Traducido por Dimah
Editado por Ayanami
Cuando finalmente regresaron al palacio, Eugene fue escoltada a su habitación de inmediato y los sirvientes, preocupados por su condición, corrieron a su alrededor. Uno incluso llegó a llamar al médico.
Mientras observaba todo esto, solo un pensamiento pasaba por su cabeza…
Nunca volveré a decir que estoy enferma.
Se sentó obedientemente en su cama, dejando que le hicieran preguntas y respondiendo honestamente. Todos estaban muy preocupados, y podría ser una exageración de su parte, pero estaba segura de que, a estas alturas, todos habían ido a preguntar por su bienestar al menos una vez.
Quería estar sola con sus pensamientos, sin personas a su alrededor. La excusa de estar enferma fracasó completamente, ya que esto envolvió a la gente en un frenesí de preocupación. Debería haberlo pensado más, después de todo, cuando eres una reina, no existe tal cosa como estar simplemente indispuesta.
Es casi como la última vez que fingí estar enferma, pensó, recordando la forma en que los sirvientes, incluidos los médicos, la rodearon cuando llegó por primera vez al palacio. Todos preguntaban por ella, por cómo se sentía, si tenía cualquier malestar.
Pero a diferencia de antes, el rey también se preocupó. Incluso vio al Gran Chambelán en la esquina, acompañado de sus sirvientes, ocupando espacio a un lado de su habitación. A pesar de la gran área dentro del dormitorio, el lugar estaba lleno de gente, lo que hacía que todo el sitio se sintiera un poco cargado.
—¿Se siente mareada y con náuseas? —Le preguntó el médico, y Eugene negó con la cabeza.
—No, solo fue un poco de incomodidad, —dijo, tratando de que no se notara que fingió sentirse enferma. Ella simplemente quería estar sola, por eso pretendió tener un ligero dolor de estómago, por lo que insistió que ahora se encontraba bien.
Entró otro sirviente, en sus manos tenía documentos que había recibido de la General Sarah. Luego, los papeles fueron entregados al médico jefe, quien los examinó brevemente con el ceño fruncido.
—No comió más o diferente de lo habitual…, —murmuró el médico en voz baja mientras leía el documento, y Eugene se dio cuenta de lo que había traído el sirviente.
Espera, ¿esto significa que todo lo que como es monitoreado?
Y aunque había pensado que ser reina le daría poca o ninguna privacidad, todavía es un pensamiento escalofriante saber que alguien siempre la esta observando en cada momento del día.
A juzgar por la indiferencia del médico sobre su conocimiento de los registros, era completamente normal que controlaran lo que había estado comiendo. Después de darse cuenta de esto, otro pensamiento apareció en su mente…
Que Jin haya eludido a todos para escabullirse, es bastante sorprendente, pensó asombrada. Obviamente, ella no es rival para la astucia de Jin.
—Bien, no hay una explicación clara. A veces, los factores psicológicos tienen un efecto sobre la digestión. Afortunadamente, la condición no parece ser grave, por lo que le recetaré un medicamento que ayude a la digestión. Su Majestad, un corto paseo después de su medicina le ayudará a recuperarse. —Dijo el médico jefe después de un examen más profundo.
Sin embargo, justo antes de que se retirara por completo, Kasser interrumpió, expresando una nueva preocupación.
—¿Hubo un cambio en el personal de cocina recientemente? —Los médicos intercambiaron miradas hasta que uno de los sirvientes de la cocina respondió…
—Hay un nuevo asistente de cocina, Su Alteza. —El sirviente dijo: —Puedo ir a buscarlo en este instante.
—No es necesario, —habló Kasser con el ceño fruncido. —Revisa los ingredientes que se usaron para cocinar la cena de la Reina, —ordenó; los sirvientes se inclinaron.
—Sí, su Alteza.
¡No tienes que hacer todo eso! Eugene quiso decir, pero no lo hizo. Solo podía observar en silencio que el asunto se había salido de control con mucha rapidez, especialmente con la incesante preocupación de Kasser.
Aunque Kasser solo les había dado instrucciones para que verificaran, ella sabía muy claramente cuántos problemas le traería a los sirvientes. Eugene se sintió culpable por provocar que todos hicieran cosas innecesarias porque fingió su enfermedad solo para volver a casa.
—Su Majestad, me encuentro bien. —Insistió Eugene, sentándose. —Honestamente, me siento mucho mejor que hace una hora. Me gustaría hablar con usted en privado —añadió, lanzando al rey una mirada mordaz, antes de que Kasser ordenara algo más al oficial general o a cualquiera de los sirvientes restantes.
Con un suspiro de resignación, Kasser miró a sus sirvientes.
—Todos pueden retirarse ahora, —les ordenó. Cuando todos se fueron, solo reinó el silencio, y Eugene finalmente dejó escapar un suspiro relajado, con la promesa mental de no volver a hacer nada tan drástico como eso.
