Traducido por Den
Editado por Damian
Cuando desperté, estaba de vuelta en el palacio. Era de noche y me encontraba sola en la habitación. La emperatriz y yo dormíamos por separado debido a las estrictas normas del palacio imperial.
Lo odio porque está oscuro.
En medio del silencio, convoqué mentalmente a los espíritus.
Chicos.
Entonces se acercaron a mí. Verlos reconfortó a mi corazón.
Han estado conmigo desde que nací.
Si no fuera por vosotros, ya habría renunciado a mi nueva vida.
Mientras susurraba aquello en mi mente, los niños me dieron palmaditas como si me reconfortaran.
¿Hmm…?
Pero, por alguna razón, actuaban un poco extraño. Especialmente los espíritus de luz.
Observaban a la nada, como esperando a alguien. Me extrañó un poco, por lo que levanté un poco el cuerpo.
¿Qué sucede? ¿Tratan de decirme algo?
Sin embargo, antes de que pudieran, las cortinas ondearon ligeramente. La brillante luz amarilla de la luna penetró a través de las capas de las cortinas blancas e iluminó toda la habitación.
Había luna llena.
En ese momento, abrí mucho los ojos. Había un hombre detrás de las cortinas. Era muy misterioso, con ojos dorados que brillaban como la luna y cabello platino que se agitaba con el viento.
Aquí, donde solo la luna observaba, se cernía un silencio sofocante. No entendía qué demonios estaba pasando.
¿Quién es…?
Me quedé boquiabierta, mirando fijamente al hombre que salió de detrás de la cortina y se iba acercando poco a poco. También me observaba.
Mis ojos azules y sus ojos dorados intercambiaron miradas en el aire. Mientras lo contemplaba sin apartar los ojos, abrió lentamente la boca y dijo:
—Realmente puedes ver a los espíritus —dijo con una voz baja y lisonjera [1] que resonó en toda la habitación.
Abrí mucho los ojos.
No solo era motivo de precaución el mero hecho de que irrumpiera repentinamente en la habitación de la primera princesa de Elmyrrh, considerando la estricta seguridad; sino que incluso sabía que podía ver a los espíritus.
Si pudiera hablar bien, lo habría bombardeado de preguntas. Pero era un bebé y solo había dos cosas que podía hacer en esta situación: echarme a llorar, llamando así a los demás de inmediato; o contener la respiración en silencio por el bien de mi vida.
Estaba dudando sobre qué elegir, no obstante, el hombre se llevó el dedo a los labios como si me hubiera leído la mente.
—Shh.
En ese momento, sopló una suave brisa y la luz de la luna llena atravesó la cortina. Mis ojos temblaron.
No puede ser…
No era exagerado decir que su apariencia revelada por la luz fue lo más hermoso que había visto en mi vida. Se acercó despacio, sin dejar de observarme.
Su cabello, parecido a una madeja de hilo plateado, ondeaba.
—Eres interesante.
Los espíritus a mi lado hicieron una reverencia al unísono y dijeron:
—Salve al rey.
¿Rey…?
No podía creerlo, así que le miré a la cara durante mucho tiempo.
¿Él es el rey de los espíritus?
Entonces me di cuenta. El hecho de que, como otros espíritus, me hablaba transmitiendo su “voluntad”.
Debo haberme confundido porque tiene apariencia humana. Sin embargo, empecé a temblar poco a poco sin darme cuenta. Él se limitó a mirarme fijamente.
—Supongo que he venido demasiado pronto…
No pude entender lo que dijo. Pero lo cierto es que su presencia intimidante era descomunal.
Me sentía cada vez más sofocada. Era una opresión que ni siquiera sentí frente a Tyrion.
—Ah.
Puso su dedo con delicadeza en mi frente. La punta de su dedo era tan brillante como la luz que entraba.
—Puedes olvidarte de lo ocurrido hoy.
Abrí mucho los ojos.
Espera un momento.
Pero no tuve tiempo para detenerlo. Tan pronto como su dedo me tocó, me comencé a sentir somnolienta. Abrí mucho los ojos para no quedarme dormida. Sin embargo, fue en vano.
Lo último que vi fueron los hermosos ojos dorados que contenían un increíble poder mágico, junto con su interés.
El color dorado fue lo último que recordé.
♦ ♦ ♦
—Princesa, ¿está despierta?
Sentí la deslumbrante luz del sol de la mañana en todo mi cuerpo. Abrí los ojos despacio. Como siempre, la niñera me miraba con una cálida sonrisa.
—No se despertó ni una sola vez ayer, así que debe haber dormido muy bien.
¿De verdad?
Ladeé la cabeza. Pero como no recordaba haberme despertado, probablemente la niñera tenía razón.
Parpadeé. Por alguna razón, la imagen persistente [2] de la brillante luna llena titilaba ante mis ojos.
¿Soy solo yo?
Tal vez la vi por un momento cuando estaba media dormida.
Oh, ahora que lo pienso…
Fruncí el ceño sin darme cuenta. Porque recordé lo que escuché ayer cuando salí de paseo.
