Traducido por Herijo
Editado por Sakuya
Hemos trasladado nuestra base de comunicaciones a un pequeño poblado en Densel, conocido como la aldea Clement. Los agricultores locales, todos de Densel, se esforzaban por mantenerse en silencio, visiblemente temblorosos ante la llegada de nuestros soldados desde el Fuerte Jugfena.
Rindarl, según me habían contado, tiene una ley para tratar con equidad a los civiles de países extranjeros. Inicialmente, la Unión de Rindarl fue formada por países que se separaron del extenso Reino original de Rindarl. Históricamente, esta ley siempre ha estado en vigor para facilitar la asimilación de los ciudadanos de cualquier país conquistado.
No obstante, tal ley no tiene nada que ver con Arxia. Desde que Arxia se estableció en su estado actual, se ha convertido en un país aislacionista significativo, y han transcurrido seiscientos años desde que entabló sus últimos acuerdos bélicos con otros países.
Hace apenas treinta años, hubo una guerra entre el Ducado de Densel y el ahora desaparecido Reino de Artolas. De acuerdo con los aldeanos de Clement, los ejércitos de ambos bandos también ocuparon su aldea en aquel entonces. Por eso, algunos de los aldeanos aún recuerdan aquellos tiempos.
A diferencia de hace treinta años, cuando se les garantiza la supervivencia siempre que se mantuvieran sumisos, ahora contamos con más soldados y, por ende, tienen menos comida, pues necesitamos aprovisionar a nuestras tropas. Es un trato peor que durante el conflicto anterior.
La aldea Clement se halla sumida en un ambiente lleno de ansiedad y desconfianza, sin saber si pueden confiar en que sus vidas estarán a salvo incluso si acatan nuestras órdenes.
El ambiente se siente tan pesado, oprimiéndome por todos lados, me recuerda al día en que llegué por primera vez a la aldea de Cyril.
—No es precisamente un ambiente agradable. —comentó Wiegraf.
En cuanto tuvo la oportunidad de descansar, después de haber estado trabajando para organizar todo apenas llegamos, se quejó de la tensión en el aire. Parecía una persona que se ahogaba y rogaba por ayuda, y asentí con simpatía.
Aunque es incómodo, mi ejército de Kaldia y yo ya nos hemos acostumbrado a este tipo de ambiente gracias a nuestra experiencia previa. Sin embargo, los soldados y caballeros del Fuerte Jugfena, sin tener experiencia previa en tratar con civiles enfadados, estaban bastante conmocionados por todo ello.
No será beneficioso exponerlos a emociones tan negativas durante un periodo prolongado cuando aún no hemos llegado al frente.
—Si algo encendiera la chispa, ¿crees que podría haber un levantamiento? —pregunté.
—Lamentablemente, existe la posibilidad. —respondió.
—Aunque es una historia vergonzosa, en el pasado, ya he estado en una situación similar a esta. —confesé.
—Aunque me cuesta creer que ya tienes esa experiencia siendo apenas un adolescente, es bastante lamentable que hayas tenido esa infancia, ¿no es así…? —murmuró Wiegraf mientras se agarraba la cabeza.
Habíamos tomado la residencia más grande de la aldea, que era la casa del alcalde, como nuestra sala de estrategia. Desde la ventana, podía ver la zona donde se habían reunido los agricultores.
Incluso antes de que esta aldea se convirtiera en nuestra base de comunicación temporal, el ejército de Arxia había obligado al lugar a entregar la mayoría de sus suministros de alimentos para ser utilizados como provisiones en el frente. Ocho meses habían pasado desde entonces. Todos los agricultores trabajaban en sus labores bajo la vigilancia de los soldados, con rostros sombríos y ojos llenos tanto de miedo como de ira.
—Esto es prácticamente esclavitud. —declaré.
El Reino de Arxia no permite la esclavitud. Pero, en estos momentos, estos agricultores de Rindarl no cuentan con garantía de vida, carecen de libertad y deben entregar toda la comida que producen, a excepción de la necesaria para su consumo, a nosotros… ¿No es eso prácticamente la definición de esclavitud?
No tengo la intención de simpatizar con los ciudadanos de Rindarl, sin embargo. Se les debió haber informado que podrían convertirse a la secta Xia de la Iglesia de Arxia durante la ocupación para recibir asilo.
El problema es que estas personas no tienen nada que ver con las acciones de su país. Dado que sus vidas cotidianas son prácticamente las de esclavos, han surgido sentimientos intensos en ellos.
—Originalmente, para la guerra con Densel, Arxia había planeado liberar a los prisioneros de guerra de Densel a Planates. Pero, dado que Planates también nos ha declarado enemigos debido al incidente del Príncipe Albert, Arxia ya no podrá liberar a los prisioneros hasta que termine la guerra… Solo cuando termine se podrá hablar finalmente de los prisioneros capturados. —explicó Wiegraf en respuesta a mi comentario sarcástico.
Cuando termine la guerra, pensé. De hecho, debería intentar concluir esta guerra lo más pronto posible.
—Si solo ya hubiera terminado. Por ejemplo, hace ocho meses. —dije.
—Bueno, según nuestro amado país de Arxia, es importante mantener nuestra política de no intervención por el bien de la paz de todos. — respondió Wiegraf, sin ocultar su irritación. Comenzó a organizar piezas de ajedrez en el mapa mientras las palomas rojas seguían llegando con informes sobre la situación en el frente.
Dejé de observar a los agricultores y volví mi atención a la mesa frente a mí. Era hora de elaborar estrategias.
—Está bien, sé que todo es bastante repentino, pero también vas a tener que ponerte muy ocupada y moverte de nuevo. —dijo Wiegraf, de manera casi irónica, mientras tomaba algunas flores rojas del jarrón de la casa y las colocaba en el mapa como marcadores.
El lugar que marcó para mí estaba más al este de las colinas onduladas, donde actualmente se estaban llevando a cabo las batallas en el frente. Era la capital de Densel, su ciudad más grande y la base principal de todo el ejército: la ciudad de Eris.