Sin madurar – Capítulo 68: En la tormenta (6)

Traducido por Den

Editado por Lucy


—En este maravilloso día, os anuncio el compromiso del príncipe Rosano y la princesa Levatte.

El emperador fue directo al grano. Todos sabían desde hacía meses que se planteaba establecer un matrimonio entre el príncipe y la princesa rehén, pero habían creído que era solo un rumor que circulaba por ahí.

La opinión pública respecto a los ambrosettianos nunca había sido positiva, pero en los últimos días había empeorado. Pero ¿un anuncio de la unión entre el príncipe heredero, el siguiente en la línea de sucesión al trono, y la princesa de los ambrosettianos, a quienes los súbditos del imperio despreciaban?

—¡Esto es ridículo! —gritó al instante uno de los nobles.

Me di cuenta de que Eleonora se encogió de hombros y retrocedió de nuevo. La protagonista de la historia original no era así. Ella era como una flor de invernadero, nunca se preocupaba de nada ya que Leandro la protegía. La ausencia del segundo protagonista masculino en su vida la había desmoralizado. En cierto modo, me daba pena.

Cuando estaba al borde de las lágrimas, Leandro, que llevaba ya un rato observándome, frunció el ceño.

—¿Qué te pasa? —me preguntó.

—Nada…

—Sé cuándo no eres sincera. ¿Qué pasa? ¿Te sientes mal?

Su voz estaba llena de preocupación.

Mirando sus ojos azules, tomé una decisión.

Eleonora está destinada a estar con Diego de todos modos. Estoy segura de que él la protegerá a partir de ahora.

No podía ignorar el hecho de que en la historia original Leandro dio su vida por el bienestar de la princesa.

Se convirtió en caballero por ella, luchó contra monstruos por ella e incluso fue a la guerra por ella, ¿verdad?

Sacrificó su inocencia mientras sobrevivía a innumerables adversidades, pero al final no vivió felices por siempre con ella.

Se enfrentará solo a un terrible destino.

En ese caso, era mejor que no lo conociera, incluso si eso significaba que tendría que sufrir un tiempo. Cuando me lo imaginé arrodillado frente a la horca con la camisa manchada de sangre, dejé de sentir lástima.

Levanté la mano que no sostenía la copa y cerré le puño.

—Ya estoy bien.

Leandro se rio.

—Qué raro.

Ahora que lo pienso, en la historia original, se enfadó, se frustró y se vino abajo ante el anuncio del compromiso de Eleonora. Pero ahora mismo, en lugar de estar enfadado, estaba deteniendo a un sirviente del palacio y dándome uvas.

Qué diferente…

—Ten. Podrás recuperar el aliento después del primer baile.

—¿Cree que estoy obsesionada con la comida o algo así?

—¿No lo estás?

—Bueno, sí.

Era una broma para levantarme el ánimo, pero se rio más fuerte de lo que esperaba. Me sentí avergonzada cuando algunos nobles se giraron a vernos.

Mientras tanto, él me acariciaba con suavidad los hombros.

—¿Qué tal si nosotros también bailamos después del primer baile del príncipe?

—De verdad que no…

—¿Por qué te niegas sin siquiera haberlo intentado primero?

Hizo un mohín.

No sirve de nada fingir lástima e inclinar tu cuerpo corpulento de esa forma. Es inútil… Vale, está bien. Tú ganas. ¿Cómo podía ser tan cursi? ¡Es casi el doble de alto que los demás!

Declaré mi rendición mientras miraba los ojos azules tristes pero brillantes.

—No me culpe si termina con agujeros en los pies, Excelencia.

—Estaré bien.

—Eso dice ahora…

—Un baile depende de cómo diriges.

Sonrió con dulzura y se rio. Luego me rodeó los hombros con los brazos y me dio la vuelta.

—Ahora, mirada al frente.

Se estaba gestando una pelea cerca del podio. El emperador no decía nada, pero tenía cara de disgusto. Dos valientes nobles ancianos con bigotes largos estaban unos pasos al frente de los demás nobles, encabezando las protestas.

—¡Hay muchas mujeres en todo el imperio que son dignas del príncipe heredero! De entre tantas candidatas, ¿por qué tiene que ser esta ambrosettiana?

Algunos de ellos ya sabían que se trataba de una estrategia para sofocar el creciente malestar en el reino, pero querían aprovecharse de esta situación de forma política.

Al final, la voz airada del emperador resonó por todo el salón de baile.

—Un momento, conde Afetti. ¿Se atreve a oponerse a mi decisión?

El conde Afetti parecía tener algo más que decir, pero al ver el rostro enfadado del emperador, enrojeció y dio un paso atrás.

—Bueno, ha sido un momento de conmoción. En cualquier caso, celebremos esta ocasión —continuó con una sonrisa de satisfacción.

Tras el discurso del emperador, Diego y Eleonora se dirigieron a la pista de baile. Como Diego, al igual que Leandro, era una cabeza más alto que la media de los hombres, ella parecía bastante pequeña en comparación. El príncipe le rodeó la cintura con un brazo. Cuando tomó la mano de ella y la colocó en posición, la orquesta comenzó a tocar.

Ver a los protagonistas juntos era como contemplar un cuadro. Eleonora seguía contenta y con las mejillas sonrojadas en dirección de Diego. Como protagonista masculino, no había nada que él no pudiera hacer.

Encendió el corazón de innumerables mujeres con sus perfectos pasos de baile.