El emperador declaró que celebraría un banquete durante un mes…
—Adorable princesa, ¿lo sabe? —Justamente la niñera iba a mencionar lo mismo—. ¡Su majestad el emperador está convocando a todos los artistas y diseñadores de todo el país para su banquete de cumpleaños! —exclamó con rostro alegre.
Siempre ha sido una charlatana, pero hoy hablaba mucho más mientras me vestía.
—También le están pintando un gran retrato. Ah, y están creando muchas obras de arte y hermosas joyas con piedras preciosas para usted.
—Eso es genial —concordaron las sirvientas junto a mí con sus rostros llenos de emoción.
—Su majestad el emperador lo ordenó porque la princesa es tan adorable.
Bajé la mirada, fingiendo no estar interesada. Sin embargo, la declaración del emperador no era vacía. A partir de ese día, comencé a prepararme para el banquete de cumpleaños en el palacio de la princesa.
Los sirvientes estaban muy ocupados, por lo que se trasladó personal desde otros palacios.
En medio de todo esto, mi madre, las doncellas y la niñera actuaban con rapidez, como si lideraran un ejército.
Aunque el banquete de cumpleaños se avecinaba, mi rutina no varió. Mientras los sirvientes estaban ajetreados, yo solo tenía que ir de un lado a otro como pedían o quedarme quieta cuando me vestían o ponían las joyas.
En el proceso, siempre me trataban y cargaban como si fuera oro valioso, por lo que casi no me cansaba.
Las personas que venían a probarme la ropa o las joyas me colmaban de elogios. Hablaban sobre lo linda y adorable que era.
Nunca había oído tantos cumplidos en mi vida. Al final, terminé bostezando porque no pude vencer el aburrimiento. Fue entonces cuando la niñera, que estaba a mi lado, me miró sorprendida.
—¡Oh, cielos, Su Alteza!
Sorprendida por la llamada repentina, parpadeé, olvidándome de cerrar la boca.
—¡Le está creciendo otro diente!
La niñera me miró a la cara con atención.
¿Otro diente?
Durante unos días me estuvo doliendo y picando un lado de la encía, al parecer me estaba creciendo otro diente. Las personas que se estaban preparando para el banquete se acercaron rápidamente ante la noticia.
—Es tan adorable.
Ahora incluso me elogiaban solo porque me estaba creciendo un diente. Me sonrojé un poco avergonzada.
—Ya es hora de que empiece a hablar, ¿verdad? —dijo una sirvienta.
Algunas personas se tensaron ante sus palabras.
El rostro de la emperatriz, que me miraba muy contenta desde un lado, se oscureció un poco. Le preocupaba en secreto que no hablara.
Era bastante conocido en el palacio imperial que la princesa era poco expresiva. Una niña fácil de cuidar, que no lloraba y siempre estaba tranquila.
Sin embargo, también se rumoreaba en secreto que me pasaba algo. De lo contrario, no era posible que fuera tan inexpresiva.
Hasta ahora no he balbuceado nada, como un niño normal. A esta edad, ya era hora de que dijera “papa” o “mama”. Por eso, hablar de mi crecimiento era casi un tabú tácito en nuestro palacio.
Quizá la doncella acababa de llegar al palacio para ayudar con los preparativos del banquete y, por tanto, no conocía bien la situación.
—Sí. Le están creciendo los dientes, así que pronto comenzará a hablar —dijo la niñera, con una forzada voz alegre.
La emperatriz rio por lo bajo.
—Así es.
—Claro que sí, después de todo, es una linda princesa que heredó los genes de Sus Majestades. Es diferente hablar con fluidez y hablar pronto, ¿no es así?
La niñera trataba de consolar desesperadamente a mi madre.
Bajé la mirada, triste. Cerrar mi corazón no estaba siendo del todo conveniente.
La gente a mi alrededor siempre me miraba con preocupación porque no balbuceaba y era tímida. No obstante, el cariño que se reflejaba en sus rostros era genuino.
Sabía lo que le preocupaba a la emperatriz. De hecho, yo también estaba ansiosa.
Pero por mucho que lo intentara, no podía hablar. No se debía a que mi cuerpo aún estuviera en crecimiento. Si estuviera resuelta, podría hablar todo lo que quisiera ahora mismo.
Sin embargo…
Cada vez que intentaba hablar de repente me sentía asfixiada. Estaba tan asustada que incluso prefería no hablar.
El trauma de haber sido traicionada por mi familia en mi vida anterior me paralizaba por completo y me lo impedía. Todavía era demasiado doloroso.
Había un silencio sepulcral en la habitación. Traté de fingir ignorancia, pero pude sentir un dolor punzante en mi corazón. En ese momento, una mano cálida se extendió hacia mí. Temblé, y casi la evito involuntariamente.
Su toque fue muy cariñoso. Muy cálido.
—Aisha comenzará a hablar pronto —dijo la emperatriz con dulzura—. Hasta entonces, puedo esperar para siempre.
La miré con atención a los ojos del color de los lirios [3]. Contenían una emoción más fuerte que la tristeza: su amor por mí. Eso era.
Por alguna razón, me quedé aturdida.
La doncella que había hablado al principio guardó silencio. Al parecer se había dado cuenta de que había dicho algo inapropiado.
