¡¿La Bruja devoradora de desgracia en realidad es un vampiro?! – Capítulo 4: La peonía solitaria

Traducido por Den

Editado por Yusuke


Roderick II y un soldado hosco recibieron a Ernest en la oficina del rey. Ernest conocía al soldado, un hombre llamado Derek Conquest que era dos años mayor que él. A la edad de veintinueve años, había alcanzado el rango de comandante. Eran casi de la misma estatura, pero Derek daba una impresión mucho más imponente.

Tal vez “lo conocía” era demasiado generoso. Ernest en realidad nunca había hablado con él hombre, solo conocía su nombre y reputación. Conquest, que tenía ojos verdes, con un cabello rubio y corto, no mostraba ningún signo de emociones. Con toda honestidad, era el tipo de persona más difícil de tratar para Ernest.

—Conde Selden, me gustaría solicitar su ayuda. —No se parecía en nada a alguien que pedía ayuda. Si esto terminaba siendo una solicitud personal, Ernest lo rechazaría sin escuchar otra palabra.

—Nos gustaría que investigara un club clandestino de caballeros. Tenemos una razón para sospechar que se están jugando apuestas ilegales allí —explicó Conquest sin detenerse para asegurarse de que Ernest lo entendiera.

Un club de caballeros era un club social privado donde la élite se reunía para discutir todo tipo de cosas, desde política hasta arte. El club en cuestión era dirigido por el marqués Groves dos veces por semana fuera de su casa de huéspedes. Ahí era donde estaba sucediendo la apuesta ilegal.

Apostar en sí no estaba prohibido en Hylant, pero las instituciones que operaban un negocio de apuestas pagaban impuestos con un margen alto. A menudo se pasaban por alto algo menor como juegos de cartas entre pequeños grupos donde los participantes apostaban su propio dinero. La dificultad radicaba en determinar dónde yacía la línea entre “pequeños grupos” y “operación de apuestas ilegales”.

El otro problema era que las casas de apuestas ilegales a menudo eran el semillero para otro tipo de actividades ilícitas.

No parecía que todos los miembros del club estuvieran involucrados en apuestas ilegales.

La investigación sólo había llegado hasta conocer que un pequeño subconjunto estaba involucrado. Pero todo el asunto estaba teniendo lugar en los terrenos del poderoso marqués Groves, lo que significaba que los miembros de los niveles más altos de la aristocracia podrían estar involucrados. Por eso era necesario que se tratara de una investigación secreta.

—¿Apuestas ilegales? ¿No es esa la jurisdicción de la policía militar, comandante Conquest? —Ernest señaló lo obvio.

—Podemos hacer muy poco sin pruebas. Pero un hombre competente como usted debería poder entrar y encontrar algo por nosotros.

Eso era. Necesitaban a alguien de alto estatus para infiltrarse en el club por ellos. Y si estaban haciendo algo ilegal, serían muy reacios a admitir a alguien involucrado con la policía militar. Pero negarse a admitir a un hombre de la clase social alta sería igualmente sospechoso, por lo que ocultaron rotundamente las actividades ilegales al comandante Conquest después de permitirle ser miembro. Enviar a cualquier otra persona afiliada con la policía militar o la seguridad pública habría sido igualmente infructuoso. Por lo tanto, le preguntaron a Ernest.

—Bueno, ciertamente me siento halagado de que tenga tanta fe en mí…

—¿Fe? ¿Eso es así? —preguntó el rey Roderick a su viejo amigo con fingido asombro. Las cosas siempre eran casuales entre ellos, a pesar de que Ernest había servido a Roderick desde su juventud.

—¿Por qué sino me preguntaría, Su Majestad?

Aunque siempre fue el fiel servidor, Ernest se sentía incómodo por decirlo. Se enorgullecía de su naturaleza caballerosa, nunca perseguía a las damas, y daba todo de sí en su trabajo al servicio del rey.

—Porque pareces lo suficientemente modesto, uno pensaría que si te pidieran participar a una actividad ilícita, dirías que sí por el placer de hacerlo.

—¡Su Majestad, me lastima! Soy un hombre bueno y honesto.

—Por supuesto que sé quién eres realmente. Pero así es como los demás podrían percibirte. Por eso te llamamos.

—¿Cómo me perciben otros? ¡Qué cosas dices!

—¿Nunca te diste cuenta de que cualquiera te ve así?

—¡No! ¿Qué piensa, comandante Conquest?

Aunque eran sólo señor y servidor, esta clase de bromas juguetonas era normal para ellos, una muestra de su estrecha amistad. El comandante Conquest simplemente observó el intercambio sin parpadear. No se rió, más bien, parecía que estaba preparado para ser excusado. Cuando Ernest trató de unirlo a la discusión, arqueó las cejas pensativo durante varios segundos antes de declarar finalmente: “¿Cómo podría saberlo?” Antes de regresar a esa misma expresión estoica.

Ernest y Roderick inmediatamente se dieron cuenta de que era una persona sin humor como parecía.

Eso me enseñará a no tratar de bromear con el comandante Conquest, observó Ernest de forma seca.

♦ ♦ ♦

Si iba a investigar una red de apuestas ilegales en el club de caballeros, la primera tarea de Ernest era naturalmente conseguir que uno de sus miembros lo invitara al club. Luego tendría que pagar una cuota de iniciación y obtener la aceptación de los otros miembros.

Necesitaba conseguir un miembro con influencia considerable para invitarlo al club sin pedirlo directamente. Tampoco podía permitir dar a conocer sus conexiones con el comandante, por lo que necesitaba hacer uso de sus propias conexiones personales. Pero al hacerlo tenía que dedicarle tiempo.

Y, de hecho, estuvo tan ocupado con su misión secreta que pasó más de medio mes antes de que volviera a visitar la tienda de la bruja. Durante ese tiempo, sólo envió dos cartas a través de su sirviente Tarrah, diciéndole a Yuuri que estaba ocupado. Mientras que las cartas de Ernest eran cartas de amor de tres páginas y florales, las respuestas de Yuuri eran frías e iban al grano. Lo que no podía transmitir en palabras, lo transmitía con sus regalos de hojas de té. Té de jazmín. El favorito de Ernest.

Desde que conocía a Yuuri, el té xingkaes se convirtió en uno de los favoritos en su residencia y, por lo tanto, tenía muchas tazas de estilo oriental, varias de las cuales adquirió a través de la Compañía Watoh. Y aunque Yuuri le había enseñado a él y a sus sirvientes cómo preparar el té, el sabor seguía siendo incomparable a lo que bebía en la tienda de Yuuri. Aún así, sus sirvientes eran unos de los mejores y, para colmo, meticulosos, así que tal vez no era falta de habilidad, sino que faltaba algo más.

Para él, no había mejor té que el consumido en el cómodo sofá de la bruja, en compañía de la bruja expresiva.

♦ ♦ ♦

Cuando finalmente tuvo un día libre, naturalmente visitó la tienda de Yuuri.

Normalmente sólo se presentaría en la tienda sin previo aviso, pero esta vez eligió enviarle una carta informándole cuándo pasaría. Había estado tan ocupado hasta ese momento, y era probable que no estuviera disponible en el futuro, quería asegurarse de atraparla con el tiempo libre que tenía.

En un golpe de buena suerte, era un día nublado, por lo que podría salir a pasear con Yuuri.

Bajó por el estrecho callejón y miró hacia la tienda de ladrillos, donde vio una sombra justo antes de que se fuera. Yuuri debe haber estado tan nerviosa por la visita de Ernest que había estado mirando ocasionalmente por la ventana para ver cuándo llegaba. Solo ese pensamiento hizo que en el rostro de Ernest se formara una sonrisa tonta.

—¡Señorita Yuuri, lamento haberla hecho esperar!

Ernest esperaba que Yuuri bajara corriendo las escaleras y saltara a sus brazos. En cambio, estaba de pie frente al estante, tratando de fingir que estaba profundamente concentrada en su trabajo.

Los días todavía eran calurosos, así que no llevaba su haori habitual. Para mantener su cuello fresco, su cabello estaba recogido con los accesorios para el cabello que Simon le había dado el otro día. Comenzó a girarse lentamente, pero Ernest no pudo esperar. La abrazó.

