Una Verdadera Estrella – Volumen 4 – Capítulo 17: Botón de pausa

Traducido por Shisai

Editado por Sakuya


—Para, para, para. ¿Estás actuando en una película? —Tang Feng empujó la frente de Lu Tian Chen con la palma de su mano—. No seas tan emocional, como si nunca me hubieras tocado antes.

Cuando todavía estaban calientes y pesados, Lu Tian Chen nunca había dudado en tocarle por todas partes. Actuaba como un lobo voraz durante la luna llena, queriendo devorarlo entero. ¿Quién creería semejante tontería ahora?

Lu Tian Chen sonrió de repente.

—¿De qué te ríes? —el actor levantó las cejas y se puso de pie. No quería seguir hablando con el otro como si estuvieran en una especie de drama romántico.

No, debía marcharse y no enredarse con él. Cuanto más hablaran, más se enteraría.

—Siempre eres tan racional y lúcido —Lu Tian Chen lo siguió fuera del baño, arremangandose mientras caminaba.

—Es que no me gusta sentirme confundido —Tang Feng se relamió, mordiéndose el labio inferior y cruzando los brazos mientras miraba al otro—. Tu padre se ha ido, así que yo también puedo irme.

—Es todo mentira —confesó de repente el empresario.

Tang Feng entrecerró los ojos.

—¿Qué es mentira?

Era cada vez más difícil de entender. ¿Por qué no podía hablar claramente? Y esa tontería de no querer tocarlo por tener las manos manchadas de sangre no sonaba como algo que diría el hombre.

Lu Tian Chen entró en el dormitorio. El actor miró la puerta y luego el dormitorio. Mientras se debatía entre irse o no, el hombre regresó del dormitorio con un libro en la mano.

—Esto —Lu Tian Chen le mostró el libro, el gran título de la portada decía: «Cómo hacer que se enamore de ti».

Pero Tang Feng también se fijó en la letra pequeña al lado: «Imprescindible para mujeres que persiguen a un hombre».

—¿Hasta un asesino de renombre lee esto? —el actor no sabía si reír o llorar. Si fingir indiferencia o sentir un pequeño pesar por las muchas cosas que Lu Tian Chen le había ocultado. Por un lado, cuanto menos supiera de él, más seguro estaría. Por otro lado, tenía que enfrentarse al hecho de que el hombre conocía su mayor secreto y sabía muy poco sobre él.

Si no fuera por este incidente, no habría sabido que Lu Tian Chen tenía padre y mucho menos que su trabajo principal podría ser similar al de el pequeño demonio.

—Fingir ser débil puede evocar la simpatía de la otra persona —Lu Tian Chen revisó despreocupadamente el libro. Por las páginas arrugadas, estaba claro que lo había leído.

—Pero tú no eres una mujer.

—Pero tú eres un hombre, así que debería ser similar.

Pensando que el libro era inútil, Lu Tian Chen lo tiró a la basura. Sólo estaba probando; si funcionaba, genial; si no, no importaba.

Tang Feng no era un hombre que logre simpatizar fácilmente con otros. No es que tuviera un corazón frío, es que a veces la simpatía se sentía como un insulto y un daño para algunas personas.

Al igual que en su infancia, odiaba que la gente utilizara su condición de huérfano para obtener publicidad o simpatía. Le hacía sentirse incómodo, como si le dijeran que era diferente a los demás.

Pero ¿en qué se diferenciaban? Todos luchaban por sobrevivir.

Así que no iba a simpatizar con Lu Tian Chen, y sabía que al otro tampoco le gustaría su simpatía.

—Me voy —declaró.

Se dio la vuelta para irse, pero al llegar a la puerta, Lu Tian Chen la cerró de repente.

—¿Qué estás haciendo? —Tang Feng intentó girar el pomo de la puerta dos veces, pero no se abría. Miró fijamente a su jefe—. ¿No crees que esta farsa de compromiso ya ha durado demasiado?

Lu Tian Chen se cruzó de brazos y, de pie junto a la puerta, dijo: —He cambiado de opinión. He decidido volver a presentarme a la competición por ti.

¿Escuchó bien? La ira surgió en el pecho de Tang Feng.

—No digas cosas que no piensas. Siempre pensé que eras un hombre de palabra.

¿Qué era todo esto antes, una broma?

Sintiendo que había sido engañado, nadie estaría feliz por eso. Diciendo que renunciaría y luego diciendo que empezaría de nuevo, ¿por qué Lu Tian Chen no le pidió su opinión?

—No, no estoy de acuerdo —el actor afirmó firmemente—: Si quieres volver a entrar es asunto tuyo, pero que yo te acepte es otra cuestión.

—Dije que lo dejaría, pero nunca dije que fuera para siempre.

Tang Feng respiró hondo y fulminó con la mirada a Lu Tian Chen junto a la puerta.

