Traducido por Shisai
Editado por Sakuya
A la mañana siguiente, el coche hacia Lushan llegó puntual a la entrada del hotel. El grupo, preparado y ligero de equipaje, se dirigió escaleras abajo. Por una vez, Charles no llevaba su traje habitual, sino ropa cómoda e informal, con una gorra de béisbol y gafas de sol, que le hacían parecer un modelo de un anuncio del Oeste.
—¿A quién intentas imitar? —preguntó Tang Feng, el cual llevaba una bandolera y se acomodaba el sombrero. Ahora tenía un poco de fama, por lo que era mejor pasar desapercibido. Su atuendo le hacía parecer el típico turista.
—Oh, no, olvidé mi teléfono arriba —exclamó Chen Ming Xu, palmeando sus bolsillos y bolsa.
—Ve a buscarlo. Te esperaremos en el coche —dijo Tang Feng.
—Esperenme. Ahora vuelvo —respondió, corriendo escaleras arriba.
El pequeño demonio, el cual llevaba una gorra de béisbol y mascaba chicle, se apoyó en la puerta del coche y se quitó un auricular.
—Cuántas molestias.
—Entra en el coche —ordenó el actor.
El asesino refunfuñó, pero subió obedientemente.
—Charles, ven conmigo a la tienda a comprar algunas cosas.
Aprovechando el tiempo libre, Tang Feng decidió comprar algunos chicles y bolsas de basura en la tienda de conveniencia cercana, para que pudieran llevar su basura de vuelta de la montaña.
—El placer es mío, majestad —dijo Charles riendo, inclinándose como un caballero.
Tang Feng pensó que el otro estaba jugando.
Dentro de la tienda, mientras Charles hacía cola para pagar, el actor se quedó mirando despreocupadamente la bulliciosa calle. De repente, una figura familiar pasó junto a la ventana, un perfil severo que hizo que se quedara helado de sorpresa.
¿Lu Tian Chen? Caminó rápidamente hacia la entrada de la tienda, no para acercarse a él, sino sólo para confirmar si había visto bien.
De pie en la puerta, vio a Lu Tian Chen entrar en un coche aparcado al otro lado de la calle. El hombre arrancó rápidamente el vehículo y se alejó, dejando tras de sí sólo una suave brisa.
Probablemente no me vio, o tal vez sí y no se detuvo.
Tang Feng dejó escapar un leve suspiro, sintiendo una ligera pesadez en el corazón. Sólo pudo sonreír amargamente. Quizá el tiempo podría curarlo todo.
Si Lu Tian Chen podía dejarlo ir, entonces él también.
A partir de ahora, sólo serían líneas paralelas que nunca volverían a cruzarse.
—Cariño, lo he comprado todo. Vámonos —anunció Charles, saliendo cargado con la bolsa de la compra, tratando descaradamente de rodear la cintura del otro con el brazo para darle un beso.
Tang Feng apartó la cara del oso con su mano. Esto no era en el extranjero, por lo que tenía que ser consciente de los alrededores.
—Deja de ser tan susceptible —tiró de la manga de Charles y se reunió rápidamente con Chen Ming Xu y los demás, todos juntos se dirigieron a Lushan.
Los bellos paisajes de la naturaleza suelen hacer que la gente se resista a marcharse. El grupo se lo pasó bien en Lushan, sobre todo el pequeño demonio y Chen Ming Xu, quienes se afanaban en hacer fotos por todas partes, deseosos de posar cada pocos pasos.
Sentado en un pabellón para descansar y beber un poco de agua, Tang Feng miró las nubes ondulantes en la distancia y respiró profundamente.
—Siento que mi corazón se ha ensanchado de repente.
—¿Cómo de ancho? Déjame ver —Charles se inclinó inmediatamente, pretendiendo levantar la camisa del otro.
—Piérdete, habla en serio —rió Tang Feng, palmeando al mestizo en el hombro y haciéndole señas para que se sentara a su lado.
Charles se sentó obedientemente y tentativamente puso su brazo alrededor de la cintura del actor. Al no ver un rechazo, lo abrazó con fuerza.
—En serio, creo que soy el segundo hombre más feliz del mundo —dijo Charles en tono cantarín. Pero ¿por qué el segundo?
—Entonces, ¿quién es el hombre más feliz del mundo?
Sintiéndose un poco cansado por la caminata, Tang Feng se quitó el sombrero y las gafas de sol y se apoyó en el hombro del otro. Esta rara muestra de afecto hizo que Charles sintiera una oleada de calor extenderse por su cuerpo.
Charles siempre había vivido una vida que otros envidiaban. Nunca se preocupaba por la comida o la ropa y tenía una madre inteligente y carismática. Se animaban mutuamente a perseguir sus deseos, llenando su vida de alegría.
