Una doncella competente – Capítulo 1: Un milagro increíble (6)

Traducido por Den

Editado por Meli


Los fuegos artificiales del Este iluminaban y decoraban el cielo nocturno.

Después de una serie de incidentes y obstáculos, el festival al fin comenzó.

—¡Vaya!

—¡Larga vida al Imperio! ¡Larga vida a Su Alteza el príncipe heredero!

—¡Gloria a Dios!

Tanto en el palacio imperial, donde los nobles se deleitaban con un banquete, como en las calles, donde la gente concurría y disfrutaba de la festividad, se oían gritos de alegría. Así transcurriría la semana en la que todos y cada uno de ellos olvidaría sus preocupaciones.

Sin embargo, mientras todos comían, bebían y charlaban contentos, había algunas personas que lo pasaban peor de lo habitual: las doncellas del palacio imperial.

Una vez dio inicio el festival, el trabajo aumentó descomunalmente.

—¡Por favor, tira la basura de ahí!

—¡Sí, señora!

—¡Lleva rápido este plato al salón de banquetes!

—¡Vamos! ¡Espabila y date prisa!

Todos estaban muy ocupados organizando el salón de banquetes, sirviendo la comida, atendiendo a los invitados distinguidos, limpiando y preparándose para el evento. Estaban tan desbordados que parecía como si estuvieran en el infierno.

Entre las sirvientas que no tenían ni tiempo para comer, estaban las doncellas de bajo rango como Marie, que al encargarse de todo tipo de tareas, eran las que más duro lo tenían. Había tantas cosas que hacer que ni siquiera podía acercarse a los alrededores del festival.

—Marie, ¿ya has comido?

—No, ¿y tú?

—No he comido en todo el día. Me estoy muriendo —suspiró Jane, su compañera de habitación, mientras sacaba la basura del salón de banquetes y añadió—: Estoy segura de que las doncellas de rango alto estarán deleitándose con cosas deliciosas en el salón de banquetes.

Aunque utilizaban la misma palabra para referirse a ellas, las sirvientas de rango bajo y las sirvientas de rango medio, que trataban con los nobles, eran muy diferentes. Se ocupaban de tareas distintas y la mayoría eran jóvenes de familias aristócratas.

—Qué envidia. Ojalá pudiera ir al menos una vez al salón de banquetes antes de que terminara el festival. Decoramos todo, pero ni siquiera hemos podido verlo. —Exhaló—. ¿Marie? ¿Qué te preocupa?

—¿Ah? ¿Eh? Nada.

—¿Segura? Estás un poco rara.

Jane observó a Marie extrañada. A diferencia de su habitual actitud enérgica y alegre, estaba callada. Como si estuviera angustiada.

—N-No es nada. De verdad que estoy bien.

—¿En serio?

—¡Sí, iré a limpiar eso de allí! ¡Hasta luego! —Huyó del lugar.

—¿Qué? —Ladeó la cabeza—. ¿Por qué se puso así de repente?

♦ ♦ ♦

Una vez Marie estuvo sola, suspiró profundamente. Como supuso Jane, estaba preocupada… Por algo muy serio.

—¿Por qué demonios soñé eso? —susurró confundida—. ¿Por qué? Jaa.

Si otras personas la vieran, no entenderían en absoluto la razón por la que la inquietaba el contenido de un simple sueño. Sin embargo, para ella era algo serio.

Cuando sueño, siempre sucede algo relacionado con ello, pensó con una expresión afligida en su rostro. Sabía que sus sueños nunca aparecían sin razón alguna.

—Pero ¿por qué diablos tuve ese sueño?

Recordó el sueño que tuvo la noche anterior.

¡Ayuda!

¡Mi brazo! ¡Mi brazo!

El humo se cernía y la gente gritaba. En medio del caos, la sangre brotaba sin cesar de una figura.

¡Un médico! ¿Dónde está el sanitario militar? —gritaba alguien.

¡Espere un momento!

¿Por qué soñé eso?, cerró los ojos con fuerza.

En su sueño, se había convertido en un médico militar que se hallaba en una guerra. Brindaba primeros auxilios a los heridos antes de llegar al hospital.

¿Qué va a pasar?, suspiró.

¿Qué podría pasar en el jubiloso festival?

♦ ♦ ♦

En ese momento, el príncipe heredero se encontraba sentado en su oficina en el Palacio del León, con semblante cansado.

—Estoy ocupado.

—¿Le traigo whisky? —preguntó el caballero escolta, Almond.

—No. —Negó con la cabeza—. Ya bebí demasiado.

Se quitó la máscara de hierro y la colocó sobre el escritorio. Su rostro, tan bello como el cielo, estaba un poco enrojecido por el alcohol.

—Es difícil organizar un festival de nuevo. —Chasqueó la lengua.

