Traducido por Den
Editado por Damian
Pero esa dignidad desapareció enseguida. Dio vueltas a mi alrededor, gritando todas las palabras floridas que conocía.
—Después de todo, mi hermanita es la mejor —sonrió alegremente—. Feliz cumpleaños. Tienes que quedarte conmigo durante mucho tiempo, ¿sí? —murmuró, armando un alboroto. Me miró como si fuera un pajarito.
La emperatriz sonrió con dulzura al verlo así.
—¿Puedo llevar a Aisha al salón de banquetes? —insistió Isis, que me había estado llamando adorable durante largo rato.
—¿Al salón de banquetes?
La emperatriz se quedó pensativa por un momento. El salón de banquetes estaba demasiado lejos, por lo que debía estarse preguntando si Isis podría lograr llegar conmigo en brazos.
No obstante, poco después pareció confiar en la fuerza de Isis, que pudo vencer a un oso.
—Sí, pero debes tener cuidado de no dejarla caer. Aisha es frágil.
—¡Por supuesto!
Al final, Isis terminó cargándome. En su rostro había dibujada una radiante sonrisa, como si estuviera muy contento.
Al cabo de poco, abandonamos la sala de recepción y nos pusimos en marcha hacia el salón de banquetes.
Quizá debido a las innumerables doncellas que nos seguían o por la gran cantidad de aristócratas que vi a través de la ventana, es que podía sentir los nervios que nos recorrían por el cuerpo.
Caminamos por un largo pasillo y nos detuvimos frente a una enorme puerta.
—Entraremos.
Ante las palabras de la sirvienta, los dos guardias que estaban frente a nosotros hicieron una profunda reverencia.
Tras esa puerta, habrá muchos nobles que estarán esperando verme. Y eso era una pesada responsabilidad. Cada una de mis acciones llamará su atención, al igual que en mi vida anterior.
Como hija de la emperatriz y el emperador, siempre me esforcé por ser perfecta ante la sociedad desde mi debut a la edad de doce años. Por eso, cada vez que se celebraba un banquete no podía beber ni un sorbo de agua en todo el día. Sentía que vomitaría por los nervios.
¿Todo estará bien?
Al recordar aquella época, mi cuerpo comenzó a ponerse rígido sin darme cuenta. En ese momento, Isis me sujetó con firmeza, como si se hubiera percatado de mis pensamientos.
Me sonrió con amabilidad.
—Aisha, ¡sonríe!
Parpadeé ante sus inesperadas palabras.
¿Por qué de repente quieres que sonría?
—Quiero que seas muy feliz hoy —me explicó—. Por eso se está celebrando este banquete y todos están aquí. No tienes que preocuparte por lo que piensen los demás. Solo deseo que te rías y te diviertas aquí hoy.
Sonrió alegremente mientras yo permanecía en silencio. Sabía que era tímida ante los desconocidos y por eso dijo eso. No lo entendía.
De acuerdo…
Es gracioso, pero sus palabras influyeron en mí.
¿Qué tengo que hacer? No te pongas nerviosa.
Ahora mismo era un bebé de un año. Solo tenía que sentarme cómodamente y sería elogiada. No había ninguna razón para sentirme presionada. No era una reunión social en la que las personas se criticarían los unos a los otros como en el pasado.
Todo estará bien.
Me calmé.
Tras las palabras de Isis, los guardias abrieron lentamente la puerta del enorme salón de banquetes. Luego, uno de ellos anunció en voz alta:
—Presento a su majestad la emperatriz Iris de Elmyrrh. Su alteza el príncipe heredero Isis de Elmyrrh. Y…
Respiré hondo.
—¡A su alteza la princesa Aisha de Elmyrrh!
♦ ♦ ♦
En ese momento, los nobles estaban muy emocionados de ver a Aisha. Hasta ahora, la primera princesa del imperio, Aisha de Elmyrrh, no había aparecido en público.
Por razones de seguridad, era normal que la familia imperial no apareciera en público, pero en el caso de la princesa Aisha, eran mucho más estrictos. Puesto que nadie la había visto, a excepción de algunas doncellas, podían imaginar lo rigurosos que eran.
