Una doncella competente – Capítulo 2: El Príncipe Cruel y la doncella (3)

Traducido por Den

Editado por Meli


Marie corrió apresurada a la prisión para ver a Jane.

—¿Marie?

—¡Jane!

—Waaah. —Angustiada, se echó a llorar en cuanto la vio—. Marie, ¿qué hago?

Jane lloró durante mucho tiempo antes de volver a hablar.

—¿Q-Qué hago? Dicen que recibiré un castigo severo, pero no hice nada malo. Estoy segura de que revisé todo. —Musitó incoherencias—. ¿V-Voy a estar bien? Ugh, ¿y si mi castigo de verdad es severo?

—Jane…

A Marie no se le ocurría nada que decirle a su amiga. Por más que no fuera intencional, era un delito grave originar un incendio en el palacio imperial. Además, los instrumentos de la orquesta resultaron dañados y las pérdidas materiales eran cuantiosas. Como dijo Susan, había una alta probabilidad de que recibiera un castigo severo. Jane lo sabía y por eso lloraba fuerte.

—Mamá, papá, ¿qué hago? —sollozó entre hipidos—. No hice nada malo. Comprobé que todo estuviera bien antes de irme. ¿P-Por qué se inició un incendio…?

—¿Así que te aseguraste de que no hubiera ningún problema antes de irte? —inquirió Marie, consternada.

—P-Por supuesto. Lo revisé varias veces, así que ¿por qué hubo un incendio?

Es un poco raro. Si supervisó todo, ¿cómo es que comenzó el fuego?

Recordó las palabras del protagonista del sueño:

«Toda evidencia se halla en la escena. Y la puedes encontrar mediante una meticulosa observación».

María se mordió el labio.

¿Quizás no fue un simple incendio…? Es probable que lo sea, pero algo anda mal. ¿Por qué se incendió el almacén donde se guardaban los instrumentos de la orquesta justo antes de que iniciara el gran banquete?

Por supuesto, podría haber sido una coincidencia… Una demasiado fortuita.

—¿Marie? —la llamó su amiga, que permanecía en silencio, entre sollozos.

—Jane, volveré en un momento.

—¿A dónde vas?

—¡Al lugar del incendio!

—¿M-Marie?

Para determinar si Jane es la culpable o no, debemos averiguar si hubo algo sospechoso en el incendio, pensó Marie.

♦ ♦ ♦

Marie llegó apresurada al almacén ubicado en el sótano bajo el Palacio de Cristal, donde la orquesta solía ensayar sus actuaciones y donde estalló el incendio.

Rápido, entremos a ver.

Sin embargo, se encontró con un obstáculo inesperado.

—No puedes entrar.

Un caballero de rostro serio custodiaba el lugar. Marie lo miró sorprendida. Había una charretera [1] dorada en el uniforme blanco.

¡El uniforme de la guardia imperial! ¿Por qué hay aquí un caballero de la guardia?

No lo comprendía.

La guardia imperial tenía autoridad para investigar incidentes y crímenes que ocurrieran en el palacio imperial, pero ¿por qué estaba a cargo de un simple accidente como este incendio?

—¿Por qué estás aquí, doncella?

—¡Ah! Antes cuando trabajaba en el Palacio de Cristal, guardé un objeto personal aquí. Vine a ver si sigue ahí —se excusó.

En ese almacén no solo guardaban los instrumentos, por lo que el caballero no encontró nada extraño en sus palabras.

—Ya veo. Aun así, no puedes entrar.

—S-Si puedo preguntar… ¿por qué está aquí un caballero de la guardia? Tengo entendido que, en un principio, los caballeros no investigan los incendios.

El caballero la miró molesto. Abrió la boca como si fuera a echarla, pero quizás cambió de opinión cuando vio el vestido de doncella de rango medio que usaba Marie. Muchas doncellas de rango medio procedían de familias nobles.

—Hay algo sospechoso, así que estamos investigando.

—¿Algo sospechoso? —Marie sintió curiosidad.

—No puedo decírtelo.

Marie ladeó la cabeza. Hablaba con vaguedad, por lo que no podía saber a qué se refería con exactitud.

—De todos modos, este lugar está restringido, así que váyase, señorita —ordenó el caballero.

¿Qué hago? Tengo que examinar el lugar para salvar a Jane.

Sin embargo, si el caballero de la guardia imperial le impedía la entrada, era imposible que pudiera acceder.

—Ah, ¿señorita Marie? —Marie volvió la cabeza.

—¡Saludos, comandante de los caballeros de la guardia! —El caballero se apresuró a mostrar sus respetos.

¡Era el marqués Kielhan, el comandante de la guardia imperial, un hombre de belleza estatuaria!

—Ah, sí. Buen trabajo. ¿Hay alguna novedad?

—No, en absoluto.

Marie notó como el caballero que se había mostrado autoritario con ella respondió rígido.

Como era de esperarse del comandante de la guardia.

No se había dado cuenta porque siempre era amable con ella, pero ese hombre de cabello plateado era un ser imponente conocido como el caballero más fuerte del imperio.

—Pero ¿qué te trae por aquí, señorita Marie? —preguntó Kielhan tan cortés como siempre.

—Ah… Eso… Tenía un objeto personal guardado aquí, así que vine a comprobar si seguía allí.

—Vaya… Sin embargo, casi ningún objeto ha quedado intacto —comentó con lástima.

—L-Lo siento…, pero ¿puedo entrar y comprobarlo por mí misma? —preguntó Marie con cautela—. Es algo muy importante para mí.

Estaba reacia a usar su amistad con Kielhan, pero no podía evitarlo. Tenía que examinar el lugar para ayudar a Jane.

—No se puede evitar si es algo importante. Entra un momento.

—¡Capitán! Está prohibida la entrada a personas ajenas… —objetó de forma obstinada el caballero.

Kielhan lo meditó un instante; sabía que tenía razón.

—En principio, no se permite la entrada a la escena a forasteros.

—Así es.

—Entonces, ¿por qué no hacemos esto?

—¿Qué?

—La acompañaré personalmente. Si surge algún problema, asumiré la responsabilidad.

Y así, Marie pudo entrar al lugar del incendio. Inclinó la cabeza ante Kielhan, que se había tomado la molestia de ayudarla.

—Yo… siento las molestias…

—¿Por qué? De todos modos, iba a entrar a comprobar una cosa.

Marie se mostró escéptica al respecto. Como había dicho el caballero de hace un momento, ¿qué tenía de sospechoso este incendio?

—¿Cree que el incendio fue provocado?

Cuando Kiel se mostró sorprendido, Marie se apresuró a agregar:

—El caballero está vigilando el lugar y su señoría también ha venido a inspeccionarlo en persona.

Kiel sacudió la cabeza.

—Todavía no hay evidencia de que fuera provocado. Pero es extraño que, antes de que comenzara el gran banquete, estallara un incendio aquí y no en ningún otro lugar. Es demasiado sospechoso como para ser una coincidencia, así que estamos investigando.

Marie entendía lo que quería decir.

Podría ser más grave de lo que creía, pensó, preocupada.

Si se trataba de un incendio provocado, ¿quién era el culpable? Podría ser alguien que tuviera la intención de arruinar el gran banquete.

No sé quién es, pero es muy probable que sea un enemigo del príncipe heredero, supuso, inquieta.

Sin embargo, si se equivocaban, podría conducir a problemas políticos…

Sacudió la cabeza.

—No te preocupes, señorita Marie. La guardia imperial se encargará de este asunto.

—Sí, milord.

—Kiel —la corrigió.

—¿Perdón?

—Cuando estemos solos, puedes llamarme Kiel.

