Traducido por Den
Editado por Meli
—Bueno, eso lo debe decidir Su Alteza una vez investigados los antecedentes de las familias. —Lesia se quedó pensativa por un momento y luego agregó—: La princesa Ariel, del archiducado Schuleyan, tiene más probabilidades de ser elegida porque proviene de una de las familias más poderosas del imperio.
Las tres familias nobles más influyentes del imperio eran: el ducado Sovien del primer ministro Orn; el marquesado Saton de Kielhan, comandante de la guardia imperial; y el archiducado Schuleyan de la princesa Ariel, candidata a princesa heredera.
La unión de la familia imperial y la poderosa casa Schuleyan, traería grandes beneficios para el imperio, por lo que todos creían que la princesa Ariel sería elegida.
¿Sucederá así? —Marie negó con la cabeza—. No es tan sencillo. Si se une con el conde Istvan, contaría con el poder de la facción del primer príncipe, y los beneficios serían enormes… Las candidatas fueron seleccionadas por razones estrictamente políticas. Solo se consideró lo que sería beneficioso para el imperio.
Al parecer, la opinión del príncipe no fue tomada en cuenta a la hora de elegir las candidatas a esposa.
De todos modos, ¿a cuál debo ayudar? —Marie reflexionó sobre su plan para escapar del palacio—. Dado que ambas ofrecen grandes beneficios políticos, es posible que el príncipe heredero elija a la dama que gane su corazón. Debo observar con cuidado y ayudar en secreto a la candidata que más le agrade.
No podía imaginar al príncipe heredero de la máscara de hierro enamorándose de una mujer, pero él tampoco es que fuera una piedra.
De esa manera, Marie armó en su mente la «Operación Cupido».
¡Hagámoslo! Tendré éxito y abandonaré el palacio imperial.
—Por cierto, Marie, ¿qué tal? ¿Te resulta difícil atender a Su Alteza? —preguntó Lesia.
—Ah…, está bien.
—¿En serio? —Lesia se quedó extrañada.
—Sí.
Marie había servido al príncipe y contrario de lo que pensaba, no fue nada difícil. No podía evitar ponerse nerviosa al imaginar que podían descubrir su identidad, pero el trabajo era sencillo. Incluso llegó a considerar que sería bueno tener ese trabajo por el resto de su vida, si no fuera por sus circunstancias.
Parecía increíble, pero ese frío príncipe era amable con ella.
Es despiadado con sus enemigos, pero indulgente con sus sirvientes. Bueno, la gente que vi en el festival callejero también lo respetaba. Un monarca cruel con sus enemigos, pero magnánimo con los suyos.
—¿En serio? A mí me resulta muy difícil servirle. No nos dice nada, pero por alguna razón me pone nerviosa y me asusta.
En realidad, incluso los ministros que vienen a verle se ponen nerviosos, concordó Marie con Lesia.
El príncipe era frío con la mayoría de la gente. En particular, los ministros que iban a entregarle los informes, parecían encontrarse siempre con el ángel de la muerte.
Él se detenía hasta en los más pequeños detalles. Además, si algún asunto estatal perjudicaba al pueblo, nunca lo pasaba por alto. Cuando los reprendía en voz baja, Marie, que observaba desde un lado, se estremecía.
¿Solo es amable con las sirvientas?, Marie ladeó la cabeza
—Aunque tiene la apariencia de un hermoso ángel… —suspiró Lesia.
—¿Su Alteza es apuesto? ¿No usa una máscara porque tiene una cicatriz en la cara? —preguntó Marie, perpleja.
—No, a veces sale a caminar sin la máscara. Te sorprenderás al verlo. Es muy guapo. —La doncella se sonrojó un poco—. Parece un cuadro. Es probablemente la persona más hermosa del imperio. No la princesa Ariel ni la señorita Rachel.
¿De verdad? Ellas son consideradas las mujeres más bellas del imperio —Marie negó con la cabeza. Creía que Lesia exageraba—. Si no tiene una cicatriz, ¿por qué lleva una máscara?
♦ ♦ ♦
Al día siguiente, Marie fue a trabajar tarde al Palacio del León. Le tocaba el turno de noche.