Lo que querían saber era esto: ¿hay alguna razón para celebrar un banquete de tal magnitud?
Por supuesto, el primer cumpleaños y la ceremonia de coronación como príncipe heredero de Isis también fueron de ese calibre. Pero en ese caso había una justificación: Isis era el sucesor.
¿Es para ser imparcial?
Los invitados no pudieron evitar mirar al emperador con curiosidad.
¿Cómo es su alteza la princesa?
El emperador, que conocía la respuesta, simplemente se sentó tranquilo en el trono y los observó.
Pronto llegaría su emperatriz, Isis y Aisha.
Se veía muy contento. Cuando los nobles lo notaron, de repente comenzaron a pensar disparates. Concretamente, esto: por cierto, ¿su alteza la princesa se parece a su majestad la emperatriz o a su majestad el emperador?
Aunque era un poco irrespetuoso pensar en la familia imperial, era inevitable que surgiera tal curiosidad.
Si se asemejaba a su padre, el emperador Tyrion, sin duda sería una niña de cabello dorado.
Dejaron volar su imaginación.
Se decía que Tyrion derribó a un oso antes de cumplir los diez años. Así que imaginaron a un mini Tyrion en versión niña. Naturalmente, en sus mentes comenzaron a dibujar a una joven heroína que empuñaba una espada afilada en una mano y poseía un espíritu capaz de abrumar a todos los presentes.
No les importaba que Aisha tuviera solo un año.
Se parecía a Tyrion, blandiendo su espada con confianza… y gobernando con mano dura a los aristócratas.
No…
Temblaron. Para ser sinceros, esa ilusión era un poco aterradora.
Isis tenía nueve años, y habían estado circulando rumores entre la sociedad de que derribó a un oso el otro día. No podían creer que ese niño que siempre estaba sonriendo y a duras penas le llegaba al pecho a un adulto blandiera una espada y derribara a un oso…
Aunque era estremecedor, si Aisha se parecía a Tyrion, existía la posibilidad de que eso sucediera.
Cuando imaginaron a los dos hermanos acabando con el terreno de caza del palacio imperial, trataron de cambiar desesperadamente su visión.
También podría parecerse a su madre.
¿Y si se parece a su madre?
La emperatriz Iris, que llevaba dos años en el palacio imperial, era una gran belleza con cabello plateado y hermosos ojos color iris.
Era tranquila, amable y tierna, por lo que muchos cortesanos tenían una impresión favorable de ella. Por esa misma razón, en el fondo también esperaban que se pareciera más a la emperatriz.
Una niña adorable que se vería exactamente igual que Iris y que, con tan solo verla, estarías contento.
Aun así, llegaron a la misma conclusión: ya sea que se parezca a su madre o a su padre o a los dos, Aisha sería muy hermosa.
Las monedas especiales grabadas con el rostro del emperador eran muy caras como para tenerlas. Se debía a que el emperador era un hombre muy apuesto.
Su distintiva atmósfera serena contrastaba con su majestuosidad, su cabello dorado oscuro y sus ojos azules como el cielo otoñal. Todos y cada uno de estos rasgos eran suficientes para cautivar a todos.
E Iris también.
Iris poseía un hermoso cabello plateado como la galaxia, que caía suavemente por su espalda, unos ojos violetas con un brillo singular y un encanto puro como una flor empapada en el rocío de la mañana.
¿Cuán hermosa sería la princesa nacida de la unión de estas dos personas?
Su charla continuó.
Ahora los nobles comenzaron a hablar de Isis.
—Hmm, escuché que su alteza el príncipe heredero Isis quiere mucho a la princesa Aisha.
—Ah, también lo escuché. El príncipe le regaló la piel del oso que atrapó el otro día, ¿cierto?
Aparte de eso, se decía que reunía frutas especialmente raras en su espalda como una ardilla, muñecas tan grandes como él y hermosas flores, y siempre se las entregaba a la princesa.
Los nobles también sentían secreta curiosidad por su apariencia porque los cortesanos elogiaban a Isis por lo mucho que se preocupaba por su hermana menor a tan temprana edad.
—Escuché que su alteza el príncipe ha preparado algo para hoy. ¿Alguien sabe de qué se trata?