Si alguien estaba tan ocupado como las doncellas en un festival del que todos disfrutaban, ese era el príncipe heredero. Debía asistir al banquete, mostrar su rostro en diversos eventos, tratar con los enviados extranjeros, discutir con los nobles regionales, que llegaron a la capital, sobre diferentes cuestiones; supervisar que no hubiera ningún problema con el festival en sí, etcétera. Había innumerables cosas que hacer. Aunque se dividiera en dos, no sería suficiente para abarcar con todo.

—Todo se debe a que Su Alteza está soltero —dijo el primer ministro Orn, que estaba a su lado, con una sonrisa. También había bebido un poco de alcohol, por lo que su cara estaba colorada.

—¿Soltero?

—Sí, no estaría tan ocupado si tuviera una esposa a su lado. Estas festividades son manejadas por Su Alteza la princesa heredera o por Su Majestad la emperatriz y sus damas de compañía. Por cierto, Su alteza, ¿cuándo planea elegir a su princesa heredera?

—No muy pronto.

—Sin embargo, el senado está presionando. Una vez termine el festival, tendrá que decidir quién será la princesa heredera.

Rael asintió con la cabeza. Ya lo sabía. Lo seguía retrasando porque no quería casarse, pero era difícil posponerlo por más tiempo.

—¿Quizá tiene a alguien en mente? —insinuó Orn—. Antes, en el banquete noté que la señorita Spina y la hija del marqués Cossarin no dejaban de mirarlo. No solo ellas, sino que la princesa Dominaine que vino con su delegación…

El duque Orn siguió recitando los nombres de las jóvenes interesadas. Todas ellas eran damas muy hermosas y célebres entre la sociedad. Sin embargo, el príncipe heredero solo sacudió la cabeza como si lo estuviera molestando.

—Me trae sin cuidado. La princesa heredera será alguien que aporte el mayor beneficio posible al imperio.

Es una pena que no podamos encontrar a la princesa Morina, se lamentó.

Nunca la conoció, pero ella era la más apta para ese puesto, porque cuando se convirtiera en princesa heredera, el imperio obtendría innumerables ventajas: consolidar el dominio de la provincia de Cloyan, el polvorín [1] entre el Imperio de Oriente y el de Occidente. Aparte de eso, resultaba conveniente que no necesitara controlar el poder de su familia. Además, la princesa Morina parecía ser una persona de buen corazón.

Aunque Rael consideraba que era su princesa heredera ideal, el problema era que no conocía su paradero.

No se puede evitar. Si no logro convertirla en mi esposa, entonces la encontraré más tarde y la mataré.

Den
Ayy, hombre, no digas eso que pierdes puntos xd

Meli
Sonó a guion de novela mexicana: Si no es mía, no será de nadie… XD

Debido a que era simbólico que fuera descendiente del reino de Cloyan, la princesa Morina debía ser suya. De lo contrario, debería matarla.

Debo encontrarla cueste lo que cueste, pensó y cerró los ojos.

—Me siento cansado. ¿Se debe al alcohol?

—En ese caso, descanse.

—Sí, hasta mañana.

Orn se retiró.

—Debería irse a dormir —dijo Almond con cautela.

—Todavía no. Tengo que revisar algunos documentos.

El papeleo era el papeleo, además, no podía conciliar el sueño con facilidad.

Si escuchara la pieza musical para piano de esa vez, creo que podría dormir bien.

Recordó la interpretación que había oído en el Palacio de Cristal. Esa música que representaba el campo había abrigado su corazón y, en ese momento, sintió que curaba su insomnio, algo que ni siquiera le provocó la sinfonía del director Bahan.

Aunque movilizó a la escolta real para que buscaran hasta en el último rincón, fue en vano. Sin importar cuánto investigara, Marie era la única que estaba en Palacio de Cristal ese día.

Al igual que con el incidente del escultor, era difícil de entender. ¿Un ángel visitó el palacio imperial?

Sonrió indiferente. ¿Qué clase de ángel visitaría un palacio donde se había derramado tanta sangre?

¿Y si fue esa chica quien tocó? —Sacudió la cabeza ante su absurda idea—. Qué frustrante. Saldré a dar un paseo.

Como de costumbre, se vistió con ropa casual y abandonó el Palacio del León, observó a su alrededor preguntándose adónde ir, el Palacio de los Lirios le vino a mente y con él, la imagen de cierta chica.

Marie… Si voy al Palacio de los Lirios ahora, ¿estarás allí?

Se sorprendió ante sus pensamientos. ¿Qué importaba si ella estaba ahí o no?

Supongo que, como últimamente me he estado topando con ella, sigo pensando en ella.

Sacudió la cabeza y se dirigió al Palacio de los Lirios. Ya sea que la sirvienta estuviera o no, disfrutaría de su paseo.

Poco después, se detuvo a unos pasos del Palacio.

También están muy ocupados, reflexionó.

El Palacio de los Lirios, que atendía a los invitados distinguidos, estaba muy ajetreado con el banquete.

