Espada y Vestido – Vol 2 – Capítulo 5 (3): Identidad revelada

Traducido por Lugiia

Editado por Meli


A pesar de que el capitán Jullius había regresado primero, el carruaje seguía aparcado allí. Era probable que lo dejara para que lo usara yo, pero el lugar estaba muy retirado para ir a pie ¿había pedido prestado un caballo a la iglesia? Bueno, yo no podía descartar el carruaje, así que me subí a él.

—¿Cómo le va a Snowy?

—No está aquí —respondió el ayudante Sieg, sentado frente a mí.

—¿Qué? Entonces, ¿dónde está ahora?

—No quería salir de las ruinas del castillo del Rey Demonio, así que le quitamos la rienda, la montura y lo dejamos libre. De todas formas, no es un caballo normal que pueda ser montado por cualquiera.

El castillo no estaba ubicado en el Desierto Negro, pero estaba cerca del mismo y no era una zona segura.

—Me pregunto si estará bien…

—Por supuesto, es el tipo de caballo que podría vivir bien en cualquier lugar al que se le asigne.

Era verdad. Snowy pertenecía a una raza de caballos sagrados, así que era fuerte y con poder divino. Era un caballo carnívoro que cazaba lobos o leones por sí mismo, así que no debería tener ningún problema. Más que preocuparme por él, me preocupaba que se abalanzara sobre cualquier peatón. Él no debería atacar a los humanos.

Me di cuenta que mi posición de verdad se había ido para siempre, así como Snowy, que tal vez no volvería a mi lado.

Aunque no tenía intención de volver a la santa iglesia como clérigo, mi corazón se sentía vacío. Tenía un poco de remordimiento, pero era imposible que recuperara mi posición como capitán, incluso era poco probable que pudiera ser un caballero ordinario

—Ya no oiré a los demás llamarme «capitán»…

Ya no era un caballero sagrado, debía ocultar mi identidad y vivir como la señorita Epheria. Mi antiguo yo me resultaba desconocido. El ayudante Sieg sonrió en respuesta a mis palabras.

—Entonces la llamaré «señorita» a partir de ahora.

—¿No «señorita Epheria» o «señorita Silla»?

Ser llamada solo «señorita» sonaba raro.

—Como hemos llegado a esto, estoy pensando en retirarme de mi puesto.

—¿Puede hacer eso?

—El sumo sacerdote lo permitirá.

—¿Tiene que retirarse? Ya sabe, convertirse en un ayudante no es tan simple como ser un clérigo durante uno o dos años de servicio.

—Después de todo, fui forzado.

—¿Qué? —Mis ojos se abrieron de golpe, nunca había escuchado eso antes.

—Es una vieja historia, pero hace mucho tiempo, la duquesa Fortuna estaba enferma y su vida corría peligro. El duque pidió ayuda al sumo sacerdote para salvar a su esposa, que no podía viajar lejos, así que esperaba que el sumo sacerdote le hiciera una visita personalmente.

—Eso no está permitido…

El sumo sacerdote no podía dejar la iglesia. Ni siquiera si fuera una petición del emperador podría cumplirla.

—Por supuesto, la santa iglesia lo rechazó, pero el duque amaba a su esposa, así que no se rindió. No solo le presentó una tremenda cantidad de riqueza y varios privilegios, sino también llegó a ofrecer su primer hijo a la Diosa.

—Pero, sin importar lo que hiciera…, el sumo sacerdote no podía aceptar, ¿verdad?

—Sí.

Me quedé sin palabras por un momento. El poderoso poder sagrado que posee el sumo sacerdote no cambiaría si está dentro o fuera de la santa iglesia, pero las bendiciones de la inmortalidad solo podían lograrse dentro de ella. Es decir, él podría ser asesinado si dejara la iglesia.

Hace mucho tiempo, la Diosa expulsó al clan de los demonios a las tierras del norte, todos los «reyes demonios antiguos» fueron sellados por su poder, puesto que no podían ser sellados por humanos como los reyes actuales. Pero para ello era necesario «el eje», que era el núcleo central de la tierra y ese eje no era otro que el sumo sacerdote. Si este era asesinado, sin que hubiera un sucesor, entonces el sello se debilitaría y podría romperse en cualquier momento.