—Debe ser importante para él; tiene un gran corazón.
El ambiente en el salón de banquetes fluía sin problemas. No faltaba nada en el banquete preparado con tanto esmero por la corte. De hecho, perdías la noción del tiempo con tan solo admirarlo.
Aunque era extraño que el banquete durara un mes, la gente aún confiaba en el emperador Tyrion. Tenían una fe ciega de que había una razón para lo que hacía.
Lo podremos saber cuando aparezca la princesa Aisha.
Por esa razón, los presentes en el salón aguardaban ansiosamente a la princesa.
Mmm.
El emperador los observaba con satisfacción.
Pronto, resonó la voz del guardia apostado en la puerta.
—Presento a su majestad la emperatriz Iris de Elmyrrh. Su Alteza el príncipe heredero Isis de Elmyrrh. Y…
Todas las miradas estaban clavadas en la puerta. Todos se quedaron atónitos ante la inmediata aparición del bebé.
Dispersos por todo el salón de banquetes, había algunos nobles boquiabiertos y otros con los ojos abiertos como platos. En cambio, algunos pudieron superar la gran conmoción y mantuvieron la boca cerrada.
Aun así, todos pensaban lo mismo: ¡un ángel! ¡Es un ángel!
El bebé, con el cabello plateado ondulado como una nube esponjosa y los ojos azules, parecía un ángel caído del cielo. Cada vez que giraba un poco la cabeza, podían ver la ilusión de unas alas blancas alteando detrás de ella.
No, en realidad podría ser así. Aisha de Elmyrrh, la primera princesa, era un bebé que transmitía una sensación muy peculiar.
Aunque era solo un bebé, en el momento en que la vieron, sintieron ganas de correr a protegerla. Parecía una niña frágil, hasta el punto de que se iba a romper en alguna parte.
Sin embargo, al momento siguiente, cuando parpadeó, pudieron sentir con claridad la ternura de un bebé.
En realidad, era imposible definirlo con un par de palabras.
Al momento siguiente, se percataron de que Isis estaba cargando a Aisha.
¿El propio príncipe heredero?
El príncipe heredero, que solo tenía nueve años, sonreía mientras cargaba a la princesa como si no fuera pesada. Su rostro parecía exclamar: «¡esta es mi hermana menor!»
Su apariencia era tan…
—Linda… —declaró una dama, como si estuviera poseída y sin poder soportarlo más. Como si esas palabras fueran el comienzo, un sentimiento similar afloró en muchos puntos del banquete.
Así es. Un lindo hermano mayor que cargaba a su hermanita, era verdaderamente como la escena de una obra maestra. No, no solo era adorable y peligrosa para el corazón, sino que también era lo suficientemente hermosa como para preservarla para la eternidad.
Aisha, que miraba alrededor inquieta, frunció los labios, quizás porque no estaba familiarizada con este tipo de lugar.
Entonces algunos presentes ya no pudieron aguantar más y se tambalearon. Los dos hermanos parecían estar conquistando el palacio imperial con su ternura.
Sin darse cuenta, los nobles pensaron con fervor en el festival de arte de la capital.
Se rumorea que en el festival de arte se exhibirá el retrato de su alteza la princesa, ¿debería participar en la subasta?
¡Ah! Qué linda. Ojalá tuviera una hija así…
Quiero tener un retrato del príncipe heredero y la princesa juntos.
Realmente eran unos pobres prisioneros que habían sido cautivados por su ternura.
♦ ♦ ♦
La luz del candelabro era deslumbrante.
Cuando se abrió la puerta y entramos, la mirada de las personas se posó en nosotros.
Era una gran multitud. Había tanta gente que me estremecí involuntariamente. Pero Isis avanzó sin vacilar como si estuviera acostumbrado.
Isis me cargaba, por lo que, por supuesto, no tuve más remedio que seguir adelante con obediencia. La emperatriz, que parecía un poco nerviosa, avanzó despacio.
Frente a nosotros, se encontraba el emperador sentado en su trono, mirándome. Hoy había una sonrisa más cálida en su rostro.
Escuché a la gente murmurar. Las voces se mezclaban demasiado, por lo que no podía captar bien lo que decían. Aun así, intenté prestar atención; sentía curiosidad por saber qué pensaban de mí.
Sin embargo, pronto me percaté de que no hacía falta que intentara distinguir las voces. Porque la mayoría decía lo mismo.
—¡Tan linda…! —La voz resonó como un pequeño grito en cada rincón del salón de banquetes.
¿Linda? Sin darme cuenta, fruncí los labios molesta. Aunque era algo que escuchaba todos los días de las doncellas del palacio imperial, todavía no me acostumbraba.
Pero escuchar que era linda me hacía sentir más como un bebé.
No obstante, las personas me veían más linda con los labios fruncidos.
—¡Ah…!
Vi a algunas personas tambaleándose. Al final, dejé de fruncir los labios.
Isis se detuvo frente al emperador.
Tuve que alzar la cabeza para mirarlo.
Se levantó despacio de su asiento. Luego, bajó y se detuvo frente a Isis… Extendió la mano.
Isis no dijo nada.
El gesto del emperador fue claro: estaba pidiendo que me entregara rápido.
—Aisha es mi hermana menor —murmuró Isis descontento.
El emperador lo miró como diciendo: «vamos, rápido». Entonces, Isis suspiró como si no tuviera más remedio, y me cedió al adulto.
El emperador sonrió y me sostuvo en sus brazos con mucho cuidado.
Antes dijiste que no podías cargarme porque tenías miedo de que me rompiera.
Estaba estupefacta.
Aunque había una gran multitud, de alguna manera parecía haber un escudo especial entre la emperatriz, el emperador, Isis y yo. Un muro sólido que no podía penetrarse con facilidad.
—Gracias por venir a celebrar el banquete de cumpleaños de Aisha, la primera princesa imperial —anunció el emperador al cabo de un rato. No levantó la voz, todos ya le estaban prestando atención. Sonrió—. El banquete durará un mes, y será en honor a Aisha. —Su voz resonaba por todo el salón—. Así que disfrutemos y celebremos… —Los presentes levantaron la cabeza—, el primer cumpleaños de mi hija.
Ante esas breves pero poderosas palabras, los invitados no se contuvieron y exclamaron:
—¡Felicidades!
—¡Felicidades!
Al momento siguiente, el emperador sacó el agua bendita, se mojó las manos y, luego, me bañó ligeramente la cabeza. El agua bendita cayó sobre mi cabeza como el rocío.
Como el Imperio Elmyrrh creía más en el Dios de la Luz, el agua bendita procedía del Templo de la Luz.
La afinidad entre la divinidad de la luz y mis espíritus era bastante buena. Cuando recibí el agua bendita, sentí que los espíritus a mi lado se regocijaban. Los niños bailaban con rostros emocionados mientras flotaban en el aire.
Parecéis muy contentos.
Sin pensar estiré la mano mientras los observaba. En ese momento, Lu, el espíritu de rango inferior, descendió y se sentó en mi mano, y me sonrió alegre.
¿Me reí sin querer cuando lo vi? Porque escuché a alguien susurrando a mi lado:
—¿Lo viste? ¿Su alteza la princesa se rio?
—¡Sí! Es tan linda que me quedé sin aliento…
Cuando lo escuché, me esforcé por proteger mi dignidad como princesa. Sin embargo, al parecer ya había pasado mucho tiempo desde que la palabra “linda” estaba escrita en los ojos de las personas que me miraban.
Pronto me senté en el trono del emperador. Era un lugar muy incómodo, pero no pude escapar, porque los invitados se acercaron en seguida a felicitarme, y llegó el momento de abrir los regalos.
La ceremonia procedió en orden descendente, desde los nobles de rango alto hasta los nobles de rango bajo. Era una procesión de aristócratas interminable.
¿Hay tantos nobles en la capital?, me pregunté ante ello.
Comenzando con los duques, los marqueses, los condes…
Aunque sus regalos eran variados, no cabía duda de que todos eran objetos raros y preciosos. Los contemplé con curiosidad.
Se tardaban bastante tiempo por lo linda que era y luego volvían a sus asientos.
El tiempo pasaba tediosamente.
Al principio fue fascinante, pero la ceremonia fue larga y aburrida. Al final no pude vencer el aburrimiento y bostecé.
Oouah…
Quizá porque era el cuerpo de bebé, no podía concentrarme.
Observé la danza de los bailarines y escuché el recital de los músicos, pero no pude vencer el aburrimiento.
Fue entonces que Isis se levantó de su asiento, como si supiera cómo me sentía.
Lo miré un poco sorprendida.
¿Qué pasa?
Parpadeé y de repente recordé el regalo que dijo que me daría.
Dijiste que sería un secreto hasta mi cumpleaños, ¿cierto? ¿Me lo darás ahora?
Sin embargo, extrañamente, no había nada en sus manos.
¿Lo traerá un sirviente?
Estaba un poco confundida.
Isis se acercó a mí. Sus manos seguían vacías. Como estaba sentada en el trono del emperador, tuvo que aproximarse a este.
El emperador, que me sostenía en sus brazos, observaba la situación con rostro indiferente, como si ya estuviera al tanto de lo que haría.
El sirviente, que se encontraba a unos pasos detrás de él, se acercó con una espada en un cojín aterciopelado carmesí. La vaina dorada de la espada era hermosa y delicada como un adorno.
¿Me va a regalar una espada?
Parpadeé.
Pero era lógico que Isis no me regalaría una espada. Era un bebé de un año que no podía levantar ni una daga, mucho menos una espada.
En cualquier caso, ahora Isis era el protagonista, y el portador de la espada, y no yo.
Se acercó despacio a mí mientras me miraba. Se arrodilló y me cogió la mano.
Me sorprendí por un momento ante el repentino contacto íntimo. Como para tranquilizarme, sonrió.
—Mi querida hermanita… —comenzó a decir, sonriendo—, felicidades por tu primer cumpleaños.
Su postura de rodillas era similar a la de un caballero cuando muestra respeto ante su señor.
Se cernió el silencio en el salón de banquetes mientras su voz sonaba.
El emperador se puso de pie despacio. Entonces, lo vi inclinarse un poco hacia delante mientras apoyaba el brazo en la rodilla.
—Isis de Elmyrrh, me has expresado tu voluntad.
—Sí, padre.
—Deseas prestar el juramento de caballero a Aisha.
En ese instante, escuché jadear a los presentes. La emperatriz no fue una excepción.
El salón de banquetes se volvió tan silencioso que incluso se podría oír una aguja al caer.
El juramento de caballero era un voto eterno que existía en el Imperio Elmyrrh, también conocido como el Imperio de los Caballeros.
Por lo general, el objetivo era la persona más importante para él, como un amante, un familiar o un amigo cercano.
Sin embargo, al contrario de su reputación, muy pocas personas prestaban el juramento. Porque el caballero que hacía el voto debía defenderlo poniendo en juego sus creencias, honor e incluso su vida.
No se trataba de un mero juramento.
Quienes hacían el voto estaban dispuestos a sacrificar sus vidas y a morir para proteger la promesa.
No importaba lo joven que fuera Isis, como príncipe heredero, era imposible que no conociera esta tradición y la importancia del juramento. Aun así, ¿estaba tratando de hacerlo? Además, ¿por qué el emperador lo consintió?
Me sentía confundida. Era el único heredero, debía ser tratado como un valioso tesoro.
—Sí, así es —respondió Isis.
—Conoces el peso del juramento. ¿Estás seguro de que no te arrepentirás de esta decisión?
—Sin duda.
—En ese caso, realizaremos la ceremonia.
Mientras estaba en sus brazos, el emperador levantó con una mano ligeramente la espada que sostenía el sirviente a mi lado.
Pensé que se trataba de una espada ceremonial, pero cuando la desenvainó, pude notar que la hoja era muy afilada. El sirviente, que aceptó cortésmente la funda, dio un paso atrás.
Isis observó con firmeza cada uno de los gestos del emperador. La espada aterrizó despacio en su hombro izquierdo.
—Esto es por el honor.
Luego descendió sobre su hombro derecho.
—Esto es por las creencias.
Finalmente, descansó ligeramente sobre su cabeza, resplandeciendo bajo la luz del candelabro.
—Esto es por el poder.
El emperador retiró la espada.
—¿Juras ofrecer todo tu honor, creencias y poder por el bien de este juramento?