Varias sirvientas pasaron por ahí, por lo que Rael volvió a pensar en Marie sin darse cuenta.

Se sorprendió otra vez. No estaba ahí para verla, entonces, ¿por qué la buscaba?

¿Es porque bebí? Hoy estoy actuando raro.

Negó con la cabeza y dio media vuelta, rumbo hacia el Palacio del León. Justo cuando estaba a punto de abandonar las inmediaciones del Palacio de los Lirios, volvió de nuevo la vista hacia la edificación. Como era de esperar, no la veía por ninguna parte.

Su comportamiento lo dejó atónito.

¿Qué estás haciendo, Rael? ¿Por qué estás buscando a esa doncella? ¿Qué harás cuando la encuentres? Deberías volver rápido.

Sin embargo, en ese momento escuchó con claridad el nombre de la persona que estaba buscando.

—¡Marie! Por favor, tira eso.

—¡Sí, señora Susan!

¡Esa voz enérgica…! Era la voz de la chica. Rael se escondió, por reflejo, detrás de un árbol. Pronto, una chica pequeña apareció frente a él. Era Marie.

¿Qué está sujetando?

Rael frunció el ceño. Marie cargaba una bolsa de basura casi de su tamaño. Eran los desechos del festival. Se dio cuenta de que debía pesar mucho por cómo jadeaba mientras sus pálidas manos cargaban la bolsa.

Parece tan frágil. ¿Tiene que hacer ese tipo de tareas?

Volvió a fruncir un poco el ceño. Por supuesto que sabía que eso era lo que tenía que hacer una sirvienta de bajo rango. Pero tal vez por el alcohol sentía que eso no estaba bien.

—¡Upa!

Marie movía su pequeño cuerpo de un lado a otro mientras sacaba la basura. Luego, sacudió las manos y suspiró.

—Uf, listo.

¿Debería decirle algo?, se preocupó Rael por un momento. Pero vaciló. ¿Por qué le hablaría? Además, ella ni siquiera conocía su verdadera identidad.

Todavía no le he dado las gracias por los dulces de la última vez. ¿Debería hacerlo ahora?

Mientras reflexionaba, la volvieron a llamar:

—¡Marie! Ven aquí y ayuda en la cocina.

—Sí, enseguida voy —dijo dirigiéndose hacia la fuente de la voz y desapareció.

Rael, sin darse cuenta, había extendido la mano hacia ella. Sin embargo, se detuvo a mitad de camino, vacilante. Parecía confundido.

—No sé qué diablos me pasa hoy —murmuró el Príncipe Cruel.

♦ ♦ ♦

Marie volvió a soñar esa noche. Tuvo el mismo sueño de la noche anterior.

A-Aargh…

S-Sálvame, por favor.

Era una escena atroz. No se parecía a nada que hubiera experimentado: era un soldado, y alguien le dio un golpecito en el hombro.

¿Por qué tienes un aspecto tan sombrío?

Ah, jefe de escuadra.

¿Es porque te sientes culpable? Esos chicos no murieron por tu culpa.

El soldado agachó la cabeza. Estaba al borde del llanto.

Aun así… Si tan solo lo hubiera hecho un poco mejor… seguirían con vida.

Suficiente. —Negó el superior con la cabeza—. Hiciste todo lo que pudiste como médico.

Las lágrimas brotaron de sus ojos. El hombre que había muerto era su amigo.

No quiero que nadie muera —susurró el soldado—. Si tan solo fuera un poco mejor proporcionando primeros auxilios… Entonces, podría salvar a más personas.

Al último susurro, Marie abrió los ojos.

—¿Por qué…? —Suspiró—. ¿Por qué sueño con un campo de batalla durante el festival?

Ya lo había dicho muchas veces: sus sueños no eran simples sueños. Eran predicciones. Sin embargo, si estaba relacionado con el festival, ¿por qué un campo de batalla?

Estaba muy confundida.

Espero que no pase nada.

Sacudió la cabeza y se levantó de un salto. Estaba preocupada porque no podía hacer nada al respecto hasta que algo sucediera.

♦ ♦ ♦

—¡Buenos días! —saludó Marie con alegría al llegar al Palacio de los Lirios. Estaba tratando de aliviar su inquietud.

Sin embargo, el semblante de la doncella Susan era extraño.

—¿Marie? ¿Has oído algo por adelantado?

—¿Eh? ¿Oír qué? —Estaba desconcertada.

—Supongo que no lo sabías.

—¿Qué cosa?

—Bueno… yo también estoy un poco sorprendida.

Marie estaba cada vez más confundida. ¿Qué estaba pasando?

—Has sido transferida.

—¿Cómo…? ¿Transferida?

¿Un cambio repentino de lugar de trabajo? ¿Durante el caótico festival? Marie estaba atónita.

