Villana en un otome, ¿cómo acabaron las cosas así? – Capítulo 236: Rumores y Revelaciones

Traducido por Herijo

Editado por Sakuya


No tardó en que los asistentes, aunque no muy numerosos en esta ocasión, se congregaran en el amplio salón principal, mientras la cena era servida en el adyacente y acogedor comedor. Los arreglos de los asientos habían sido meticulosamente planificados, ubicando a los integrantes de la familia Terejia en los extremos de la mesa, manteniéndolos distantes de los representantes de la familia Einsbark.

En lo que respecta a mi apellido, a pesar de haberlo heredado íntegramente de mi padre, oficialmente estoy bajo la tutela del Conde Terejia. Hasta que no se haga público el asunto de la adopción, permaneceré bajo el amparo de la familia Terejia, al menos hasta que se me reconozca como adulta.

La adopción de ese niño, sin embargo, podría desatar significativas consecuencias a nivel social. Considerando el riesgo de un potencial asesinato, es crucial elegir con prudencia el momento para revelarlo.

Aparte de ese niño y Emilia, existen otras dos preocupaciones cruciales: la posible conexión sanguínea con ese “hermano” y el descubrimiento de un espía extranjero acompañado por su insidioso colaborador.

Mi mente ha estado abrumada desde hace tiempo. Oro fervientemente por que no surjan más complicaciones.

—¡Vaya, Condesa Kaldia! ¿Ese asiento es el suyo?

Apenas me había acomodado cuando tuve que contener un suspiro al ser llamada por alguien desde el otro lado de la mesa.

Al observar a la persona que me hablaba, vi a una dama ataviada con un elegante vestido completo, algo poco común, quien me sonreía con distinción.

La recuerdo. Y su voz también me resulta familiar… Sin duda, es una noble con la que ya he cruzado palabras anteriormente.

—¿Señorita Berendorf?

—¡Qué memoria! Me alegra que me recuerde, aunque en aquel entonces era apenas una niña.

Probablemente fue durante mi primera visita a la Capital Real. La conocí acompañando al Conde Terejia en sus compromisos sociales. Si no me equivoco, los caballeros se habían ausentado, dejándonos a nosotras las damas para entretenernos con té y charlas… o algo por el estilo.

En aquel entonces, ella era una joven de 19 años amante de las conversaciones, ahora ha madurado plenamente. El ímpetu y la vivacidad de su expresión y voz se han suavizado con los años. Su sonrisa, ahora impregnada de gracia, iluminaba su rostro por completo.

—Cuánto tiempo ha pasado. Quién iba a imaginar que nos reencontraríamos aquí…

A pesar de su estatus noble, hasta ahora, no se había dejado ver en la Cámara de los Lores. Tras enviudar, decidió ceder su título nobiliario. Agobiada por la responsabilidad de liderar, delegó la administración de sus tierras en su mayordomo. Además, parece que había solicitado a otro noble representarla en la Cámara de los Lores cuando su presencia fuese indispensable.

—¡Ja! De hecho, me casé de nuevo el año pasado, ¿sabe?

Mi atención se desvió hacia el caballero sentado junto a la Vizcondesa Berendorf. Parecía tener una edad similar a la suya. Dado que estaban ubicados en esta mesa, ¿sería posible que pertenecieran a la familia Terejia?

La Vizcondesa agitó su abanico plegable en dirección a su esposo, quien acto seguido volvió su mirada hacia mí. Por un instante, su expresión denotó temor; tras un breve asentimiento, bajó la vista, claramente reticente a entablar conversación.

—Vaine, por favor…

Era evidente que la Vizcondesa Berendorf había reprendido a su marido por su actitud, aunque eso poco me concernía. No veía necesidad de incomodar más a alguien ya de por sí nervioso.

—No se preocupe, Vizcondesa Berendorf. Y, por cierto, mis felicitaciones por su matrimonio.

—Aprecio sinceramente su comprensión, Condesa Kaldia.

La Vizcondesa llevó su mano al pecho, exhalando un suspiro de alivio, aliviada de liberarse de la preocupación por su marido. Luego, dirigiéndose nuevamente hacia mí, sus ojos parecían buscar el camino de vuelta a nuestra conversación.

—He oído ciertos rumores, pero debo admitir que realmente se ha transformado en una dama de gran belleza.

Sorprendentemente, tras esas palabras de elogio genuinamente expresadas, solo pude articular un atónito —¿Eh?— con voz confusa. Nunca antes me habían dirigido halagos sobre mi belleza.

¿Eran acaso esos comentarios un velado desdén, sugiriendo que había adquirido una belleza femenina, ausente en todo excepto en apariencia, al acercarme a la adultez?

—Oh, ¿no está al tanto? Las jóvenes de la academia noble están tan hechizadas por su atractivo y encanto singular que han comenzado a circular rumores. Dicen que parece un vampiro sacado de alguna leyenda.

—.¿Eh?

¿Qué…? ¿Qué es esto?

Me resulta completamente incomprensible… más bien, prefiero no comprenderlo. Mi mente se nubla al rechazar tal idea.

En el campo de batalla, la denominación “vampiro” es empleada despectivamente tanto por aliados como por enemigos. Implicaría que soy una especie de monstruo que juega cruelmente con sus presas antes de aniquilarlas sin misericordia para beber su sangre. ¡Imposible que tales insinuaciones sobre mí, seduciendo y ‘bebiendo la sangre’ de otra persona, sean ciertas! ¡No puede ser!

—Oh, querida, parece que carece completamente de autoconciencia. Qué inocencia… Tal vez su espíritu marcial sea demasiado arraigado…

La Vizcondesa Berndorf soltó una carcajada, como si mi desconcierto la tomara por sorpresa.

—Debe haber algún malentendido, seguramente se refiere a alguien más.

—Lamentablemente, no hay tal confusión. Los rumores son inequívocamente acerca de usted.

¡No, no y no! ¿Cómo ha llegado a esto? ¡Es inconcebible!

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