Ella se sintió incómoda, pero tuvo que disimular. Mientras conversaban, llegaron al lugar del incendio.

—Es aquí.

—Vaya…

El rostro de Marie se tensó al ver el almacén subterráneo carbonizado. Tenía que encontrar una pista. Independientemente de que Jane fuera la culpable o no, ¿en verdad había alguna pista de que fuera provocado?

Empecemos.

¿Se debía a que había llegado a la escena del crimen? Como si se hubiera transformado en el protagonista del sueño, una ligera tensión y exaltación le recorrió el cuerpo.

Primero de todo, la ubicación de la lámpara.

En la pared del almacén subterráneo, donde no llegaba la luz, había un lugar donde colocar la lámpara que servía de iluminación.

También está quemado.

Sacudió la cabeza.

Toda la pared, así como el lugar donde se colocaba la lámpara, estaba cubierta de ceniza negra como el carbón.

Si esta parte no se hubiera quemado, Jane podría haber sido eximida de la responsabilidad.

Inspeccionó todo el almacén. Examinó los instrumentos dañados, tocó el cúmulo de cenizas y comprobó la orientación de las columnas que fueron consumidas por las llamas.

Tras el largo y exhaustivo reconocimiento, pudo llegar a una conclusión.

El incendio no es culpa de Jane. Esto es… —tragó saliva—, un incendio provocado.

—¿Señorita Marie? ¿Encontraste tu pertenencia? —le preguntó Kiel.

—Ah, no. —Negó al instante con la cabeza.

—Dijiste que era importante… Lo lamento. ¿No puedes conseguir otro igual? —Parecía triste.

Esto es un incendio provocado. Estoy segura, pensó para sí misma.

No era una suposición. Las pruebas dejadas en la escena apuntaban con claridad a que se trataba de un incendio provocado.

Pero ¿cómo debería decírselo?

Ella solo era una doncella. No estaba autorizada a intervenir en la investigación de la guardia.

Aun así…

Observó el rostro amable de Kiel y creyó que accedería a escuchar su historia sin prejuicios.

Milord, ¿puedo preguntarle una cosa?

—Sí, adelante.

—¿Encontró alguna evidencia de que el incendio fuera provocado?

Kiel pareció extrañado ante su pregunta, pero negó con la cabeza.

—No, el fuego fue tan grave que es difícil encontrar pistas.

—Entonces, ¿hay algún sospechoso?

—Lo hay —afirmó tras un momento de silencio.

Marie lo miró asombrada y, a la vez, nerviosa.

—Un testigo vio a una persona sospechosa por los alrededores en el momento en que comenzó el incendio.

¡Era una pista importante! Sin embargo, Kiel sacudió la cabeza.

—Para ser sincero, es difícil saber quién es el sospechoso.

—Sí, milord. —Marie asintió con pesar.

Era normal. No obstante, fue muy considerado al contarle eso.

—Pero ¿por qué preguntas eso?

—Es que… tengo algo que decirle sobre el incendio.

—Por favor, adelante. —Kiel la miró perplejo.

Marie tomó aire. Era el momento de contarle la verdad que había descubierto.

—¿Cómo va la investigación? —Escuchó una voz fría a sus espaldas.

Marie se arrodilló.

—Salve a su alteza el príncipe heredero del imperio.

Había aparecido Rael, el príncipe heredero de la máscara de hierro. Incluso el primer ministro Orn lo acompañaba.

¿Por qué está aquí el príncipe?

Ellos también estaban desconcertados. El príncipe la miró, confundido.

—¿Marie? ¿Qué haces aquí?

Ay, Dios. Tuvo que venir precisamente él, se quejó mentalmente.

Kiel y el príncipe eran amigos en el fondo, por lo que él y ella estaban bajo una presión diferente. Ella quería evitar la mirada del príncipe a toda costa, sin embargo, se enfrentaba de nuevo a una situación como esa.

Rael la observó en silencio un rato. Parecía querer hablar de algo, por lo que Marie estaba estupefacta. Abrió la boca vacilante, pero al final guardó silencio. Entonces se volvió hacia Kiel.

—¿Encontraste alguna evidencia de que los bastardos del Imperio de Occidente estuvieron involucrados?

A diferencia de cuando miró a Marie, sintió un leve escalofrío ante la mirada que le dirigía a Kiel, su «rival».

—Lo lamento, Su Alteza. El incendio fue tan grave que no han quedado pistas claras.

El príncipe chasqueó la lengua.

—Qué problemático. Estamos seguros de que esos bastardos estaban en los alrededores en el momento del incendio, pero no hay pruebas.

Marie se quedó atónita ante su conversación.

¿El sospechoso pertenece al Imperio de Occidente?

Recordó al emperador Johannev III, a quien había conocido hace poco.

Era cierto que el Imperio de Occidente podría haber provocado un incendio para arruinar el gran banquete. Después de todo, ambos imperios se encontraban en malos términos.

Si de verdad eran los responsables, ese grave incidente podría convertirse en un problema diplomático.

Pero en ese momento, Marie sintió que había algo extraño, así que ladeó la cabeza. No solo había encontrado indicios de que era un incendio provocado, también había hallado pistas para describir al culpable.

Creo que el culpable es…

Entonces el príncipe Rael clavó su mirada en ella.

—Marie, ¿tienes algo que decir sobre el incendio? ¿Qué estabas tratando de decir antes? Dime.

Marie tragó saliva.

¿Puedo contárselo al príncipe heredero? Sin duda volvería a llamar su atención. Pero no tengo otra opción. Si no hablo ahora, Jane será incriminada.

Con eso en mente, habló con cautela:

—Yo creo… que este incendio fue provocado y no un simple accidente.

Todos se quedaron impresionados, había hablado con convicción. No era una especulación.

—¿En qué te basas? —preguntó el príncipe en voz baja—. Puede que no lo sepas, pero este caso es un asunto muy serio. Si te precipitas al hablar sin ninguna evidencia clara, podrías ser severamente castigada —explicó con seriedad.

Tenía razón. Con el Imperio de Occidente siendo señalado como sospechoso, no sabía qué castigo enfrentaría si una doncella como ella hablaba sin pensar.

—Hay una razón por la que puedo afirmar que el incendio fue provocado.

En los ojos del príncipe heredero apareció un brillo.

Kielhan la miraba atónito, mientras Orn la observaba con interés, como si le resultara divertido.

—Bien, adelante. Te escuchamos.

—La razón es simple. Se debe a la ubicación del punto de ignición.

—¿El punto de ignición?

Todos estaban estupefactos, porque era un término desconocido.

—Sí. —Asintió con firmeza—. Por la posición del punto de ignición es imposible que fuera un accidente.

—Por favor, explícalo con detalle.

El punto de ignición era el término que se utilizaba para hacer referencia al lugar donde se había iniciado el fuego. Además, era la pista más importante para identificar la causa del incendio.

—Como pueden ver, en este almacén subterráneo, las lámparas se colocaron contra la pared en dos lugares diferentes.

—Sí, está todo quemado. Lo más seguro es que sea porque el incendio estalló allí, ¿no?

La pregunta de Rael era entendible.

—No, el incendio no empezó aquí. Parece que se originó en otro lugar y luego se propagó hasta la pared. Pero la pared se quemó de esa forma cuando el aceite en la lámpara explotó.

—¿Cómo sabes eso?

Marie respiró hondo. Mientras hablaba enfrentándose a la máscara de hierro del príncipe heredero, estaba el doble… No, diez veces más nerviosa de lo habitual.

No obstante, cuando estaba a punto de abrir la boca…, se oyó una voz inesperada.

