permitió que su capacidad psíquica se disparara en un corto período de tiempo, el día anterior era solo un usuario de habilidades de nivel cuatro, pero ese día ya estaba al inicio del nivel seis. Tenía la premonición de que tarde o temprano sería capaz de avanzar al nivel Emperador, luego al Sagrado y eventualmente alcanzar el nivel Dios.

Sin embargo, ese incremento de poder no lo llenaba de alegría, sino de pesar. El doctor Bai también debía haberse convertido en un experto de nivel Emperador, el más destacado del país, pero todo eso se vino abajo debido a su negligencia y credulidad. Sentía que su avance era como un robo al doctor Bai, lo que lo llenaba de vergüenza y frustración. Si no fuera por la lealtad y el hecho de que Guo Zerui había sacrificado su vida para salvarlo, sin duda lo haría pagar un alto precio.

Guo Zerui sintió un escalofrío en el cuello y preguntó vacilante:

—Jefe, hay muchos zombis, atacarlos de frente sería peligroso, ¿no sería mejor no entrar al supermercado? Los grupos de otras bases nos han seguido todo el trayecto, seguro que nos robarán si sufrimos muchas bajas.

—No te preocupes, tú y los demás quédense aquí, yo abriré el paso —dijo Lei Chuan al tiempo que alzaba la mano.

En ese instante, cayó un rayo que desintegró a todos los zombis apiñados en la entrada del supermercado, dejando un camino lleno de cenizas y cristales brillantes.

Todos se quedaron estupefactos, y cuando reaccionaron, su líder ya había avanzado.

—¡Demonios! ¡El jefe se volvió más fuerte! ¡Compañeros, vamos! —Guo Zerui, exultante, condujo a todos hacia adentro y, sobre la marcha, los usuarios con habilidades recogieron deprisa los núcleos de cristal resplandecientes esparcidos en el suelo.

Fue una expedición fructífera para Lei Chuan, quien regresó al campamento mucho más relajado. Entonces preparó un paquete con algunas cosas de valor para el doctor Bai y se dirigió emocionado a llamar a la puerta.

Al reconocer la voz de Lei Chuan, Zhou Yunsheng, decidió no abrir. Sentado frente a la puerta, levantó su arma, preparado para cualquier cosa. Las armas de fuego seguían siendo mortales incluso para los usuarios de habilidades de nivel tres y cuatro; una vez alcanzaban el nivel cinco, un arma de fuego era como un juguete para ellos.

La conciencia de Lei Chuan se expandió hacia la habitación del doctor Bai, descubriendo que este no tenía intención alguna de abrir la puerta, y que lo estaba mirando a través de la mira del arma con un claro aire de precaución. Era evidente que encabezaba su lista negra.

Lei Chuan sintió como si alguien le hubiese vertido un balde de agua gélida en pleno invierno. Todo su cuerpo estaba helado, su corazón encogiéndose cada vez más. Le resultaba insoportable.

—Doctor, le he traído algo. Lo dejaré junto a la puerta, puede recogerlo en cuanto me vaya. —Dejó la enorme bolsa y le hizo señas a dos de sus subordinados apostados en la puerta antes de retirarse.

Ambos asintieron, afirmando que no permitirían que otras personas se llevaran las cosas.

Los pasos se desvanecieron gradualmente y Zhou Yunsheng soltó el arma y exhaló un suspiro de alivio.

Qué difícil es lidiar con Lei Chuan.

Además, su tranquilidad aparente lo ponía aún más nervioso, tenía una sensación de amenaza que no había sentido en mucho tiempo.

Muchos días después, Lei Chuan continuaba entregando personalmente suministros a Zhou Yunsheng y, en el proceso, retiraba los del día anterior sin señales de irritación. Por su parte, Zhao Lingfeng le llevó muchas placas de circuito, imanes y cables, y al ver al doctor inclinándose tanto para observar con claridad lo que le había traído, salió a buscarle una lupa y un par de anteojos.

Zhou Yunsheng sentía como si hubiese encontrado un tesoro. Todos los días, esperaba a que los usuarios con habilidades partieran antes de ponerse a trabajar con las placas de circuito y los demás artefactos. No le había confiado a Zhao Lingfeng los detalles exactos de su plan de escape, pues recordó que en ese mundo postapocalíptico, personas con oído agudo abundaban, y los usuarios con habilidades psíquicas podían escuchar a través de las paredes. Debían ser en extremo cautelosos con lo que decían y hacían.

Ese día, mientras Lei Chuan y su grupo salían a recolectar suministros, Zhou Yunsheng colocó los productos terminados sobre la mesa. Eran alrededor de una docena de botones metálicos del tamaño de una uña. Por fortuna, con Zhao Lingfeng siendo un usuario de habilidades del elemento metal, podía crear casi cualquier componente que deseara. Esos botones superaban con creces lo que había anticipado.

Presionó el botón de inicio en una PSP modificada, los botones de metal desplegaron ocho finos hilos de acero, que se movieron ágilmente sobre la mesa como si fueran arañas, y al presionar el botón de pausa, regresaron a su forma de botón.

Después de varias pruebas exitosas, Zhou Yunsheng al fin dejó de preocuparse.

