Querida “amiga” – Capítulo 48: Démelo

Traducido por Lugiia

Editado por Ayanami


Ese día volví a casa después de las siete de la noche. Odeletta me rogó que cenara, pero me pareció descortés cenar en mi primera visita, así que la rechacé y me fui a casa. La condesa Bellefleur me elogió después de escuchar mi historia. No se equivocaba al decir que la mayoría de los padres odian que sus hijos se comporten con mucha libertad en casa de sus amigos, ya que mis padres en Corea también eran así.

Martina, por su parte, parecía contenta de que me acercara a Odeletta, el conde Bellefleur tuvo una reacción similar. Como sospechaba, al conde Bellefleur y a su esposa no les hacía mucha gracia que su hija fuera amiga de Dorothea.

Tal como había prometido a la condesa Bellefleur, al día siguiente vacié toda mi agenda para nuestra salida. Parecía entusiasmada al tener una cita con su hija y, tras el almuerzo, nos dirigimos a la boutique que había mencionado. Me vi obligada a reflexionar sobre mi indiferencia hacia mis propios padres. En cualquier caso, estaba aquí en lugar de la verdadera Mariestella, y tenía que actuar como una hija en su nombre.

En cuanto entré en la boutique con la condesa Bellefleur, madame Reavoir nos saludó en voz alta:

—¡Oh, Dios! Bienvenida, lady Bellefleur.

—Hola, madame. Cuánto tiempo sin verla —respondió mi madre.

—¡Sí! Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que la vi.

No sabía si el entusiasmo de madame Reavoir era sincero o si este intercambio era solo una pretensión de la dueña, pero parecía encantada de vernos. Sin embargo, no era relevante distinguir su actitud y la saludé.

—Hola, madame Reavoir. Ha pasado mucho tiempo —dije con gracia.

—Realmente ha pasado mucho tiempo, lady Mariestella. ¿Por qué no ha venido a mi tienda? ¿Se ha ido a otra boutique?

—En absoluto, madame. Es solo que no voy a muchas fiestas grandes, así que, naturalmente no necesito comprar vestidos.

Mientras sonreía con torpeza, madame Reavoir me arrastró al interior de la boutique rápidamente para cubrir sus palabras de antes. La expresión de la condesa Bellefleur era alegre mientras nos observaba, así que seguí a madame sin ninguna objeción.

—Muy bien —dijo madame Reavoir asintiendo—. La razón por la que le he pedido que venga hoy es porque, aunque no sea mi musa, hay un vestido que creo que le acabará quedando perfecto.

—Me hace mucha ilusión escuchar eso —respondí, sonriendo secretamente para ocultar mi emoción. Por lo general, a los personajes femeninos que transmigran en las novelas no les gustan este tipo de cosas, pero soy diferente. A mí me encantan las cosas bonitas y revoloteantes. Además, se trataba de un vestido que debía ser perfecto para mí… O, para ser exactos, para Mariestella. Solo pensar en lo bonito que me quedaría me emocionaba.

—¿Marie? —Dijo una voz.

Mis expectativas se rompieron unos segundos después.

Toda emoción en mi rostro se desvaneció por un momento, pero la reorganicé rápidamente en algo neutral y me giré. Dos mujeres conocidas estaban allí de pie.

—¡De verdad eres tú! —Chilló Dorothea, y se acercó a mí con una expresión animada. Me quedé helada en el sitio.

¿Cómo podría darse esta maldita coincidencia? Si existía una diosa del destino, quería preguntarle si esto tenía algún sentido. De todos los días, veinticuatro horas, 1440 minutos, ¿por qué Dorothea tenía que visitar la misma boutique que yo en este momento?

—¿Doro… thea? —Dije tontamente.

—Marie.

Dorothea sonrió alegremente y me tomó de la mano, pero no le devolví el saludo. Más bien no pude.

Me di la vuelta y miré a madame Reavoir con ojos interrogantes. En el Imperio Yonas era habitual tener dos grupos de clientes en la misma tienda, así que esto tenía aún menos sentido para mí.

Madame Reavoir captó el significado en mi rostro.

—Después de escuchar que vendría hoy, lady Dorothea también quiso venir a esta hora —explicó—. Está bien porque ustedes dos son cercanas, ¿verdad?

Obviamente no me gustó su explicación, pero eso era asunto mío. No podía fruncir el ceño e incumplir mi contrato cuando ya había aceptado el trabajo como títere a tiempo parcial.