—Sí, yo también tengo curiosidad. ¿Cómo lo averiguaste?

Todos giraron la cabeza, sorprendidos.

Un hombre de cabello negro, ojos negros y semblante amable bajaba las escaleras con una sonrisa dibujada en el rostro.

¡El emperador Johannev III del Imperio de Occidente! ¿Cómo se volvieron a complicar tanto las cosas?, sollozó Marie para sus adentros.

En un principio, todo era para salvar a su amiga Jane, pero en menos de una hora había evolucionado a un asunto diplomático entre ambos imperios. Después de todo, estaba claro que su vida se estaba torciendo.

—¿Qué estás haciendo aquí? Estoy seguro de que te advertí que no hicieras nada imprudente si no querías ser deportado —reprendió el príncipe heredero, frunciendo el ceño.

—Ah, sí, pero estaba acostado en la cama cuando escuché un rumor extraño. Que el Imperio de Occidente provocó un incendio para arruinar el gran banquete. —Johan pausó un momento y miró al príncipe heredero. Seguía sonriendo, pero sus ojos eran fríos—. Me pareció tan absurdo y molesto, que vine a comprobarlo por mí mismo.

El príncipe Rael rio sardónicamente.

—Es un hecho que el conde Shöber estaba cerca cuando se originó el fuego. De cualquier modo, pronto descubriremos lo que sucedió. —Miró a Marie—. Continúa. ¿Por qué es un incendio provocado?

—Yo también tengo curiosidad.

Cuando la mirada de los monarcas de ambos imperios se clavó sobre ella, Marie tragó saliva.

—En primer lugar, me fijé en la dirección de las llamas —respondió.

—¿La dirección de las llamas? Todo está quemado, así que ¿cómo conoces la dirección de las llamas?

—Miren este instrumento primero. —Señaló un violín quemado—. El hollín va hacia la pared.

Los ojos que seguían los dedos de Marie pronto se abrieron con asombro. Era cierto. Todo el hollín apuntaba hacia la pared.

—Si la lámpara de la pared hubiera iniciado el fuego, el hollín se hallaría en la dirección opuesta.

—Aunque sea una explicación coherente…, eso no es suficiente para demostrar que fue un incendio provocado. ¿Te basas en algo más?

Por supuesto que tenía más pruebas. Esta vez señaló unas columnas de madera que fueron devoradas por el fuego.

—La dirección en la que colapsaron las columnas también es extraña. Si una de las lámparas hubiera comenzado el fuego, las columnas deberían haber caído en la dirección opuesta.

—¿Por qué?

—Cuando una columna se derrumba a causa de un incendio, cae en la dirección en la que entró en contacto con el fuego porque es el punto más débil.

Todos volvieron a quedarse pasmados. Lo que decía tenía sentido. De hecho, si examinaban los pilares caídos, todos habían colapsado en la misma dirección.

—Además de eso, hay varias pruebas más. Busqué la posible ubicación del punto de ignición desde donde se originó y se propagó el incendio. Por lo que cuando observamos las cenizas y las marcas dejadas, la dirección también es… —Entonces Marie explicó cada uno de sus hallazgos.

A medida que justificaba su deducción, los ojos del príncipe heredero, Johan, Kiel y el primer ministro Orn se hacían cada vez más grandes. Era difícil considerarla una simple sirvienta, porque demostraba la misma pericia que un experto en incendios.

Mientras tanto, Marie estaba preocupada por sus miradas. Al parecer había vuelto a llamar la atención sin querer. No solo la del príncipe heredero, sino también la del emperador Johan del Imperio de Occidente y la del primer ministro Orn. Pero no podía detenerse allí.

—Teniendo todo esto en cuenta, este lugar parece ser el punto de ignición —reveló, acercándose a una zona—. Y aquí encontré evidencia adicional concluyente que demuestra que fue un incendio provocado.

Todos miraron sus labios.

—¿Cuál es la evidencia?

Marie puso la mano sobre el timbal ubicado en el punto de ignición. La parte superior del cuero del instrumento estaba quemada, pero cuando limpió el hollín con los dedos, algo apareció.

—Esto es cera de vela.

La cera se había vuelto negra. Todos la observaron. El primer ministro Orn dejó escapar un gemido.

—Cera… Ya veo. El culpable usó una vela para iniciar el fuego.

Eso era evidencia suficiente. Estaba claro que se trataba de un incendio provocado.

Hubo un momento de silencio en la sala.

Todos la miraron a la cara. Hasta ahora nadie había encontrado ninguna pista, pero esa doncella había hallado evidencia de que se trataba de un incendio provocado en tan poco tiempo. Fue increíble.

Sus ojos llenos de asombro parecían preguntar: «¿Esta chica de verdad es una sirvienta?»

La confusión del príncipe heredero era aún mayor, Marie había estado involucrada en varios incidentes anteriores.

Entonces, de repente, se escuchó un aplauso.

—Asombroso. —Johan aplaudió, la veía con genuina admiración—. Maravilloso. Es increíble que hayas podido deducir todo eso en un sitio lleno de cenizas como este.

Qué interesante, pensó Johan para sí mismo.

Recordó la última vez que tuvo un ataque y colapsó. ¿Esa sirvienta de verdad no tuvo nada que ver? Ahora que lo contemplaba, no le daba esa sensación.

Vine buscando a la princesa Morina y he encontrado a una persona interesante. La quiero.

Meli
¿Quién le dice que llegó tarde al sistema de apartado…? Ya hay dos en la fila

Ante la mirada de Johan, Marie comenzó a sollozar para sus adentros.

El interés del príncipe heredero ya la ponía en un aprieto, pero parecía que de alguna manera había llamado la atención del emperador de Occidente.

No quiero verme involucrada con el emperador Johan.

Sin embargo, no pudo evitar intentar salvar a Jane.

—Entonces, ¿tienes alguna pista sobre quién es el culpable?

Ante la pregunta del príncipe, todos volvieron a mirarla. Nadie pensó que le estuviera preguntando una tontería, porque la doncella ya había demostrado sus conocimientos profesionales.

Marie tragó saliva.

El príncipe heredero, el emperador de Occidente, el comandante de los caballeros de la guardia imperial, e incluso el primer ministro, observaron sus labios.

Sentía que todo se le estaba yendo de las manos de verdad.

N-No sé qué decir.

Estaba preocupada. Si revelaba la conclusión a la que había llegado, estaba claro que llamaría más la atención.

Pero cuando fue incapaz de hablar, surgió un problema.

El príncipe asintió.

—Debe ser difícil obtener pistas sobre el culpable. No se puede evitar. No tenemos más remedio que interrogar a los sospechosos —anunció.

El rostro de Johan se ensombreció ante esas palabras. Los sospechosos eran los enviados del Imperio de Occidente que estaban por los alrededores en el momento del incendio.

—Ran, no sé qué insinúas, pero ¿vas a perseguir al inocente Imperio de Occidente?

—Averiguaremos si son inocentes o no. Pero lo cierto es que el conde Shöber del Imperio de Occidente actuaba de forma sospechosa en el momento del incendio.

—¿Crees que el Imperio de Occidente consentirá demandas tan injustas? Como sabrás, la punta de la lanza de nuestros caballeros que esperan en la frontera es muy afilada. No estoy seguro de que podáis resistir contra ella. Después de todo, estáis agotados por la guerra civil.

—¿Nos estás amenazando?

—Quién sabe. Porque tú pareces ser quien nos está amenazando.

El ambiente que los rodeaba se heló al instante.

Marie cerró los ojos con fuerza al enfrentarse a una situación que parecía escalar a un problema diplomático internacional.