—Realmente no estaba esperando… ¡S-Suéltame!

—¡Oh, vamos! ¡He estado tan ocupado y cansado!

Cuando Yuuri trataba genuinamente de alejarlo, Ernest siempre obedecía. Pero no lo intentó tanto esta vez.

—Entonces, ¿por qué no descansas en tu mansión? ¿Por qué has venido hasta aquí para molestarme tan temprano en la mañana?

Yuuri estaba preocupada de que su agotamiento fuera por la falta de dormir y el exceso de trabajo, con lo que Ernest estaba bien con usarlo como una artimaña conveniente.

—No puedo pensar en una cura mejor para mi cansancio que tomar una taza de tu famoso té de jazmín.

—Si eso es lo que quieres, suéltame.

Esta vez cumplió y se dirigió a su lugar favorito. Yuuri desapareció en la parte trasera y poco después, el suave aroma flotaba en esa dirección.

—¿Esta es una taza nueva? ¿Es camelia? —Había estado bebiendo té de jazmín en la mansión durante tanto tiempo que todo en la tienda de Yuuri parecía algo nuevo una vez más.

La taza de té era tan delicada que Ernest temía que un agarre demasiado fuerte la rompiera. El interior era el blanco más brillante, formando un marcado contraste con el té negro. El exterior de la taza era un azul oscuro, con flores rojas y blancas pintadas. Estas flores eran las mismas que las del haori de Yuuri cuando vino por primera vez a su tienda.  Quizás fue por la fuerte impresión que había dejado su primer encuentro, pero Ernest pensó que ese color le quedaba mejor.

—Es muy frágil. Por favor, no la sueltes.

—¿Fueron un regalo de Simon? —preguntó Ernest, haciéndola fruncir el ceño.

—¡No! ¡Estaban a la venta en la Compañía Watoh, así que las compré!

Ernest no podía entender por qué su conversación la estaba molestando tanto. Tal vez se sentía mimada de alguna manera porque su hermano siempre la colmaba de regalos.

—Uhm, lord Ernest, tengo que pedirle un favor.

—Bueno, eso es inusual. Incluso podría ser el primero. Adelante, pídeme lo que quieras. —Ernest abrió los brazos, como diciendo: “¡Pídeme cualquier cosa y será tuyo!”

—No es así —comenzó a decir Yuuri, con sus ojos negros azabache perforándole agujeros imaginarios. Normalmente conseguir que fuera tan comunicativa requería una especie de sacrificio, pero eso no parecía ser lo que quería esta vez.

—Oh, ya veo. Que mal. Bueno, ¿entonces qué es…?

—Mi hermano me da cosas bonitas, como estos adornos para el cabello. Así que me preguntaba… ¿Qué podría… darle a cambio? No tengo ni idea… qué le gusta a los chicos…

Ernest le había traído a Yuuri los adornos para el cabello de Simon el mes pasado. Eran hermanos, unidos por sangre y, sin embargo, actuaban más como extraños que como familia.

Yuuri sólo le estaba preguntando tímidamente si la ayudaría a elegir un regalo para su hermano. Era una petición sencilla. Pero Ernest se sintió un poco decepcionado, tal vez porque también le había dado regalos. El vestido y las joyas que Yuuri había usado para la cena del mes pasado, por un lado, eran regalos que Ernest había comprado especialmente para ella. Pensó que podrían estorbar en su tienda, así que los guardó en su mansión, pero eran absolutamente suyos.

Estaba seguro que ella debía haber sabido que, debido a su pequeña estatura en comparación con la de una mujer hylantiana promedio, necesitaba que los hicieron a medida expresamente para ella. No lo había hecho anticipando una recompensa, pero ahora que Simon estaba recibiendo una, no podía evitar sentirse celoso.

—¿Entonces no me ayudarás?

—¡Por supuesto que sí! ¡Será como una cita! ¡Pero ya sabes, lord Simon estará celoso!

Ernest estaba siendo honesto con Yuuri y, sin embargo, su rostro se nubló. Bajó la mirada, mirando con determinación a la mesa.

—¿Hm…?

Todo lo que había sobre la mesa eran las tazas de té de camelia. Presentaban las mismas flores que el haori de Yuuri, las que sentía que se veían tan perfectas en ella. Cuanto más miraba las tazas de té, más extraña parecía actuar Yuuri. No podía entender por qué su rostro se estaba poniendo más rojo.

¿Eh? ¿He hecho algo mal otra vez? 

¿Había preparado estas tazas de té solo para él, solo para que no se diera cuenta de nada?

—Deja de sonreír así… como si supieras todo —dijo Yuuri casi en un susurro mientras miraba de Yuuri a las tazas de té y viceversa. Inmediatamente se dio cuenta de que había tenido razón.

—No estoy sonriendo como si lo supiera todo. Vuelve a mirar. Sonrío así porque estoy realmente feliz.

—Eso no me parece a mí en absoluto.

Primero, su rey dijo que parecía un noble modesto y ahora la mujer que amaba lo llamaba sabelotodo.

—Que extraño…

—¿Qué es extraño?

—Todas las mañanas, cuando me miro en el espejo, todo lo que veo es a un hombre bueno y honesto. Pero, últimamente he estado escuchando las mismas cosas tanto de mi rey como de ti. Dime, ¿qué es lo que te desagrada de mí, señorita Yuuri?

—Tus ojos, supongo —dijo Yuuri, sin darse cuenta que sus palabras cayeron con un final cruel. Estaba hablando en serio.

Ernest sólo pudo bajar la cabeza en una desesperación silenciosa.

♦ ♦ ♦

El cielo estaba lleno de nubes. En cualquier otra estación, ese clima habría deprimido a la mayoría de la gente.

Pero esto era en pleno verano y casi todos estaban agradecidos de un descanso de los rayos abrasadores del sol. Ernest y Yuuri estaban entre aquellos que dieron la bienvenida a las nubes.

Yuuri era diferente de la mayoría de los humanos. Pero Ernest esperaba que Yuuri, como sus antepasados, pudiera reconocer sus cosas en común con los humanos para vivir entre ellos.

Ernest agarró su bastón. Yuuri se puso el sombrero, agarró una sombrilla y salieron.

Salieron del estrecho callejón que conducía a la tienda de Yuuri y siguieron la calle hasta la principal vía pública llena de escaparates y restaurantes bulliciosos. Como solo estaban comprando un regalo para Simon, parecía innecesario usar un carruaje.

—Un regalo para Simon, ¿eh?

Ernest sabía la verdad de que si el regalo era de Yuuri, Simon lo amaría sin importar lo que fuera.

Aun así, Ernest intentó pensar en quién era Simon. Era un coleccionista de todo tipo de cosas de Hinomoto y el hijo y heredero de un comerciante prominente. Podrían intentar encontrar algo diferente de sus inclinaciones habituales, pero parecía mejor seguir sus intereses.

Cuando Yuuri salía nunca usaba ropa de Hinomoto. Por otro lado Simon casi siempre llevaba su hakama. Ya que sus rasgos eran más de un hylantiano, parecía que su ropa era su forma de afirmar su herencia oriental y su relación con su hermana menor.

—¿Qué te parece algo que quede bien con su hakama? Como un reloj de bolsillo o una bolsa… Hmm.

Ernest estaba sumido en sus pensamientos mientras Yuuri caminaba a su lado, sonriendo. Siempre que señalaba su sonrisa, se detenía. Así que esta vez, fingió no darse cuenta, simplemente la observó de reojo.

—¿Qué tal un sombrero? ¿Qué clase de sombreros usa la gente en Hinomoto? —Ernest preguntó, sugiriéndolo porque realmente nunca antes había visto a Simon usando uno.

—¿Un sombrero de Hinomoto? He oído que los sombreros de estilo occidental son populares en Hinomoto en este momento. —Los objetos orientales eran populares en Occidente, por lo que tenía sentido que la ropa occidental también fuera popular en el país de Hinomoto, en el Lejano Oriente.

Ernest no estaba seguro de dónde buscar un sombrero que combinara  con la ropa oriental, pero Yuuri parecía tan entusiasmada con la sugerencia que sintió que era el camino correcto.

