La Legión del Unicornio – Tomo II – Capítulo 12: Segundas oportunidades

Traducido por Kavaalin

Editado por Meli


Guantelete de Hierro caminó con las piernas juntas durante una semana y no se apareció durante el desayuno.

Se decía que desde ese momento ya no volvió a ir a la Sirena.

La Tropa del Águila se disolvió, todos los miembros entraron en grupos más pequeños. Muchos de ellos cambiaron por completo, se volvieron educados y modestos, desesperados por olvidar el pasado.

El elfo ya no volvió a pedir sentarse en la mesa del caballero, por supuesto, no tenía necesidad de hacerlo.

Todos los días, cuando entraba al vestíbulo, la gente siempre se peleaba para pedirle que se uniera a esta o aquella misión.

Sin duda, el elfo era popular y muy adecuado para los equipos.

Después de trabajar juntos una vez, sería capaz de recordar las caras y los nombres de todos y, aunque no hablaba mucho, era un muy buen oyente. En el caso de que hablara, haría reír y animaría a los demás miembros del equipo.

Por supuesto, nunca se olvidaba de saludar. Aparte del caballero, los nombres que seguían a sus «buenos días» se hicieron cada vez más largos.

Al final, se convirtió en un saludo para todos.

Esto es bueno. Ahí es donde pertenece, pensó el caballero.

Por la noche miraba hacia el patio desde los pisos superiores, el elfo siempre estaba allí, disparando en silencio veinticuatro flechas hacia el objetivo, recogiéndolas y repitiendo esto hasta que la campana de la iglesia daba la medianoche.

Sus movimientos se volvían más fluidos; por el grado de tensión del arco, se podía ver que estaba recuperando las fuerzas.

Sin embargo, el caballero no se quedó observando por mucho rato, necesitaba aprovechar este tiempo para descansar.

De un pozo abandonado fuera de la ciudad, rescató su escudo y espada abandonados.

En el momento en que agarró la empuñadura y sintió el peso de la espada,  supo que no se había rendido.

Después de las doce de la noche, se colaría en un rincón aislado del patio, para practicar la esgrima que había abandonado por más de un mes.

El toque de queda de las diez en punto durante la guerra lo ayudaría a no ser visto. Por lo tanto, el caballero también podría disfrutar de la libertad de quitarse esa pesada armadura por un rato.

Pero, ¿cuánto más durarían esos días?

Había noticias de que el ejército rebelde había comenzado a abandonar sus locaciones, reuniendo sus fuerzas para prepararse para atacar la capital.

Si las llamas de la guerra se acercaran, los mercenarios se volverían muy populares.

Porque a diferencia del ejército que se alimentaba de la mano del rey y el cual necesitaría una compensación para la familia de los caídos, los mercenarios sólo recibirían una recompensa si sobrevivían a la misión.

El caballero odiaba la guerra, pero odiaba aún más a los que la comenzaban.

Si era posible terminar la guerra civil antes, no le importaría mancharse las manos de sangre.

Si conseguía algún logro, podría conseguir la amnistía.

Qué ridículo era que se convirtiera en criminal por no haber matado a nadie y que fuera liberado al matar gente.

♦ ♦ ♦

Habían anunciado la orden de reclutamiento real, aunque no había muchos detalles, los requisitos y las recompensas estaban claras.

La solicitud era para un grupo de diez. El caballero sacudió la cabeza, preparándose para irse.

Cuando entró al vestíbulo del Hogar de los Mercenarios, se encontró con el elfo.

—Buenos días, Caín.

El caballero continuó caminando, como si no lo hubiese escuchado.

—Ah… Por favor, espera un momento.

El caballero se detuvo y se volteó para mirarlo.

—Um, sé que solo tomas misiones en solitario. —El elfo vaciló—. Pero ¿es posible romper esa regla una vez? Ya debes saber que la corona está reclutando grupos de diez, la recompensa es bastante alta… A nosotros todavía nos falta un guerrero.

El caballero permanecía en silencio, pero su corazón había comenzado a latir con fuerza.