¡No fue el conde Shöber! Lo más probable es que el culpable sea alguien más. ¿Qué debería hacer?

De verdad que no quería destacar más. Sin embargo, si fingía ignorancia, estallaría un problema diplomático.

Al final, se vio obligada a intervenir.

—Es muy probable que el culpable no sea el conde Shöber.

El príncipe heredero y el emperador Johan se volvieron a hacia ella.

—¿Por qué?

—Debido a algunas pistas dejadas en la escena.

—Explícate.

Observó a todos a los ojos, conteniendo la respiración. Sentía que estaba cavando su propia tumba.

—El culpable debe ser una persona de constitución pequeña y de alto rango, que conoce bien el interior del Palacio de Cristal y que no resulte sospechosa, por lo que debe ser alguien conocido. Además, es muy probable que huyera, sorprendida porque provocó un incendio. Por tanto, el incendio fue un accidente y no premeditado.

Todos se sorprendieron una vez más. Su deducción era muy detallada.

—¿Por qué crees eso?

—En primer lugar, por las huellas.

Marie señaló la base de las escaleras que conducían al exterior del almacén.

Había una mezcla de huellas de quienes habían pisado las cenizas del lugar del incendio.

—Es difícil distinguirlas porque están muy mezcladas.

—Sí, pero si observa con atención, podrá encontrar unas huellas peculiares. —Señaló una que había en medio—. No es ni la mitad del tamaño de las otras. Es como la de un niño.

En efecto, había algunas huellas diferentes a las demás.

—Aun así, ¿cómo sabes que pertenecen al culpable? Podrían ser de quien inspeccionó la escena.

—A diferencia de la mayoría de las otras huellas, las cuales están orientadas tanto hacia el interior como hacia el exterior, estas solo lo están hacia el exterior. Además, al contrario de las demás huellas, estas se han casi borrado, por lo que apenas se aprecian —proporcionó detalles adicionales—. Es más, se restringió el acceso a la zona tras el incendio, por lo que, si alguien de constitución pequeña hubiera entrado, lo habrían notado enseguida. En otras palabras, dadas las circunstancias, las huellas fueron dejadas en el momento del incendio.

Todos asintieron ante su razonamiento lógico.

—Entonces, ¿por qué el culpable conoce bien el interior del Palacio de Cristal?

—Es simple. Se debe a la herramienta que provocó el incendio.

—¿La herramienta?

—Sí, si nos fijamos en la cera de la vela que cayó en el punto de ignición, parece que el candelero que usó el culpable para iniciar el fuego fue uno de los que había guardado en el almacén.

Era algo que sabía porque había trabajado en el Palacio de Cristal. La cera de la vela que cayó en el punto de ignición y la del portavelas del almacén era la misma.

—Ya veo. El culpable conoce bastante bien el Palacio de Cristal como para saber que el candelero se guarda aquí.

Alguien pequeño como un niño que conocía de pies a cabeza el Palacio de Cristal. En ese caso, el conde Shöber del Imperio de Occidente era el menos probable. En primer lugar, porque era grande.

—Sí. Además, había mucha gente yendo y viniendo, sobre todo, antes del banquete, por lo que debe haber testigos que lo vieran. No obstante, como esa persona no ha sido considerada como sospechosa, es muy probable que estén familiarizados con ella porque visita con frecuencia el palacio.

—Pero ¿por qué debe ser de rango alto?

—Eso también es simple. Se debe al candelero.

Marie cogió el candelero tirado en un rincón del almacén. La mayor parte estaba quemada, a excepción del mango.

—El culpable usó y tiró el candelero del almacén antes de iniciar el fuego.

—Está todo quemado menos el pie. ¿Cómo puedes suponer el estatus con tan solo mirarlo?

—Por el mango.

Todos examinaron el mango de hierro que señaló. Pero no pudieron encontrar nada extraño.

—Hay muchos rayones en el mango de hierro donde se insertan las velas. Se suelen hacer cuando una persona no está acostumbrada a usar candeleros. En otras palabras, el culpable debe ser una persona de rango alto que nunca ha utilizado un portavelas.

Asintieron inconscientemente. Ninguno de ellos tenía experiencia empleando un candelero.

—Sin embargo, es difícil averiguar si el incendio fue provocado. Dado que no usó un método sofisticado ni un objeto muy inflamable para iniciar el fuego, es muy probable que haya sido un accidente, pero no estoy segura.

Realmente increíble, pensó el príncipe Rael.

Si hubiera hallado por casualidad una pista especial que apuntara al culpable, no se habría sorprendido tanto. Sin embargo, las pistas que había encontrado la doncella eran cosas que todos habían revisado al menos una vez. Y de esas pistas comunes, sacó una conclusión inesperada.

¿Quién demonios es esta doncella…?

Una chica que cuanto más la conoces, descubres un lado nuevo.

—¿Qué clase de persona es esa chica? —murmuró la pregunta que había estado pensando.

Rael se sintió frustrado. Era algo que le ocurría cada vez que la veía.

Los demás presentes también sintieron una diversidad de emociones.

Es increíble. Quiero llevarla al Imperio de Occidente. En serio.

Johan estaba interesado como nunca antes.

¿Señorita Marie?, Kielhan quedó impresionado por su explicación.

El primer ministro Orn, que había estado escuchando en silencio hasta ahora, respondió de forma un poco diferente. Él pensó que debía investigarla un poco más por el bien del príncipe heredero.

¿Quién diablos es esta doncella? ¿Cómo puede una doncella hacer semejante deducción?

Hasta donde sabía, esa chica era una sirvienta de rango bajo que hacía poco se encargaba de las tareas domésticas. De ninguna manera era capaz de hacer ese tipo de razonamiento.

Habrá que vigilarla. Algo es sospechoso.

—Habiendo oído tu teoría —comenzó a decir Rael, tras controlar su corazón.

—¿Sí, Su Alteza?

—No puedo decir que sea correcta, puesto que aún no se ha confirmado el culpable. No obstante, creo que será de gran ayuda para la investigación. ¿Hay algo que quieras?

—La verdad es que… —Marie vaciló, pero expuso con cautela la situación de Jane.

—Ya veo. —El príncipe asintió a sus palabras—. Se ha probado que no fue culpa de la sirvienta, por lo que será eximida del delito.

—Gracias, Alteza.

—Pero eso es algo que debemos hacer, no una recompensa por las pistas que has desvelado.

Marie pareció preocupada ante sus palabras.

¿Recompensa? La mejor recompensa sería que perdiera todo interés en ella.

—Realmente no quiero…

—Hagamos esto —la interrumpió, negando con la cabeza—. Si tu deducción es correcta, pronto podremos arrestar al culpable. Hay una persona que se me viene enseguida a la mente.

Marie se sorprendió ante su comentario. ¿Tenía una idea de quién podría ser? Ese parecía ser el caso no solo para el príncipe heredero, sino también para el primer ministro Orn.

—Quizás… Es posible que sea esa persona, y puede que ella tenga razón.

—Sí.

Tras escuchar su conversación, Kielhan también parecía haber deducido quién era el sospechoso. Sin embargo, a diferencia de ellos, parecía desconcertado y estaba pálido.

—De ninguna manera… No puede ser.

Marie se quedó de pie, confundida, sin saber de quién estaban hablando.

El príncipe heredero volvió a mirarla.

—Te llamaré una vez hayamos detenido al culpable. Y aunque no lo hayamos conseguido, tengo algo que decirte.

♦ ♦ ♦

¿Quién demonios es el culpable?