Poco después, la emperatriz se levantó de su asiento.
—Aisha, ¿hoy también intentamos caminar?
Los sirvientes se acercaron rápidamente. La emperatriz me cargó en sus brazos y me sentó en la alfombra blanda.
Estos días he tenido una nueva tarea: practicar caminar frente a la emperatriz.
Aunque estaba descontenta con todo lo demás, hacía lo mejor que podía durante esta práctica. Quería poder caminar pronto sin la ayuda de los demás.
Era simplemente una sensación, pero cada vez que daba un paso, me sentía un poco más libre.
—Uno, dos. Uno, dos.
A la voz de la emperatriz, levantaba despacio los pies. Caminar era muy difícil porque mis piernas aún no eran bastante fuertes.
Al ver a la emperatriz extender sus brazos hacia mí a lo lejos, sin cansarse, de repente los recuerdos del pasado se superpusieron.
Mi anterior madre. Aunque dije que la emperatriz de Idenbell nunca me había abrazado con afecto, creo recordar que en algunas ocasiones sí lo hizo. Sin embargo, solo se trataba de un gesto político destinado a demostrar una atmósfera armoniosa al público en los encuentros oficiales y formales. A pesar de eso, me hacía feliz. Porque los brazos de mi madre eran muy cálidos.
Obligué a mis piernas a dar uno, dos, tres pasos.
Podía escuchar con vaguedad a la gente de mi alrededor animando.
Ah…
Aunque solo di tres pasos, me temblaban las piernas.
El número máximo de pasos que he dado hasta ahora era de tres. Pero por alguna razón sentí que esta vez podía caminar más.
Un poco más.
Era ambiciosa.
Vayamos un poco más lejos.
¿Estaba siendo demasiado ambiciosa? Me caí sobre la alfombra.
Las personas que me observaban exclamaron apenados a mi lado.
—Un poco más y habrían sido cuatro pasos. Es una lástima.
—Aun así, lo hizo muy bien, princesa.
Estaba acostada boca abajo en el suelo suave y esponjoso.
—¿Estás bien, Aisha? —preguntó la emperatriz.
Ugh…
Reuní toda mi fuerza y me levanté de nuevo. Me temblaban un poco las piernas, pero quería intentarlo una vez más.
—¡Qué admirable!
Todos reían y me elogiaban mientras me miraban. Pero no presté atención a sus voces. Miré al frente y me concentré.
Mi objetivo era caminar hasta la emperatriz. Tendría que dar al menos diez pasos más para llegar ahí, pero no quería rendirme.
Si camino poco a poco… ¿Algún día podré saltar a su abrazo sin dudarlo?
Empecé a caminar de nuevo. La emperatriz siguió extendiendo sus brazos hacia mí.
♦ ♦ ♦
A medida que se acercaba el banquete de cumpleaños, el palacio de la princesa imperial se volvía cada vez más bullicioso. Isis no me había visitado en mucho tiempo.
—¡Aisha!
Escuché de mi informante, la niñera charlatana, la noticia de que regresó de la caza de primavera. Quizá por eso hoy tenía un regalo especial en la mano.
Cuando lo vi, me pareció un poco disparatado.
Normalmente habría traído juguetes o flores bonitas que a los niños les encantarían, pero hoy tenía algo un poco especial en la mano.
—Es piel de oso. Lo atrapé en esta cacería —dijo riéndose.
Era la piel de un oso fuerte.
¿Qué? ¿Atrapaste a un oso?
Sus palabras me sorprendieron tanto que olvidé fingir indiferencia.
Tiene nueve años, pero ¿atrapó a un oso?
Aunque sabía que era excepcional por naturaleza en artes marciales, esto superaba mis expectativas.
Eso no era todo.
—No solo eso —prosiguió con una voz un tanto emocionada—. ¡Aisha, te estoy preparando un regalo de cumpleaños!
¿Qué es? Como no pude adivinarlo, pestañeé, y al momento siguiente se llevó el dedo índice a los labios, como pidiendo que guardara silencio.
—¡Sin embargo, es un secreto hasta tu cumpleaños! —esbozó una alegre y brillante sonrisa.
Aunque era un poco absurdo, no tenía más remedio que esperar hasta el banquete de cumpleaños.
Varios días más tarde, unos invitados importantes llegaron al palacio imperial: el marqués Russell y su esposa, mis abuelos maternos.
Al oír la noticia, la emperatriz se alegró mucho y fue a recibirlos de inmediato. Puede que no actuara acorde a las normas del palacio imperial, pero era una gran alegría para los tres. Tan pronto como se vieron, compartieron un cálido abrazo.
—¿Has estado bien, cariño?
El marqués Russell era un hombre con cabello plateado y ojos azules. En cambio, la marquesa tenía ojos violetas y cabello color avellana.
Debido a que los recuerdos de mi nacimiento eran vagos y solo recordaba haberlos visto una vez, era una sensación bastante nueva para mí.
—Por supuesto. Su majestad el emperador es muy amable conmigo —sonrió tímida como una niña—. Además, Aisha está creciendo muy rápido y sana.