Su vida estaba libre de oscuridad. Le apasionaba ganar dinero, ampliar su negocio y disfrutar de la vida: buen vino, puros, gente guapa, coches deportivos, yates y aviones. Tenía casi todo lo que se puede desear.
Una familia feliz, una madre encantadora y parientes, riqueza, poder y salud.
Pero, nada de eso se comparaba con este momento, abrazar a alguien, sentir su calor y su aliento, y oír la suave y encantadora voz de Tang Feng.
Le encantaba escuchar la voz de Tang Feng; era hipnotizante, como el canto de una sirena, cautivando su corazón.
—Es un hombre llamado Tang Feng —respondió Charles con una sonrisa, besando la frente del actor—. Porque lo amaré tanto que se convertirá en el hombre más feliz del mundo.
—Qué cursi —rió el susodicho por lo bajo.
—¡Lo digo en serio, lo juro por el cielo!
—Vale, vale, te creo.
Si no decía nada, Charles podría arrodillarse.
El oso sonrió.
—¿De verdad me crees?
—Sí, te creo.
—Entonces dame un beso —pidió inclinándose.
Tang Feng le entregó una botella de agua, tapándole la boca.
—Debes tener sed después de tanto hablar. Bebe un poco de agua.
Antes del anochecer, el grupo regresó al hotel. Cansados de su día en Lushan, nadie salió esa noche. El pequeño demonio se retiró a su habitación a revisar sus redes sociales y jugar.
Chen Ming Xu se unió a Tang Feng y Charles para darse un masaje. Después de tanto tiempo de sedentarismo, la repentina caminata les había dejado doloridos y cansados.
Afortunadamente, Tang Feng hacía ejercicio con regularidad, así que esto no era nada para él. Tampoco era gran cosa para Charles, pero para alguien como Chen Ming Xu, que pasaba la mayor parte del tiempo en un estudio fotográfico, resultaba agotador.
Después del masaje, el presentador no quiso ser un tercero en discordia y dijo que iba a buscar al mayor Zhang, dejando solos a los otros dos.
Tan pronto como Chen Ming Xu se fue, Charles se aferró a Tang Feng.
—Tengo hambre, cariño.
—¿No puedes ser normal? —Pensando que estaba hablando de otra cosa, Tang Feng le dio un codazo—. Acaba de salir la luna.
Charles se quedó mirando a su pareja en silencio durante unos segundos antes de estallar repentinamente en carcajadas, agarrándose el estómago como si estuviera a punto de llorar de tanto reír.
—Charles, ¿te has vuelto loco? Actúa con normalidad —se preguntó de qué se reía.
—Jajaja, cariño, mi querido Tang, tú… realmente no eres nada inocente. —Acariciándose el estómago, Charles rió con picardía—. Tengo mucha hambre, pero no te preocupes, una vez que coma y recupere mis fuerzas, me aseguraré de alimentarte bien cuando volvamos a la habitación.
Tang Feng se dio cuenta inmediatamente de que había entendido mal. Dadas las payasadas habituales de Charles, ¿cómo podía esperar que esta vez hablara en serio?
—Piérdete y deja de reírte. —Ligeramente avergonzado, le dio al oso una fuerte palmada en la espalda—. Si tienes hambre, vamos al restaurante.
Charles se enderezó rápidamente, sabiendo que era mejor no enfadarlo, o de lo contrario podría acabar durmiendo en el suelo esta noche.
Tras cambiarse de ropa en la habitación, los dos se dirigieron al restaurante del hotel. Sin embargo, al llegar, les informaron inesperadamente de que el restaurante estaba reservado para un evento privado.
—¿Quién lo reservó? —Era raro que Charles saliera a cenar con su querido Tang, y encontrarse con semejante inconveniente era frustrante.
—Lo siento, señor. Tenemos otros restaurantes en el hotel. Puedo reservar una mesa ahí y ofrecerle nuestras disculpas con un regalo de cortesía —se disculpó el camarero del restaurante, inclinándose repetidamente, haciendo que Tang Feng se sintiera un poco incómodo.
La imponente presencia de su pareja podía intimidar fácilmente al camarero.
El actor apartó al severo y visiblemente irritado Charles y preguntó al camarero: —¿Puede ofrecer servicio de habitaciones?
La mención del servicio de habitaciones alegró el ánimo de Charles.
Cenar en la habitación era perfecto. Después de comer, podrían… jejeje…
—No hay problema, pidamos servicio de habitaciones entonces —aceptó de inmediato.
Tang Feng miró a su compañero, sabiendo exactamente lo que tenía en mente. Como alguien que domaba bestias salvajes, sabía cómo calmarlo y evitar que causara problemas innecesarios.
Si Charles se enfadaba, quién sabía qué amenazas podrían caer sobre la persona que había reservado el restaurante.
Pero ¿realmente el mundo era tan pequeño? Justo cuando estaban a punto de marcharse, unas cuantas personas se acercaron al restaurante.