—Entonces, ¿dices que no sería extraño usar un sombrero con hakama?

—Sí.

—Perfecto. ¡Conozco la tienda! ¡No está lejos de aquí, así que vamos! —Le ofreció su mano y, aunque dudó por un momento, finalmente la aceptó.

Esperaba que la sensación de que era más abierta con él no fuera sólo su imaginación. Tal vez era porque había pasado casi medio mes desde la última vez que se habían visto.

♦ ♦ ♦

Según el calendario era agosto, pero la tienda de sombreros ya estaba lanzando su línea de sombreros de otoño. Los sombreros de mujer más populares eran todos de colores suaves como el verde olivo o uva. Sin embargo, los sombreros de los hombres no parecían ser muy diferentes de una temporada a otra, aunque la tela cambiaba de algodón a lana.

Después de dar una vuelta por la tienda,  Yuuri tomó un sombrero con un pequeño patrón de cuadros.

—Para uso diario, ¿funcionaría una gorra de caza? —preguntó.

Como este tipo de sombreros se usaban tradicionalmente cuando se cazaba, no eran adecuados para la ropa formal. Pero eran perfectos para usar en la ciudad, lo que parecía ser el mismo caso para la hakama de Simon.

Tampoco sabían el tamaño de sombrero de Simon, y dado que la gorra de caza no era de una talla pequeña, era una opción segura. Ernest asintió y Yuuri le dedicó una sonrisa tímida. No había sido tan sincera desde que se conocieron. Ernest pensó que tal vez finalmente se estaba ganando su confianza. Aunque era un poco incómodo que estuvieran intimando mientras compraban un regalo para otro hombre.

—¿Estabas así de emocionada cuando elegiste esas tazas de té de camelia?

Tan pronto como las palabras salieron de los labios de Ernest, Yuuri entrecerró los ojos. Sabía que su comentario era innecesario, pero no se dio cuenta cuánto la había lastimado.

Podría haber parecido amargada, pero tomó su silencio como una afirmación. Le dio la espalda, comparando varios patrones de sombreros. Al final, compró el primer sombrero que había elegido y ambos salieron de la tienda.

—Parece que podría llover.

Las nubes se habían condensado considerablemente desde que salieron de la tienda de Yuuri y parecía que pronto iba a llover.

Y de hecho, poco después de que comenzaran a caminar, la lluvia comenzó a caer, aterrizando con un ruido seco en la acera y dejando salpicaduras grises a su paso.

Le quitó a Yuuri la caja del sombrero y la cubrió con su chaqueta con la esperanza de protegerla de la lluvia.

—¡Será mejor que nos demos prisa!

Apresuró el paso sin dejar de vigilarla. La pareja irrumpió en un café que parecía estar haciendo la transición a la hora del almuerzo.

—Hace frío, ¿verdad? Sería una pena que el regalo se mojara, así que esperemos lejos de la lluvia y almorcemos.

Mientras observaban el cielo desde la gran ventana del café, las nubes parecían propagarse rápidamente. Después de un tiempo, la lluvia comenzó a amainar.

Disfrutaron tranquilamente sus sándwiches y los acompañaron con un café. Para entonces, la lluvia había cesado.

Después, Ernest acompañó a Yuuri de regreso a su tienda. Cuando estaban a punto de separarse, ella agarró su manga, como si tuviera algo que estuviera tratando de decir.

—¿Qué sucede?

—Gracias por todo lo de hoy… y, bueno, vendrás a verme de nuevo, ¿no?

Esta era la primera vez que le pedía que se comprometiera a otra visita.

—Por supuesto. Pero, lo siento, probablemente estaré ocupado durante el próximo mes más o menos.

Yuuri asintió comprendiendo, pero le parecía que estaba un poco ansiosa.

—Si pasa algo, solo ven a mi mansión… ¿de acuerdo?

Yuuri le había dicho que necesitaba sangre al menos una vez cada tres meses. Hasta ahora, le había estado dando su sangre cada mes o cada dos meses. Y sabía que había ocasiones en que lo necesitaría en medio, como cuando se resfrió. Pero, ¿qué haría Yuuri en una situación así sin Ernest cerca?

—Pero…

—Eres una mujer soltera que vive sola, así que no puedo visitarte exactamente en medio de la noche. Pero si vienes a mi mansión, al menos puedo verte allí después del anochecer.

Ernest pensó que era mejor que no viniera durante el día. Ahora bien, si Yuuri no fuera tan asustadiza con él, si realmente estuviera preparada, llevaría su relación al siguiente nivel en un instante.

Pensó que encontrarse en la noche en su mansión era el mejor compromiso. Sus sirvientes estarían en la mansión y podrían dar fe de que se había comportado de manera apropiada. Pero Yuuri no podía leerle los pensamientos, así que se quedó meramente en silencio y desconcertada.

—Señorita Yuuri recuerde que me lo prometió, ¿de acuerdo? —dijo Ernest, despidiéndose con esas palabras mientras salía de su tienda.

Pero solo pasó una semana antes de que se volvieran a ver. Y en lugar de que Yuuri viniera a la mansión por su ayuda, fue Ernest quien buscó la experiencia de la bruja.

♦ ♦ ♦

Ernest había estado dos veces en el club de caballeros que manejaba el marqués Groves desde que obtuvo el permiso para unirse. Los caballeros allí, todos unidos por intereses similares, se reunían dos veces por semana y pasaban las horas hablando amigablemente.

Los hombres estaban dispersos entre las muchas habitaciones de la segunda casa del marqués. Cada habitación estaba decorada con una placa de identificación con los nombres de varias especies de flora y fauna. La habitación más grande era el salón conocido como la Sala Rosa. Había mesas de billar en la Sala Mariposa. Y la biblioteca en la Sala Roble.

Aunque muchos de los miembros estaban allí para relajarse y jugar a las cartas o al billar, el club en general era mucho más elegante de lo que Ernest esperaba.

Ernest finalmente eligió una habitación con cuadros de Oriente, aunque no podía estar seguro de qué país eran. Eran altos y estaban hechos de un papel fino. Las escenas que representaban plantas y animales estaban dibujadas con colores claros. El primero fue un cuadro de cebada meciéndose al sol, el segundo representaba un pájaro de patas largas, el tercero era un animal marrón que se parecía a un topo, y el último era una flor que recordaba a una rosa.

Desde que conoció a Yuuri, Ernest tenía cada vez más oportunidades para interactuar con la cultura oriental.  Pero las obras de arte todavía eran nuevas para él.

—Bienvenido, conde Selden. ¿Está disfrutando de nuestro club? Creo que encontrará que todos los hombres aquí son de una calidad excepcional. Estoy seguro de que no tendrá problemas para encontrar un compañero de conversación.

La voz pomposa pertenecía a su anfitrión, el marqués Groves. Era corpulento y parecía completamente como un anciano afable, pero si realmente se llevaban a cabo apuestas ilegales, probablemente estaba al timón.

—De hecho, ya he tenido una discusión muy esclarecedora de los clásicos. Tiene mi gratitud por invitarme a su velada.

Ernest era un hombre de muchos intereses, pero aún no se había centrado en uno en particular. Sin embargo, su concentración hoy no era para destacar o darle a alguien razón para sospechar de él. Había elegido temas de conversación en los que al menos tenía un interés pasajero, pero no estaba aquí para una competición intelectual. Todo lo que quería era terminar con este caso de una vez.

Y ahora estaba aquí, cara a cara con el hombre que tenía la llave. Tenía que averiguar si era o no una pura coincidencia que se encontraran así.

Después de que Roderick le dijera que parecía el tipo que haría algo ilegal si parecía divertido, entrar al club había sido fácil.

Simplemente mencionar el juego de la nada sería sospechoso, así que Ernest eligió una táctica diferente: preguntar sobre los cuadros.

—¿Estos cuadros son de Oriente?

—En efecto. Lo que me recuerda, han circulado rumores de un cierto noble saliendo con una mujer soltera de pelo negro.

Ernest no había anunciado a Yuuri como su compañera ni había asistido a muchos eventos sociales. Para el resto del mundo, era como si Yuuri hubiera aparecido a su lado de la nada, y era exactamente esa clase de rumor que los miembros de la alta sociedad amaban.