Es demasiado peligroso. Recházalo.

Los ojos verdes del elfo mostraban expectación y confianza, su rostro lucía un poco suplicante.

El caballero no respondió, no hizo ningún movimiento, observando cómo esos ojos comenzaban a nublarse con las sombras de la decepción.

—Lo siento. —El elfo bajó la cabeza—. ¿Te estoy molestando?

Sí, vete. Mientras seas tú quien se lo pida, ningún guerrero te rechazaría.

—Lo siento mucho. No volverá a suceder.  —Asintió con cortesía y mostró una sonrisa solitaria—. Adiós, Caín.

Acéptalo. Puede ser peligroso, pero los miembros del equipo no son informantes. Lo rechazaste una vez, esta es la segunda y última oportunidad.

Maldición, había escuchado que la raza élfica nacía con magia natural de persuasión psicológica, eso no podía ser cierto.

El caballero suspiró, despreciando su resistencia a la magia del caos.

—No dije que no.

Después de un momento de conmoción, el elfo sonrió.

—Gracias. Muchas gracias.

♦ ♦ ♦

Al ver la recompensa, básicamente todos los mercenarios se inscribieron.

Después de muchas rondas de selección, solo quedaron cuatro grupos para las misiones fuera de la ciudad: las Espinas, los Lobos, los Guepardos y el grupo temporal del elfo.

El menor de los hermanos pelirrojos sugirió con entusiasmo diez o más nombres para el equipo. Al final se decidieron por “Crema de avena y pan”. Que era el único alimento proporcionado por el Hogar de los Mercenarios.

En cuanto a los nombres descartados, al caballero le daba demasiada pereza recordarlos.

En el cuartel, se encontraron con un hombre sombrío: Hazlett Duncan, el capitán de la guardia real, el comandante de esta misión.

—Esta noche, habrá un equipo de la vanguardia rebelde que pasará por esta área de la ciudad. Los números no están claros, pero es probable que sean pocos para no ralentizarse. Además de que no tendrán jinetes. Es posible que este grupo no use bengalas, sino pociones para aumentar su visión nocturna. También prepararé algunas para ustedes —anunció Duncan y señaló el mapa—. Su misión es esconderse a lo largo de los caminos que tomarán y, si es posible, atacarlos. Flechas, espadas, cuchillos, trampas, lo que sea, por medios justos o sucios. Hay cuatro rutas para elegir.

Duncan marcó las cuatro líneas rojas dibujadas en el mapa.

—Uno o dos equipos se reunirán con los rebeldes, en cuanto a los otros… —dijo en un tono despectivo. —Tómenselo como que recibieron una moneda de oro gratis. Bien, ¿preguntas?

—¿Habrá refuerzos? —preguntó el capitán de las espinas.

—Pueden asumir que no.

—Entonces, ¿cuál es nuestro propósito en el plan general?

—Son un peón vital, pero un simple peón a fin de cuentas. Esto es todo lo que necesitan saber.

Claramente, no planeaba seguir dando explicaciones.

—Después de esto, ¿habrá más misiones disponibles?

—Es posible —Duncan miró a los cuatro equipos, fijándose en el elfo—, hay algunos entre ustedes con los que no estoy familiarizado. Así que piensen en esto como una prueba de campo.

El elfo levantó una mano.

—¿Tu pregunta?

—En cuanto a las rutas a asignar —dijo el elfo—. Si podemos elegir, nosotros queremos la número tres.

Duncan frunció el ceño.

—La número tres no es adecuada para emboscadas.

—Los rebeldes pensarán lo mismo —respondió el elfo y agregó—: una moneda de oro no es suficiente pago por pasar una noche en vela.

Una leve risa resonó por la habitación, pero fue silenciada por la mirada de Duncan.

—Si no hay más preguntas… —Duncan esperó un momento antes de volver a hablar—: Espinas al uno, Lobos al dos y Guepardos al cuatro. Comiencen a dirigirse hacia los puntos de emboscada a las ocho de esta noche, les daré los detalles a sus capitanes. Todos los demás pueden descansar.

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