Marie yacía en la cama de su habitación, reflexionando. Fue una suerte que Jane quedara absuelta del cargo y también que evitaran conflictos innecesarios con el Imperio de Occidente. Pero ¿quién era el verdadero culpable? El príncipe heredero y el primer ministro Orn escucharon su explicación y enseguida dedujeron de quién se trataba. Kiel también. Eso significaba que era alguien con el que estaban muy familiarizados.

Además, el señor Kiel parecía muy nervioso.

Una persona de constitución pequeña, que conocía cada rincón del palacio y que estaba familiarizada con todos.

Le vino alguien a la cabeza, vagamente.

¿Quién demonios es?

En ese momento, visualizó a una persona. ¡Una que encajaba con todas las características!

I-Imposible.

Su rostro se puso pálido, como Kielhan antes.

No puede ser, trató de negar su suposición. Entonces alguien llamó a la puerta del dormitorio. Cuando abrió la puerta, Almond, el caballero de la escolta real del príncipe heredero, estaba de pie frente a ella.

El hombre robusto y grande la miró, que solo le llegaba a la altura del pecho.

—¿Doncella Marie?

—¿Sí?

—Su alteza el príncipe te llama. Prepárate para ir al Palacio León ahora mismo.

—De acuerdo.

Marie había estado preparada desde hace un tiempo, por lo que salió de inmediato de la habitación. Siguió a Almond al Palacio León.

Qué complicado. Suspiró para sus adentros.

Aparte de que estaba preocupada porque el príncipe heredero la llamó, también tenía curiosidad sobre la identidad del culpable que provocó el incendio.

¿Y si la persona en la que pienso es de verdad el culpable?

Exhaló un profundo suspiro y entonces Almond giró la cabeza.

—No te preocupes tanto.

—¿Perdón?

—Sé lo que dicen de Su Alteza los sirvientes, pero no bebé sangre de vírgenes como se rumorea.

—N-No, yo…

Al parecer Almond había pensado que estaba preocupada por los rumores sobre el príncipe heredero. No obstante, estaba equivocado.

No me preocupa que beba mi sangre. Pero desde luego el príncipe heredero es aterrador.

—En cualquier caso, apresurémonos.

—¡Sí!

¿Intentaba tranquilizarme?

Parecía ser un hombre seco, pero tenía un lado amable.

Aunque vaciló, Marie se apoyó en esa amabilidad y dijo:

—Hmm, sir Almond.

—¿Qué ocurre?

—¿Ayer detuvieron al culpable del incendio?

Almond la miró a la cara por un momento y luego asintió.

—Sí. El criminal confesó el crimen y está bajo custodia.

El rostro de Marie se tensó. Teniendo en cuenta que fue detenido tan rápido, el culpable parecía ser la persona en la que el príncipe heredero, el primer ministro y Kiel habían pensado. Tuvo un mal presentimiento.

¿De verdad fue él?

—Hmm, por curiosidad, ¿quién es el culpable? —preguntó inquieta. Sin embargo, Almond negó con la cabeza.

—Lo sabrás cuando lleguemos al Palacio León.

—Sí…

No tuvo más remedio que guardar silencio. Lo siguió y, al poco tiempo, llegaron al despacho del príncipe heredero.

—Su Alteza, he traído a la doncella Marie.

—Adelante.

La puerta de hierro se abrió con un ruido desagradable. Marie entró y mostró sus respetos.

—Salve a su alteza el príncipe heredero del imperio.

Estaba acompañado del primer ministro Orn, que estaba discutiendo con él sobre algo. Pero cuando vio a Marie, dejó de hablar.

—Acércate. Gracias a ti pudimos encontrar al culpable del incendio.

—Disculpe la tardanza, Su Alteza.

El príncipe la miró a la cara en silencio un momento. Marie estaba extrañada, porque a diferencia de su habitual mirada fría, notó un brillo desconocido y confuso en sus ojos que desapareció en un instante.

—Al igual que en la cena del otro día, has hecho una gran contribución al imperio por segunda vez —habló en su tono frío de siempre—. No puedo ignorarlo. Así que ¿hay algo que desees?

Como siempre, ella negó con la cabeza. No quería recibir más recompensas ni condecoraciones. Pero entonces se le ocurrió algo que podía intentar pedirle.

Debería aprovechar esta oportunidad para pedirle que cancele mi traslado al Palacio León.

Si se quedaba de brazos cruzados, después del festival, tendría que trabajar junto al príncipe heredero. Debía evitarlo. Así que pensó que podría utilizar esta oportunidad para solicitárselo.

—En realidad…

En ese momento, vio un documento encima del escritorio.

«Informe de arresto del culpable del incendio en el Palacio de Cristal».

Parecía ser un informe redactado por la guardia imperial. Echó involuntariamente un vistazo al apartado «culpable». Marie abrió los ojos de par en par cuando vio el nombre del responsable. Su mirada tembló.

¿D-De verdad? ¿Fue esa persona? ¡Es absurdo! ¿Por qué lo haría?

Cuando de repente guardó silencio, el príncipe frunció un poco el ceño.

—¿Qué sucede?

—Su Alteza, lo lamento mucho, pero… ¿puedo saber quién fue el responsable del incendio?

—Fue Oscar —respondió, desconcertado por su pregunta.

Marie se puso blanca como el papel cuando escuchó la respuesta.

—El décimo príncipe, Oscar, es el culpable.

¿En serio? ¿Su alteza Oscar es el responsable del incendio?

Recordó al niñito que era tan lindo como un muñeco; lo adorable y resplandeciente que se veía discutiendo con ella; cómo gimoteaba cuando fue ignorado en el banquete y cuán alegre se mostró ante su magia.

¿Ese lindo y lamentable principito es el culpable?

—Tus hallazgos han sido de gran ayuda para la investigación —habló sereno el príncipe—. Si no fuera por ti, nunca habríamos descubierto al culpable —la elogió, pero Marie estaba distraída que no escuchó el cumplido. Solo pensaba en una cosa.

¿Por qué? ¿Por qué provocó un incendio? ¿Quizás quiso arruinar el gran banquete para vengarse porque lo habían ignorado? 

Sabía que con su magia había apaciguado un poco su resentimiento y, sobre todo, que el principito tenía un buen corazón. Especialmente al final, ¿no gritó como un niño y se fue diciendo que se tomaría la revancha con su magia? Costaba imaginar que trató de arruinar el gran banquete causando un incendio.

Entonces, ¿por qué?

Recordó las palabras del niño:

«¡Ya verás! Estudiaré a fondo la magia que me enseñaste hoy, luego volveré y haremos una apuesta de nuevo».

Quizás… —Tragó saliva—. ¿Estaba practicando la desaparición de la llama?

El truco consistía en hacer desaparecer la larga llama de una vela encendida. ¿Tal vez inició el fuego accidentalmente mientras ensayaba el truco?

—Su Alteza, ¿puedo preguntar por qué el príncipe Oscar inició el fuego…? —preguntó con voz temblorosa.

—No lo sé —respondió con ambigüedad—. Dijo que no quiso arruinar el gran banquete a propósito. Estaba practicando algo con un candelabro cuando se inició el incendio. Aunque lo presionamos, no nos quiso contar más detalles.

Sin duda estaba practicando el truco de magia que le enseñé.

Ahora todo cuadraba. Oscar, que solía vagar solo por el palacio imperial y conocía bien cada rincón, practicaba el truco de hacer desaparecer la llama en el almacén subterráneo del Palacio de Cristal, donde evitaba la mirada de todos. Entonces, por accidente, originó un incendio cuando saltó una chispa sobre el cuero del timbal.