Pero Ernest había anticipado esto.

—Es mi amante. Espero presentarla apropiadamente en un evento futuro… —Si sus miedos se cumplían, ese día nunca podría llegar, pero Ernest le mostró una sonrisa convincente.

—Supongo que también está interesado en libros y cuadros de Oriente, conde.

—Es algo que espero explorar más, pero en este momento, soy más bien un aficionado.

—¿Y qué hay de la chica oriental? ¿Tal vez podría enseñarle? —preguntó el marqués con la mirada fijada en Ernest.

Ernest no podía entender por qué el marqués traería a una mujer cuando no se les permitía ingresar al club. Debe tener un motivo oculto.

—¿Mi amante? Nació aquí en Hylant, por lo que no es muy conocedora de la cultura oriental. Ciertamente no podría seguir el ritmo de alguien tan conocedor de las obras de arte como usted —dijo Ernest. La verdad era que no sabía cuánto sabía Yuuri sobre el tema. Como mínimo, estaba familiarizada con los objetos con los que comerciaba la Compañía Watoh.

En cualquier caso, el hecho de que el marqués, que bien podría ser el líder de la red de apuestas ilegales, estuviera interesado en ella, preocupaba a Ernest. Le hacía querer desviar la conversación lo más rápido posible.

—Supongo que eso es comprensible. Aunque esa belleza se desperdicia en alguien que no tiene interés en el arte y la literatura de su propio país —dijo el marqués, volviendo a mirar los cuadros una vez más.

—Las obras de arte orientales pueden cambiar fácilmente para adaptarse a la temporada u ocasión —explicó, tirando de la cuerda adjunta. Luego, enrolló el papel fino en un tubo.

—Es tan diferente del arte hylantiano.

—En efecto. Quienes estén exclusivamente familiarizados con el arte occidental considerarán que estas obras son estériles y endebles y las pasarán por alto, pero parece que usted es diferente, conde Selden.

El marqués parecía satisfecho con la reacción de Ernest y asintió mientras se alejaba. Ernest sospechaba que realmente amaba el arte tanto como decía.

Y había tenido su primer intento exitoso de acercarse al hombre detrás de todo.

Después de su conversación con el marqués, pasó un momento conociendo a los otros miembros antes de irse a casa.

De camino a casa, vio al comandante Conquest, pero siguió adelante, fingiendo no conocerlo.

♦ ♦ ♦

Antes de irse a la cama, Ernest se sentó con una copa de vino, considerando su próximo movimiento.

—Mmm… ¿Qué debería hacer? Y luego está ese cuadro…

Ernest había observado las expresiones cambiantes del marqués todo el tiempo. Probablemente el marqués había hablado con Ernest específicamente porque se había dado cuenta de los intereses de Ernest por Oriente. Pero pareció conforme con saber que Ernest no era tan conocedor como él.

—No puedo involucrar a la señorita Yuuri… —dijo, deseando nada más que terminar con esta misión de reconocimiento molesta para poder regresar a sus días despreocupados descansando en la tienda de Yuuri—. El problema es que es un club de caballeros. Ah, bueno, supongo que debería seguir adelante y preguntarle.

Una semana antes, Ernest le había dicho que fuera a buscarlo si necesitaba algo, pero era él quien necesitaba su experiencia. Tendría que tragarse su orgullo.

♦ ♦ ♦

A la mañana siguiente, Ernest descuidó sus deberes y se dirigió a la tienda de Yuuri. Había estado actuando según las órdenes del rey de investigar, así que no era como si se estuviera saltando el trabajo y, por lo tanto, no tenía nada de qué sentirse culpable.

Ernest abrió la puerta de golpe, lo que provocó que Yuuri se levantara del sofá y se encontrara cara a cara con él. Había estado durmiendo la siesta en el trabajo otra vez, segura de que nadie se presentaría. Sospechaba que la razón por la que una persona tan concienzuda como ella siempre dormía era porque, como le había dicho, la brillante luz del sol la adormecía. Tener una visión nocturna superior era generalmente característico de las criaturas nocturnas. Ernest sospechaba de que los antepasados de Yuuri también eran criaturas de la noche.

—¡Hola! Ha pasado casi una semana, ¿no es así, mi pequeña bruja?

—¡P-Pensé que no vendrías por un tiempo…! —acusó aturdida.

Los hombros de Ernest cayeron. Pensó que estaría feliz de verlo.

—Sí… tengo algo que pedirte.

—¿Qué podría ser? —Se revisó el pelo para asegurarse de que no estaba desordenado, probablemente recordando el primer día que se conocieron. Tosió y se sentó, haciéndole espacio en el sofá. Tomó su asiento habitual a su lado.

—Estoy en una misión secreta en este momento, investigando una red de apuestas ilegales.

—Umm, por favor, no me cuentes sobre tu misión secreta, no quiero involucrarme en nada peligroso.

Esta sería la segunda vez que la arrastraba a los secretos de estado. Esta vez, Ernest tenía una autorización previa, pero el rostro de Yuuri mostraba claramente desdén.

—Está bien, ya estás involucrada —dijo Ernest y luego se sumergió en una visión general de todo lo que había pasado hasta ese momento.

—Esos cuadros me llamaron la atención por alguna razón. Tal vez son algún tipo de contraseña o esconden una puerta secreta o algo así. Siento que he visto algo parecido ofrecido por la Compañía Watoh. Es un cuadro en un papel fino que puede enrollarse y guardarse.

—Eso es un pergamino colgante. Tanto Hinomoto como Xingka los tienen.

Ernest tenía varias hojas de papel sobre la mesa para mostrarle a Yuuri. Había dibujado lo que había visto la noche anterior en la segunda casa del marqués.

—¿Se supone que es… una ola agitada y un amanecer?

—Se supone que es el sol y un campo de cebada. —Los rápidos bocetos a bolígrafo de Ernest no tuvieron éxito en reproducir lo que vio. Después de todo, lo que Yuuri pensaba que eran olas se suponía que era cebada meciéndose por el viento.

—¿Y eso es un dinosaurio?

—¡No, es un pájaro! Y esta es la cara de un topo que se asoma desde la hierba.

Ernest era un artista peor de lo que pensaba. Necesitaba otra manera de expresar su punto de vista.

—¡Lord Ernest es un artista terrible! ¡Jejeje! —Yuuri se echó a reír, incapaz de contenerse por más tiempo.

En realidad era la primera vez que la escuchaba reír tan abiertamente.

—¿Por qué eso te hace tan feliz?

—Sólo pienso que es adorable ver que muestras algo de debilidad.

En otras palabras, necesitaba ver que era humano. Decidió no expresar su descubrimiento y dejarla disfrutar del momento un poco más.

—Entonces, ¿qué piensas de estos cuadros? Intenté dibujar lo que vi en los pergaminos en el club de caballeros. ¿Significan algo para ti?

—Lo siento, pero no creo que Hinomoto tenga campos de cebada. Creo que el arroz es más común. Y nunca he visto cuadros de dinosaurios, excepto en museos. —Tal vez sólo sentía que eran divertidas las habilidades artísticas de Ernest, pero era raro que hiciera algo tan tonto como seguir llamando dinosaurio al pájaro.

—¡Oye, te dije que no es un dinosaurio! ¡Es un pájaro con una cabeza roja!

—¿Un pájaro con la cabeza roja? Eso es probablemente una grulla. Son vistos como buenos augurios en Oriente.

—De acuerdo. ¿Qué hay de estas flores que parecen rosas?

Yuuri miró las imágenes.

—Parece un crisantemo o algo parecido… pero la forma de las flores me hace pensar en peonías [1]. Las peonías son comunes en los kimonos. De hecho, tengo uno, espera.

Yuuri desapareció en el segundo piso y regresó un momento después, cargando un haori que la había visto usar cuando hacía más frío.

—¡Ah, eso es, eso es! —exclamó, echando un vistazo al haori con grandes flores rojas. Las flores eran exactamente iguales a las que Ernest vio en el salón.

—Las grullas y las peonías son diseños valiosos en el arte oriental. Así que realmente no puedo decir si estas imágenes solas ofrecen pistas obvias.

Realmente no podía decir con certeza si había algo más que las peonías y la grulla. Y no podía encontrar nada más evidente en esas dos imágenes.