Al día siguiente, Lei Chuan recolectó todos los suministros de la zona circundante y se preparó para dirigirse a Suzhou. Zhao Lingfeng condujo al doctor hacia su jeep. Con el vehículo al final de la caravana, Zhou Yunsheng podía ejecutar su plan.

De camino al jeep, cada vez que pasaban por otro vehículo, dejaba caer un botón, para cuando llegaron al vehículo de Zhao Lingfeng, ya había soltado todos los botones.

Sin embargo, antes de que ambos abrieran las puertas del vehículo, Lei Chuan se acercó con una sonrisa.

—Doctor, venga conmigo.

—No —respondió Zhou Yunsheng sacando su arma, rechazándolo.

Lei Chuan era consciente de que si el doctor viajaba con Zhao Lingfeng, ambos podrían escapar si algo sucedía. Entonces, sin ceder, tocó el cañón de la pistola, que se derritió bajo sus dedos como si fuera chocolate, pero en ningún momento lastimó al doctor.

Solo un usuario de habilidades de nivel cinco o superior podría tener un control tan preciso. Zhao Lingfeng lo miraba con una mezcla de enojo e impotencia.

Un hombre inteligente como él, sabía cuándo avanzar y retroceder, Zhou Yunsheng se ajustó las gafas y dijo:

—Entonces Lingfeng debe ir en el mismo vehículo que yo.

—De acuerdo. —Irritado, Lei Chuan rechinó los dientes.

El grupo se subió al todoterreno que iba al inicio de la caravana y lentamente se dirigieron a Suzhou. Debido al gran número de personas, Guo Zerui, Zhao Lingfeng y otros soldados iban hacinados en el asiento trasero, mientras que Lei Chuan y el doctor compartían el asiento del copiloto.

Ambos eran altos, un metro con noventa y tres centímetros y un metro con ochenta y tres centímetros respectivamente; por suerte, el doctor era delgado, lo que les daba un poco de espacio para moverse. Lei Chuan se mantenía erguido y miraba, inexpresivo, hacia adelante; aunque en su interior, estaba nervioso y emocionado. Era la primera vez que estaba tan cerca físicamente del doctor, y podía percibir la temperatura corporal del otro, lo cual lo paralizaba.

Quiso iniciar una conversación pero, cuando vio al doctor sacar una PSP rosa y empezar a jugar, se detuvo, asombrado por su destreza en el juego.

—¿También juega videojuegos, doctor? —preguntó Lei Chuan—. Pensé que solo sabía hacer experimentos.

Zhou Yunsheng, sin siquiera mirarlo, continuó jugando.

El estado de la carretera iba empeorando a medida que avanzaban, y la velocidad de la caravana fue disminuyendo. Estaban a punto de salir de la ciudad, cuando el comunicador del vehículo sonó.

—¡Jefe, tenemos un problema! Las dieciséis camionetas detrás no pueden encenderse. Lo necesitamos con urgencia.

Que dieciséis vehículos no pudieran arrancar no era un accidente. Con la presencia de fuerzas de otras bases en el grupo, Lei Chuan no podía bajar la guardia. De inmediato, él y Guo Zerui bajaron del vehículo y se dirigieron a investigar.

Cuando vio que el Doctor Bai también quería unirse, activó el bloqueo central de la puerta.

—Quédese en el auto. Estos cristales son a prueba de balas, no hay peligro —advirtió y dejó a dos personas cuidando.

A pesar de tener técnicos hábiles en su equipo, después de una larga inspección no encontraron ningún problema. Aunque estaban en las afueras de la ciudad, la presencia de zombis hacía que la situación fuera peligrosa. Si no podían reparar los vehículos pronto, las consecuencias podrían ser catastróficas.

Los dos soldados encargados de vigilar al Doctor Bai también se sintieron urgidos y, al confirmar que no podían abrir la puerta desde adentro del vehículo, se apresuraron a ayudar.

Una vez que todos se habían marchado, Zhou Yunsheng sacó un alambre y, deslizándolo por la rendija de la ventana, lo manipuló durante unos segundos dentro de la puerta del auto, desbloqueando la cerradura con un clic.

Al ver esto, Zhao Lingfeng bajó del auto, abrazó al doctor Bai con firmeza y lanzó un gancho de acero desde la palma de su mano, sujetándose al techo del edificio más cercano. Como Spider-Man, ascendió con rapidez y comenzó a saltar de un edificio a otro, alejándose cada vez más.

Unos minutos después, los vehículos cuyos motores se habían apagado volvieron a encenderse, como si alguien estuviera controlándolos.

Lei Chuan, preocupado, corrió de regreso a su vehículo, solo para confirmar que el doctor Bai se había ido. Furioso y desesperado, golpeó la puerta de su auto con un puñetazo, creando un agujero grande.

—¡¿Qué están esperando?! —gritó, iracundo—. ¡Encuéntrenlo! ¡Salgan de inmediato!

Su expresión distorsionada en combinación con su mirada desorbitada sorprendió a todos. Nunca antes lo habían visto tan enloquecido. No parecía una persona, sino una bestia fuera de control.

Guo Zerui de inmediato despachó vehículos para perseguirlo por las rutas principales. Los grupos de las otras bases solo estaban allí por el doctor Bai y, al verlo huir, dejaron de seguirlo y se dispersaron, con la esperanza de encontrarlo primero.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido