¡¿La Bruja devoradora de desgracia en realidad es un vampiro?! – Interludio 2: Un accesorio de cabello para ella

Traducido por Sharon

Editado por Yusuke


Ernest hizo su camino a la sede de la Compañía Watoh, en el corazón del distrito de comercio de la ciudad.

Aunque no le dijo a Yuuri, en realidad era la tercera vez que visitaba la compañía sin que ella lo supiera.

La primera vez fue cuando intentó pedirles libros del Este. La segunda cuando le preguntó al padre de Yuuri sobre ella. La tercera, esta vez, fue en respuesta a una convocatoria que recibió por sus últimas acciones.

Sentado en el cuarto de conferencias una vez más, adornado con vasos de diferentes colores, recordó esa segunda vez que se acercó a preguntarle a Joh Watoh sobre su hija.

♦ ♦ ♦

—Señor Watoh, ¿qué sabe exactamente de la condición de su hija? —preguntó Ernest, sin dar rodeos.

Quería ver cuánto sabía el hombre sobre su vida como descendiente de un vampiro, ya que el rasgo se saltó una generación.

—¿Condición…? Mi señor, ¿no se referirá…? —Con esas palabras, el rostro de Joh quedó pálido.

—Sí, me lo dijo ella misma.

—¿Yuuri? ¿En verdad…?

Joh no le pidió que hablara con precisión de qué le dijo, ni se lanzó al tema. Era como si los hombres estuvieran compitiendo sobre quién usaría las palabras “vampiro” o “sangre” primero.

—Supongo que es inadecuado decirlo así. En lugar de “decirlo”, me lo “demostró”. Hahaha, fue bastante sorprendente.

—¡¿Estás diciéndome que bebió de tu sangre?! ¡Pensé que sólo habías pedido prestado sus libros! ¡¿Cómo puede haber sucedido algo como eso?! ¿Mi hija en verdad…? —Joh estaba claramente molesto y fue incapaz de ocultar su ira ante Ernest, que tenía una gran posición como noble—. Le ruego me perdone, mi señor —se disculpó después de pensar en su estallido—. En realidad, usted es la víctima aquí. Por favor, no se preocupe por mi hija. Por favor, sólo déjela en paz.

Ernest sólo pudo especular sobre la razón por la que los instintos vampíricos de Yuuri despertaron. Pero el hecho permanecía en que, a partir de ahora, ella necesitaría beber periódicamente. Sabía lo suficiente sobre los vampiros como para llegar a esa conclusión.

Con su posición antisocial, era impensable que ella pudiera encontrar a alguien de quien alimentarse. Así que decirle a Ernest que “la dejara en paz” parecía algo cruel, algo que un padre no debería decir, por lo que frunció el ceño.

Esperaba que el hombre intentara hacer algo por Yuuri a pesar del odio de su madre, pero se decepcionó al descubrir que él también estaba feliz con evitar el contacto. ¿Qué estaba esperando del hombre que escondía a su hija para que viviera aislada? Por otro lado, aprender esto le permitió liberarse de cualquier renuencia que tuviera de quitarle a Yuuri.

—Señor Watoh, ¿le sorprendería si digo que deseo a la señorita Yuuri?

—¡Inconcebible! ¡Mi hija no es un humano normal! —gritó Joh. Incluso desde donde estaba sentado, Ernest podía ver el sudor bajando por el ceño del comerciante.

—Haha, supongo que es sorprendente. Pero estoy siendo serio. Es por eso que vine hoy. Para buscar su permiso.

—¡¿Para que pueda mantenerla como una amante?! ¡¿Un juguete?! ¡¿Alguna clase de mascota exótica?! ¡Mi hija no está adecuada para tal vida!

—¡Difícilmente! Si esa fuera mi intención, ¿piensa que me molestaría en buscar su permiso? Por favor, no se preocupe. Ya obtuve la bendición de Su Majestad.

—No debe llevar a mi hija a su línea de sangre. ¿Qué sucederá si sus hijos heredan su condición?

—No debería ser un problema siempre y cuando las personas cercanas comprendan y nos apoyen. ¿No es eso de lo que trata el amor?

La condición de Yuuri significaba que podía ver perfectamente en la oscuridad, pero no soportaba la luz del sol, y que comenzaba a beber sangre una vez llegada la mayoría de edad. Naturalmente, Ernest entendía que cualquier niño que heredara esas características pasaría por los mismos problemas. Pero no podía dejar que eso le asustara.