—¡Eso fue demasiado peligroso! —Un escalofrío me recorrió la espina dorsal.

—Eso fue un evento sin precedentes. Que se manejó en secreto y se consideró confidencial. Hasta ahora, solo unas pocas personas saben lo que sucedió en ese entonces.

Tragué saliva, esperando el resto de la historia.

—¿Por duque fortuna, se refiere a…?

—Así es, aun así, estoy bastante seguro de que la mayoría de los funcionarios de alto rango en el Imperio lo saben.

Así que esa era la razón por la que el vice capitán Tess trató al ayudante Sieg como su superior… Porque el duque Fortuna era el gran duque del Imperio.

—¿Príncipe…?

—Para un clérigo, un estatus mundano no tiene sentido. Pero por supuesto, disfruto de mis derechos con moderación.

—Dijo que quería dejar de ser un clérigo…, ¿no es así?

—Bueno, nada ha cambiado. El puesto de heredero ya ha sido otorgado a mi hermano menor y no tengo intención de volver y causar ninguna conmoción.

—Si eso es así, ¿no es una razón más para no retirarse de tal posición?

—Como dije, me convertí en clérigo contra mi voluntad. Incluso mi poder sagrado es tan poco que es imposible convertirme en un sacerdote.

Sí, su poder sagrado era casi inexistente. Por ello, cuando fue nombrado ayudante del Escuadrón de Caballeros Sagrados, aun cuando clasificó con bajo nivel, siendo el último en la evaluación, hubo rumores de que hizo un trato turbio detrás de la escena.

Poco después, cuando el ayudante Sieg demostró su talento y se ganó el reconocimiento de todo el mundo, nadie volvió a hablar tales cosas sobre él.

—Al contrario, mi mentalidad de víctima ha ido empeorando porque mi habilidad es reconocida en asuntos que no requieren el uso del poder sagrado.

Estaba justificada la injusticia que sentía el ayudante Sieg. Aparte de su extraordinario talento administrativo, era diestro con la espada, incluso si se uniera a un escuadrón de caballeros comunes y no al Escuadrón de Caballeros Sagrados, sería capaz de convertirse en un caballero normal.

—En esa época lo conocí a usted, capitán. Usted todavía era vice capitán en ese entonces.

—Lo recuerdo. En ese momento, usted no podía creer que una persona como yo se convirtiera en el próximo capitán y decía que no tenía ningún sentido.

—Bueno, sabe que tenía razón…

Tenía razón, desde la perspectiva de una persona ordinaria que no era un caballero sagrado, era algo incomprensible, como, gracias al amor de la Diosa, recibí un fuerte poder sagrado, que me permitió tener una posición de alto rango.

Sus ojos se fijaron en mí, no estaba segura de si era una mirada cariñosa o una asesina.

—Después de conocer al capitán, pronto me di cuenta de la intención de la Diosa de tenerme como clérigo. Y lo que me vino a la mente fue que, de alguna manera, tenía que hacer algo con esta persona.

¿Por qué? Estaba un poco molesta, pero tenía que soportarlo porque él tenía el derecho a criticarme.

—Cuando usted tuvo que debutar en la alta sociedad después de que lo convirtieran en capitán, todo se estaba volviendo deprimente ante mis ojos. Gracias a usted, no tuve que pensar en cosas inútiles.

—En ese momento, tampoco podía permitirme pensar en otra cosa.

Porque había sufrido terriblemente bajo su inmensa presión.

—Y ahora, se ha comprometido de repente. Y yo que pensaba que las cosas no podían ir peor. ¿No lo cree?

—Me equivoqué por completo.

—Sin embargo, mi esfuerzo no fue en vano. Porque el capitán es una gran persona. Así que cállese y blanda su espada.

—Bien, todo es culpa mía.

—No le estoy regañando, así que, por favor, escuche con atención.