¿Qué hago? No debería haberle mostrado un truco de fuego, se reprendió a sí misma. Nunca imaginó que imitaría el truco peligroso de hacer desaparecer la llama.

Espera un momento. ¿Será castigado?

Tragó saliva.

Si hubiera sido otro miembro de la familia imperial, todo habría proseguido sin problemas mayores. Porque alguien habría intervenido para protegerlo. Pero Oscar era diferente. Nadie lo protegería. No solo eso, sino que tampoco se sabía cuándo sería asesinado por el Príncipe Cruel.

No sabía a qué tipo de castigo severo sería sometido por cometer el tan grave error de provocar un incendio. De hecho, el duque Orn, que estaba a su lado, preguntó:

—¿Qué castigo impondrá a su alteza Oscar?

—Bueno…

—De acuerdo con la ley imperial, cualquiera que provoque un incendio en el palacio imperial y dañe los bienes del emperador será castigado severamente.

—¿Castigado severamente?

—Si nos fijamos en casos anteriores, ha habido precedentes en los que se amputó la mano al culpable.

Marie levantó la cabeza.

¿Qué acaba de decir? ¿Le amputaron la mano?

El príncipe heredero frunció el ceño, como si considerara que era excesivo.

—¿No se trataba de un esclavo?

—Sí, pero la ley imperial no distingue entre la familia imperial y los plebeyos en el caso de causar daños a la propiedad de su majestad el emperador.

¡Porque nadie castigaría a un miembro de la familia imperial así!, pensó Marie mientras su mirada se ensombrecía.

Amputarle la mano… era un castigo espantoso e inimaginable. Incluso si el criminal hubiera sido una sirvienta de bajo rango, no un miembro de la familia imperial, no se habría impuesto tal castigo.

¡El primer ministro Orn está aprovechando esta oportunidad para deshacerse del príncipe Oscar!, exclamó Marie en su interior, pálida.

El príncipe Oscar era el hijo de la anterior emperatriz. Estaba claro que estaba tratando de deshacerse de él con antelación porque, cuando creciera, se convertiría en el rival más fuerte del príncipe heredero.

El príncipe permaneció en silencio un momento.

—Su Alteza, ¿de qué está dudando? —le urgió el duque Orn, como si estuviera frustrado—. En realidad, debería haberlo matado durante la guerra civil. Que le perdonara la vida en ese entonces y que ahora esté vacilando no es propio de usted, Alteza.

No era propio de él, ni hacía honor a su nombre: el Príncipe Cruel que derramó mucha sangre en el pasado.

—¿Todos creéis eso? —preguntó, finalmente.

—Sí. La facción del emperador, incluido el marqués Kielhan de la guardia imperial, se opondrá, pero son una minoría. Además, está claro que esta vez ha cometido un delito, por lo que no importa si se oponen.

—Ya veo —murmuró y suspiró.

La conversación era desgarradora para Marie.

¿Qué hago? ¿Qué debería hacer?

Si el príncipe Rael asentía, significaba que el príncipe Oscar se enfrentaría a un castigo terrible.

¡No puedo permitirlo!

Recordó la figura del principito y cómo presumía de su ropa, su rostro lleno de sorpresa ante su magia y cómo gimoteaba por la frialdad de las personas. ¿Ese lamentable niño merecía un castigo tan terrible? ¿Solo porque originó un incendio cuando trataba de copiar su truco de magia? No, ¿por asuntos políticos de los adultos?

Al cabo de un rato, el príncipe abrió la boca.

—En cuanto al castigo del príncipe Oscar…

Una vez emitiera su veredicto, no podría ser revocado.

Marie apretó los dientes y, al final, dio un paso adelante.

—Su Alteza, lamento interrumpirlo, pero… ¿puedo hablarle de la recompensa que mencionó anteriormente?

El príncipe y el primer ministro Orn se sorprendieron ante su repentina interrupción.

—Sí, adelante. —Rael asintió.

Marie respiró hondo. En un principio se suponía que no iba a intervenir por temor a las repercusiones que tendría que enfrentar, sin embargo, de ninguna manera podía quedarse de brazos cruzados e ignorar esa situación.

—También soy responsable del crimen de su alteza el décimo príncipe. —Se arrodilló en el suelo—. ¡Así que, por favor, impártame parte del castigo de Su Alteza!

El príncipe y el primer ministro Orn se miraron el uno al otro por un momento ante su inesperada petición.

—¿Qué quieres decir? ¿También eres responsable?

Marie explicó lo que había pasado entre ella y el príncipe Oscar: que hizo una apuesta por un truco de magia y que tuvo un accidente mientras practicaba el truco de fuego.

—Así que se puede decir que yo también soy responsable, puesto que le enseñé ese truco de magia… Dado que su alteza Oscar no originó el fuego con malas intenciones y yo también soy culpable, por favor, castígueme a mí y, a cambio, alivie el castigo que recibirá Su Alteza.

Ambos hombres permanecieron callados por un momento. Un silencio incómodo se cernió en la sala.

—Marie…

—¿Sí, Su Alteza?

—¿Entiendes lo que significan tus palabras en este instante?

Marie tragó saliva. Por supuesto que lo sabía. Era una petición cuyas repercusiones no conocía. Una petición que en un principio nadie haría.

Pero de ninguna manera podía presenciar cómo el pobre príncipe recibía un terrible castigo. Después de todo, eso también había ocurrido por el truco que le había enseñado.

—Lo comprobaré con Oscar para ver si estás diciendo la verdad. De todos modos, te preguntaré una última vez. ¿No quieres retractarte de lo que acabas de decir?

Marie no respondió.

—Te doy la oportunidad de evitar el castigo. Incluso si inició el incendio al tratar de copiar el truco de magia que le enseñaste, no significa que sea tu culpa.

Marie agachó la cabeza en silencio. Al darse cuenta de que no tenía intención de torcer su voluntad, el príncipe la miró sin comprenderlo.

—¿Por qué? A diferencia del marqués Kielhan, que es un pariente lejano de Oscar, tú y él no están relacionados de ninguna manera.

No estaba equivocado. Se encontraron por casualidad varias veces, pero no tenían nada que ver el uno con el otro. Tampoco se beneficiaba de ayudar a Oscar. Por eso el príncipe sentía curiosidad.

—Respóndeme.

—No… lo sé… —contestó, tras un momento de vacilación.

—¿Qué?

—Es solo que… quería ayudarlo. Eso es todo. Lo lamento.

¿Lo hace solo por bondad? —Los ojos de Rael temblaron, un tanto confundidos—. ¿Te sacrificas por otros por bondad? ¿Aunque puedas salvarte? ¿Por qué?

Rael parecía desconcertado. Teniendo en cuenta el mundo en el que ha vivido, no podía comprenderlo en absoluto.

En su mundo, se observaban los unos a los otros desde las tinieblas y vivían con una daga escondida en la espalda. Si no quería morir, no tenía más remedio que matar. Al final, mató a todos y ascendió la escalera, convirtiéndose en el príncipe heredero.

Tras haber recorrido un camino tan despiadado, Rael sentía una confusión incomprensible hacia Marie, quien había hablado por pura bondad.

¿Cómo puedes hacer eso?

Era comprensible si creció como una flor de invernadero. Sin embargo, esa chica, que era una prisionera de guerra y había sido una doncella de bajo rango, ¿cómo podía actuar y poseer tanta bondad cuando su vida debía haber sido muy dura?

No lo entiendo… No lo entiendo.

¿Por qué? Cada vez que la veía, la frustración que sentía volvía. No podía comprender la verdadera naturaleza de ese sentimiento.

Rael sacudió la cabeza.

—Está bien. Te concederé tu petición —declaró.