—¿Tienes el turno de noche?
—Sí.
—El turno empieza a las diez de la noche y acaba a las seis de la mañana del día siguiente —explicó el superior que cambiaba con ella—. Debes esperar afuera de la oficina y entrar cuando te llame Su Alteza. No es nada difícil.
Marie prestaba atención a cada palabra.
—Solo hay una cosa que debes recordar: nunca despiertes a Su Alteza cuando está dormido. No duerme muy a menudo, así que no lo molestes.
—¿Su insomnio es tan grave?
—Sí. Ayer no durmió nada y anteayer solo dos horas. Cuando logra dormir, no puede hacerlo otra vez durante mucho tiempo. Suele despertarse con pesadillas.
Marie guardó silencio. Sabía que el príncipe sufría de insomnio, pero no creyó que fuera tan severo.
Bueno, se le suele ver cansado durante el día.
No lo sabía cuando empezó a atenderlo, pero se dio cuenta después de pasar todo el día a su lado.
—Por cierto, ¿qué tipo de pesadillas tiene?
—Bueno, eso solo lo sabe Su Alteza. En cualquier caso, buena suerte.
Así, Marie comenzó el turno de noche en el Palacio del León.
No tenía ni idea de que su insomnio era tan grave, pensó mientras estaba sentada en la sala de espera bajo la luz de la luna
Creía que era un hombre frío y estoico, así que era inesperado. Pero tampoco era el monstruo de tres cabezas que había imaginado; era sorprendente.
Por supuesto, es despiadado con el enemigo.
Mientras estaba ensimismada, sonó la campana de la oficina, al otro lado de la sala de espera.
Ah, es el príncipe.
—Su Alteza me ha llamado.
Un caballero de la guardia real abrió la puerta. Ya era bastante tarde, por lo que el vizconde Almond se había retirado a sus aposentos en el Palacio del León.
Al entrar se encontró con la máscara de hierro. El príncipe heredero estaba leyendo los documentos sobre el escritorio de la oficina.
—¿Marie?
—Salve a Su Alteza.
Por alguna razón, Rael parecía un poco sorprendido de que la criada del turno de noche fuera ella.
—¿Hoy tienes el turno de noche?
—Sí, Alteza.
—Ya veo. Debes estar cansada —dijo en voz baja, como siempre.
Pero ¿por qué sintió un sutil cosquilleo en el corazón al oír sus palabras? Quizás se debía a que había estado pensando en él.
—¿Para qué me llamó?
—Ah, me he quedado sin tinta. ¿Podrías traerme más tinta y papel?
Vio que estaba escribiendo una carta al síndico [1].
Realmente trabaja sin cesar. Es muy tarde. Si es porque no puede dormir, ¿no sería malo para su insomnio estar revisando documentos?
—Trabajar hasta tan tarde puede ser perjudicial para su salud —dijo con cautela, tras un momento de vacilación.
El príncipe se quedó quieto y Marie se preocupó de haberlo molestado. Entonces, el príncipe la sorprendió al levantar ligeramente las comisuras de los labios. Él sonrió. Era la primera vez que lo veía hacerlo.
Así que sabe sonreír…
La sonrisa del príncipe se desvaneció en un instante, como si lo que presenció fuera una mentira.
—Dormiría si pudiera, pero me cuesta. Quizás porque tengo demasiadas preocupaciones. Si voy a estar despierto, mejor que trabaje. Cuanto más lo haga, más podré hacer para mejorar la vida de mi pueblo.
Marie inclinó la cabeza.
—Lamento haberme entrometido. Traeré la tinta y el papel.
Se dirigió al almacén del Palacio del León.
El pueblo del Imperio de Oriente es afortunado de tener un monarca así, pensó mientras buscaba lo que le encargaron.
Ahora lo veía con claridad. El príncipe heredero era un gobernante sabio, aunque fuera cruel con sus opositores. No, la crueldad hacia sus enemigos brindaba más confianza a quienes estaban bajo su protección.
Si no fuera su enemigo, quizás…
Marie suspiró. Era una suposición sin sentido.
—Ah, aquí está.