¿No lo estaba haciendo? Si parecía culparme de algo.

—No estoy interesado en servir al vice capitán Tess que será promovido a capitán pronto. Aunque es un poco inferior en poder sagrado y destreza de combate comparado con usted, como es alguien de la casa del duque Irhas, solo hay algunos asuntos que necesitan mi ayuda. Incluso si sigo quedándome en la iglesia, solo sería para hacer tareas menores en el mejor de los casos.

En realidad, el Escuadrón de Caballeros Sagrados casi no tenía ninguna disputa política dentro de él, a diferencia de otros escuadrones de caballeros.

—El vice capitán Tess no tiene tantos enemigos como yo.

—Así es. De hecho, me he preguntado por qué se convirtió en un caballero sagrado.

—Hice una apuesta, el que perdiera en una pelea se convertiría en el subordinado del ganador.

—¿Realmente hizo eso?

—Mhm. Creo que tenía trece años en ese momento.

Por aquel entonces, todavía tenía algunos rasgos femeninos en mí. Testa, quien visitó la santa iglesia en aquella época, me vio mientras yo estaba en pleno entrenamiento, y entonces montó una escena provocándome diciendo: «¿cómo puede una chica convertirse en caballero?», y tuvimos una disputa que desembocó en una gran pelea. No obstante, nunca pensé que se convertiría en un caballero sagrado, así que me sorprendió mucho verlo tres años después. Los nobles, especialmente los de alto rango, rara vez se convertían en clérigos aunque tuvieran un fuerte poder sagrado. Un clérigo no podía casarse, solo se convertirían en clérigos, tras la pérdida en la lucha familiar para convertirse en heredero. Si solo el vice capitán Tess no fuera el más joven de tres hermanos, su familia se opondría a que se convirtiera en un caballero sagrado.

—Entonces, ¿qué quiere hacer al dejar la iglesia y no volver al ducado?

—Bueno, no estoy seguro, pero estoy considerando convertirme en mayordomo de la casa del conde Epheria.

Inconscientemente, me encogí de hombros.

—Por favor, no sea así, príncipe.

—No tiene que agobiarse por ello. Lo hago porque parece que va a ser divertido e interesante.

Una carga seguía siendo una carga, ¡pero tenía miedo! Comparado con la época en la que aún era capitán del Escuadrón de Caballeros Sagrados, los modales que debía tener como hija de un conde, o como condesa Epheria, eran mucho más complicados, así que iba a ser muy exigente. ¡Solo con Sofía ya era suficiente!

—¿Tengo derecho a vetar esto?

—Lamentablemente, no.

Maldita sea, que alguien me salve por favor…

♦ ♦ ♦

Al llegar al cuartel general del Escuadrón de Tareas Especiales, Ortzen salió a darnos la bienvenida, pero justo cuando vio al ayudante Sieg junto a mí, dio dos pasos hacia atrás. A juzgar por la mirada de su rostro, que parecía desear escapar de allí, significaba conocía la identidad de Sieg.

—Soy incompetente para recibir al invitado, así que no puedo acompañarle al interior. —Ortzen suspiró.

Los ojos del ayudante Sieg se entrecerraron un poco.

—Mi señorita es la prometida de su superior, así que todos somos como una familia. No hay necesidad de formalidades.

—¿Mi señorita…?

El rostro de Ortzen se ensombreció. Me sentí culpable al ver la mirada deprimida que me dirigía, pero yo me sentía impotente, sin poder hacer algo al respecto. Yo también era una víctima, Ortzen.

—Hablando de eso…, ¿no regresó el capitán con usted?

—¿Qué? —Miré a mi alrededor—. Se supone que el capitán regresó primero al cuartel general hace algún tiempo. ¿No ha vuelto todavía?

Ortzen negó con la cabeza.

—¿No viajaron los dos juntos en el mismo carruaje en primer lugar?

—¡Lo hicimos, pero entonces él se fue primero!

Maldita sea, ¿qué estaba pasando? Pensé que él había regresado primero. Al ver mi cara de desconcierto, la mirada de Ortzen también se endureció.