—¿Señorita Yuuri, estaría dispuesta a echar un vistazo a esos pergaminos? Intenté dibujarlos, pero parece que eso no será suficiente.

—¿D-Disculpe? Bueno, si es solo para echar un vistazo…

—Sí, sólo un vistazo. Estará bien con eso, ¿verdad?

El problema era cómo llevar a una mujer a un club de caballeros. Ernest observó a Yuuri de arriba a abajo.

—¿Qué pasa?

—Sí, creo que esto funcionará… Vendré por ti a las dos en punto, pasado mañana. Tendré todo lo que necesites, ¿de acuerdo?

—Bien.

Había una manera después de todo. Pero si le contaba a Yuuri cuál era, sabía que se negaría. Así que por el momento, el conde engañoso se guardó su plan para él mismo.

♦ ♦ ♦

Los gritos enfurecidos de Yuuri resonaron por toda la habitación de invitados de la mansión.

—¡Mentiroso! ¡No dijiste nada sobre esto! ¡Soy una mujer adulta!

Ernest estaba de pie fuera de la puerta, intentando calmar la ira de Yuuri, o al menos, evitar que huyera.

—Está bien, te quedará perfecto. Serás la más linda… ¡no, el chico más guapo! Realmente estarás linda en ese atuendo, te lo garantizo.

No le respondió.

—¡Qué cosa más horrible para decirle a una dama! ¡Sus padres estarían avergonzados! —Esta vez fue Tarrah quien regañó a Ernest en lugar de Yuuri.

Si fuera por él, absolutamente habría preferido a Yuuri en un vestido deslumbrante. Su deseo de normalidad palidecía en comparación con el de ella.

—N… N-No puedo… ¡respirar!

—¡Señorita Yuuri, por favor perdóneme! ¡Por favor aguante un poco más!

Para que Yuuri se pareciera más a un chico, necesitaban envolver sus pechos con envolturas de algodón y acolchar un poco su altura. Solo imaginar lo que estaba sucediendo al otro lado de esa puerta hacia que las comisuras de los labios de Ernest se crisparan.

—¡Apuesto a que serás el paje más lindo que haya! ¡Tu maestro estará encantado!

Ernest abrió la puerta con anticipación. Yuuri se puso de pie con su disfraz de chico, temblando frente al espejo. La camisa adornada con un lazo, el chaleco con botones de latón, la falda pantalón… Y esas largas piernas estiradas de abajo. Su caballo había sido trenzado, con un lazo que se mecía desde los extremos.

—Señorita Yuuri, también es tan encantadora. Es un chico convincente, de pies a cabeza.

—Pareces más emocionado con esto que con el vestido que me diste —entonó Yuuri,  su enfado había disminuido, dejando sus ojos sin vida como un pez muerto.

Un paje era un sirviente joven encargado de ayudar a un noble y de llevar sus pertenencias. Muchos reflejaban los gustos de sus señores, así que los pajes de países extranjeros se habían vuelto cada vez más comunes.

Muchos de los miembros del club de caballeros llevaban a sus propios pajes y sirvientes. Por lo tanto, Ernest pensó que sería la mejor manera de infiltrar a Yuuri en el club.

La trenza simulaba un estilo que había visto en un funcionario de Xingka. De todos modos, la mayoría de los hylantianos no podían notar la diferencia entre alguien de Xingka y alguien de Hinomoto. En cualquier caso, parecía un paje de Oriente.

—Me has engañado —siseó.

El problema era que, chica o chico, Yuuri ya no era una niña. Era una mujer de diecinueve años. Era natural que estuviera furiosa.

—Ya, dije que tendría todo lo que necesitaras. No dije nada sobre que fuera un vestido. ¡Si ese es tu deseo, entonces puedo llevarte a todas las fiestas elegantes que tu corazón desee!

—¡Lo que desea mi corazón es volver a casa!

—Señorita Yuuri, si me ayuda, podemos acabar todo este asunto de inmediato. ¡Y la recompensaré generosamente por su ayuda!

Yuuri no pudo ocultar su reacción cuando mencionó la palabra “recompensar”. Después de dudar por un largo momento, descubrió que no podía evitar la tentación.

—Sólo está vez, ¿de acuerdo…?

Decidió que esto era su arrepentimiento por tomar su sangre.

Pero Ernest le habría dado su sangre sin nada a cambio. Su relación había adquirido una forma diferente a la anterior. Le gustaba su acuerdo previo de bruja y cliente. Era más sencillo. Así que asumió voluntariamente ese encargo tonto.

—Lo prometo. Ah, sí, ya que estarás sirviendo como mi paje, necesitaré que te refieras a mí como “maestro”, ¿entendido?

—¿M-M-M-Ma… estro? —Se mordió la lengua intentando decir la palabra.

Después de todo era lo que Tarrah llamaba a Ernest. Pero viniendo de Yuuri, sonaba menos como un sirviente y más como una esposa servil. Su rostro se puso rojo.

—No puedes cometer ningún error cuando estemos allí. Así que será mejor que practiques ahora.

—¡No! Lo diré cuando tenga que hacerlo.

Ernest y Tarrah se pusieron a trabajar enseñándole a Yuuri las funciones de un paje.

Con sus profundas conexiones con la Compañía Watoh, nadie sospecharía de que Ernest tuviera un paje de Oriente. Y llevar un chico nuevo se percibiría como el resultado de relaciones fallidas con otros pajes previamente. Los nobles tendían a cambiar sirvientes tanto como de ropa.

Era bueno que Yuuri no se diera cuenta de lo mucho que Ernest estaba disfrutando de que le atara la corbata o que le pusiera la chaqueta como una nueva novia, o podría haber huido.

♦ ♦ ♦

—¡Por aquí, Saizoh!

Saizoh era el nombre falso de Yuuri. Podrían haber usado su nombre real, ya que Yuuri también era un nombre de chico en Hylant, pero existía una buena posibilidad de que los miembros del club de caballeros supieran su nombre. Y sin nada más, podrían considerarlo de mal gusto que Ernest contratara a un paje con el mismo nombre que su amante.

Saizoh era el nombre del bisabuelo de Yuuri. Había sido el primer jefe de la Compañía Watoh, quien había traído a toda la familia desde Hinomoto.

Y, sin embargo, Ernest sentía que el nombre no le quedaba bien. Para él, cualquier nombre que no sea “Yuuri” se sentía indigno.

—Sí, maestro. ¿Cómo puedo servirle? —le preguntó en un tono juvenil.

Estaba mostrando mucha valentía. Según lo prometido, estaba totalmente comprometida a interpretar el papel de un niño ahora que estaban aquí.

Muchos occidentales tenían poco conocimiento de alturas o características comunes para las personas orientales, así que no había forma de descubrir la verdadera edad o género de Yuuri.

La pareja atravesó el vestíbulo y se dirigió  a la Sala Rosa, donde estaban los pergaminos en cuestión.

—Allí, Saizoh. ¿Ves? ¿No son cuadros de tu tierra natal? —Ernest estaba haciendo un espectáculo involuntariamente. Por supuesto, cualquiera reconocería el arte que les recordara a su tierra natal.

—¡Wow! ¡Qué encantador! ¡Maestro, a estos los llamamos pergaminos colgantes en mi tierra natal!

Yuuri estaba haciendo todo lo posible para interpretar el papel de un joven paje emocionado. Era una experta en cuidar de Ernest y sus pertenencias, pero el resto era claramente fingido. Ernest suspiró, con la esperanza de que captara la indirecta de atenuar la actitud alegre.

—¡Oh, entonces debes saber mucho sobre esto! ¿Dime, qué es ese pájaro de allí?

—¡Jeje, no tengo ni idea, mi lord!

—¿No? ¡Jajaja!

Yuuri trató de parecer verdaderamente emocionada. Ambos se alejaron rápidamente de los pergaminos antes de que alguien se diera cuenta.

Se relacionaron con los otros miembros por un momento para evitar levantar sospechas antes de dirigirse a la Sala Roble. Esta habitación albergaba la biblioteca, que incluía una gran cantidad de libros sobre obras de artes. Parecía que su anfitrión tenía una gran afinidad por las obras de arte. La pareja vagó más al fondo hasta quedar fuera del alcance del oído.