—Eso… yo no lo decidí —explicó Susan—. ¿No lo sabías?

Cada vez entendía menos. ¿No lo decidió la doncella principal Susan? Entonces, ¿quién la transfirió?

—De todos modos, ahora trabajarás en el Salón Gloria.

—¿El Salón Gloria? —Marie ladeó la cabeza.

El Salón Gloria era donde se celebraba el banquete durante el festival.

—¿Ayudaré con la limpieza del salón de banquetes? ¿O limpiando la cocina?

Eran tareas propias de una doncella de rango bajo. Sin embargo, Susan negó con la cabeza.

—No, asistirás en el banquete.

—¿Qué? Pero ¿eso no es…?

—Sí, es el trabajo de una sirvienta de rango medio.

Las sirvientas de rango medio eran quienes trataban con los nobles. La mayoría eran damas de familias reconocidas, nobles de bajo rango o en bancarrota. Aunque sucedía rara vez, solo las sirvientas de rango bajo que habían trabajado durante mucho tiempo solían ser ascendidas.

—Pero ¿por qué?

—Felicidades. —Suspiró y añadió—: Has sido ascendida a doncella de rango medio.

Marie abrió los ojos como platos. No, ¿qué es este repentino disparate?

—Yo también me sorprendí, pero… fue un decreto imperial —confesó, sacudiendo la cabeza.

Marie se quedó boquiabierta. ¿Qué diablos es esto?

Tal vez es un sueño.

No era la única desconcertada. Susan lo estaba aún más.

La doncella principal recordó la orden que había recibido esa mañana.

♦ ♦ ♦

—¿Que promueva a Marie a sirvienta de rango medio?

Fue una orden del conde Gilbert, el director general del palacio imperial. Aunque él tampoco entendía por qué.

—Sí. M-Ma… ¿Marie dijiste?

—Ciertamente tiene nombre de criada. De todos modos, ¡asciende a la sirvienta Marie a doncella de rango medio!

—¿Por qué demonios…?

—¡No lo sé! Es confidencial, así que no me preguntes más.

Susan no sabía nada más. Lo único que podía suponer es que una figura superior al conde Gilbert estaba apoyando a Marie.

¿Quién es la persona que está por encima del director general del palacio imperial? ¿Cómo llamó Marie la atención de alguien así?

Susan ladeó la cabeza. Era de origen humilde y una prisionera de guerra. Además, no era tan bonita como para llamar la atención de personas de alto estatus. Era linda, pero en el palacio imperial había innumerables mujeres más atractivas que ella.

♦ ♦ ♦

—Una vez termine el festival, ¿volveré a trabajar en el Palacio de los Lirios? —preguntó Marie.

—No… —Susan negó con la cabeza, su ascenso no era el único cambio—. Serás reasignada a otro lugar.

—¿A dónde?

—Al Palacio del León. —Sonrió, como si la felicitara—. Ahí es donde trabajarás.

Para Marie, el mundo parecía estar desmoronándose.

¿Qué? ¿El Palacio León? De ninguna manera… ¡El Palacio León es donde reside el príncipe heredero!

Recordó su máscara de hierro y se le encogió el corazón. ¿Tenía que vivir en el mismo lugar que él? En el peor de los casos, era posible que debiera servirle.

Le preguntó a Susan del motivo de la decisión, pero ella solo negaba con la cabeza con aire confuso, diciendo que no lo sabía con exactitud.

Decidió que debía impedirlo. Por remota que fuera la posibilidad, aún podría encontrarse con el príncipe heredero, así que de ninguna manera podía trabajar en el Palacio del León.

Pediré un traslado a la doncella principal. Hay muchas sirvientas, que no son prisioneras de guerra, que anhelan trabajar allí, donde reside el príncipe heredero.

—¿Quien me ascendió a sirvienta de rango medio, ordenó mi transferencia al Palacio del León?

Después de reflexionar, le vino a la mente la máscara de hierro del príncipe heredero, con quien coincidió en la cocina hace un tiempo.

Imposible. ¿Fue por lo que cociné en ese momento?

Escuchó que el banquete fue un gran éxito debido a su plato. Entonces recordó lo que le había dicho el príncipe heredero: «Te daré una gran recompensa».

Esto no es un premio en absoluto.

Tenía ganas de llorar. Por supuesto, para cualquier doncella trabajar en el Palacio del León era una gran recompensa. Porque era el puesto más honorable entre las sirvientas. Sin embargo, ella era una persona a la que se le helaba la sangre con solo acercarse a ese lugar. No era un simple mal presentimiento. Si las cosas salían mal, podía morir.

Bueno, si ese es el caso… me negaré a trabajar en el Palacio del León.

Por supuesto, quedaba ver si las cosas saldrían como ella quería.

Después de organizar sus pensamientos, Marie se cambió el uniforme por el de rango medio.