Isis fijó sus ojos verdes claros en mí.
Lo escuché respirar con suavidad. Al momento siguiente, abrió la boca.
—Lo ju…
—¡Kyaa!
Agité la mano, ansiosa.
Por lo general, no gritaría, pero esta vez era diferente. Era sumamente urgente.
Cuando alcé la voz, el emperador se sorprendió un poco. Mantuvo la misma expresión mientras agitaba las manos.
¿Quién crees que eres para prestar juramento sin mi consentimiento?
Me puse nerviosa. Isis también me miraba sorprendido.
No me gusta. Yo, yo…
—Ah, es cierto. —como si hubiera leído mi mente con su mirada, el emperador agregó—: No podemos olvidar el consentimiento de la parte interesada. —Las comisuras de sus labios se crisparon. En mi opinión, su expresión parecía decir que no sabía qué hacer por lo linda que era.
Sí, es gracioso. No puedes evitar sonreír porque soy muy linda y no sabes qué hacer.
Incluso Isis disimulaba. Aunque era muy serio, su rostro indicaba que quería abrazarme con fuerza por lo adorable que me veía agitando los brazos.
El resto de los nobles me observaban de la misma manera que Isis. Estaba muy desesperada, así que opté por interrumpirlo.
No quiero un juramento tan molesto.
Porque… no importa cuán firme o importante sea, nunca se sabe cuándo cambiará el corazón de una persona. No se sabe cuándo serás traicionado. Por lo que era mejor no esperar nada.
—Aisha.
Fue entonces cuando Isis me llamó. Tenía una sonrisa amable en el rostro.
—¿No te lo dije antes?
¿De cuándo estás hablando? Abrí mucho los ojos.
—Te protegeré en cualquier momento y en cualquier lugar —susurró con dulzura, para que solo yo pudiera escucharlo—. Eres mi milagro, mi esperanza y mi fortuna. Seré más fuerte en el futuro. Para que pueda protegerte por completo. Así que mírame más de ahora en adelante.
Sus ojos rebosaban de una profunda convicción.
Lo miré a los ojos por un rato. Entonces me di cuenta… de que era imparable.
Tonto…
Isis es un tonto. Todavía no me he abierto del todo a él.
Solo porque soy su hermana menor, porque comparto la mitad de su sangre, siempre me baña con su desbordante amor.
Estaba tan ansiosa que sentía un cosquilleo en el pecho.
Al final no pude soportarlo y agarré su mano extendida. Una brillante sonrisa se dibujó en su rostro.
—Juro que te lo daré todo. —Su voz clara resonó en el salón de banquetes.
Pronto el silencio fue sustituido por los atronadores aplausos. Coreaban el nombre de Isis y el mío.
Isis se puso de pie y esbozó una amplia sonrisa.
El ambiente en la sala era muy cálido.
Debido a la solemne ceremonia que tuvo lugar hace un momento, los presentes necesitaban un breve descanso. Luego, continuaríamos con la tediosa abertura de los regalos.
Sin embargo, a diferencia de antes, estaba emocionada. Era gracias a Isis. Mi corazón estaba agradecido pero abrumado al mismo tiempo.
Sí…, murmuré para mis adentros. Tal vez todas mis desgracias habían terminado.
La calidez de los brazos del emperador, el amor de la emperatriz y la sonrisa de Isis… Mientras existieran estas cosas, era posible que nunca tuviera que volver a pasar por una tragedia así.
Todas lo del pasado había terminado, y ahora tal vez podía ser feliz.
Sí, quizás.
Por primera vez pensaba positivamente en mi futuro. Era como si un rayo de luz brillara en el cielo oscuro.
Sin embargo, la diosa Selena debe haber querido burlarse de mí. Envuelta en esta emoción cálida pero abrumadora, escuché la voz del sirviente, como el presagio de una calamidad.
—¡Ha llegado el turno del…!
La desgracia siempre sigue a la felicidad.
Contuve la respiración. Había llegado el momento que esperaba que nunca llegara.
—¡…enviado del Imperio Idenbell!
A duras penas respiraba.
—¿Aisha…? —preguntó el emperador, mirándome como si hubiera sentido que algo andaba mal. Sin embargo, aunque sabía que pensaría que actuaba de forma extraña, no podía fingir estar bien.
Sentí que mi rostro palidecía.
¿Quién es?
¿Quién será?
¿Y si el enviado es alguien que conozco?
Quería saber y, al mismo tiempo, tenía tanto miedo de saberlo. Si pudiera, quisiera detener el tiempo y huir para siempre. Pero, por desgracia, el color azul fue lo primero que vi.
Oí unos pasos pesados entrando en el salón de banquetes.
Azul.
El azul era característico del primer príncipe Lakias.
Su distintivo cabello azul ultramarino y sus ojos azul aguamarina eran famosos tanto dentro como fuera del Imperio Idenbell por ser muy inusuales.
Pero no podía ser. No podía haber venido hasta aquí. ¿Por qué él, el primer príncipe, habría sido enviado aquí?
Sí, no puede ser él.
Aunque traté de tranquilizarme, mi corazón latía tan rápido que no podía soportarlo.
—Aisha, ¿estás bien?
Mi familia me miró. Al ver mi rostro pálido, la emperatriz soltó un pequeño grito.
—¡Aisha!
Cerré los ojos con fuerza. Estaba asustada.
Incapaz de soportarlo, recé. Esta vez no a Selena, la diosa de Idenbell, sino a Luminas, el dios de Elmyrrh.
Por favor, por favor, que no sea Lakias.
Cuando abrí suavemente los ojos, las lágrimas comenzaron a brotar sin darme cuenta. El diplomático frente a mí era alguien que conocía.
Llevaba una túnica azul. Cuando se la quitó como muestra de respeto, reveló el cabello negro y los ojos plateados.
Me era muy familiar. Fue el primero en notar que estaba llorando, por lo que parecía muy desconcertado.
Ar… sen…
La túnica azul ha sido un símbolo de los magos del Imperio Idenbell por generaciones.
No había cambiado mucho en dos años, solo era un poco más alto y delgado.
Cuando era Alisa, Arsen era mi amigo.
Sigues siendo el mismo de siempre.
Me eché a llorar de alegría.
Si el Imperio Elmyrrh era un imperio de caballeros, el Imperio Idenbell era un imperio de magos.
Habiendo recibido el título de “El sabio más joven” de la Torre de los Magos de Idenbell, no era de extrañar que haya venido hasta aquí.
No, más bien, era una gran muestra de sinceridad por parte del Imperio. Porque también era el primer hijo de un duque.
Era muy cercana a él.
Cuando morí tenía catorce años y él diecisiete.
Habían pasado dos años desde que morí, por lo que ahora era un adulto respetable. Tendría diecinueve años.
El rostro bajo la túnica rezumaba la frescura de un joven que acababa de convertirse en un adulto.
Detrás de él había varios magos más. Tal vez era la delegación diplomática del imperio que lo acompañaba. Pero al parecer él era el representante que me entregaría el regalo.
Sonreí mientras lloraba.
Cuánto tiempo sin vernos.
Arsen y yo éramos amigos de la infancia. Solíamos jugar en el bosque del palacio imperial. Cuando se celebraba un baile, bailábamos juntos un par de veces. Quizás podríamos haber tenido una relación más íntima y profunda… si no hubiera muerto.
Sin embargo, ahora estaba aquí como Aisha.
Mi relación con él había terminado, era alguien que pertenecía al pasado.
Mientras lloraba, la emperatriz se acercó a mí y me limpió la cara con un pañuelo.
—Aisha, ¿estás bien? ¿Estás cansada?
Algunos miraban con hostilidad a Arsen y a los enviados detrás de él.
En ambos imperios, gente del otro territorio no era siempre bienvenida.
Aunque habían comenzado una relación amistosa, habían sido enemigos durante mucho tiempo. Ese hecho no iba a desaparecer.
Arsen se quedó de pie sin poder hacer nada. Al ver su estado, me di cuenta de cómo me vería ante los demás.
Estarán preocupados.
Tengo que dejar de llorar.
Por desgracia, mis lágrimas no se detenían, por lo que también me encontraba en un aprieto.
Fue cuando sollozaba que Isis de repente se me acercó con una servilleta.