—¿Así que ahora dices que tu renuncia fue temporal? ¿Por qué no lo dijiste entonces, o crees que las emociones son un juego, con un botón de guardar y pausar, para continuar cuando te apetezca?

Lu Tian Chen alargó la mano para tocar al hombre: —Estás enfadado.

Tang Feng suspiró y apartó la mano que se le acercaba.

—Abre la puerta y déjame salir. ¿Qué piensas hacer encerrándome aquí?

—Conozco tu mayor secreto y creo que tú también deberías conocer el mío —Lu Tian Chen tenía la intención de revelar todo sobre sí mismo.

El actor inmediatamente tuvo un mal presentimiento. Como no podía irse, volvió dentro, agarró el teléfono e intentó llamar al servicio de habitaciones.

—No quiero oírlo.

Al final alguien vendría a abrir la puerta.

El empresario se acercó y desconectó el teléfono.

—No es exactamente un asesino, más bien un mercenario.

—¡Oh, maldita sea! —Tang Feng se sentó en el sofá, tapándose los oídos y maldiciendo—. ¿No puedes dejar de ser tan egoísta? No quiero saber lo que hacen.

—Debido a que nuestras operaciones involucran a múltiples organizaciones y países, los altos mandos deben mantener sus identidades estrictamente confidenciales. Al menos de cara al exterior, aparentamos ser hombres de negocios legítimos —Lu Tian Chen continuó.

—Si sus identidades deben mantenerse en secreto, no deberías decírmelo —Tang Feng colgó el teléfono desenchufado.

El empresario sonrió, pero no se detuvo.

—En términos sencillos, nuestro negocio es resolver problemas para gobiernos u organizaciones especiales que no pueden manejarlos públicamente. Por ejemplo, cuando un país no puede enviar demasiadas tropas a una zona, buscan nuestra ayuda y les prestamos mercenarios a cambio de una tarifa. Ocasionalmente, aceptamos trabajos de asesinato, pero son raros.

—Sé que hay muchas organizaciones de mercenarios en el mundo —el actor se frotó la frente. Aún recordaba cuando agentes del gobierno de Estados Unidos acudían a su clase de la universidad para reclutar espías. A diferencia de las películas, los espías eran gente corriente, tan bien camuflados que no se les podía distinguir entre la multitud.

A veces, las organizaciones repartían folletos de mercenarios, pero la mayoría de los reclutas eran antiguos soldados de distintos países.

A la gente le gusta hacer lo que se le da bien. Muchos soldados, después de terminar su servicio y no poder encontrar trabajos adecuados, eligen convertirse en mercenarios porque les pagan mejor que ser soldados de reserva o camareros.

—Muy bien, ahora que sé lo que haces, ¿puedo irme? —Tang Feng preguntó cortésmente.

—¿Puedo besarte? —Lu Tian Chen preguntó con cara seria.

—¡No, no puedes! —Tang Feng apenas había terminado de hablar cuando el otro se inclinó hacia él. Rápidamente giró la cabeza y se alejó—. ¡Eh!

Un toque suave y cálido rozó su mejilla; aun así lo besaron.

—¡Eres igual que Charles, siempre siendo un pícaro! —el actor se limpió con rabia el calor que le quedaba en la mejilla y se levantó del sofá—. ¡Abre la puerta, Lu Tian Chen!

—¿No dijiste que querías estar con Charles y conmigo? —Lu Tian Chen dio un paso más cerca, mirando al otro fijamente a los ojos—. Entonces estemos juntos.

♦ ♦ ♦

Después de salir de la habitación de Lu Tian Chen, Tang Feng seguía pensando en lo que el hombre había dicho.

¿Es el amor siempre tan complicado? Cuando mencionó al hombre estar juntos los tres, Tang Feng casi pensó que había oído mal o que Lu Tian Chen estaba bromeando de nuevo.

¿Por qué dijo inicialmente que lo dejaría?

【Te daré la respuesta lentamente.】

Esa era una frase exasperante, especialmente cuando Tang Feng había decidido olvidarse de Lu Tian Chen y éste apareció de nuevo. Era maduro, racional y experimentado.

Si las emociones fueran tan fáciles de controlar como un grifo, no serían el tema eterno de los dramas. La gente de cincuenta y sesenta años sigue nadando en el mar del amor, por no hablar de una persona corriente como él.

Una vez invertido en ello, no es tan sencillo pedir que uno se vaya y que este se aleje.

Maldito Lu Tian Chen.

Cuando volvió a la habitación, Charles se estaba poniendo los pantalones, estando a la altura de las rodillas. Sus ojos se encontraron en el aire y Tang Feng estalló en carcajadas.

—¿Adónde vas? —el actor cerró la puerta para proteger la imponente imagen de Charles del exterior.

—Vi la nota que dejaste, temía que Chen Ming Xu te vomitara encima. Si lo hacía, no podría resistirme a pegarle.

En cuanto Charles lo vio, se quitó los pantalones a medio poner.

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