Si la vestimenta de una sirvienta de rango bajo se sentía como un uniforme de cocina, la de una sirvienta de rango medio era más como un vestido.

No me puedo creer que esté usando esto.

Su expresión facial cambió. Los volantes y los encajes de la falda eran incómodos.

Aunque es agotador y duro, prefiero trabajar como una doncella de rango bajo, ya que no llamo la atención.

Marie suspiró para sus adentros. Pero ¿a quién podía culpar? Era su culpa por entrometerse donde no la llamaban.

Debería haber fingido ignorancia. Entonces, no tendría que preocuparme tanto.

Sin embargo, su personalidad se lo ponía difícil.

Marie suspiró de nuevo y se dirigió al Salón Gloria.

La doncella principal Blanche, que estaba a cargo de las sirvientas del Salón Gloria, la examinó con la mirada.

—¿Señorita Marie?

—Sí, soy Marie. Es un placer conocerla.

—¿Trabajabas en el Palacio de los Lirios y eres del reino de Cloyan? —La inspeccionó con mirada recelosa.

No entendía por qué una chica como ella fue promovida a sirvienta de rango medio.

En su mente, Marie, quería pedirle que la enviara de regreso al Palacio de los Lirios en ese instante.

—Cuando comience la fiesta, solo tienes que atender a los asistentes. Aunque eras una sirvienta de rango bajo, has estado viviendo en el palacio imperial durante tres años. Así que conoces la etiqueta, ¿verdad?

—Sí.

—De acuerdo. —Blanche asintió con la cabeza—. Escuché de Susan que eres una excelente trabajadora, por lo que espero que hagas un buen trabajo.

De ese modo comenzó a trabajar en el Salón Gloria.

Marie se quedó atónita ante la espectacular vista de la fiesta que veía por primera vez.

Así es como se ve el salón de banquetes.

Era gracioso, aunque era una princesa, nunca había estado en un salón de banquetes. Se debía a que era una hija ilegítima —su madre era una plebeya—, y sus hermanos, hijos de la reina, la vigilaban de sobremanera.

Durante algo más de dos años, vivió en silencio en el palacio hasta que fue destruido por la invasión del imperio. A pesar de que de vez en cuando trepaba el muro en secreto y salía del palacio, vivía recluida en una prisión sin barrotes ocultando su identidad. Sin embargo, resultaba irónico que gracias a eso hubiera sobrevivido sin que la descubrieran.

—Un cóctel.

—Sí, aquí tiene.

Marie servía en el banquete con movimientos rápidos pero comedidos. Era la primera vez que lo hacía, no obstante, debido a la influencia de su sueño, podía desempeñarse con destreza.

Miró a su alrededor.

Nobles aquí y allá… La familia imperial y la realeza de otros países también están aquí.

Todos eran aristócratas conocidos que disfrutaban de la fiesta vestidos con ropa elegante. Aunque había trabajado en el palacio imperial durante mucho tiempo, rara vez trataba con la aristocracia, por lo que sentía que había entrado a otro mundo.

Espera un momento. Si estoy en el salón de banquetes, ¿no significa eso que sucederá algo relacionado con mi sueño aquí? —Tragó saliva y sacudió la cabeza—. D-De ninguna manera. No creo. Hay tantos nobles, espero que no pase nada…

Trataba de creerlo, pero sabía que los accidentes afectan de manera ecuánime a los nobles y plebeyos.

En ese momento, una voz fuerte resonó en la entrada del salón de banquetes.

—¡Presento a Su Alteza, el príncipe heredero!

Se giró sorprendida y vio al príncipe heredero, que vestía una capa, entrando al salón. La pálida máscara de hierro reflejaba la luz del candelabro.

El príncipe se sentó en el asiento de honor, reservado para la familia imperial.

—Todos, disfruten.

Con esas palabras, el silencio que reinó por un momento se animó con la música de la orquesta.

¿Por qué está tan cerca?, pensó angustiada.

Cuando volvió la cabeza, sus miradas se encontraron.

No te preocupes por eso. No te preocupes por eso, susurró para sus adentros y se entregó a su trabajo. Estaba ocupada comprobando que no hubiera ningún inconveniente, sirviendo más comida y trayendo bebidas.

Sin embargo, fue cuando estaba tan absorta en su trabajo que, sin darse cuenta, volvió la cabeza hacia el príncipe heredero.

Se sobresaltó. Una vez más hicieron contacto visual. Los ojos azules tras la máscara de hierro la miraron fijamente. Marie agachó la cabeza enseguida.

No te preocupes por eso. Fue una casualidad.

A pesar de que no fue gran cosa, su corazón latía con fuerza. Estaba muy asustada.

S-Sigamos trabajando.

Trató de no voltear hacia el príncipe heredero todo lo posible. Pero cuando no tuvo más remedio que volverse hacia él para atender a un invitado… ¡se encontraron de nuevo!

¿Por qué sigue mirando hacia aquí?, sollozó para sus adentros. ¿Tengo algo?