—¿Qué ha pasado?

—Eso… La cosa es…

¿Qué debía decir? ¿Podía revelar la verdad de que era Roel a Ortzen?

—Deberíamos hablar de ese asunto más tarde, señorita.

—¿Eh?

—¿Quiere que envíe a alguien a buscar al capitán?

—Eso… No, trataré de buscarlo primero.

Si el capitán Jullius salió de la santa iglesia a pie, había un lugar en el que podría estar. Me apresuré al establo y saqué un caballo gris. Aunque me frustraba no poder montar el caballo tan rápido como quería mientras usaba la montura de mujer, aún podía montar un caballo que no excediera el límite de velocidad máxima dentro de la capital. Cuando estaba a punto de salir después de montar en el caballo, vi a varios miembros del Escuadrón de Tareas Especiales, incluyendo a Clauen, dirigirse al establo. Ortzen debió enviarlos a buscar al capitán. Los miré y salí del cuartel general.

Situada en la parte sur de la capital, la santa iglesia estaba rodeada por una serie de complejos callejones. Era un lugar perfecto para que cualquier visitante primerizo se perdiera si deambulaba sin cuidado. Yo también había deambulado varias veces en busca de la salida. Y cada vez que deambulaba…

Acababa yendo a la orilla del lago.

Mientras caminaba sin rumbo por los desconcertantes callejones, pude sentir una ligera brisa, la seguí hacia el lago. A la gente corriente le resultaría difícil señalar de dónde venía la suave brisa, pero el capitán Jullius debería ser capaz de hacerlo sin problemas. Así que era probable que estuviera a la orilla del lago. Monté el caballo hacia el lago de las Alas Blancas a toda prisa.

Al salir de los callejones, apareció un lago no muy grande donde se podían ver patos salvajes flotando entre densos juncos. Al otro lado del lago, alguien lanzaba su caña de pescar, y también estaba la figura de un hombre agachado y distraído bajo un gran árbol, cuyas ramas colgaban por encima de la superficie del agua del lago. Me bajé del caballo y me acerqué a él. El capitán Jullius estaba tan preocupado que ni siquiera notó mi presencia cuando me acerqué a él. No tenía muy buen aspecto…

—Capitán.

Parpadeó una vez y levantó la cabeza poco a poco cuando le llamé. Los ojos grises pálidos, que captaron mi mirada, estaban distorsionados.

—Señor Roel…

—Ahora ya no soy el líder del Escuadrón de Caballeros Sagrados, así que no tienes que dirigirte a mí de esa manera.

El capitán Jullius asintió con bastante lentitud.

Cómo debía decirlo… Era como si su mente estuviera a la deriva en algún lugar. ¿Por qué se puso así? Me senté de rodillas en la suave hierba para mirarle a la altura de los ojos.

—¿Por qué dejaste la santa iglesia sin recibir las bendiciones? —Sus labios aplanados se torcieron.

¿Qué diablos estaba pasando? ¿Por qué estaba así? Me sentí frustrada y con ganas de agarrarle por el cuello para preguntarle qué le había pasado, pero me aguanté de hacerlo y le volví a preguntar con calma:

—De casualidad, ¿he hecho algo malo?

—¡No! —respondió a toda prisa

—Solo habla de forma casual como siempre… Ahora mismo solo soy la hija de un conde.

—Pero…

—Debes haber oído de su Santidad que he decidido ocultar mi identidad. Por lo tanto, usa un lenguaje informal cuando hables conmigo. Si sigues usando esa forma de hablar, entonces los demás sospecharán de mí.

—De acuerdo…

Bien, vamos a intentarlo de nuevo.

—¿Por qué te fuiste como si estuvieras huyendo?

El capitán Jullius cerró la boca con una mirada sombría.