—¿Su Alteza? —exclamó perplejo el primer ministro Orn.

—Ya está hecho. Ya he dicho que concederé la petición de la doncella.

—Pero…

—Es suficiente.

Orn se vio obligado a callar.

—He decidido el castigo para Oscar. Es sentenciado a dos meses de confinamiento en sus aposentos por causar un incendio y dañar la propiedad del emperador.

Marie se sorprendió. ¡A petición suya, el castigo que recibiría Oscar se había reducido considerablemente!

—¡Gracias, Su Alteza! —expresó su gratitud.

—No es necesario que me agradezcas —habló con frialdad—. Después de todo, como dijiste, también serás castigada.

El rostro de Marie se tensó. Tenía miedo, pero no podía negarlo porque ella misma se lo había buscado.

—Adelante.

—Sí.

Sin embargo, el príncipe no anunció de inmediato su castigo, sino que miró al primer ministro.

—Orn.

—¿Sí, Su Alteza?

—Retírate primero. Tengo algo que hablar con esta doncella a solas.

El susodicho se quedó perplejo. No obstante, pronto abandonó la habitación.

—Entonces, me retiraré.

La puerta de hierro se cerró con un ruido espeluznante.

—¿Su Alteza…?

Marie se puso alerta cuando se quedó a solas con el príncipe al que tanto temía. ¿Por qué estaban solos si iba a pronunciar su castigo?

Rael la observó en silencio por un momento. La miraba sin decir nada, por lo que no pudo evitar apretar los puños, tensa.

Entonces habló. Sin embargo, las palabras que salieron de su boca fueron algo que ella nunca habría imaginado.

—Toca ese piano.

—¿Perdón…?

No daba crédito a lo que había oído.

—Toca el piano —volvió a ordenar—. Decidiré el castigo que se te impartirá después de escucharte tocar.

Marie se sentó frente al piano con el rostro pálido. Era una crisis mucho más seria que cuando intervino por el príncipe Oscar.

¿Por qué quiere que toque el piano? —Se mordió los labios—. ¿Tal vez me descubrió? No, el príncipe heredero no puede haberme visto en ese momento.

Lo miró de reojo. Los ojos azules bajo la espeluznante máscara de hierro la contemplaban en silencio. En el momento en que se enfrentó a esos iris inexpresivos, lo percibió al instante.

El príncipe… sabe algo.

No estaba segura de si la había descubierto o no, pero estaba claro que sospechaba algo.

¿Sabía que estaba escondida en el compartimento?, se cuestionó Marie, que no sabía que el príncipe heredero la había visto descender en secreto del tercer piso del gran salón de banquetes en aquel entonces. Sin embargo, lo que importaba ahora no era cómo se había enterado.

—Date prisa. Toca —ordenó él.

Marie se quedó en blanco.

¿Q-Qué hago?

Su corazón temblaba.

¿Debería tocar mal? No, ya sospecha un poco, por lo que, si toco mal, solo sospecharía aún más.

Además, el príncipe heredero parecía tener conocimientos muy profundos sobre música. Era imposible que no pudiera notar la diferencia entre ser malo de verdad y tocar mal a propósito.

—¿Por qué estás tan nerviosa? Toca cualquier canción. Decidiré el castigo que se te impartirá después de escucharte tocar.

¿Decidiría el castigo después de escucharla tocar? Marie no podía figurarse qué estaba pensando. En cualquier caso, era un conejo frente a una bestia. Y estaba a punto de morir devorada. No había escapatoria.

Señor, por favor, por favor, ayúdame, rezó, con su corazón confundido. Y colocó los dedos sobre las teclas.

No puedo tocar mal a propósito. En ese caso, para no revelar mis habilidades, tocaré una pieza fácil con un estilo diferente a las anteriores.

Se decidió por una canción que pudiera ocultar su identidad tanto como fuera posible.

Los dedos de Marie presionaron las teclas y las notas de tono bajo empezaron a resonar. Pronto, una tranquila melodía fluyó dentro de la habitación.

Esta pieza posee un sentimiento diferente a la sinfonía del campo o el preludio del gran banquete, —reflexionó el príncipe mientras escuchaba la música de Marie—. No requiere ninguna técnica llamativa.

La sinfonía del campo y el preludio del gran banquete que había escuchado hasta ahora eran suaves y apacibles, pero cuando alcanzaban el clímax, eran piezas difíciles que requerían una gran destreza. Por otro lado, la pieza que la doncella estaba tocando era de un estilo del todo diferente. El ambiente que creaba era tranquilo y sereno, y el nivel de dificultad era muy bajo. La composición era tan sencilla que hasta un principiante podía tocarla.

Fue esta doncella, afirmó.

Si alguien que no supiera de música la escuchara, nunca imaginaría que esta doncella y la persona que tocó las dos piezas maestras anteriores eran la misma persona.

No obstante, en ese momento, el príncipe heredero, bajo la máscara de hierro, cerró los ojos en silencio. Para poder apreciar bien la melodía que le provocaba un suave cosquilleo en los oídos.

Es reconfortante, murmuró para sus adentros mientras escuchaba la melodía.

Es sencilla, pero es una buena pieza. No, más bien, ¿debería decir que es una buena interpretación?

El contenido que formaba la melodía, incluida cada nota, tempo, articulación [2] y fraseo [3], penetraba en sus oídos. Analizando la información musical, sacudió la cabeza. Era importante asegurarse de que la doncella fuera la intérprete desconocida, pero por alguna razón ahora sentía que quería disfrutar de esa canción sin pensar en nada más.

A pesar de la técnica sencilla, era una melodía agradable. La mansa melodía fluía a través de la habitación. Era tan serena que era como si una madre sentara a su hijo en el regazo y le leyera un cuento de hadas. Era tranquila y pacífica como las olas del mar.

Al cabo de poco, Marie concluyó con la actuación con el arpegio [4].

—Terminé, Su Alteza…

Apartó la mano del piano y miró al príncipe heredero. Estaba en silencio con los ojos cerrados tras esa máscara de hierro.

Intenté todo lo que pude tocar creando una atmosfera diferente, pensó nerviosa.

La composición que acababa de tocar era distinta a cualquiera de sus predecesoras, una que cualquier persona interesada en el instrumento podía seguir con facilidad. Esperaba que el príncipe heredero disipara sus sospechas tras oír la pieza. Pero era obvio que sus expectativas erraron.

—Fuiste tú… —dijo en voz baja. Luego, alzó su mirada azulada y la observó con atención. En el momento en que la miró a los ojos, estuvo seguro de ello—. Después de todo, sí eras el músico.

El corazón de Marie se paró.

—¿Q-Qué está diciendo…? —preguntó, pálida.

Sin embargo, cuando el príncipe no dijo nada, comprendió que era inútil seguir negándolo.

La descubrió.

Para ser honestos, Rael al principio tampoco estaba seguro porque tocaba con un estilo del todo diferente. Pero a pesar de la sencilla melodía, se percató de que calmaba la mente del oyente. Estaba claro que la doncella era la intérprete misteriosa.

Esta chica en verdad es el músico.

La contempló asombrado. Lo supuso, pero no podía creerlo.

Increíble…

¿Cuánto más lo asombraría? Cuanto más sabía Rael de Marie, más pensaba que no la conocía.

Poseía unas habilidades culinarias comparables a las del chef del palacio imperial; habilidades mágicas; unas increíbles habilidades de razonamiento e incluso las habilidades de un músico milagroso. Todavía no estaba al tanto del trabajo del escultor ni de que había salvado a Johan, el emperador del Imperio de Occidente, pero estaba atónito ante lo que ya se había revelado.