El error de Joh estuvo en no predecir que Yuuri podría heredar rasgos vampíricos. Si lo hubiera hecho, él y su esposa se habrían preparado para las circunstancias. Los ancestros de Yuuri, su abuela incluída, se habían mezclado con los humanos y casado por amor, mezclándose con la sociedad humana. No había razones por la que Yuuri no pudiera tener la misma oportunidad.

—Pero…

—Pondré su felicidad primero. ¿Qué derecho tengo de ocultarla e interferir con esa felicidad? —Esas palabras silenciaron al hombre—. Puedo prometer una cosa: no heriré a tu hija.

—Mi señor… Probablemente es un rasgo heredado, pero es importante que entienda que los Watoh somos tercos y nos incomodamos con facilidad. Mantendré a Yuuri oculta para protegerla. No tengo derecho a pedirle esto, pero por favor… cuide de mi hija.

Joh bajó la cabeza.

Ernest estaba equivocado. Había asumido que Joh mantenía a Yuuri lejos porque no se preocupaba, pero sus palabras eran sinceras.

Finalmente estaba entendiendo algunas cosas sobre Yuuri. Tanto sobre su herencia vampírica, como de la familia de la que vino.

♦ ♦ ♦

—¡Conde Selden!

El golpe de la puerta y la voz gritando sacaron a Ernest de sus pensamientos sobre su visita hace unos meses.

El joven pequeño de cabello castaño con un rostro redondo y ojos gris azulados estaba enojado incluso antes de que pudiera saludarlo.

Su apariencia, que heredó de su madre, no era diferente de la mayoría de los hylantianos. Era su ropa lo que lo diferenciaba. Usaba un hakama como parte de su atuendo cotidiano, perfecto para un “fanático de Hinomoto” autoproclamado como él.

Permanecer cercano a su herencia de Hinomoto le hacía sentirse cercano a su hermana.

A Ernest le gustaba la simplicidad de Simón, pero al hermano de Yuuri no le importaba.

—Hola, Simón. Es un placer verte de nuevo.

—¡Conde Selden, ¿qué significa esto de que mostró a mi hermana en una fiesta y pretendió que era su amante?!

Pensar que estaba tan enojado porque su hermana se acercó a otro hombre… Estos hermanos, que se suponía que fueran polos opuestos, tenían más en común de lo que se preocupaban por admitir. Yuuri era como un gato solitario y Simón como un perro enojado por los celos.

Ernest sonrió cuando se dio cuenta que los dos tendían a enojarse cuando él los molestaba, y muy rápido.

—Heh, heh. ¿”Pretendí que era mi amante”?

—¡No lo niegues, canalla desvergonzado!

—Señor Simón, no estoy “pretendiendo” nada. Tengo la bendición de tu padre. No hay nada de lo que tenga que sentirme avergonzado, ¿verdad, cuñado?

Simón apretó sus dientes, pero no objetó más.

Joh Watoh finalmente hizo su entrada poco después. Ernest esperaba que le culpara también por llevar a Yuuri a la fiesta a pesar de que no eran una pareja oficial, pero no lo hizo.

Sus padres habían estado en la cena, volviendo la experiencia una fuente de ansiedad para Yuuri. Se las habían arreglado para evitar la atención de su madre, aunque debería haberlos esperado. La familia Watoh estaba entre las cinco familias más grandes de comerciantes en Hylant, era natural que aparecieran. Pero esta no sería la última vez en la que podrían encontrarse.

Madre e hija debían llegar a alguna clase de resolución, pero Ernest quería darle más tiempo a Yuuri.

♦ ♦ ♦

—¡Conde Selden! —Cuando Ernest estaba retirándose, Simón cargó hacia él en pánico—. Um, debería darle esto directamente, pero por favor, hágalo en mi lugar. Es un accesorio para el cabello, de mi parte.

Simón le dio una caja de madera con algo grabado. Debía ser un regalo.

—¿Para la señorita Yuuri? No me importa, pero ¿estás seguro que no quieres dárselo directamente?

—Sí. No puedo dárselo como lo hago siempre. Es un poco vergonzoso hablar de ello.

A Ernest realmente le gustaba él. Así que, sin pensar en lo que estaba haciendo, palmeó la cabeza del joven.

—¿Qué estás haciendo…? ¡Puede que no lo parezca, pero en realidad tengo veinticinco años, señor!

—Ah, mis disculpas, no pretendía tratarte como un niño. Sólo estaba pensando que usted y Yuuri en verdad se parecen.

—¿Así que le haces lo mismo a mi hermana? —dijo Simón, entrecerrando los ojos.

Era en esa expresión que Ernest pudo, finalmente, ver el parecido entre los hermanos.

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