Maldita sea, ¿qué demonios…? ¿Debería agarrarlo por el cuello y darle una paliza? Aunque el problema era que no era capaz de hacerlo, parecía que el capitán se rendiría sin resistirse en absoluto. Apreté el puño derecho y lo volví a extender para decir una vez más:

—Si me dices el motivo, sea cual sea, te ayudaré de alguna manera. Ahora que mi identidad había sido revelada, podría resolver muchos problemas recibiendo ayuda de la gente que me rodeaba. Así que, solo dime la razón.

—Es imposible…

—¿Ah? ¡¿Qué es imposible?! Haré cualquier cosa, ¡mientras no sea revivir a los muertos!

Ya no podía contener mi rabia, pero como pensé, decir que haría cualquier cosa seguía siendo exagerado. Por ejemplo, asesinar al sumo sacerdote dentro de la santa iglesia, asesinar al emperador, o dar un golpe de estado… No obstante, si su deseo estaba todavía dentro de un ámbito tolerable entonces, podría hacerlo.

—Aunque mi sentido común es un poco escaso, sé que los hombres no pueden casarse entre sí… —dijo luego de un momento.

¿Eh? ¿Qué dijo?

—¿Eh? Erm, capitán…

Era una respuesta inesperada. ¿Por qué hablaba del matrimonio entre hombres? ¿Podría ser que encontró su primer amor, pero era un hombre?

No me digas que él…

—¿Te enamoraste del sumo sacerdote? —pregunté con seriedad.

El rostro de ese abuelo era de gran belleza, así que no era de extrañar que no pudiera evitar enamorarse de él. Había una cantidad considerable de hombres que lo admiraban. Incluso el primer amor del emperador, cuando aún era un niño, fue el sumo sacerdote, a quien creía su hermana mayor.

—¿Por qué mencionas al sumo sacerdote…? —preguntó con escepticismo.

—Dijiste que estás así porque no puedes casarte con un hombre. ¿No es esa persona el sumo sacerdote? ¿No me digas que es Ortzen? ¿O Clauen? —Sería inesperado, pero era mejor que el sumo sacerdote—. Aunque no puedas casarte oficialmente, al menos deberías confesar tus sentimientos. ¿Quién sabe, no? De todos modos, ¿quién es?

¿Qué clase de hombre era? Ninguna de mis opciones me gustaba. Ortzen era un criminal y, tenía mis dudas en si Clauen era humano o no. ¿A quién le iba a proponer matrimonio? Cuando estaba pensando que tal vez no debería haberle animado a confesar en vano, el capitán Jullius me miró fijamente.

—Señor Roel…

—¿Sí?

—Yo solo… Es mejor dejar las cosas tal y como están ahora.

—¿Qué…?

No quería confesarse. Quería gritarle: «¡Si te gusta alguien, no deberías ocultar tus sentimientos!», pero… creo que también estaba bien que no se confiese y lo dejera como está.

—Entonces, dejémoslo así. No hay nada por hacer.

—Pero… el señor Roel es un hombre. No podemos seguir comprometidos.

—¿Qué…?

Ah, mierda, ¿de qué está hablando ahora…?

—¡Soy una mujer!

¡Una hembra! ¡Una chica! ¡Una mujer!

—¿Mujer…? —murmuró el capitán Jullius, aturdido.

¡Así es! ¡Soy una mujer!

—¡Soy una mujer! Desde que nací hasta el día de hoy he sido una mujer. ¡Nunca he sido un hombre!

Los ojos grises pálidos parpadearon poco a poco, con incredulidad contenida, y luego comenzaron a recuperar su brillo y se volvieron más claros.

—Pero eso… ¿Una mujer?

—Sí.

—¿El señor Roel…? —Parecía recordar mi pasado. Y entonces ladeó la cabeza—. ¿… Es una mujer?

—Aunque mi apariencia pasada no parecía una mujer, soy una…

Era bastante dudoso, pero siempre fui una mujer. No sé cómo podía demostrárselo cuando ni siquiera podía desenterrar mi cadáver.

—Parece que usted, capitán, no lo sabía porque no se relaciona mucho con el círculo de la alta sociedad, pero aunque suene increíble, es un hecho que casi todo el mundo conoce.