Necesitaba recordar que no podía simplemente poner excusas; ahora estaba actuando como una reina.
Pero a pesar de que su enfermedad falsa fue exagerada, estaba un poco feliz al pensar en tener a tanta gente preocupada por ella.
Fue conmovedor. Antes, cuando era solo Eugene, casi nadie estaba tan inquieto por ella.
Fue un cambio agradable.
—Me gustaría disculparme con usted, Su Alteza, —dijo —le he hecho perder el tiempo yendo al pueblo y ni siquiera fui capaz de verlo completamente.
—No tienes nada por qué disculparte.
—Creo que sí, —insistió Eugene, —eres un hombre muy ocupado, no te molestes en negarlo —agregó cuando Kasser trató de protestar. —Y aquí estoy, aumentando tu carga —terminó, mirándose las manos, jugueteando con sus dedos.
Kasser observó a la reina, y cuando se miraron a los ojos, ella los bajó. Kasser también desvió la mirada ante la extraña sensación que tuvo.
—No pienso que seas una carga —corrigió, —e ir al pueblo nunca es una pérdida de tiempo.
La incómoda tensión entre ellos se mantuvo hasta que Kasser se aclaró la garganta.
—Deberías descansar un poco, —mencionó, asintiendo con la cabeza y se movió para irse, cuando Eugene lo llamó…
—Su Alteza… —Kasser hizo una pausa cuando la escuchó y se giró para mirarla.
Sus ojos se encontraron y las palabras de Eugene murieron en su garganta. No sabía por qué lo llamó, todo lo que sabía era que quería que se quedara un poco más.
—Q-qué pasó hace un rato, —tartamudeó, tratando de ocultar su anhelo, —esas cosas, um, ¿es la forma habitual de tratarlas? —Preguntó, y le dio una sonrisa nerviosa, —Si recuerdas, olvidé cómo funciona todo, así que me preguntaba si las reacciones eran normales.
Y antes de darse cuenta, comenzó a parlotear sobre lo que había estado guardando desde que llegó.
—Marianne es de gran ayuda, pero hay algunas situaciones de las que no puedo hablar con ella. —Agregó. —Me preocupa que piense mal de mí. No es que me esté tratando mal, ha sido muy amable.
Kasser levantó la mano, tratando de aplacarla para que dejara de divagar.
—No hay necesidad de dar más explicaciones, —le dice, —y aunque no puedo entender tu posición por completo, entiendo lo difícil que puede ser abrirse a las personas que trabajan para ti.
—Tú… —Eugene parpadeó… —¿lo haces?
—Así que querías saber si así es como se manejan las cosas normalmente, o si he tomado medidas adicionales cuando perdiste la memoria, ¿es eso correcto? —Preguntó, sentándose en el borde de su cama, Eugene asintió.
—Sí, —respondió ella.
Se sorprendió de lo bien que él podía articular sus pensamientos de forma tan rápida y sencilla. De hecho, era un hombre muy inteligente.
Ahora que lo pienso, toda conversación que han tenido ha ido bastante bien. Ni siquiera ejerció su rango sobre ella cada vez que le exigía cosas. Siempre estuvo dispuesto a escuchar lo que tenía que decir y nunca la desestimó.
Ha estado casado con Jin por tres años. Podía decir cuánta paciencia y generosidad tiene este hombre.
En su novela, el Rey del Desierto era un tipo de hombre testarudo y de un único sentido. Su fuerza impulsora solo había sido la venganza contra Jin. A pesar de ser el más poderoso de su novela, Eugene nunca estuvo del todo satisfecha con escribir su parte.
Y aunque hubiera sido perfecto si el rey más poderoso también tuviera un liderazgo excelente, el Rey del Desierto nunca encontró tiempo para mezclarse con ninguno de los otros reyes. Siempre que había reuniones, normalmente era el primero en irse cuando terminaban las conversaciones importantes, a menudo inventando excusas sobre deberes y responsabilidades.
Era precisamente la razón por la que el Rey Salt se peleaba con él continuamente. Cada vez que los dos reyes se reunían, las cosas tomaban un giro desagradable, agriando de inmediato, el estado de ánimo jovial.
Si Eugene hubiera escrito “El Rey del Desierto” como es actualmente el hombre que tenía delante, tal vez, su historia podría haber ido mejor. Quizás, incluso de manera diferente.
Al escribir personajes en novelas, es bastante difícil crear un personaje redondo, que se desarrolle a lo largo de la historia. Por eso, la mayoría de las veces, los roles que creaba eran bastante estáticos, con una personalidad unidimensional, por lo que era más fácil dirigir la trama para que fuera en una dirección.
Después de todo, un personaje bien puede orientar el curso de la historia en una trayectoria totalmente diferente.
Este no es el personaje que escribí, pensó Eugene, mientras miraba a Kasser. Esta es una persona completamente diferente.