No era bueno para su corazón que la asustara de esa manera. Quería vivir en un mundo sin el príncipe heredero.

Mejor me voy a otro lugar.

Cuando Marie estaba a punto de abandonar el puesto que le habían asignado y trasladarse a uno donde la mirada del príncipe no llegara, una voz fría la detuvo.

—Marie.

Por un instante se preguntó si había oído mal. Pero no, la voz se dirigió a ella.

Tragó saliva y giró la cabeza.

¿Por qué?

El príncipe la miraba desde su asiento. Junto a él se encontraba el primer ministro Orn.

—Salve a Su Alteza.

Su corazón palpitaba con fuerza.

¿Por qué me llamó?, se preguntó, nerviosa.

A diferencia de la tensión que sentía, las palabras del príncipe fueron vacías.

—¿Puedes traerme una bebida? —Como no le respondió, la volvió a llamar—: ¿Marie?

—¡Ah! ¡S-Sí! ¿Qué tipo de bebida le gustaría que le trajera?

—Un zumo de fresa estaría bien.

Marie guardó silencio. No servía de nada ponerse nerviosa.

Por otro lado… ¡Zumo de fresa! No sabía por qué, pero sentía que la sangre de una virgen encajaría más con el Príncipe de Sangre de Hierro.

Den
Todo el mundo lo vive molestando con eso, pobre XD

—Entendido…

Le llevó la bebida al príncipe.

—Aquí tiene Su Alteza.

—Gracias.

Quería huir rápido, sin embargo, los profundos ojos azules del príncipe la observaban. Por alguna razón, Marie tenía la sensación de haberlos visto en algún lugar.

—¿Necesita algo más, Su Alteza? —preguntó, incómoda.

El príncipe actuó de forma rara: movió los labios como si quisiera decir algo, pero, al final, guardó silencio.

Marie ladeó la cabeza y retrocedió.

—Si necesita algo, no dude en llamarme.

—Sí…

Dicho eso, Marie se retiró. Entonces el primer ministro Orn preguntó:

—Su Alteza, ¿hay algún problema?

—¿Qué quieres decir?

—Bueno… Creo que está actuando un poco extraño —explicó Orn mientras ladeaba la cabeza. Era difícil decir el qué, pero había algo distinto en él.

—No, no es nada —aseguró el príncipe tras una pausa.

Orn volvió la cabeza. Había una pequeña doncella sirviendo en el banquete. En ese momento se le vino algo a la mente mientras miraba alternativamente al príncipe, que bebía un zumo de fresa que no se ajustaba a su imagen, y a Marie.

Es posible que…

La primera parte del banquete concluyó.

La orquesta ejecutó una canción tranquila, y los invitados descansaron por un instante, antes de que iniciara la segunda parte.

Marie se movía atareada entre las personas.

Cuando subía al balcón con una bandeja de copas, un hombre apareció de repente en su camino, y sin poder esquivarlo, se chocó con él.

—¡Kyaa! —gritó, con el rostro pálido de la sorpresa. La bebida que sostenía se derramó sobre la chaqueta de la otra persona—. Ah, lo siento. Lo siento mucho. Por culpa de mi torpeza…

Inclinó la cabeza. Estrictamente hablando, era culpa de la otra persona que apareció de repente, pero como se trataba de un noble, debía disculparse. Por suerte, parecía ser un aristócrata amable.

—Estoy bien —expresó, sacudiendo la chaqueta empapada de zumo—. Pero casi te caes, ¿estás bien?

El rostro del hombre que la miraba era muy hermoso.

Pelo negro y ojos dulces. Anteojos que le daban un aire intelectual.

Últimamente veo mucho a hombres guapos.

En el salón de banquetes había muchos nobles y damas de buena familia que eran apuestos, pero ninguno se comparaba con el hombre frente a ella. Tal vez Kiel, de la guardia imperial, y el extraño hombre rubio del Jardín de los Cisnes lo igualaban. El único defecto era que su tez era tan pálida que parecía enfermizo.

—Lo siento mucho.

—Es mi culpa, salí de la nada. Y no te preocupes por esto, siempre puedo cambiarme de ropa. Me alegro de que no te hayas lastimado.

Su sonrisa suave y tranquila hizo que el corazón de Marie palpitara involuntariamente. Ella también era una chica, por lo que su corazón se aceleraba al ver una sonrisa tan encantadora.

—¡Ah! ¡L-La ropa! Le traeré una nueva.

—Gracias. ¿Te importaría asegurarte de que la laven?

—Por supuesto.

Marie aceptó la chaqueta empapada de zumo y bajó de prisa por el balcón.

—Qué linda sirvienta. —Sonrió mientras la miraba—. Me gusta lo lindo y pequeño, ¿debería decirle a Ran que me la llevo a mi palacio? —susurró.