Entonces, sin dejar escapar la oportunidad, comenzó a presumir de mí: que ya sé dar cinco pasos seguidos, que no lloro y soy muy tranquila. También que no doy problemas a la hora de comer. Incluso que a veces le daba un poco de vergüenza cuando la gente me elogiaba por lo linda y encantadora que soy. Pero ella también pensaba lo mismo, y así sucesivamente.
Su charla me hizo preguntarme de nuevo si la emperatriz siempre fue así de habladora.
—Sí, sí. —La pareja asintió—. Bien, veamos.
—Oh, ¿ya has crecido tanto?
Prepararon de inmediato unos asientos para nosotros en el salón.
Los miré con indiferencia desde el pequeño sofá donde la emperatriz me había sentado.
La señora Russell me cargó y levantó con naturalidad, como si estuviera acostumbrada al cuidado infantil.
—Eres tan linda. Eres como un hada de la nieve que aparece en invierno. Me dan ganas de morderte.
El marqués Russell me observó desde un lado, parecía muy encantado.
Cuando nací, estos dos probablemente tenían esa expresión que decía que era tan adorable que no podían soportarlo.
—Trajimos algunos juguetes para Aisha. ¿Te gustaría verlos? —dijo la esposa del marqués a la emperatriz.
—Oh, cielos, todo eso…
Cuando la señora Russell hizo sonar la campana, varios sirvientes entraron en fila. Cada uno sostenía una hermosa caja de colores atada con una cinta. En el interior, había lindas pelotas, joyas de oro, zapatos de piel resistentes, snacks para bebés y un libro de cuentos de hadas del norte.
¿Un libro de cuentos de hadas?
Tenía una duda.
Gracias a los recuerdos de mi vida anterior, puedo leer en Elmyrrh. Sin embargo, ese es un secreto que solo yo conozco porque nadie me ha oído hablar.
Pero ¿por qué trajeron un libro de cuentos de hadas que aún no puedo leer?
—Lo trajimos porque pensamos que sería bueno que Aisha se interesara en la región norte cuando crezca —dijo el marqués, resolviendo mi duda.
Parecía estar muy orgulloso de su territorio en el norte. Lo veía en su rostro lleno de satisfacción.
—Y no sabemos cuándo podremos volver a la capital otra vez… Queríamos darle sus regalos por adelantado.
Por un momento, los ánimos decayeron.
Debido a que el marqués Russell era el que custodiaba la frontera, era natural que no tuviera la oportunidad de venir a la capital a menudo. La emperatriz parecía un poco triste por eso, pero pronto asintió con la cabeza.
Me dejaron jugar con los juguetes.
Tenía un poco de curiosidad por los cuentos del norte, pero, por supuesto, era un secreto que podía leer, así que agarré la linda pelota. No era ni demasiado pesada ni muy liviana, y encajaba a la perfección en mi mano.
—¿Te gusta? —se rio la esposa del marqués—. Es un regalo que escogí. Me alegra que a Aisha le guste.
Hice rodar la pelota, la abracé con fuerza y la hice botar. Estos días como mi fuerza en las manos ha aumentado, se ha vuelto bastante divertido jugar con juguetes como este.
Los tres me miraron durante un largo instante, como si fuera muy linda.
Ya había transcurrido mucho tiempo desde que comenzó la hora del té. La emperatriz y la esposa del marqués, que habían estado jugando conmigo, se llevaron el té frío a los labios.
—¿Cómo han estado? La situación en el norte… —preguntó con voz cautelosa la emperatriz.
Mientras fingía jugar con la pelota, presté atención a su conversación. No había nada de malo en escuchar sobre la situación en la que se encontraba este imperio. Después de todo era información muy importante.
—¿Hablas de los bastardos de Idenbell? —dijo el marqués con voz burlona—. Tras el acuerdo de paz, todo ha estado tranquilo. Sin embargo…
Como mencioné anteriormente, la familia Russell está ubicada en la frontera, la cual bordea el “Imperio Idenbell”. Era un imperio rival del Imperio Elmyrrh desde hace cientos de años.
Me mordí un poco los labios.
Una cosa de la que me di cuenta al escuchar su conversación fue que el marqués Russell en realidad odiaba mucho al Imperio Idenbell. Tal vez porque perdió a muchos de sus hombres cada vez que estallaban pequeñas batallas mientras protegía la frontera.
Debido a eso, me gustaba bastante el marqués Russell. Cuanto más insultaba al Imperio Idenbell, más aliviada me sentía.
También dijo varias cosas sobre la situación actual, así que cuanto más lo escuchaba, más fascinada quedaba.
De hecho, deseaba de todo corazón que continuara la conversación sobre el Imperio Idenbell. Para ser más precisos, la conversación sobre la familia imperial.
Era un sentimiento bastante contradictorio.
¿Cómo estarán…?
Dándoles la espalda, solté una risa vacía.
Ya había pasado un año desde que morí. ¿Cómo estaba la familia imperial de Idenbell? ¿Y qué tan bien vivían?
Cada vez que esos pensamientos venían a mi mente, una gélida tormenta de furia se desencadenaba en lo profundo de mi corazón, pero, al mismo tiempo, tenía curiosidad de saber de ellos.