—¿Han movido los pergaminos?

—¡Oye, no tan cerca…!

No podían arriesgarse a ser escuchados, así que Ernest pensó que era obvio que tendrían que acercarse.

—No tenemos más opción. ¿Pudiste descubrir algo?

—Todos esos cuadros comparten un tema similar: todos son imágenes de las cartas de Hinomoto llamadas Hanafuda. Solía jugar todo el tiempo con mi abuelo.

—Hanafuda, ¿eh?

Esa palabra significaba poco para un hylantiano como Ernest.

—Hierba plateada bajo la luna. Una reinita [2] de bosque en el mar. Una copa de sake y un crisantemo. Y la peonía con… Espera. El de la peonía era el único que no estaba bien.

Mientras que las otras imágenes venían en parejas, solo la peonía estaba sola.

El marqués Groves lo había dicho: en Oriente, los pergaminos se cambian para adaptarse a la temporada. Ernest creía que eso era cierto. Pero si lo era, ¿por qué tenía la sensación de que el marqués todavía estaba ocultando algo?

—¿Qué hay del topo y el pájaro que vi?

—La grulla está emparejada con el pino. El animal al que llamaste un topo probablemente era el jabalí con el trébol. Pero, ¿no es extraño? La reinita del bosque anuncia la primavera. Está fuera de temporada.

—¡Sabía que podía contar con usted, señorita Yuuri! Pensaremos en el resto más tarde. Por ahora, necesitamos perder el tiempo aquí para no levantar sospechas cuando nos vayamos.

Por ahora, establecer la conexión con hanafuda, así como los cuatro estampados pares y los dos que eran diferentes, era más que suficiente. Tenían que dejar los pergaminos por ahora antes de que alguien involucrado en la red de apuestas comenzara a entenderlo.

Regresaron a la Sala Rosa y Yuuri se fue a traerle una bebida a Ernest. Fue entonces que se dio cuenta de los ojos sobre ella. Varios de ellos, de hecho.

No debería haberla traído. Quiero decir, no era como si estuviera tratando de presumir de ella, pero aún así… 

Su conocimiento relacionado con los pergaminos había sido incalculable. Pero traerla aquí había atraído una gran cantidad de atención no deseada y lo lamentaba. Carecía de cualquier tipo de afecto por chicos jóvenes, así que no sé había dado cuenta antes, pero había muchas miradas indecorosas en su dirección. La expresión de sus rostros llenaron a Ernest de disgusto.

Alguien detuvo a Yuuri de regreso mientras balanceaba una bandeja con un vaso encima.

—Cuidado o se te caerá. Aquí, permíteme.

El hombre claramente se había acercado a ella con mala intención. Ernest lo sabía y, sin embargo, decidió ver cómo se desarrollaba la escena.

Yuuri no sólo destacaba cuando usaba el uniforme de paje. Cuando caminaba por la ciudad o incluso entre la alta sociedad, siempre parecía atraer mucha atención. Esta clase de cosas iban a pasar y Yuuri necesitaba aprender a lidiar con ello.

—Gracias por su preocupación, mi lord… pero este es mi trabajo, así que por favor, no se preocupe —dijo Yuuri tranquilamente, haciendo una reverencia cortés antes de intentar pasar.

—No necesitas ser tímido. Dámelo.

—¿Eh…?

El hombre intentó quitarle la bandeja de las manos a Yuuri. Tomada por sorpresa, accidentalmente perdió el agarre de la bandeja y la copa cayó al suelo.

—¡¿Qué estás haciendo?! ¡Eres un sirviente! ¡Cómo te atreves a desafiarme! —Por cómo lo vio Ernest, fue su culpa.

Ernest nunca habría esperado que alguien que había sido admitido en un club exclusivo actuara de forma tan infantil. Para Yuuri, era bastante incomprensible.

Incapaz de seguir viendo, Ernest se levantó, con la intención de interponerse entre ellos cuando…

—Si estaba tratando de obtener su afecto, diría que fue un verdadero fracaso. Y de todas formas, ningún hombre debería estar compitiendo por el afecto de un niño.

Un hombre grande y robusto logró llegar antes que Ernest. Era el comandante Conquest, quien aparentemente también se había infiltrado en el club.

Derramó alcohol en la cabeza del hombre y luego rompió el vaso. El vaso se hizo añicos y la sangre comenzó a brotar de la mano de Conquest.

—Bueno, ¿se ha enfriado?

—Hrk…

Una mirada de Conquest, con los ojos cargados de una ira silenciosa, hizo temblar al hombre. Conquest no sólo era un militar musculoso, sino que el hombre acababa de verlo abrir la mano y romper un vaso con las manos desnudas sin ningún indicio de dolor.

Claramente superado, el hombre grosero se volvió y salió corriendo.

—Comandante, es un placer conocerlo aquí. Tiene mi gratitud por salvar a mi paje. —A pesar de que estaba encubierto, el comandante Conquest había salvado a Yuuri. Para el adicto al trabajo y de mente fría que Ernest sabía que era, esto fue realmente una sorpresa.

—Oh, conde Selden. Si es el maestro de este chico, es su responsabilidad protegerlo de cualquier daño.

Decir que estaba a punto de hacerlo pareció indecoroso, por lo que Ernest simplemente trató de reírse.

Ernest estaba sufriendo de su propia justicia poética, porque la parte del príncipe que rescataba a Yuuri la interpretó otra persona mientras descansaba en sus laureles.

—¡Oh! ¡Por favor, déjeme tratar su herida!

Yuuri tomó la mano de Conquest y la miró fijamente.

—Soy insensible, así que no es una preocupación seria. Mira, ya casi ha dejado de sangrar.

Cualquier persona normal habría necesitado puntos por semejante herida, pero como el comandante Conquest había insistido, sus heridas ya habían comenzado a sellarse. Afortunadamente, parecía como si la herida leve estuviese casi curada.

—¡No, por favor déjeme echar un vistazo! Puede tener fragmentos de vidrio en la mano.

Yuuri consiguió agua, una toalla limpia y algunas herramientas y se puso a trabajar curando sus heridas. Realmente era una bruja increíble.

—Yu… Saizoh es realmente hábil para prestar primeros auxilios. Ah, sí, y comandante Conquest, me gustaría hacer algo para agradecerle por salvarlo. Por favor, venga a mi mansión mañana, incluso si no puede venir hasta después del trabajo.

Ernest intentaba fingir que se acababan de conocer y que invitarlo a su mansión era una muestra de gratitud. Si quería contarle al comandante sobre los pergaminos, sería más seguro con Yuuri presente. Podía intentar arrastrarla al palacio, pero estaba seguro de que se encerraría allí.

—Muy bien. Mañana me voy, así que será por la mañana.

—Entonces, ¿nos vamos, Saizoh?

—Sí, maestro… Comandante Conquest muchas gracias por su ayuda.

A pesar de todos los problemas, Yuuri había ayudado una vez más a Ernest a terminar su tarea. Mientras pensaba en su recompensa prometida, se la llevó del club.

♦ ♦ ♦

Estaban en el carruaje, de camino a casa.

Ernest pensó en Yuuri curando la mano ensangrentada del comandante Conquest.

Las preguntas comenzaron a inundar su mente.

¿Quién sabía que podría curar heridas tan fácilmente?

Desde la primera vez que Ernest le había ofrecido su sangre, hasta incluso la ocasión en que estuvo enferma, cada vez que Yuuri veía su sangre fresca, sus ojos ardían de deseo.

Era como si se intoxicara simplemente al ver su sangre.

Y, sin embargo, cuando curó las heridas del comandante Conquest, actuó perfectamente normal, sin mostrar indicios que sugirieran que estaba luchando contra una sed de sangre tan poderosa.

Mientras repetía una y otra vez en su mente la escena de ella bebiendo su sangre, se le ocurrió una idea. Tal vez su sangre tenía un efecto especial sobre ella.

Lo siento Yuuri. Todo esto es porque tengo un caso grave de ser travieso cuando se trata de ti… 

Superado por la culpa, se mordió el interior de la mejilla. Un sabor metálico le llenó la boca. Miró a Yuuri, que probablemente estaba inmersa en sus propios pensamientos.