Sus palabras fueron sorprendentes. Porque «Ran» era el apodo del príncipe heredero que gobernaba en el Imperio de Oriente. Y él, era Johannev III, el emperador del Imperio de Occidente.

—Por supuesto, no accederá. —Se encogió de hombros, se giró y miró por el balcón con aspecto serio—. No es momento de bromear. El asunto de la princesa Morina es urgente.

Fue en secreto al Imperio de Oriente porque tenía un propósito especial: encontrar a la princesa Morina.

—La necesito para mi plan. Sin embargo, no es fácil de encontrar. —Sacó un pequeño trozo de papel y sacudió la cabeza mientras leía los nombres escritos en él—. Ni Raina. Ni Kenian. Ni Sonia. No es ninguna de ellas. ¿En qué me equivoco?

El papel que miraba era una lista de las doncellas que fueron traídas al palacio imperial tras la caída del reino de Cloyan.

—Estoy seguro de que la princesa Morina fue traída como sirvienta.

Fue un milagro que obtuviera esa información por casualidad. E investigaba en secreto la lista de prisioneros, pero aún no encontraba a nadie sospechoso.

Desde el principio, nunca pensó que la encontraría con facilidad, porque solo sabía que era una sirvienta, pero no cómo era físicamente, por lo que era complicado reconocerla a primera vista

—Pensé que descubriría quién es con tan solo verla, ya que es conocida como la “Santa sin rostro”. Debo encontrarla. Definitivamente. Cueste lo que cueste. —Su expresión se volvió fría—. No tengo mucho tiempo…

Se mordió los labios con fuerza ante el repentino dolor en el pecho. Palideció tanto que parecía un cadáver.

—Un… ¿ataque?

Desde hacía mucho tiempo, padecía una enfermedad crónica extraña. Pocos en el Imperio de Occidente sabían de su condición, además, la medicina prescrita por su médico podía controlarlos.

Se llevó la mano temblorosa al pecho y buscó el medicamento.

Recientemente había mostrado mejorías, por lo que se sentía tranquilo. Llevaba medio año sin sufrir ningún ataque, así que no podía creer que estuviera teniendo uno tan severo.

Se sentía desorientado por el fuerte dolor en el pecho.

Rápido…

No podía encontrar la medicina porque le temblaban las manos. Soportaba el dolor y justo cuando parecía estar a punto de perder el conocimiento, encontró el frasco y se llevó una pastilla blanca a la boca.

¿Por qué no hace efecto…?

Por lo general, el dolor disminuía después de tomar el medicamento, pero por alguna razón, no estaba funcionando. El frasco se deslizó de su mano y las pastillas blancas cayeron al suelo.

Entonces recordó las palabras del médico: «Su Majestad, si tiene un ataque severo, la pastilla blanca no será suficiente para ayudarle a soportarlo. Debe tomar la pastilla azul que le receté por separado. No lo olvide: si toma la pastilla blanca y no funciona, debe tomar la azul».

—L-La pastilla azul. —Apretó los dientes y movió la mano.

En ese momento, Johan se desplomó en el suelo con un gemido.

N-No…

Su visión se fue oscureciendo. Poco a poco, su corazón se ralentizó y sentía que iba desfalleciendo.

N-No puedo colapsar así…

Con ese último pensamiento, Johan, el emperador del Imperio de Occidente, perdió el conocimiento por completo en un balcón donde no había nadie presente.

♦ ♦ ♦

Después de lavar la chaqueta, Marie regresó al balcón con una nueva en brazos. El hombre pelinegro la estaba esperando, por lo que debía darse prisa.

—¡Lamento haberlo hecho esperar! ¡Aquí está la chaqueta…! —exclamó mientras abría la puerta del balcón.

Se calló en seco ante la escena inesperada: ¡el hombre pelinegro estaba inconsciente en el suelo!

¿Qué ha pasado?

Su cuerpo se puso rígido. Pero Marie volvió en sí enseguida.

Necesita primeros auxilios de inmediato.

No tuvo una reacción general: no gritó asustada, en cambio, colocó el dedo índice y del medio en la carótida del hombre inconsciente y presionó para sentir su pulso y determinar su condición exacta. Como si se hubiera convertido en el médico militar de su “sueño”.

¡Su pulso es muy débil! ¡Está al borde de sufrir un infarto! ¡Necesita ser tratado ya!

Se puso pálida. El hombre no respiraba. A este paso, estaba claro que tendría un paro cardíaco en unos segundos.

Marie miró a su alrededor. Las pastillas blancas que el hombre había dejado caer llamaron su atención. Las reconoció al instante. Por suerte era una medicina que conocía por el médico militar de su sueño.

Es un vasodilatador[2], ayuda a reducir la carga sobre el corazón durante un infarto. Pero el medicamento solo empeora la condición cuando está a punto de tener un ataque. —Buscó en sus bolsillos y encontró otro frasco de pastillas—. ¡Estimulantes cardíacos[3]! ¡Tiene que tomarse esto!