Apreté los labios. Fue entonces que…
—Ahora que lo pienso, de camino escuchamos un rumor.
—¿Qué rumor?
—Para este banquete de cumpleaños, el Imperio Idenbell enviará un diplomático y regalos. ¿Es cierto? —prosiguió el marqués, como si estuviera disgustado.
Ante sus palabras, dejé caer inconscientemente la pelota que sostenía.
¿Un diplomático…?
Mi corazón comenzó a latir con fuerza.
La palabra “rival” significa que al menos se reconocen el uno al otro como un buen adversario. Dado que enviarán un diplomático al imperio vecino, no seleccionarán a cualquiera a la ligera, sino que, por lo menos, a un noble de rango alto o…
—¿No me digas que la familia imperial vendrá en persona? Es muy encomiable que vengan hasta aquí para celebrar el cumpleaños de Aisha, pero no quiero ver a esos bastardos —declaró el marqués, con desdén.
Ah… Por favor, ayúdame a resistir esto, le supliqué a Dios.
La familia imperial… Era probable que los volviera a ver.
Desde luego, tenía curiosidad por saber de ellos. Por eso hasta ahora había estado prestando atención a las palabras del marqués.
Ahora bien, si volviera a encontrarme con ellos… ¿podría mantenerme cuerda?
Mi corazón latía tan fuerte que comencé a marearme.
—¿Cómo se atreven a venir aquí? —prosiguió el marqués—. Escuché que la situación ahí es como una perrera. Cualquiera de la familia imperial…
En ese punto, ya no podía soportar más la ansiedad. Para aliviarla, mi cuerpo de bebé eligió una salida.
—¡Uaaaang…!
No pude soportarlo y me eché a llorar. De mis ojos comenzaron a brotar lágrimas como perlas que caían sin cesar.
Al verme llorar de repente, la emperatriz se levantó rápido de su asiento.
—¿Q-Qué sucede, Aisha? ¿Estás bien?
Sin poder responder, solo derramé lágrimas. Entonces me cargó y empezó a calmarme.
En su pecho había un olor cálido y familiar. Era un aroma tranquilizante que olía desde que nací.
Ante mi llanto desconsolado, el marqués y su esposa estaban igual de confundidos.
—¿T-Te duele en alguna parte?
El marqués me miró nervioso. Pero en ese momento su esposa lo golpeó con fuerza en la espalda. Fue tan fuerte que se escuchó el corte del aire.
Se estremeció ante el repentino golpe.
—A-Ay. ¿Por qué me golpeas de repente…?
—Porque estás diciendo tonterías innecesarias. —Sus ojos violetas observaron al marqués de forma amenazadora—. Los bebés son muy sensibles. Estoy segura de que se puso ansiosa al oírte levantar la voz.
Al escuchar sus palabras, la emperatriz tampoco se quedó de brazos cruzados.
—Así es. Aisha es una niña muy tranquila. Apresúrate y tranquilízala.
—Ah, eh, ¿es así? Uh… —comenzó a titubear—. No me di cuenta. Lo siento, Aisha…
Hizo una mueca extraña, luego comenzó a jugar al “cucú tras” [4] y, durante un buen rato, hizo todo lo posible para hacerme reír.
Hipé mientras lo miraba con ojos llorosos.
—Vamos, Aisha. Está bien. Mamá está aquí y regañará al abuelo.
La emperatriz me meció con cuidado. Solo entonces pude dejar de llorar.
El marqués se secó el sudor. Al parecer sufrió bastante durante este breve momento.
—Caray, hice llorar a Aisha sin motivo. En cualquier caso, todo es culpa de esos bastardos de Idenbell, ¿cierto? —me dijo, avergonzado.
Probablemente no quiso decirlo en forma de pregunta. Tal vez lo dijo para aquietar su vergüenza. No obstante, asentí sin vacilar.
Así es.
Entonces abrió mucho los ojos.
Toda la gente de Idenbell es horrible.
Traté de transmitir mi apoyo juntando mis manos. Ante eso, el marqués miró a mi madre perplejo.
—Parece que a Aisha no le gustan los bastardos de Idenbell.
—Sí…
La emperatriz parecía un poco sorprendida. Era comprensible, ya que yo, que por lo general no reaccionaba mucho, lloré y asentí con la cabeza ante la mención de Idenbell.
Cuando confirmaron que había dejado de llorar por completo, los tres volvieron a sentarse y continuaron con la hora del té, aunque esta vez estaba en los brazos de la emperatriz. Quería liberarme de sus brazos, pero no relajó su fuerza, como si estuviera preocupada por mí.
Al final no tuve más remedio que dejar de resistir inútilmente.
La emperatriz siguió hablando del banquete de cumpleaños mientras me acariciaba de vez en cuando la cabeza.
Para no aburrirme, volví a coger la pelota que antes dejé caer. La agarré con todas mis fuerzas para aliviar la ira reprimida. Pero quizá por eso la pelota se resbaló y rodó debajo de la silla.
—Oh, cielos. ¿Quieres que la recoja de nuevo, Aisha? —me preguntó la emperatriz.
La pelota de colores rodó muy lejos.
