Traducido por Shisai
Editado por Sakuya
—Bebé… hmm… —Charles, en un movimiento habitual, se dio la vuelta y alargó la mano para abrazar al hombre que dormía a su lado. Pero lo único que encontró fue un espacio vacío, una brisa fresca rozando su brazo.
Al no encontrar nada, se despertó al instante. Parpadeó para adaptarse a la oscuridad de la noche y buscó el lugar donde había dormido Tang Feng. Estaba completamente vacío.
El tacto ligeramente frío indicaba que probablemente llevaba despierto un rato.
¿Podría haber amanecido ya?
Charles buscó el reloj en la mesilla de noche; eran poco más de las cuatro de la madrugada y todavía estaba oscuro.
Se levantó de la cama, agarró una bata y se la puso mientras abría la puerta del dormitorio.
Una tenue luz brillaba en la zona de licoreras del salón, pero no encontró ahí a Tang Feng. En su lugar, vio una botella de whisky abierta a la que le faltaba una quinta parte.
Una brisa nocturna levantó las cortinas y Charles siguió la dirección del viento. No muy lejos, vio a un hombre sentado en el balcón abierto, con un vaso de whisky en la mano, dando de vez en cuando un pequeño sorbo y contemplando el cielo nocturno estrellado.
El tiempo parecía haberse detenido, fluyendo lentamente como pintura espesa, pintando patrones en el lienzo azul profundo del cielo.
En ese momento, un poema vino a la mente de Charles. Observó a Tang Feng, el cual miraba el cielo desde el balcón. ¿Estaba mirando el paisaje o a una persona? ¿De quién era el paisaje y por quién era la preocupación?
Lu Tian Chen, ¿realmente te has rendido, o se trata de una retirada estratégica?
Cubriéndose el pecho izquierdo con la mano derecha, Charles suspiró. No podía evitar sentirse un poco desganado. ¿Por qué no podía quedarse totalmente con Tang Feng?
Pero ¿qué derecho tenía a pensar que podía retenerlo completamente?
El arrogante Charles se sentía ahora derrotado e impotente.
Maldito seas, Lu Tian Chen. ¿No podías irte limpiamente sin dejar ningún rastro? Estás haciendo que Tang Feng te recuerde deliberadamente, ¿verdad?
Chasqueó ligeramente la lengua. No creía que, con la mente inteligente de Lu Tian Chen, no hubiera una forma de hacer que Tang Feng se rindiera por completo. Tampoco creía que el hombre se rindiera tan fácilmente. ¿Quién era Lu Tian Chen? Él es el que siempre consigue lo que quiere. La ambición y arrogancia de ese hombre no eran menores que las suyas o las de Albert, pero siempre las escondía en lo más profundo, tan profundo que ni siquiera Charles podía captar por completo sus profundidades.
¿Creer que Lu Tian Chen realmente se había rendido y marchado? Él no lo creía.
Pero si le contaba todo esto a Tang Feng, probablemente el actor tampoco le creería.
Oh bien, lo que sea. Los asuntos futuros podían esperar. Lo importante ahora era vivir feliz con su bebé Tang.
—Cariño, ¿por qué estás aquí afuera? Ten cuidado de no resfriarte —Charles se acercó.
El hombre en la silla se giró para mirar a Charles y sonrió.
—Es que no podía dormir. ¿Por qué estás tú también despierto?
—No puedo dormir bien sin ti. ¿No tienes clase por la mañana? No puedes quedarte bebiendo toda la noche; es malo para la salud —el oso se inclinó, besó la frente de su amante y le dijo suavemente—: Venga, volvamos.
—De acuerdo. —Dejando el vaso, los dos volvieron a entrar. El cuerpo de Tang Feng, helado por el viento nocturno, se calentó con el abrazo del otro.
Para Charles, todo estaba bien ahora.
Sus negocios iban bien, nadie lo molestaba, su salud era robusta y, lo más importante, ya no tenía que dormir solo, abrazado a una almohada.
¿Quién podría imaginar que el digno y sonriente tigre Charles se sentía solo en la cama cada noche? Aunque innumerables mujeres hermosas y hombres apuestos querían caer en sus brazos, no quedaba sitio en su amplio abrazo para nadie más.
Excepto por una cosa, ¿por qué había un maldito intruso en casa de Tang Feng?
—¿Qué estás mirando? ¿Nunca has visto a un chico guapo antes? —el pequeño demonio se sentó con las piernas cruzadas en el sofá, agarró un puñado de papas fritas y se las metió en la boca mientras miraba de reojo a Charles.
No es que no hubiera visto a Charles antes, pero ¿por qué le parecía tan desagradable ese oso?
Ah, y ese maldito Tang Feng, ¿cómo podía atraer a tanta gente, incluso a un oso?