—Aisha, mira esto.
Era una servilleta blanca y ordinaria con un estampado azul.
Lo observé perpleja.
—Si hacemos esto…
La agitó con la mano, la lanzó al aire y, mientras caía, la atrapó rápidamente.
Era una simple servilleta, pero era fascinante cómo se movía de un lado a otro en sus manos.
Me quedé cautivada ante la servilleta que revoloteaba. Isis sonrió con alegría.
—Ta-da. ¿Te sientes mejor?
¿Qué?
Me sorprendí. Estaba tan concentrada en la servilleta que no me había percatado de que mis lágrimas se habían detenido.
Por último, la dobló en una pequeña rosa y la puso en mi mano. Como por arte de magia.
Debido a mi instinto de bebé, me atraían las cosas que se movían alrededor. Isis se aprovechó de eso.
Como había llorado abruptamente y había dejado de hacerlo de inmediato, me dio un poco de hipo. Aun así, el resto de mi familia parecía muy aliviada de que hubiera dejado de llorar. Comprobaron una vez más que no me doliera nada o que no me sintiera mal.
Cuando dejé de llorar, se reanudó la ceremonia, que había sido pausada brevemente.
Arsen hizo una reverencia y me ofreció un lujoso joyero. En su interior había un mineral que brillaba como un diamante.
—En honor al cumpleaños de su alteza la princesa, el Imperio Idenbell ha preparado la mejor piedra mágica —explicó—. Ha sido hechizada con magia de protección y magia de agua para proteger a su portador.
Tras su explicación, lo observé fijamente sin pestañear durante largo rato, desconcertándolo un poco.
Las explicaciones serenas y concisas eran su especialidad.
Le dirigí una pequeña sonrisa. Entonces Arsen me sonrió con torpeza. Quizás porque cree que soy un bebé normal.
Sé que Arsen ya es cosa del pasado, pero me alegré un poco de verlo de nuevo. Vi a alguien que pensé que nunca volvería a ver.
Me alegro de que le esté yendo bien.
Miré con tristeza su silueta de espaldas mientras se retiraba.
—Es mejor que Aisha descanse ahora —dijo el emperador cuando los enviados del Imperio Idenbell abandonaron el salón.
La emperatriz y los demás parecían estar de acuerdo con él.
—Sí, sería mejor que durmiera.
Parpadeé. Todavía no tenía sueño, aunque tenía ganas de irme porque la ceremonia era aburrida.
Fue entonces que…
—¿Podemos ir a echar un vistazo?
Ante las palabras de mi madre, Isis intervino de repente.
Sus ojos brillaban con intensidad.
—Yo la cuidaré. Todavía no ha visto los fuegos artificiales, por lo que sería un desperdicio que se fuera ahora.
—Ah, todavía queda ese evento.
La emperatriz asintió. Ahora que lo pienso, creo que mi niñera charlatana dijo que iba a haber una gran exhibición de fuegos artificiales el primer día.
Isis se inclinó hacia mí.
—Aisha, todavía no has visto los fuegos artificiales, ¿verdad?
Trató de explicarme la belleza de los fuegos artificiales con todo tipo de gestos.
—Así, estallan en el cielo y lo iluminan maravillosamente con cinco colores.
Sé cómo son los fuegos artificiales. Sin embargo, hacía mucho tiempo que no veía un espectáculo así, y era la primera vez que los veía en el Imperio Elmyrrh, así que estaba bastante emocionada.
—Y, Aisha, ¿no tienes hambre? —prosiguió.
Después de todo, definitivamente tenía un poco de hambre.
Comí antes, pero como había estado frente a tanta gente durante mucho tiempo, había perdido energía.
Un niño conoce mejor el corazón de un niño, e Isis sorprendentemente conocía bien el mío.
—Ah, es cierto. Debería comer algún refrigerio…
Ante las palabras de la emperatriz, Isis se levantó apresurado y trajo una manzana de la mesa. La cortó en trozos pequeños con un cuchillo. Tenían el tamaño perfecto para que pudiera comerlos con una cuchara.
La emperatriz se lo agradeció y aceptó la manzana.
Isis parecía muy contento mientras me veía comer.