Pero solo cerré los ojos con fuerza. Ya ni siquiera tenía energía para jugar con eso.
Al final la dejé rodar.
Odio todo esto.
Me sentía triste.
♦ ♦ ♦
La emperatriz parecía preocupada por mí.
Después de que el marqués Russell y su esposa regresaron al palacio donde se alojaban los invitados, me dio unas suaves palmaditas.
—Aisha, ¿estás de mal humor?
Ignoré su mirada.
Entonces pareció preocupada, como si estuviera en un aprieto.
—¿Qué puedo hacer para que te sientas mejor? —murmuró para sí misma.
Luego trajo la pelota con la que estaba jugando antes y la agitó frente a mí. Pero cuando no reaccioné, bajó la mano con timidez.
—¿O quieres unos snacks, linda Aisha?
Al ver que me hablaba con dulzura, una sensación desconocida me invadió. Porque era muy preciada para ella, la emperatriz estaba tratando de hacerme sentir mejor, a pesar de no saber qué hacer.
Sentí un poco de pena por ella.
En primer lugar, no era su culpa; solo me deprimí al escuchar el nombre de Idenbell.
Acepté obediente el snack para bebés que me ofreció. Entonces su rostro se iluminó como una flor de primavera en plena floración.
Fue en ese momento que Isis y su majestad el emperador vinieron de visita.
—Iris.
—¡Aisha!
Tan pronto como entraron en el salón, dijeron el nombre de la emperatriz y el mío.
Sin duda eran padre e hijo, los dos se parecían mucho. Además, la actitud con la que nos llamaron como si fuéramos lo más preciado del mundo fue muy similar.
—¿Qué los trae por aquí?
La reacción de la emperatriz y la mía fueron diferentes. A diferencia de la emperatriz que los recibió con alegría, yo me limité a observarlos con indiferencia.
—He venido a ver a mi amada esposa e hija.
—¡Para ver a la señorita Iris y Aisha! —Hablaron al mismo tiempo.
Se miraron perplejos. Parecían haberse dado cuenta que eran muy similares entre sí.
Ante eso, la emperatriz esbozó una pequeña sonrisa.
—Por favor, siéntense.
Prepararon té fresco para ambos. En la mesa también había dulces para Isis. Su rostro se iluminó de repente, pero parecía estar tratando de contenerse, tal vez porque estaba delante de mí.
El emperador tomó la mano de la emperatriz con rostro cariñoso.
—Es un alivio que Aisha y tú parezcan estar bien.
La emperatriz asintió.
—Todo es gracias a Su Majestad.
Se decía que el emperador fue amigo de la infancia de la anterior emperatriz, Thetis. Siempre se preocupó por su cuerpo débil y la cuidó tanto física como mentalmente.
Sin embargo, después de su trágica muerte, no podía dejar vacante su puesto, por lo que admitió como emperatriz a Iris, la hija de la autoridad del norte. A pesar del gran dolor que debió suponer perder a Thetis, el emperador se mostró muy atento y sincero para que Iris, que acababa de ingresar al palacio imperial, no se sintiera marginada. Y podía verlo con claridad.
—Y a Isis también.
Isis, que estaba comiendo un refrigerio, sonrió alegre.
Aunque era su medio hermana menor, Isis siempre me colmaba de un amor inconmensurable. A pesar de que no sería extraño que estuviera alerta o fuera receloso conmigo, o que incluso me abandonara en el futuro, porque podría representar una amenaza para el trono.
La emperatriz estaba muy agradecida con ambos por tratarnos siempre con cariño.
—Soy tan afortunada de tenerlos a ambos.
Un ambiente cálido impregnó el salón.
Ahora Isis estaba tratando de jugar conmigo, quien permanecía indiferente. No debía ser divertido para un niño de nueve años jugar con un bebé como yo, no obstante, él siempre era amable y sincero conmigo.
—Aisha, di “ah”. Aquí, “ah”.
La emperatriz sonrió al verlo tratando de darme un refrigerio.
—Gracias por querer siempre a Aisha.
Isis, que había estado tratando de llamar mi atención por todos los medios, de repente levantó la cabeza.
—Por supuesto. Soy su “hermano mayor” —dijo, sonriendo con alegría—. Protegeré a Aisha. Lo juré.
—Oh, cielos, qué fidedigno [5].
Al final la emperatriz esbozó una pequeña sonrisa, incapaz de contenerla.
Hermano mayor…
Lo miré con atención. Ahora no era más que una palabra con un significado negativo para mí.
En ese momento, Isis de repente carraspeó, como si tuviera algo que decir.
—Señorita Iris, Aisha, tengo algo que decirles.
Ante sus palabras, la emperatriz ladeó la cabeza.
—¿Qué es?
—Estoy muy feliz de tener a la señorita Iris y a Aisha —nos susurró Isis, como si estuviera contando un secreto. Luego habló del pasado: —Probablemente sin ustedes dos, me habría sentido muy solo siempre.
—Isis…
—Después de la muerte de mi madre, siempre me sentí muy solo.
Estaba un poco sorprendida. Isis, que siempre parecía alegre y brillante, dijo algo así.