—Nunca había visto a alguien tan poco desarrollado —Charles rio, comparando la cabeza del pequeño demonio con su propio pecho… y luego más abajo.
—Tch, ¿te crees un jugador de baloncesto sólo porque eres alto? ¿No has oído que ‘lo bueno viene en frasco pequeño’? Además, esto no es subdesarrollo; ¡se llama juventud! —El pequeño demonio levantó la barbilla y fulminó con la mirada a Charles, haciendo crujir ruidosamente sus papas fritas, tratando de molestarlo con el sonido chirriante.
Charles agitó enérgicamente la mano delante de él.
—¿Qué haces? —preguntó el pequeño demonio.
—Ahuyentando una mosca —se mofó el oso.
—Tú… —el asesino profesional se levantó del sofá y saltó hacia el otro, el cual esquivó a un lado. El pequeño demonio lo persiguió, y los dos empezaron rápidamente a luchar en el salón. La verdadera fuerza de un asesino reside en sus habilidades de emboscada y estallido; los enfrentamientos directos no son su fuerte, especialmente contra un guerrero curtido en mil batallas como Charles.
En un santiamén, Charles tenía inmovilizado al pequeño demonio, le retorció los brazos y le apretó contra el sofá.
—Mosquita, tengo muchas ganas de romperte el cuello.
Se oyó un ruido, no el sonido del cuello del pequeño demonio rompiéndose, sino la puerta del dormitorio abriéndose mientras Tang Feng, recién duchado, salía.
Tan pronto como el actor abrió la puerta, el asesino empezó a gritar como un cerdo siendo sacrificado.
—¡Ah… no! Soy menor de edad, ¡no me haga esto, señor! Por favor, ¡déjeme ir! —Viendo a Tang Feng, gritó—: ¡Tang Feng, sálvame! Esta bestia quiere asaltarme!
—Grita más fuerte —se mofó Charles, aumentando la presión sobre los brazos del pequeño demonio, haciendo que esta vez aullara de auténtico dolor, ya no lo fingía.
—¡Mierda! Se me va a romper el brazo.
—Ustedes dos realmente se llevan bien —observó tranquilamente Tang Feng, sirviéndose un vaso de agua y sonriendo pausadamente.
—¿Qué ojo ve que nos llevemos bien? —protestó indignado el pequeño demonio—. Tang Feng, ¿te vas a quedar mirando sin hacer nada?
Charles apretó más al joven contra el sofá, reduciéndolo a gruñidos ahogados.
—¿Quién lo dice? Estábamos teniendo una conversación agradable —rio con ganas, deleitándose con la arrogancia del pequeño demonio.
—Charles, ya basta. Deja que se vaya —instó Tang Feng.
—No te preocupes, cariño, estoy siendo amable —Charles lo soltó y corrió hacia Tang Feng, haciendo un mohín con los labios—. Cariño, dame un beso.
Tang Feng agitó la mano, golpeando al oso en la boca.
—No le agredas.
—¡Me agredió! —acusó en voz alta el pequeño demonio mientras se levantaba del sofá—. Tang Feng, no te dejes engañar por esta bestia con cara de oso. Él… él realmente intentó… —Se cubrió la cara y fingió llorar.
A los ojos de Tang Feng, esa actuación era muy pobre.
Charles frunció los labios, diciendo con desdén: —No me interesan los jóvenes retoños.
—Entonces, ¿estás diciendo que soy viejo? —Tang Feng levantó una ceja.
—No, tú eres la flor en mi corazón —replicó Charles, rezumando cursilería.
El pequeño demonio, cruzado de brazos, se sentó en el sofá y se burló: —Cobarde.
Charles se rio entre dientes y de repente agarró desprevenido a Tang Feng, tirando del hombre para darle un beso enérgico justo después de ducharse. El hombre, un veterano experimentado, montó a propósito una apasionada escena de besos delante del pequeño demonio.
Los dos apretaron sus pechos, y Tang Feng, un poco abrumado, retrocedió paso a paso hasta que su espalda estaba contra la pared sin ningún lugar a donde ir.
—Char… mmph… —En cuanto el actor abrió la boca, Charles aprovechó. Sus labios y dientes se encontraron, produciendo tentadores sonidos, mientras las grandes manos de Charles recorrían la cintura y la espalda de Tang Feng, y una pierna lo empujaba entre las piernas.
El pequeño demonio observaba atónito, con las mejillas gradualmente enrojecidas y acaloradas.
—Ustedes… ustedes dos… —Tragando con fuerza, finalmente saltó del sofá, agarró una almohada y la arrojó por encima—. Haciendo esto a plena luz del día, ¿no les da vergüenza?
Agarrando la almohada, Charles se rio con arrogancia: —Piérdete, mocoso. Quizás así aprendas un poco.
—¡Bah! —Tang Feng se frotó las sienes con frustración, sintiendo el impulso de echar a ambos con una escoba.