—Está bien, pero prefiero estar en un entorno tranquilo. Es difícil emitir un juicio claro con mucha gente alrededor. Creía que lo sabía, pero supongo que no —dije.

En cuanto expresé mi desagrado, madame Reavoir respondió rápidamente:

—Por supuesto. Siento no haberle pedido su consentimiento de antemano. Me disculpo si la he ofendido.

La condesa Cornohen interrumpió nuestra conversación con una risa hueca.

—En absoluto, madame Reavoir. Ya sabe lo unidas que están estas dos. Es imposible que se sienta ofendida. Prefiere encontrarse con su amiga íntima en un lugar como este.

La condesa sonreía como si fuera una escena de una obra de teatro. No me digas, ¿disfruta viéndome en este tipo de situaciones? ¿Es una sádica o qué?

—Es el momento perfecto —continuó la condesa Cornohen—. Mi Roth también necesita elegir un vestido. Lady Mariestella, puede ayudarla. He oído que tiene buen ojo para los detalles.

Sus palabras eran una exigencia explícita de actuar como en el contrato. Suspiré para mis adentros, pero por fuera, esbocé una fina sonrisa.

—Me siento halagada, condesa Cornohen. En realidad no soy tan sensata. Me temo que mi consejo podría tener un efecto adverso en la elección de Roth.

—En absoluto. Confío en usted.

—Gracias por confiar en mí —respondí rotundamente, y luego me volví a dirigir a madame Reavoir—. ¿Puede enseñarme el vestido que me iba a regalar?

—Por supuesto, lady Mariestella. Este es el vestido.

Al oír sus palabras, dos empleados apartaron una cortina. Cuando el vestido quedó al descubierto, en ese momento fue cuando descubrí lo que la gente quería decir cuando se le trababa la lengua.

La condesa Bellefleur fue la primera en hablar.

—Oh, Dios mío. Es muy hermoso, madame.

Madame Reavoir se encogió de hombros como si le complaciera escuchar semejante cumplido. No dije nada durante mucho tiempo, hasta que un suspiro de admiración salió finalmente de mi boca.

—Wow…

El vestido era realmente hermoso. Era tan hermoso que se me habrían salido las lágrimas en el acto si fuera un poco más emotiva. Mi corazón revoloteó ante la idea de llevar un vestido tan encantador.

En lugar de ser blanco, era más correcto decir que era de color perla, y para mí, que me gustaba un estilo grácil y elegante, eso era una ventaja. Además, varias perlas adornaban el pecho y pequeñas gemas brillantes salpicaban el dobladillo. No pregunté, pero sospeché que todos eran diamantes.

Un vestido así seguramente era caro. Sin embargo, era tan deslumbrante que no quise considerar el precio en absoluto. Parpadeé aturdida, como si fuera a quedarme ciega si seguía mirándolo, pero no podía apartar los ojos de él en absoluto. Había visto muchos vestidos desde que llegué aquí, pero este era, con diferencia, el que más se ajustaba a mis gustos. Y aunque no lo hiciera, seguía siendo el vestido más hermoso de todos.

Madame Reavoir, quien captó mi expresión abierta de adoración, se rió como si le hiciera gracia.

—Debe gustarle mucho, lady Mariestella. Ha estado mirando el vestido sin decir una palabra —observó.

—Sí. Es muy… hermoso —murmuré con una voz temblorosa—. No puedo creer que se haya acordado de mí después de hacer este vestido. Es demasiado para mí.

Por supuesto, Mariestella era increíblemente hermosa, así que la idea no era completamente absurda. Pero aun así, era agradable.

Madame Reavoir continuó:

—Pensé que le sentaría mejor este vestido en la capital. Su piel es clara, pero su cabello es negro. Y este vestido de perlas es fantástico.

—Gracias por decirlo. Es un honor.

—Debería probárselo. Debería quedarle bien, pero por si acaso. Puede…

—Espere un momento —interrumpió una voz a mis espaldas y, en ese momento, me asaltó una premonición siniestra.

—¿De verdad va a dárselo a Marie? —Preguntó Dorothea. Su brillante mirada se clavó en el vestido. Tuve que admitir que mi intuición nunca se equivocaba. Estoy segura de que lo siguiente que dirá será…

—¿Por qué? —Preguntó.

—¿Perdón? —Respondió madame Reavoir.

—¿Por qué tiene que ser Marie? ¿No puede dármelo a mí?

Madame Reavoir parecía visiblemente nerviosa.

—¿Qué quiere decir, lady Dorothea?

—Lo que he dicho. Deme ese vestido.

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