Su primera impresión de mí, cuando me vio debutar en la alta sociedad, debió ser la de un hombre apuesto, y a medida que las cosas progresaron, la gente comenzó a pulular alrededor del «apuesto» señor Roel, cuando en realidad era una mujer. Las cosas solían ser así. Era natural, cuando la gente me veía, me reconocían como un hombre en sus mentes, por lo que olvidaron mi identidad y me trataron como un hombre.

Si un gato parece un perro, ladra como un perro y actúa como un perro, entonces es un perro, aunque sepas que es un gato.

—Una mujer, dijiste…

—Sí. Siempre he sido una mujer, ya sea en el pasado o en el presente.

—Entonces…

—No volveré a ser clérigo y nuestro compromiso seguirá siendo el mismo. Te lo dije, nada ha cambiado, y si todo sigue igual, nos casaremos dentro de medio año —dije con una sonrisa mientras le observaba.

¿Se puso así porque pensó que era un hombre? Bueno, si creyó que su prometida era un hombre, era lógico que estuviera desconcertado.

—Entonces…

Iba a decir que no hay nada de qué preocuparse, pero se me trabó la lengua. Los ojos grises pálidos que aún me miraban, rebosaban de lágrimas. A medida que las lágrimas brotaban en sus ojos, empezaron a derramarse y a resbalar por sus mejillas.

—¡Espera! ¡Espera un momento! ¡Espera! ¡Esto es una falta! ¡No, no llore! ¡C-C-Capitán! ¿Por qué lloras?

¿Q-Qué debería hacer? Ya he experimentado en varias ocasiones cómo cuidar de una mujer que llora, ¡pero era la primera vez que me encontraba con un hombre llorando! ¿Qué debía hacer? Mis manos revoloteaban. ¿Debía secar sus lágrimas? Pero no llevaba ningún pañuelo encima. ¿Debería darle un abrazo? ¿Puedo besar sus mejillas o su frente como hice con las señoritas para calmarlo? ¡¡Argh!! ¿Por qué lloraba?

—Y-Yo pensé que ya no podría estar con la señorita Epheria…

—¡E-Eso no es cierto! ¡Todavía podemos estar juntos! ¡No me voy a ir a ninguna parte!

—Señorita Epheria… No, señor Roel.

Los ojos empapados de lágrimas me miraban. Debido a que estaban mojados, el color de sus ojos se veía aún más bonito… No, no era el momento para eso. Mientras me preguntaba qué debía hacer, decidí ponerme de rodillas y estirar los brazos para luego darle un gran abrazo al capitán Jullius.

—No voy a ninguna parte, así que no llores.

—Me gusta mucho el señor Roel.

—También me gusta el capitán Jullius.

Aunque su mano llegó a mi cintura, no me abrazó, sino que agarró con fuerza el dobladillo de mi vestido como si se aferrara desesperadamente a él.

—Pero creo que, aunque el señor Roel es una mujer, no le hizo ningún bien convertirse en la señorita Epheria. Por lo tanto…

—¿Por qué piensas eso? Ya no voy a volver como clérigo. Pasé de ser un caballero sagrado a ser la señorita Epheria, una dama noble ordinaria. La situación actual no cambia.

—Yo… En realidad, lo que dijo el vice capitán es correcto.

—¿Eh?

Puso más fuerza en su mano que se aferraba al dobladillo de mi vestido. ¿El vice capitán? ¿Sieg? O ¿el bastardo de Luth? Mientras discernía, se oyó el sonido de los cascos de un caballo, seguidos de la aparición de un gran caballo negro.

—¿Blackie? —El capitán me soltó y levantó la cabeza.

El caballo negro, bajó las orejas y las echó hacia atrás indicando que reconocía a su amo. Entonces, apareció por detrás Clauen a caballo, quien parecía haber seguido a Blackie todo el camino.

¿Lo soltó a propósito para encontrar al capitán Jullius?

—¡Capitán! —Clauen bajó de su caballo y corrió hacia nosotros. Cuando vio la cara del capitán Jullius, me gritó de inmediato—: ¡¿Por qué lo hiciste llorar?!