Al cabo de poco, encontró tinta y papel y los llevó a la oficina del príncipe.
—Entonces, me retiraré. Si necesita alguna cosa, llámeme. —Hizo una reverencia.
Cuando estaba por irse, el príncipe la detuvo.
—¿Marie?
—Dígame.
—¿Estarás de servicio toda la noche?
—Sí, Alteza.
—Ya veo —asintió, dudó un momento y luego dijo algo inesperado—: Las noches son frías, abrígate bien.
Marie abrió los ojos como platos. Guardó silencio un instante y luego inclinó la cabeza.
—Gracias por su consideración, Alteza. —Se giró para irse, pero antes de salir de la habitación, se dirigió al príncipe—: ¿Alteza…?
—¿Sí? ¿Qué pasa?
—Ya es muy tarde, ¿le importaría si le preparo una taza de té?
Rael esbozó la sonrisa suave que vio antes.
—Sí, suena bien.
Marie preparó en silencio el té. Estaba confundida. ¿Quizás era porque había descubierto un lado inesperado del príncipe?
¿Por qué le dije eso?
No lo sabía. Tal vez la conmovió el hecho de que siguiera trabajando a pesar del cansancio. Quería darle una taza de té caliente que le llevara paz al corazón.
Supongo que estará bien que haga esto por él.
Recordó el contenido de su sueño: «El té es el cultivo de la mente. Cuando preparas té con todo tu corazón, tu cuerpo y mente se purificarán.»
La mujer oriental del sueño tenía un profundo conocimiento de la ceremonia del té. Aunque usaba las mismas hojas, su preparación sabía tan diferente, que dejaba a todos asombrados. Eso era porque lo hacía con todo su corazón, más allá de la simple técnica.
No, el arte de preparar té, es algo que no puedes hacer bien a menos que pongas tu corazón en ello, reflexionó Marie.
Su cuerpo y su mente poco a poco se alinearon con la mujer oriental. La confusión se disipó y su mente se calmó.
Es una pena que no pueda usar agua de buena calidad porque ya es muy tarde. El agua es el cuerpo del té.
A diferencia de Oriente, donde la ceremonia del té se valoraba desde hacía mucho tiempo, en Europa, ese arte era deficiente. Se limitaban a remojar las hojas en agua caliente. Por eso, no almacenaban tipos específicos de agua.
No puedo hacer nada al respecto. Pero lo más importante es el proceso de ebullición.
No podía hervir a una temperatura ni muy alta ni muy baja, tampoco por demasiado tiempo porque cambiaría el sabor. Solo era posible preparar algo de alta calidad si se lograba una infusión armoniosa y equilibrada conforme al tipo de hojas de té. Era necesaria una profunda sinceridad. Por ello, la ceremonia del té se consideraba el cultivo de la mente.
Bajo la luz de la luna, el agua que contenía las hojas de té comenzó a hervir. Marie se concentró en medir la temperatura a través de las burbujas en la superficie y el sonido del agua. Puso su corazón en preparar el té para que el color, el aroma y el sabor se armonizaran.
El tiempo pasó y el té terminó de hervir. Marie lo sirvió con cuidado en una taza y se dirigió a la oficina del príncipe heredero.
—Este té…
—Lo preparé con las hojas que los comerciantes árabes trajeron del Este.
—Es el té que bebo siempre, pero hoy siento el aroma con más intensidad —Lucía un poco sorprendido.
Marie negó con la cabeza.
—Si se mezclan diferentes aromas, el sabor del té se echará a perder.
La razón por la que tenía un aroma fuerte era porque hirvió durante más tiempo a una temperatura un poco más baja, adaptado a las hojas de té.
—Usé un método un poco diferente. Espero que sea de su gusto.
—Gracias.
Cuando se llevó la taza a los labios, el príncipe abrió mucho los ojos. El sabor puro y suave, muy diferente al habitual, se extendió por su boca.
Era el té de siempre, pero era incomparablemente más fuerte y claro.
—Esto es… increíble. Sabe parecido al té que me preparó el diplomático de Oriente. ¿Lo hiciste tú?