Sacó dos pastillas azules. Él estaba inconsciente y no podía tragar, por lo que no tuvo más remedio que beber agua y dársela boca a boca. Aunque vaciló por un momento, sus labios terminaron tocándose. Si no tomaba el medicamento, moriría de un infarto. No era el momento de ser tímida.

Justo después de darle la medicina, volvió a comprobar su pulso y se puso pálida.

El corazón que latía débilmente ya no lo hacía en absoluto.

¡No!

Ante la situación crítica, su cuerpo se movió por instinto.

Necesita una RCP[4], su mano presionó el pecho del hombre.

¡Su corazón tiene que seguir latiendo hasta que el medicamento haga efecto!

Masajeó su corazón mediante fuertes comprensiones torácicas.

En ese momento, recordó las palabras del médico militar de su sueño: «No quiero que nadie muera».

¡Puedo salvarlo!

Se produce un infarto cuando el corazón se detiene tras una fuerte y repentina conmoción.

La función cardíaca se recupera tras administrar algún medicamento, pero si no se actúa antes de dicha recuperación, el paciente puede morir. Esto se debe a que, si la sangre no circula por el cuerpo durante el breve período de tiempo en que el corazón se detiene, los órganos sufrirán algún daño.

Para evitarlo, se debía masajear el corazón con fuerza. De esa manera la sangre circularía y se ganaría tiempo hasta que el corazón volviera a funcionar. Y, por supuesto, se evitaría la muerte.

—¡Puedo salvarlo! ¡Un poco más! ¡Solo un poco más!

Marie hizo la RCP sola: compresiones torácicas y respiración cardiopulmonar para prevenir la hipoxia[5]. Se centró en salvar al hombre.

Tras un tiempo, el sudor le rezumaba por la frente.

De repente… ¡el hombre comenzó a recuperar el pulso! Su corazón latía de nuevo.

—Jaaa. —Exhaló un largo suspiro.

El hombre vivirá.

—Qué alivio. Estoy tan contenta.

Se relajó. Se secó el sudor y pidió ayuda.

—¿C-Cómo sucedió esto?

La gente vino corriendo asombrada. Pronto se llevaron al hombre, que recibiría atención médica adicional del palacio imperial.

Por otro lado, algunas personas murmuraron sorprendidas al reconocer la cara del hombre, pero Marie no las escuchó.

Mi reciente sueño se debía a él, reflexionó.

Estaba muy preocupada por lo que sucedería, pero por suerte todo terminó bien.

Fue tratado inmediatamente después del ataque al corazón, por lo que debería poder recuperarse sin ningún problema.

Esta vez no despertaré el interés del príncipe heredero.

El hombre se desmayó en un balcón sombrío, por lo que nadie podría haberla visto. Nadie pensaría que ella, una doncella, había realizado los primeros auxilios. Era un final perfecto.

Me alegro de que todo haya salido bien, susurró para sí misma.

Sin embargo, había algo en lo que Marie no había pensado en absoluto: que desde el principio hasta el final, el hombre no estuvo completamente inconsciente. Gracias a sus rápidos primeros auxilios, la función cardíaca volvió y el hombre recuperó la conciencia y en su débil estado, pudo percibir que alguien lo estaba tratando.

Una vez que se restableció, Johannev III, el emperador del Imperio de Occidente, comenzó a buscar a la persona que lo había salvado.


[1] Un polvorín es un lugar donde existe un conflicto a punto de estallar.

[2] Los vasodilatadores son medicamentos que abren (dilatan) los vasos sanguíneos. Actúan sobre los músculos de las paredes arteriales y las venas, y evitan que se tensen tales músculos y que se estrechen las paredes. De esta manera, la sangre fluye con mayor facilidad por los vasos sanguíneos.

[3] Los estimulantes son fármacos que aumentan la frecuencia cardíaca, la frecuencia respiratoria y la actividad cerebral. Algunos estimulantes afectan solamente un órgano específico como el corazón, los pulmones, el cerebro o el sistema nervioso. Por ejemplo, la epinefrina es un estimulante y se administra durante un paro cardíaco para hacer que el corazón palpite.

[4] Una RCP (reanimación cardiopulmonar) es un procedimiento de emergencia para salvar vidas que se realiza cuando alguien ha dejado de respirar o el corazón ha cesado de palpitar.

La RCP combina respiración boca a boca, que suministra oxígeno a los pulmones de la persona, y compresiones torácicas, que mantienen la sangre oxigenada circulando hasta que se puedan restablecer la respiración y las palpitaciones cardíacas.

[5] La hipoxia es un estado de deficiencia de oxígeno en la sangre, células y tejidos del organismo, con compromiso de la función de los mismos.

2 respuestas a “Una doncella competente – Capítulo 1: Un milagro increíble (6)”

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