Pero si lo piensas, era lógico. Para un niño, la muerte de su madre debe haber sido muy impactante. Simplemente hasta ahora no había notado su oscuridad.
—No obstante, ahora es diferente —dibujó una amplia sonrisa en su rostro que era mucho más claro que el cielo azul en un día de primavera—. Quiero mucho a la señorita Iris y a Aisha. Cuando estoy con ustedes dos, el mundo brilla. Solo puedo pensar que es un milagro que tenga a unas personas tan preciadas a mi lado.
Al final, la emperatriz se secó ligeramente las lágrimas de los ojos.
—Yo también… P-Porque tengo a Isis y Aisha vino a mí. Además, me hace muy feliz poder estar junto a Su Majestad.
—Es lo mismo para mí —intervino el emperador—. Estoy muy contento de que los cuatro podamos estar juntos —declaró y revolvió el cabello de Isis, que sonrió alegre.
Apreté mis manos con fuerza.
—¿Te gustaría cargar a Aisha una vez? —le propuso la emperatriz a Isis.
Por alguna razón, recordé a mi padre durante la hora del té. A diferencia de él, Isis no se negó.
Miró a la emperatriz con ojos brillantes.
—¿Puedo?
¿De verdad estará bien?
Estaba preocupada. Estaba bastante inquieta por confiar mi cuerpo a Isis, que todavía tiene solo nueve años. Pero como no podían saber cómo me sentía por dentro, terminé siendo cargada con cuidado en sus brazos.
—Así, tienes que sujetar bien su trasero con las manos. De lo contrario, su cuerpo se inclinará y se sentirá incómoda.
—Wow…
Isis me sostuvo con fuerza, tal como le había indicado la emperatriz. Sus brazos eran más fuertes de lo que pensaba, por lo que no tuve que preocuparme por caerme.
El rostro de Isis, visto de cerca, brillaba radiantemente, muy emocionado y lleno de alegría. Era pura felicidad sincera.
—Es cálida.
Me cargó durante mucho tiempo, como si no fuera pesada. Envuelta en sus brazos, escuché los latidos de su corazón.
La nueva familia que obtuve al volver a nacer… eran personas realmente encantadoras.
Isis, el emperador, la emperatriz y yo.
En mi vida anterior, pensaba que la familia imperial estaba formada por personas frías y egocéntricas. Sin embargo, lo que sentí aquí y ahora fue calor, como el del fuego de un brasero.
Sin darme cuenta, me recliné contra los pequeños brazos que me sujetaban.
♦ ♦ ♦
Cuando Isis y el emperador se retiraron, ya era hora de cenar. La emperatriz me preparó personalmente la cena.
Después de comer, jugué un poco de nuevo y, en un abrir y cerrar de ojos, anocheció.
¿Ya debo volver?
De acuerdo con el derecho consuetudinario [6] del palacio imperial, no importa cuán joven sea el miembro de la familia imperial, debía dormir separado de su madre. Existían unas normas de etiqueta que debía cumplir la familia imperial.
Sin embargo, hoy, por alguna razón, me sentí apenada por esas reglas.
Mientras observaba distraída el oscuro exterior…
—Aisha.
…una mano suave me envolvió.
Era la emperatriz. Me rodeó con sus brazos, me cargó y me frotó las mejillas.
—¿Duermes con mamá hoy, pequeñina?
Ante sus palabras, la doncella se sorprendió un poco.
—Pero las normas del palacio…
—Solo por esta vez, finge que no sabes nada, Emily —sonrió suavemente—. Por alguna razón, hoy no quiero separarme de Aisha.
Miré a los ojos a la emperatriz.
La doncella no pudo evitar hacer una mueca.
—Como desee la señorita Iris…
—Gracias.
Las doncellas me trajeron muñecas, cojines y otros artículos para bebés con los que siempre duermo en mi habitación.
La emperatriz, que se soltó su cabello plateado y se puso un fino pijama de seda, me acostó con cuidado en la cama.
—Hoy tengamos un sueño agradable, Aisha —diciendo eso, me cantó una nana.
Entonces pude sentir cómo mis ojos se cerraban despacio.
La dulce melodía de la nana que escuchaba sin fin desde que nací fue penetrando en mi corazón poco a poco, como el amor de la emperatriz.
«Soy muy feliz de tener a la señorita Iris y a Aisha.»
La voz de Isis resonó en mi cabeza…
«Estoy muy contento de que los cuatro podamos estar juntos.»
…junto con la voz del emperador.
Admiré su rostro con los ojos entrecerrados por el sueño.
Ella entornó sus hermosos ojos y sonrió.
Cerré los ojos.
Madre… Seguía siendo un título muy lejano. Una vieja sombra del pasado se aferraba a esa palabra. Sin embargo, cuando la recordé, no pude ignorar los fuertes latidos cautelosos de mi corazón.
♦ ♦ ♦
Pasó el tiempo y por fin llegó el banquete de cumpleaños.
Cualquiera de la capital sabía que el emperador había declarado que el banquete duraría un mes.
El hecho en sí fue sorprendente, pero me avergonzó escuchar que se realizó una publicidad a gran escala.
