Traducido por Herijo
Editado por Sakuya
El atardecer ya había cedido su lugar a la noche en los campamentos a ambos lados del río Tave. Con la luna convenientemente oculta tras las nubes, lo que provoca que la oscuridad caiga antes de lo habitual.
Me encuentro sentada sobre Vedwoka, abriendo y cerrando suavemente mi mano derecha mientras observo a mi ejército de Kaldia, ligeramente equipado, desplazándose río abajo desde el Fuerte Droitros hacia el Fuerte Droidas. Al parecer, me esforcé demasiado al usar mi alabarda más temprano en el día con la ayuda del impulso de Rashiok. Regresé al Fuerte Droidas después de esa batalla, notando un latido en mi muñeca. Probablemente, la forcé demás.
A pesar de ello, la tensión no es tal que me impida mover mi mano, por lo que tendré que volver al campo de batalla de esta manera. Bien, a diferencia del día, esta vez no hay sustitutos que puedan ocupar mi lugar. Después de todo, se supone que soy la comandante del ejército de Kaldia.
Durante los últimos años, mis soldados han estado involucrados en la construcción de un pueblo para los nuevos ciudadanos, así como en mi nueva mansión, que se ha convertido en el centro neurálgico del territorio de Kaldia. Considerando que he estado en guardia ante la posibilidad de guerra con Rindarl, mi ejército ha crecido hasta un tamaño desproporcionado para un territorio tan pequeño como el mío. Aunque Kaldia sigue siendo un territorio pobre y no puedo permitirme mantener un ejército que no trabaje para ganarse su paga. Hasta que tengamos suficientes recursos alimenticios para abolir la tradición de buscar nuestra propia comida por la noche, todos nuestros recursos deben destinarse al desarrollo y la agricultura para evitar que mi presupuesto caiga en números rojos.
Para ser honesta, los miembros del ejército de Kaldia son más diestros con azadas y hachas que con espadas y lanzas, pero al menos casi todos ellos tienen experiencia trabajando con ríos. Frecuentemente, van a los lagos y arroyos, buscando comida mediante la pesca y otros métodos.
Wiegraf parece haber tenido en cuenta su experiencia en el agua. Es probable que el número de mi ejército de Kaldia sea el adecuado para llevar a cabo esta operación secreta que realizaremos a continuación.
Por cierto, la operación secreta para emboscar los barcos enemigos es la razón por la que hemos cambiado de espadas y lanzas a sierras y hachas.
Mi ejército se detuvo a cierta distancia de la posición de su flota y seis destacados nadadores comenzaron a acercarse sigilosamente a sus seis grandes barcos nadando a través del río Tave.
Los enormes barcos enemigos pertenecientes al país de Parmigran, arrastran algunos barcos más pequeños con infantería a bordo. Los grandes barcos parecen actuar como estaciones logísticas de suministro de alimentos, flechas y municiones.
Rindarl, o tal vez debería decir para el Ducado de Densel, no parecen tener más fuerzas aparte de las que ya conocemos. Como prueba, estos barcos suyos no se han dirigido río abajo, a pesar de que la batalla se ha inclinado en nuestro favor.
Probablemente estén en la situación de tener que esperar a que sus soldados en Eris se recuperen y se unan a ellos. Los nobles de Densel que lideran sus tropas desde los barcos probablemente estén desesperados preparándose para la mañana siguiente.
Veo que mis soldados han llegado a las proas de los grandes barcos enemigos. Cada uno de ellos agita sus hachas varias veces, esperando mi señal. Haciéndoles señas para que esperen, aguardo una señal del Fuerte Droidas.
—Ya casi es hora, ¿cómo te sientes?
Cuando le hice una pregunta a Mefuri, quien se encontraba sentada frente a mí, su única respuesta fue un asentimiento, mostrando una expresión temerosa en su rostro.
—No muestres un semblante tan aterrado. Esta noche se dará tu gloriosa primera batalla al lado de los arxianos.
Mefuri asintió una vez más. Sin embargo, su expresión continuaba tensa. Es probable que temiera que descubrieran su traición en Rindarl. En cualquier caso, se encuentra en un punto crucial en su vida del cual ya no habrá retorno.
—Distrae tu mente pensando en algo distinto. Así es, ¿qué tal estuvo la comida de hoy? Estamos en el campo de batalla, así que las provisiones son algo rudimentarias, pero considero que no sabían tan mal. Sin embargo, la cantidad no fue muy abundante, pero es algo que no se puede evitar.
—F-fue increíble, sí. Además, nunca antes había comido tanto.
—¿De verdad? Ahh, entiendo… No tengo idea de quién se encargaba de cuidarte antes, pero ahora sé que era alguien que no te proporcionaba comidas adecuadas. Escucha, Mefuri. Lo que acabas de comer no fue más que granos básicos. Sin lugar a dudas, la situación alimentaria en mi territorio es la peor de toda Arxia, pero ha mejorado significativamente en los últimos años gracias a mis continuos esfuerzos por mejorar la situación.
Hice un esfuerzo para añadir compasión a mi voz, como si estuviera diciendo “Jamás permitiría que ningún país te haga esto de nuevo”. Los ojos de Mefuri comenzaron a llenarse de emoción.
—Ya has visto a mis soldados, ¿cierto? ¿Qué opinas de su equipamiento? Puedes ver que es bastante más pobre en comparación con otros caballeros. Mi territorio es pobre. Sin embargo, debería representar un nivel de vida significativamente mejor al que tenías antes. Como prueba, ¿ves a alguno de mis soldados tan delgado como para estar desnutrido?
Mientras empleaba un llamado emocional calculado para convencerla de unirse a mi lado, el rostro de Mefuri comenzó a distorsionarse, como si estuviera a punto de llorar. Me pregunté si estaba recordando algún recuerdo doloroso, ya que sus hombros se estremecían.
Mientras acariciaba la espalda de Mefuri, confirmé que el faro del Fuerte Droidas estaba encendido. Esta era la primera señal.
—Muy bien. Es hora de utilizar tu poder. Desata tu ira contra aquellos que te usaron como si fueras un animal. Renace como una arxiana y seguidora de la secta Xia, y haz que el juicio de Misorua caiga sobre aquellos que buscan arrebatarle a los demás.
Casi me siento como si estuviera interpretando el papel de un demonio que intenta engañar a una niña, pero, en mi opinión, Rindarl definitivamente está del lado equivocado.
El viento me trajo los sonidos del inicio de un alboroto. La infantería arxiana repentinamente lanzó su asalto a la pequeña flota enemiga.
Las innumerables antorchas que portaban, iluminaban la noche y revelaban la sangre que aún permanecía en el suelo desde la batalla anterior.
Rindarl, evidentemente, se percató del comienzo del asalto arxiano y sus barcos, que hasta ahora habían permanecido en silencio, de repente se llenaron de caos.
Las voces de pánico de sus comandantes se entremezclaban con los sonidos de sus soldados desembarcando. Había estado aguardando esta oportunidad, así que hice una señal a mis soldados, que esperaban cerca de las proas de sus barcos, para que comenzaran.
Estaban equipados con hachas de mano. Por supuesto, tal arma no sería capaz de romper los cascos de los barcos. Sin duda, les llevaría mucho tiempo hacer un gran agujero en el casco de cualquier barco en un ambiente inestable como el agua.
Pero, un hacha de mano era más que suficiente para hacer una pequeña abolladura o agujero en el que colocar algo.
Después de que mis soldados regresaron y confirmaron que todos habían colocado con éxito sus objetos, insté a Mefuri a cometer su primer acto verdadero de traición.
—Hazlo, Mefuri. Despídete de Rindarl.
—¡¡¡Ahhhhhhhhhh!!!
Un grito lleno de desesperación y furia resonó desde su garganta.
Sonaba como si estuviera intentando librarse del miedo y la vacilación al traicionar a su país natal.
Sonaba como si estuviera liberando la ira y frustración de su corazón que no podía expresar en palabras.
Escuché una vez más ese sonido espeluznante proveniente del agua, cuando las proas de los seis barcos fueron destruidas por explosiones simultáneas.
—¡Adelante, mi ejército! ¡Tenemos órdenes directas del Comandante General de Arxia! ¡Aniquilen al enemigo en el río Tave! ¡Destruyan todos sus barcos! ¡¡¡Tiñan de rojo el río con su sangre!!!