—¿Por qué ocultaste tu identidad?

Marie bajó rápidamente de la silla del piano y se arrodilló.

—¡Lo siento, Su Alteza!

—No, no te lo estoy reprochando. Lo pregunto porque no lo entiendo. ¿Por qué ocultaste tu identidad? —repitió la pregunta que hasta ahora había abrigado sus dudas.

—E-Es que…

No sabía cómo responder. Trató de ocultar su identidad porque temía llamar demasiado la atención y que se revelara que era la princesa Morina.

Agachó la cabeza y se mordió el labio.

Cálmate, Marie. El príncipe heredero ni siquiera sabe que eres la princesa Morina.

Su rostro se puso pálido por los nervios y el desconcierto, pero trató de estar lo más calmada posible. Ya había entrado en la boca del tigre. No debía cometer ningún error.

Puesto que las cosas han resultado así, debo evitar que sospeche aún más.

Lo mejor que podría haber hecho para evitar llamar la atención era no revelar sus habilidades, pero ya era demasiado tarde. Ahora debía evitar levantar más sospechas.

¿Qué debería decir…?

Meditaba desesperada qué decir.

—Respóndeme.

En ese momento, se le ocurrió una idea.

—Quería evitar sospechas.

—¿Sospechas?

—Sí, soy una mujer humilde. No quería resultar sospechosa al mostrar tanto talento —prosiguió con cautela—. Cuando una mujer humilde como yo está bajo extrañas sospechas, a menudo acaba en una situación difícil.

Por supuesto, no fue por eso por lo que Marie ocultó su identidad, pero no iba desencaminado. En cierto modo, sus habilidades eran demasiado extraordinarias. De muchas maneras.

Una mujer de la aristocracia habría sido elogiada como un genio. Sin embargo, como era de bajo estatus, a ella la hacían sospechosa.

—Ya veo… ¿Te preocupaba que te trataran como una bruja?

Marie permaneció en silencio. El príncipe Rael la miró sin decir nada por un momento.

Es razonable que se preocupara por eso.

Pero ¿por qué sentía que no era suficiente para convencerlo? Esa sensación carecía de una base.

No lo entiendo.

El príncipe sacudió la cabeza.

¿Quién diablos es esta chica?

Por fuera, parecía una chica normal. Sin embargo, cuanto más conocía de ella, más confundido se sentía.

Rael sintió una opresión en el pecho de nuevo.

Exhaló un suspiro por dentro. Cada vez que la veía, se sentía frustrado, angustiado. Quería disipar esa sensación, romper el muro que lo oprimía.

Maldición.

Se mordió el labio. Por alguna razón, esa chica lo alteraba y confundía.

¿Debería apartarla de mi vista?, lo consideró un instante.

Si no la veía, su confusión desaparecería. Era el Monarca de Sangre de Hierro que gobernaba ese imperio. Lo correcto era eliminar cualquier elemento que pudiera perturbarlo. Sin embargo, en el momento en que tuvo ese pensamiento, su corazón se hundió y una sensación desconocida de abatimiento se apoderó de él.

No, no puedo hacer eso, apretó los puños.

Por ninguna razón. Simplemente, no quería.

Preferiría…

Todo lo contrario…

¿Desaparecerá esta frustración si se queda a mi lado?

Rael tuvo un impulso. El impulso de mantener a esa chica a su lado. Así que quería saber todo sobre ella. Quería desenterrar todo lo oculto.

Después de tanto pensar, Rael por fin habló.

—Marie…

—¿Sí, Su Alteza?

—¿No quieres estar a cargo de la orquesta imperial? Tus habilidades musicales superan a las del director Bahan.

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Una propuesta totalmente inesperada 😮

Marie se quedó estupefacta.

No un simple miembro de la orquesta, ¡sino el director! Un cargo que correspondía casi a la aristocracia de rango medio. Una posición alta, diferente al de una doncella.

No obstante, negó con la cabeza.

—Encuentro difícil poder estar a la altura. Lo lamento, pero no puedo aceptar.

Por supuesto, ella también era codiciosa. Sin embargo, cuando estás a cargo de una orquesta, en las funciones estás expuesto a los ojos de innumerables personas. Así que debía rechazarlo, porque tenía que ocultar su verdadera identidad.

—Te lo preguntaré de nuevo. ¿De verdad no quieres?

—Sí, Su Alteza.

—¿No te arrepentirás?

Marie miró con recelo a Rael, que repetía la misma pregunta. ¿Qué le pasaba?

—Sí, Su alteza.

Rael asintió ante su respuesta.

—Entiendo. Entonces, como dije antes, decidiré tu castigo.

Marie apretó los puños, nerviosa. ¿Cuál sería su castigo? No obstante, el príncipe hizo una declaración inesperada.

—Doncella Marie, hace tres años fuiste traída como una prisionera de guerra del reino Cloyan. Así que perteneces al actual emperador, Thorn II.

—¿Su Alteza…?

—¿Tengo razón?

Marie asintió con la cabeza, confundida.

—Sí, pertenezco a su majestad el emperador Thorn II.

A diferencia de las otras sirvientas, ella era una prisionera de guerra y pertenecía a la familia imperial, o para ser más precisos, al actual emperador, Thorn II. Aunque no era consciente, su derecho de vida y muerte recaía sobre el emperador. Era lo mismo para los demás prisioneros de guerra. Pero ¿por qué ahora mencionaba eso?

—Está bien. He decidido tu castigo.

El príncipe agarró la espada atada a su cintura. Transmitida de generación en generación, era un símbolo que otorgaba la autoridad del emperador al príncipe heredero.

—A partir de hoy, Marie, ya no eres propiedad de su majestad el emperador, sino la del príncipe heredero Rael.

Marie se sorprendió ante la inesperada declaración.

—¿S-Su Alteza…?

—Ahora, tú, doncella Marie, me perteneces a mí, Rael —prosiguió sin titubear.

Marie se puso blanca como el papel.

¿Q-Qué demonios?

La mirada penetrante de Rael estaba fija en ella. Un sentimiento desconocido se agitaba en los ojos azules bajo la máscara de hierro, pero Marie no se percató.

—Este es tu castigo.


[1] Una charretera es la divisa militar de oro, plata, seda o lana que se asegura al hombro y cuyos hilos o flecos, llamados canelones, cuelgan sobre el hombro, sirviendo a un mismo tiempo de distintivo y de adorno.

[2] La articulación en música alude a la forma en que se produce la transición de un sonido a otro o bien sobre la misma nota. Existen cuatro grupos: las articulaciones de expresión; las articulaciones de duración, que, como su nombre lo indica, afecta el tiempo que dura una nota musical o un acorde; las articulaciones de intensidad, que afectan la intensidad con la cual se ejecuta una nota musical o un acorde; y las articulaciones combinadas, cuando aparecen en conjunción con otras articulaciones. Estas articulaciones suelen aparecer representadas en las partituras con palabras (legato, staccato), abreviaturas (leg., stacc.) o un signo determinado.

[3] El fraseo alude a la forma de tocar las notas individuales pertenecientes a un determinado grupo de notas consecutivas y a la manera en que éstas se presentan con un determinado peso y forma que marca las relaciones entre ellas.

Aquí les dejo un vídeo que puede ayudar a comprenderlo mucho mejor: https://youtu.be/DfxWepj-6TY

[4] El arpegio es una manera de ejecutar los tonos de un acorde: en vez de tocarlos de manera simultánea, se hacen oír en sucesión rápida, generalmente del más grave al más agudo.

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Por si les interesa, los capítulos traducidos hasta ahora vendrían a ser los del 1 al 27 del manhwa

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