Aunque el banquete se llevaría a cabo en el palacio imperial, se esperaba que durante algún tiempo se celebraran festivales en la capital y alrededor del país.
Además de eso, también se organizarían representaciones teatrales dedicadas a mi persona, festivales de arte, obras de caridad para los pobres bajo mi nombre, etc. Enumerarlos uno por uno me haría doler la boca.
A pesar de que lo consideraba excesivo, me sentí un poco agradecida al pensar en el generoso corazón de las personas que se habían dedicado a preparar todo aquello.
Hoy era el primer día del banquete de cumpleaños. Por razones de seguridad y debido a mi timidez, se suponía que debía mostrar mi rostro solo el primer día. Por ello, varios espectáculos y la apertura de regalos se concentraron en el primer día del banquete.
En mi cumpleaños, las doncellas que me presentarían por primera vez ante el público estaban más estrictas que nunca.
—¿Entendido? ¡Hoy tenemos que adornar a su alteza la princesa para que sea la más hermosa del mundo!
—¡Desde el principio lo ha sido!
—¡Sin embargo, hoy buscamos la perfección más allá de la perfección!
—¡Sí!
Estaban muy entusiasmadas mientras me arreglaban. Al final, terminé usando un vestido rosa claro con muchos volantes y una linda y pequeña tiara plateada.
Cuando me miré en el espejo, ya no era un ángel sin alas. Porque vi una ilusión de alas batiendo en mi espalda.
Así era como resplandecía hoy.
La tiara, que había sido hechizada para que fuera liviana y no ejerciera mucho peso sobre el cuello del bebé, tenía incrustado un zafiro del tamaño de mi puño.
Incluso escuché que el emperador vació el tesoro nacional por mí.
Después de terminar de vestirse, la emperatriz vino y me abrazó con fuerza durante un buen rato. Con un vestido rosa claro a juego conmigo, estaba más deslumbrante que nunca.
Me besó en la mejilla y sonrió contenta.
—Mi querida hija.
Luego me cargó y entramos en la sala de recepción.
Cuando abrió las cortinas de encaje blanco junto a la ventana, entró la luz de la tarde. A los espíritus de la luz, que siempre rondaban a mi alrededor, les gustó y se pusieron a bailar.
Parecían ser conscientes de que hoy era un día emocionante.
—¿Quieres ver?
Las ventanas estaban cerradas, pero debido a que el vidrio era tan claro como el agua, pude contemplar una vista panorámica de la capital.
La capital estaba impregnada de un evidente ambiente festivo. Pétalos de color rosa claro revoloteaban por toda la capital.
A juzgar por lo claros y delicados que parecían, se trataba de la Flor de Elmyrrh.
—Todos están organizando un festival como este por tu cumpleaños —me susurró la emperatriz.
Bajé la mirada. Todos parecían muy emocionados.
—Porque todos te quieren.
Sin darme cuenta, agarré la ropa de la emperatriz, que se sorprendió y luego sonrió contenta.
En verdad, ¿qué es el amor?, pensé mientras la observaba.
El amor de la emperatriz, el emperador e Isis era como una medicina eficaz para las heridas. Una medicina que curaba poco a poco las heridas dolorosas.
A lo lejos podía oír con vaguedad la música alegre del festival.
Contemplamos el panorama a través de la ventana durante un largo instante.
Al cabo de un rato, la emperatriz me miró y sonrió con dulzura.
—Feliz primer cumpleaños, Aisha.
Ya ha pasado un año desde que renací.
Miré a los ojos de la emperatriz y sonreí un poquito.
Hoy entraría al salón de banquetes con la emperatriz e Isis.
No era exagerado decir que todos los nobles de la capital acudieron a la ceremonia que comenzaría por la tarde.
Los carruajes abarrotados frente al palacio imperial y la interminable procesión de aristócratas que descendían de ellos… hacían que me sintiera abrumada.
Antes de que comenzara el banquete, Isis vino a buscarnos a la sala de recepción.
—¡Aisha!
Que viniera de esa forma era una escena a la que ya me había acostumbrado por completo.
Esta vez llevaba un traje azul claro con botones dorados. Aunque todavía era joven, su apariencia pulcra ya parecía mostrar la clase y dignidad propias del príncipe heredero.
—¡Hoy estás muy hermosa! ¡Linda! ¡Encantadora!
[1] Lisonjera significa que agrada y deleita.
[2] La imagen persistente es una imagen que continúa apareciendo en los ojos después de un período de exposición a la imagen original. Una muy común es el área oscura que parece flotar ante los ojos después de mirar brevemente una fuente de luz, como el flash de una cámara.
[3] Por si acaso, el color lirio es un púrpura azulado.
[4] El cucú tras es un juego de escondite para bebés que consiste en colocar entre tu cara y la del bebé algún tipo de prenda, como una toalla, o tus propias manos, y, acto seguido, quitarla diciendo: “¡Cucú!”.
[5] Fidedigno significa ser digno de fe y crédito.
[6] El derecho consuetudinario son normas jurídicas que no están escritas, pero se cumplen porque en el tiempo se han hecho costumbre cumplirlas; es decir, se ha hecho uso de esa costumbre repetidamente, en el tiempo, en un territorio concreto.