Traducido por Herijo
Editado por Sakuya
La vizcondesa Berendorf me lanzó una mirada cargada de interés, manteniéndola mientras yo me sumergía en el silencio, con un torbellino de desconcierto y asombro invadiendo mis pensamientos. No pasó mucho antes de que decidiera interrumpir ese silencio, exclamando:
—Eso me recuerda. —Su impaciencia era evidente, dada su tendencia a la charla—. Los rumores ya han comenzado a circular, ¿sabías? lo de hace un momento, en el vestíbulo…
Un clic resonó en mi mente, como si un engranaje cambiara de posición.
La razón era que el tema que ella mencionaba requería atención inmediata, resultando mucho más relevante que meras impresiones vagas de terceros.
—¿Te refieres al acompañante del conde Nordsturm?
—Exactamente. ¿Los conoces?
La curiosidad de la vizcondesa era palpable, inclinándose hacia adelante con interés. Ante esto, me limité a negar con un gesto.
—No, para nada. Dado que el registro genealógico confirmaba la defunción de todos los demás parientes directos de esta familia, ni siquiera había contemplado esa posibilidad.
Mi respuesta fue directa, consciente de que había oídos atentos intentando captar cada palabra.
El rápido esparcimiento del rumor evidenciaba el gran interés que había generado.
—Vaya. Por cómo lo dices, ¿consideras que podría ser un pariente cercano?
—Su parecido es innegable. Me parece más plausible pensar que desciende de una generación anterior, y no que sea una simple coincidencia.
Con un suspiro, encogí los hombros. Aunque me repugna ver mi reflejo, no puedo negar el parecido con Orville.
—Coincido. Entonces, ¿estás dispuesta a aceptar a esa persona como un pariente?
De repente, sentí todas las miradas posarse sobre mí.
Por un instante, el murmullo general cesó.
—Sí, siempre que se confirme su origen…
Esta curiosidad hacia un territorio ahora empobrecido me sorprende.
Con la guerra ya finalizada, cualquier asociación con mi territorio no reportaría beneficio alguno. Su interés radica únicamente en el morbo, nada más. Y es este conocimiento el que me desconcierta.
—No obstante, si el conde Nordsturm o él mismo no lo desean, no insistiré. De unirse a mi familia, deberá someterse o incluso servir a una líder menor de edad. Dado que no existen pruebas de su parentesco, no tengo más que agregar.
Mi declaración, firme y clara, dejó sin dudas mi posición a todos los presentes. Al exponer simplemente los hechos, el interés de la audiencia decayó rápidamente.
Interesante. Parece que tener una reputación sólida no es algo negativo después de todo.
Hasta ahora, muchos habrían pensado: “pero es solo una niña”, “es apenas una chica”, “esa hija de Kaldia es astuta”. ¿Y ahora? Mis palabras parecen resonar con mayor facilidad.
Por supuesto, algunos nobles mostraron su descontento, pero eso no me preocupa. Que expresen abiertamente su aversión o incomodidad no es nada nuevo.
No hay razón para temer lo que ya me es familiar. Una fría sensación se asentó en mi corazón al darme cuenta de cómo evaluaba los corazones de los demás, suspirando ante la revelación.
—De acuerdo a lo acordado en las reuniones provisionales hasta el invierno, iniciaremos el desarrollo de relaciones diplomáticas con el país con el que mantenemos un vínculo amistoso desde el próximo año. El Ducado de la Unión de Rindall tendrá como contraparte el territorio del Conde Juunas, y los países del sur, el del Conde Freche. Facilitaremos que representantes autorizados actúen dentro de las zonas permitidas. ¿Todos de acuerdo?
Ante la consulta del moderador, un silencio unánime respondió desde la Cámara de los Lores. Los desacuerdos previos se habían disipado, sin voces de disconformidad en este momento.
Con este asunto concluido, la sesión de la Cámara de los Lores llegó a su fin, y los nobles comenzaron a retirarse del salón de recepciones en grupos. A pesar de que las antesalas también servían como puntos de encuentro social, el flujo constante de personas empezó a mermar las multitudes en las salas.
Desconozco las acciones de Melchior tras abandonar la antesala, ya que no se le vio con Oscar y los demás. No hubo cambios aparentes en su encuentro. Al notar a Weigraf siguiéndome tranquilamente, mi expresión se tornó ligeramente desconcertada.
—La reunión ha concluido sin incidentes. Regresemos a los dormitorios.
Agregué que deseaba discutir ciertos temas una vez estuviéramos de vuelta en el carruaje, a lo cual ambos asintieron con sutileza. Al volver la mirada, Weigraf ya se había desviado hacia sus acompañantes.
Ya veo… Parece que debo idear una forma de agradecerles.