Le devolvió la mirada a Ernest por un momento y sus ojos comenzaron a ponerse vidriosos. Sin darse cuenta, se acercó a él, antes de volver a sus sentidos y temblar sorprendida. Retiró su mano estirada y la apretó en un puño sobre su regazo.

Claramente luchando por calmarse, Yuuri miró a todos lados, excepto a Ernest, desde las cortinas hasta sus puños cerrados.

—¿Lord Er… nest… podríamos abrir una ventana?

—¿Por qué? Te referirás por el frío aire nocturno, así que me temo que no.

Estaba siendo aun más malvado de lo normal. Sabía muy bien por qué quería abrir la ventana.

—Umm… ¿estás herido?

—¿Hm? Oh, bueno, me he cortado dentro de la mejilla por la sacudida y el balanceo del carruaje. Está bien, no es un corte tan grande.

Era imposible imaginar que alguien se cortara por el suave movimiento del carruaje del conde.

—¿Tu mejilla?

—¿Qué pasa? No te ves bien.

Ernest fingió no saber qué estaba mal y se sentó a su lado, tratando de mirarla más detenidamente. Su respiración era entrecortada, como si acabara de correr. Y sus ojos estaban dilatados. En cierto modo, la hacía adorablemente lamentable.

—Es sólo… la sangre…

—Ah, lo siento señorita Yuuri, no me di cuenta de que su habilidad para oler la sangre de los demás fuera tan fuerte.

Sí se dio cuenta, pero decidió fingir ignorancia.

—Yo… ¡tengo que salir! No puedo… ¡soportar más el olor a sangre!

Yuuri apartó a Ernest. Fue un empujón débil, probablemente porque toda su fuerza estaba en tratar de resistir sus instintos más primitivos.

—Puedes probarla. Ven aquí.

El cuerpo de Yuuri se estremeció sorprendida. Estaba alcanzando sus límites. Su mano temblorosa rozó suavemente sus labios. Ernest, a su vez, tomó su barbilla en su mano, intentando acercar su rostro.

Estaban tan cerca que ambos podían sentir la respiración del otro. Entonces, Yuuri tomó la mano de Ernest entre las suyas y…

—¡A-Ay! —gritó Ernest.

Yuuri le había mordido la base del pulgar mientras estaba distraído. Su voluntad tan desgastada por el olor de la sangre hizo que no intentara ser amable.

—¿Yuuri…?

Yuuri lamió cada gota de sangre de su herida antes de que pudiera derramarse. Lo miró furiosa, con lágrimas en los ojos.

¿Había descubierto cómo había tratado de usar sus rasgos vampíricos para atraparla en un beso?

Sus ojos furiosos parecían decir: “¡Esto es tu culpa!”.

Fue una lección dolorosa no ser tan descuidado. Pero al menos le recordó a Ernest que estar con Yuuri nunca era aburrido.

Tragó saliva, aclarándose la garganta y su rostro se relajó mientras miraba amorosamente a Ernest.

Era comida para Yuuri y haría bien en no olvidarlo.

—¿Oye, cómo es que estabas bien viendo la sangre del comandante antes? —preguntó Ernest, acariciándole la cabeza y sabiendo que no obtendría una respuesta mientras se alimentaba.

Si algo me pasa, entonces Yuuri… 

Era una constatación que lentamente se había estado abriendo camino en su mente desde el día que visitó las tumbas de los abuelos de Yuuri. La abuela de Yuuri había seguido a su abuelo hasta la muerte. Claramente fue porque había perdido su fuente de alimentación.

Ernest tenía la intención de ser la presa de Yuuri, pero de alguna manera, era al revés. Desde el momento que le permitió beber de su sangre, puso su vida en sus manos. Era su única fuente de ayuda.

—Oh, mi pequeña bruja. Todo esto fue mi idiotez. Por favor, perdóname. Te lo compensaré, con algo más grande que las flores en un día nublado o el cielo estrellado. ¿Tal vez podemos retomarlo donde lo dejamos entonces?

Robarle un beso a la chica que estaba borracha por su sangre no era divertido. Y besarse en el carruaje con Yuuri todavía vestida como su paje lo hacía aún menos romántico.

Ernest se lamentó de estar tan orgulloso de ser un caballero. Yuuri se había quedado en silencio la mayor parte del tiempo. Sabía que si hacía o decía algo que no le gustaba, se lo haría saber. Pero, su silencio le dio la libertad de reflexionar en voz alta.

—¿Qué piensas? ¿Dónde deberíamos ir?

—A ninguna parte. Me voy a dormir, buenas noches.

Ernest no estaba seguro de en qué momento había comenzado a prestar atención a lo que estaba diciendo, pero su negativa fue clara. Recostó la cabeza en el regazo de Ernest y cerró los ojos.

Rechazó a Ernest tan fácilmente y luego actuó tan dulce con él. Eran momentos como este que le hacían preguntarse quién estaba jugando con quien.

—Que lástima… Dulces sueño, Yuuri —dijo Ernest, diciendo su nombre sin el pretexto del título.

Yuuri no respondió y, poco después, sus ronquidos llenaron el carruaje.

♦ ♦ ♦

Yuuri apareció en el desayuno a la mañana siguiente con el vestido de verano que Ernest le había preparado.

Era un vestido de flores con más volantes de lo que Yuuri estaba acostumbrada. A Ernest le gustaba Yuuri en un atuendo masculino, pero al final, prefería verla con algo lindo y femenino. Una sonrisa tonta se formó en su rostro mientras aplaudía internamente por su gusto en ropa.

—Bueno, buenos días.

—Buenos días. ¿Por qué no me despertarte anoche?

—Parecías estar durmiendo tan tranquilamente y eres liviana, así que no fue un problema. Aún así, realmente puede dormir señorita Yuuri. Realmente es como un gato.

Yuuri se había ido directamente a la cama anoche sin cenar y durmió hasta la mañana. Había esperado que se despertaría hambrienta, por lo que ordenó a sus sirvientes que le prepararan un tentempié ligero, pero Yuuri nunca tocó su comida.

—Estaba cansada de toda la emoción de ayer.

Yuuri se negó a mirar a Ernest cuando se sentó frente a él. Como se había perdido la cena de anoche, le habían preparado un gran desayuno de tortitas cubiertas de miel y manzanas. El dulce aroma tentó su apetito.

Se sumergió en las tortitas como siempre, cortando grandes pedazos y metiéndolos en su boca. Cuando lo hizo, su expresión se suavizó. Ernest podía decir cuánto disfrutaba de la comida con ver su cara.

—¿Lord Ernest realmente está bien que se salte el trabajo dos días seguidos?

Su pregunta no parecía ser un simple pinchazo o una broma escondida. Parecía estar realmente preocupada. Por supuesto, Ernest fue juguetón en su respuesta.

—Qué irrespetuosa, señorita Yuuri. Nuestro trabajo de ayer fue parte de mi trabajo, al igual que mi reunión de hoy con el comandante Conquest.

A pesar de todo el alboroto, Ernest se estaba tomando su tiempo, disfrutando de pasar la mañana con Yuuri. Por lo tanto, sus observaciones no eran completamente infundadas.

♦ ♦ ♦

El comandante Conquest hizo su aparición a la hora señalada, y no un momento antes. Cuando Ernest y Yuuri fueron a su encuentro en el salón, no pudo apartar la mirada de ella. Estaba asombrado de su propio descaro. Tal vez cualquiera podría hacer lo mismo, después de ver el rostro de un chico que había salvado el día anterior en una chica.

—Gracias por todo ayer. ¿Cómo están sus heridas?

Yuuri parecía no darse cuenta de su conmoción, y solo estaba preocupada por sus heridas.

—¿Conde Selden…?

—¿Sí?

—¿Ahora está vistiendo a su paje con ropa de mujer? ¡Es despreciable!

Yuuri finalmente descubrió por qué el comandante Conquest parecía tan incómodo: todavía pensaba que Yuuri era un chico.

—Oh, no. No soy un chico. Tuve que usar ese disfraz porque, como mujer, no me admitirían. Así es como normalmente me veo, más o menos.