—No, yo…

Bueno, si lloró por mi culpa. Cuando le di una respuesta vaga, Clauen me miró con desprecio.

—¿Qué demonios le estaba diciendo esta mujer? Sea lo que sea que le haya dicho, ¡no tiene que preocuparse por ello!

—El señor… No es culpa de la señorita Epheria. —El capitán Jullius se incorporó y se limpió las lágrimas en sus mejillas con el dorso de la mano—. Más bien, fui yo mismo quien estuvo siendo algo deshonesto.

—¡¿Qué?! ¡Espere un momento, capitán! Todavía no le ha dicho nada, ¿verdad?

Clauen parecía nervioso y nos miraba alternativamente. Si se trataba del hecho de que el capitán fue una vez un sacrificio, ya lo sabía. Pero, a juzgar por su actitud, parecía que había algo más de lo que parecía por consideración a alguien.

—La señorita Epheria necesita saber. Tiene derecho a ello —continuó diciéndome mientras se levantaba—, pero será mejor que se entere por el sumo sacerdote que por mí.

—¿El sumo sacerdote?

De igual forma, teníamos que volver a la santa iglesia para que el capitán Jullius pudiera recibir sus bendiciones. Después de que el capitán dijera eso, Clauen saltó, asustado.

—¡Capitán! ¡¿Cree en ella hasta el punto de contarle todo?! ¡No, al menos tiene que discutirlo con Ortzen antes de tomar cualquier decisión!

—Ortzen estará de acuerdo.

—¡Capitán!

Clauen tenía una mirada de desconcierto en su rostro como si acabara de escuchar algo absurdo. Sin embargo, como el capitán Jullius conocía mi identidad, e íbamos a solicitar su apoyo para atrapar al Rey Demonio, Ortzen también debía enterarse de la verdad. Entonces como antiguo capitán del Escuadrón de Caballeros Sagrados podría tener su confianza.

Clauen suspiró profundamente con angustia y observó los alrededores antes de mirarme y decir:

—Ya que hemos llegado a esto, revelaré la verdad que he estado ocultando todo este tiempo. Creo que… la señorita puede guardar un secreto.

—¿De qué se trata?

—A decir verdad, en realidad soy un demonio, no un humano.

—¿Ah, sí?

Lo sabía, aunque debía ser un demonio muy débil, capaz de escapar de los ojos de los clérigos. Puesto que no se diferenciaba mucho de los humanos a menos que revelara intencionadamente su identidad. Las únicas diferencias claras serían que los demonios tenían una larga vida y un fuerte poder de regeneración.

El payaso del circo se quedó sorprendido por mi plana reacción y lo repitió una vez más.

—He dicho que soy un demonio, ¿sabe? ¡No estoy bromeando!

—Sí, un demonio. Lo entiendo bien —respondí mientras asentía con la cabeza.

Me preguntaba si reveló su identidad primero para que no me sorprendiera demasiado cuando escuchara el secreto del capitán Jullius. Su consideración por él era admirable, además, le donaba la mitad de sus ingresos anuales.

—Por lo general, ¿la gente no se sorprendería al enterarse de ello…?

—Normalmente, la gente se sorprendería y le atacaría de inmediato, pero mi reacción es diferente a la de la gente común, así que no lo cuente de forma imprudente a otras personas.

—¡No lo haré! ¡¿Acaso soy tan estúpido?! —gritó Clauen con el rostro rojo—. De verdad, usted es una mujer muy rara.

—¿Qué? ¿Qué hay de malo en mí? —pregunté, aunque era cierto que era una mujer común y corriente. Llamé al caballo gris que estaba pastando en la orilla del lago—. Entonces, volvamos ahora a la santa iglesia.

No tenía intención de obligarle a revelar su secreto en contra de su voluntad, pero si deseaba que lo conociera, tampoco me echaría atrás… Bueno, la verdad es que deseaba obligar al capitán Jullius a contármelo todo por sí mismo. Era su prometida después de todo. Quería saber más sobre él.

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