—Qué hermosa pareja —comentaron algunos entre la multitud.

Parecía que ni siquiera los que se oponían al compromiso de Eleonora con el príncipe podían negar que hacían buena pareja. Los nobles a los que no les agradaba susurraban entre ellos, tapándose la cara con los abanicos.

Cuando terminó la corta pero animada canción, Diego se alejó satisfecho de la pista de baile. Numerosos hombres se acercaron a Eleonora mientras permanecía allí con una sonrisa incómoda. Sus grandes ojos verde claro siguieron a Diego, pero él desapareció entre la multitud.

Entonces, Leandro me tendió la mano.

—Me gustaría bailar.

Le pregunté varias veces si iba en serio, pero no cedió.

No se me da mal bailar, pero nunca aprendí a hacerlo de la manera correcta…

—Es mejor bailar ahora. Más tarde tocarán canciones más rápidas que son más difíciles de bailar —agregó.

—¿Y por qué me lo dice ahora?

Convencida, me precipité a la pista de baile con Leandro.

Él sonrió y me puso la mano en la cintura. Creía que había engordado un poco después de volver al ducado porque había estado comiendo mucho, pero mi cintura se sintió pequeña cuando su mano grande la rodeó.

Miré fijamente los ojos azules como el océano de Leandro y le entregué mi cuerpo.

—Eres mejor de lo que pensaba.

—No intente negar la realidad. Es vergonzoso…

Leandro fingía que todo iba bien, pero ya era la tercera vez que lo pisaba. Debió dolerle cuando los tacones de punta de repente le perforaron el pie, pero parecía que voluntad imparable de bailar conmigo le ayudaba a superar el dolor.

Sonrió con confianza mientras me hacía girar y me atrapaba en sus brazos. Mi pelo alborotado le rozó la mejilla. Respiró hondo y se mordió el labio.

—Parece que están poniendo a prueba mi paciencia.

—¿Qué?

—Siempre que estoy cerca de ti, tu olor…

Cuando estaba a punto de continuar, la música se detuvo.

Él quería seguir bailando conmigo hasta la siguiente canción, pero ya había muchas mujeres rodeándonos, con los ojos brillantes y buscando su oportunidad. Y a mi alrededor había tres o cuatro jóvenes esperando lo mismo de mí.

—No —dijo de repente.

—¿Qué quiere decir?

—Que bailes con otros hombres.

—¿Yo? ¿Con mis habilidades? Olvídelo. Ya estoy cansada.

Él les lanzó una mirada fulminante a los hombres detrás de mí. Luego me miró y levantó una comisura de los labios.

—¿Cómo es que ya estás cansada? —sonreía, pero de alguna manera parecía molesto.

—Ay, mi pobre duque, ¿qué pasa? ¿Qué le ha puesto de mal humor esta vez?

—No quiero que nadie baile contigo.

—Acabo de decirle que no lo haría.

—Eso no es todo. Ojalá nadie te mirara.

—Pide lo imposible.

—Me gustaría arrancarles los ojos a todos.

—Ay Dios.

—No he terminado.

—Bueno, la verdad es que no quiero oírlo.

Levanté el dedo y lo presioné contra los labios de Leandro.

—Hay muchas mujeres en fila detrás de usted. En cambio hay pocos hombres detrás de mí.

—Por eso lo detesto aún más. Las mujeres están aquí por mí estatus, pero los hombres están aquí porque se sienten atraídos por ti.

—¿Alguna vez… se ha mirado al espejo?

—¿Qué quieres decir?

Pensé que sabía lo guapo que era y se estaba aprovechando de eso. Pero ¿qué demonios?

Sacudí la cabeza mientras escuchaba las tonterías de Leandro.

Por supuesto, su condición de duque soltero era tentadora, pero su aspecto también cortaba la respiración.

Cada vez que me mira con sus oscuros ojos azules e inclina la cabeza, me olvido de hasta cómo respirar.

Cuando estaba a punto de darle todo un sermón sobre lo guapo que era mientras nos alejábamos de la pista de baile, un inexpresivo sirviente del palacio se me acercó.

Signorina —dijo.

Al principio, no sabía que me hablaba a mí, así que me llevé las manos a la cintura y miré a Leandro, preparándome para continuar. Pero antes de que pudiera decir una palabra, el sirviente volvió a llamarme.

Signorina Evelina.

—¿Sí?

—Su Majestad la convoca.

—Ah… ¿Su Majestad…? ¿El emperador?

—Sí, signorina.

—¿Qué quiere Su Majestad de mi pareja? —preguntó Leandro, dando un paso al frente.

El sirviente juntó las manos con cortesía e inclinó la cabeza.

—Solo se me ordenó llevar a la signorina ante Su Majestad.

—Iré con ella.

—Le pido disculpas, Excelencia, pero Su Majestad solo ha preguntado por la signorina.

—¿Cómo así? No puedo dejar que esta mujer, que no conoce el palacio, vaya sola. Es lógico que su pareja la escolte.

—Me temo que no será posible. Su Majestad me ha dado una orden.

—Maldito grosero…

Leandro fulminó con la mirada al sirviente que, aunque sudaba frío, no retrocedió.

Él siguió presionándolo en silencio, pero al final suspiró y se echó el pelo hacia atrás, frustrado.

—En ese caso, la escoltaré hasta la puerta del aposento del emperador.

—Eso…

—No me digas que no es posible.

—Es decisión suya, Excelencia.

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