—Así es. Su nombre es Yuuri Watoh. Pensé que se habría dado cuenta de que estaba trabajando conmigo.

A pesar de sus dudas, Conquest no había llevado a cabo la verificación de antecedentes de Ernest porque el rey lo tenía en tan alta estima, ¿y quién era él para estimar al rey?

—Entonces, ¿usted es Yuuri Watoh? Por favor, disculpe el malentendido. —Yuuri aceptó su disculpa con una sonrisa amable.

—Me gustaría que rescindiera sus falsas acusaciones. No soy despreciable.

—Conde Selden, permítame decir esto.

—¿Qué?

—Obligar a una mujer a vestirse con ropa de chico es igual de despreciable, tanto como una perversión, como obligar a un chico a vestirse como una mujer. ¿Cómo es que no entiende esto?

Ernest pensaba cada vez más que el comandante era el hombre aburrido que sospechaba que era. Era poco probable que se hicieran amigos. Pero, sabía muy bien de lo horrible que había sido lo que había hecho, así que no estaba enfadado con el comandante por señalarlo. Ser despreciable todavía era mucho mejor que ser aburrido.

—Es tan duro, comandante. Al menos elegí ropa que le quedara bien, ¿verdad? Y fue solo porque estaba conmigo que logré encontrar una pista.

—¿Una pista?

—Señorita Yuuri, por favor explíquele eso al comandante.

Ernest sacó el juego de cartas Hanafuda, del mismo tipo del que ni siquiera había oído hablar hasta ahora. Yuuri se quedó boquiabierta.

—¿D-Dónde lo conseguiste?

—Mientras dormías, le pedí a Simon que me ayudara a conseguir un juego. Le dije que el juego parecía divertido y me dijo que estaba demasiado feliz de ayudarme. Lo tiene todo, ¿verdad?

—Que alivio.

Cuando Yuuri dijo aquello, lo que realmente quiso decir era: “Que alivio que no te hayas colado en mi tienda y me hayas robado la mía”.

Ernest también tenía su propia herramienta mágica para entrar en la tienda de Yuuri. Así que realmente no podía quejarse. Después de todo, era algo de lo que se sentía bastante culpable.

Yuuri colocó las cartas sobre la mesa.

—Hay cuatro cartas para cada uno de los doce meses. Todas tienen un estilo de juego diferente, pero en general, estas son las cartas con el valor más alto.

La carta con el valor más alto para enero era la carta que representaba el pino y la grulla. La segunda carta representaba una clase de papel fino conocido como tanzaku, en el que se podían escribir poemas o deseos. Las dos cartas de enero que quedaban tenían pinos.

Cuanto más sencillo era el diseño en la carta, menos puntos vale.

—Oh. Entonces el cuadro que pensé que era el sol y un campo de cebada era en realidad era la carta de hierba de la pampa [3] de agosto. Es perfecto para esta época del año, ¿verdad?

—La grulla y el jabalí son enero y julio y esas son de febrero y setiembre.

—¿Podía significar el 17 y el 29? En otras palabras, esos son los días del mes en que apuestan. El 17 ya pasó este mes, así que tal vez la cambiaron y sugirieron el 29.

Conquest no tenía ni idea sobre hanafuda, pero con las cartas como ayudas visuales, finalmente comenzaba a entender. El primer pergamino era para indicar el mes, el segundo y el tercero representaban la fecha. Siempre y cuando uno supiera lo que las cartas indicaban, en realidad era una contraseña bastante inteligente.

—En realidad eso es engañosamente simple.

Muchas cosas de Oriente habían aumentado en popularidad, pero hanafuda seguía siendo relativamente misteriosa.

Ya habían tantas formas de jugar con las cartas de los de Hylant que pocas personas probablemente sentían el deseo de aprender un juego completamente nuevo en una baraja separada.

Al final, era una forma única de mostrar la información para aquellos que sabían qué buscar. Y era apropiado para un hombre que amaba el arte tanto como el marqués Groves. Todo lo que tendría que hacer era decirles a aquellos que quería incluir cómo descifrar las fechas.

—La única pregunta que queda es el cuarto pergamino, esa peonía solitaria…

Ernest le dio vueltas a la idea en la cabeza. Lo único que había en ese pergamino era la peonía. ¿Qué significado ocultaba dentro de esa imagen? Junio era el mes de la peonía.

Si seguía las reglas que ya habían descifrado, entonces debe indicar la hora. Era muy poco probable que se encontraran a las seis de la mañana, así que tenía que ser a las seis de la noche. Pero debe haber alguna razón por la cual la mariposa no aparecía en la imagen.

—El que tiene la peonía es el único que no tiene sentido. Está sola. ¿Dónde podría estar la mariposa…?

Cuando Yuuri dijo aquello, algo finalmente hizo clic en la mente de Ernest. ¡Los platos que colgaban junto a cada sala en el club de caballeros! ¿Qué estaba escrito allí…?

—Eso es. La mariposa se fue volando.

La habitación de billar en la segunda residencia del marqués se llamaba Sala “Mariposa”. Ahí es donde se encontraban.

Y ese fue el final de la parte de Ernest en la investigación. Ahora que sabía cuándo y dónde tendría lugar las apuestas ilegales, la policía militar podría encargarse del resto.

—¡Sabía que podrías ayudar, mi pequeña bruja! —Ernest le acarició la cabeza a Yuuri.

Parte de eso era que quería elogiarla por su parte en la resolución del misterio. Pero también quería presumir del vínculo especial que sentía que tenían. Por supuesto, sabía que Conquest no tenía ningún interés romántico en ella. Pero aún así, quería demostrar que era suya, de pies a cabeza.

—¡Por favor detente! M-Mi parte ha terminado, ¿verdad? ¡Me gustaría ir a casa…! —exigió la bruja con la cara roja, esquivando la mano de Ernest. Parecía que estaba preparada para salir corriendo por la puerta, así que la agarró.

—¡Espera! ¡Te llevaré a casa!

—Conde Selden, me gustaría reunirme con usted respecto a nuestros próximos pasos.

—¿Próximos pasos? Mi parte está hecha. Le dejo el resto a usted, comandante Conquest. El lado físico de las cosas está fuera de mi campo de experiencia.

—¿Qué quiere decir? Necesitamos que se infiltre y descubra quién más podría estar involucrado. Ese es su deber, ¿no? Aquí es donde comienza el trabajo importante.

En otras palabras, incluso si la policía militar hacía una redada en la próxima reunión de la red de apuestas ilegales, solo podrían desmantelarla con los que estuvieran presentes. Por eso el comandante quería que Ernest continuara infiltrado y ganara más inteligencia.

—¿De verdad…?

No importa cuánto tiempo haya pasado Conquest en el club de caballeros, era poco probable que lo invitaran a la red de apuestas ilegales. Por eso no tenía más remedio que hacer que Ernest siguiera investigando.

—Entonces me iré. Por favor, si me disculpan, comandante Conquest, lord Ernest.

—Aprecio su ayuda.

Yuuri hizo una pequeña reverencia antes de salir de la habitación.

Incluso sabiendo lo que significaban los pergaminos, no sería natural que Ernest se presentara a las apuestas sin ser invitado. Pero si no lo lograba, entonces poner a Yuuri en ese peligro sería en vano.

Sabiendo que volvería a estar lejos, Ernest se alegró de haberle dado a Yuuri su recompensa.

Pasaría otro mes antes de que la vida de Ernest volviera a la normalidad.


[1] La peonía es una planta que se caracteriza por los pequeños tubérculos y su tallo completamente liso, está da pequeños frutos encapsulados que contienen una gran cantidad de semillas negras. Gracias a sus beneficios ha sido usada dentro de la medicina tradicional china de hace varios siglos.

[2] La reinita es un ave que vive en hábitats tipo matorrales hasta bordes de bosques tropicales, desde las Antillas y México, hasta Paraguay y la parte norte de Argentina. Es un ave muy distintiva, con un pico curvado hacia abajo, partes altas negras, partes bajas amarillo brillante, y una llamativa ceja blanca.

[3] Una pampa es un terreno destinado al cultivo agrícola.

Den
Hola~ Soy Den y estaré traduciendo el resto de la novela. Disfruten~ :3

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