—Me halaga. —Inclinó la cabeza—. Me alegra que sea de su gusto.
El príncipe la miró con sincera admiración. Además de su destreza musical, sus habilidades culinarias comparables a las del cocinero imperial y su capacidad de razonamiento para deducir al culpable a partir de pistas minúsculas, también poseía habilidades para la ceremonia del té.
Cuanto más la observaba, descubría un sinfín de habilidades excepcionales.
Realmente increíble.
—Gracias. El té está delicioso —dijo en voz baja.
—Gracias por considerarlo bueno aunque no es refinado para su gusto…
—No, es exquisito. Por cierto, Marie —la llamó con voz seria.
—¿Sí, Alteza? —preguntó, desconcertada
—No hay por qué tener miedo.
—¿Qué… quiere decir? —Sus ojos se abrieron como platos.
—No tienes porqué sentirte incómoda. —Marie guardó silencio. Él prosiguió con voz tranquila—: Te he observado durante los últimos días y pareces intranquila. No pienso mal de ti, así que no debes tener miedo.
Marie siguió escuchando en silencio.
—No quiero agobiarte, pero si tienes otros talentos, úsalos para mí y el pueblo de este imperio. No te preocupes por lo que piensen los demás. Yo te protegeré.
Marie se mordió los labios. Dudó durante un largo rato, abrió la boca para decir algo, pero finalmente bajó la cabeza.
—Me retiraré ahora…
—Buen trabajo.
Después de salir de la oficina, Marie se apoyó contra la puerta y cerró los ojos, confundida por las palabras del príncipe. Soltó un largo y profundo suspiro.
Mientras tanto, el príncipe, que permanecía en la habitación, tomó un sorbo del té. Era un sabor puro que calmaba la mente y se extendía hasta el corazón.
Rael recordó lo que había escuchado antes del diplomático de Oriente: «Se dice que la ceremonia del té es el cultivo de la mente. Si no lo preparas con todo tu corazón, no podrás extraer el profundo sabor natural del té».
Entonces, ¿eso significa que esa chica preparó este té con todo su corazón? ¿Solo para mí?
Rael se rio para sus adentros. No podía creer que tuviera esos pensamientos tan extraños. Se reclinó más en la silla. Sentía que el cálido aroma del té le acariciaba el corazón.
Es agradable. ¿Es porque lo preparó ella misma? Se siente cálido. Tal vez… hoy pueda dormir, cerró los ojos.
El día que bebió el té de Marie, pudo conciliar el sueño durante tres horas sin despertarse. Era muy poco tiempo para los demás, pero para el príncipe, fue algo sorprendente.
No puedo creer que me quedé dormido.
No tuvo las pesadillas de siempre. Gracias a que había dormido, se sentía renovado.
¿De verdad fue por el té?
A partir de ese día, Marie preparaba té para el príncipe heredero por las noches. También tocaba música para ayudarlo a calmar su mente.
Se convirtió en una rutina para Marie, visitar el dormitorio del príncipe a altas horas de la noche para tratar su insomnio.
No pasa nada. Soy su doncella.
El príncipe no era un mal amo. Así que creía que todo estaría bien.
Sin embargo, quienes la rodeaban, la consideraban una persona muy especial.
—El príncipe solo la llama a ella.
—Así es. Entra y sale del dormitorio de Su Alteza todas las noches —susurraban las doncellas del Palacio del León mientras miraban a Marie.
Todos sabían que iba al dormitorio del príncipe para tratar su insomnio. Aun así, iba todas las noches y eso no era normal.
«La doncella más preciada del príncipe heredero».
«La doncella de confianza de Su Alteza».
Eso era lo que todos pensaban de Marie. Por algo la llamaba todas las noches. Y así, sin saberlo, se convirtió en la doncella más querida y cercana del príncipe heredero en la cabeza de todos.
Al cabo de unos días, se produjo un gran cambio en el Palacio del León: las candidatas a princesa heredera ingresaron al palacio.
Era el inicio de la tan esperada selección de la princesa heredera.
[1] El síndico es una persona elegida por una comunidad o corporación para cuidar de sus intereses. Básicamente es un administrador.