La querida hermana del gran duque malvado – Capítulo 5: Eres mejor de lo que pensé, villano (5)

Traducido por Lugiia

Editado por Gia


Hago un puchero con mis labios para refutar el murmullo de Dietrich.

¡Tú también eres un niño muy extraño!

Él saca un pañuelo del bolsillo de su pantalón y lo envuelve alrededor de la palma de mi mano. No obstante, en lugar de detener el sangrado, el pañuelo se empapa del mismo, haciendo que sea una vista muy grotesca.

En un instante, la tela blanca se tiñe de rojo.

—Oh.

¡Oye, esto es muy doloroso!

Como mi cuerpo es el de un bebé, me cuesta trabajo soportar el dolor. Abro mis ojos tanto como puedo para evitar que las lágrimas vuelvan a fluir.

¿Acaso sabe lo mucho que intento evitar sucumbir ante mis nuevos instintos?

—Baa…

Dietrich vuelve a fruncir el ceño mientras intenta curar mi mano.

Me preocupa un poco que pueda tener arrugas prematuras debido a su expresión, pero mi dolor tiene prioridad en este instante.

—Baa, baa…

Apresúrate, idiota. ¡Creo que me voy a morir a causa de este dolor tan insoportable!

Cuando le insisto con mis balbuceos, Dietrich me sostiene entre sus brazos como si entendiera lo que quiero expresar.

Siendo sincera, me sorprende un poco que esté cuidando de mí. La causante de mi lesión fui yo, no él.

Aunque no es extraño que me haya dejado atrás hace un momento, ¿será acaso que se siente un poco culpable al verme lastimada de esta forma?

Hmm, ¿no es esto más fácil de lo que pensaba?

Al crecer, este niño se convertirá en un psicópata que no dudará en exterminar a toda una villa.

Dietrich, quien me sostiene en sus brazos, me mira por un momento con sus ojos inexpresivos, para luego comenzar a moverse.

No lo noté al salir de la habitación, pero es un poco extraño que el palacio Dalia esté así de vacío.

¡No hay nadie aquí!

Ni siquiera divisamos una rata mientras caminábamos por los pasillos. El palacio en sí es tan antiguo que da vergüenza llamarlo palacio.

Bueno, no es antiguo, sino viejo; pareciera como si estuviera a punto de colapsar. El olor a agrio y a madera podrida llena todo el pasillo.

Sin importar cuántos niños vivan aquí, es demasiado severo.

Aunque es diez veces más grande que la casa donde residía en mi vida anterior, parece que los únicos que vivimos aquí somos Dietrich, Lancel y yo.

¿Así serán también los palacios donde crecen todos los demás niños?

Ahora que lo pienso, nunca he visto a otro sirviente aquí a excepción de Lancel y una doncella que limpia mi habitación.

No, no puede ser.

Sin embargo, como LaGrange no es una familia que no tenga dinero para contratar sirvientes, es difícil imaginar que los otros palacios estén en una situación similar.

Supongo que solo nuestro palacio está así porque Camille ya no está aquí.

En este lugar, al parecer siempre han existido mujeres que ejercen un poder considerable al ser una familia centrada en los sucesores.

Y LaGrange es una casa ducal con el poder suficiente como para mover este imperio.

Cuanto más fuertes sean los candidatos a la sucesión, más aumenta el poder de la madre, hasta el punto de afectar tanto a la familia real como a toda la zona que controla LaGrange.

Al principio, también se presentaban algunas hijas de grandes familias para el puesto de anfitriona de LaGrange.

Un ejemplo es Liatris, la madre biológica de Yurick, aquel chico que fue enterrado por Dietrich hace un momento.

Liatris es la primera esposa de Dereck y la siguiente en poder después de él en LaGrange.

Entonces, ¿eso significa que Yurick también es muy fuerte?

No recuerdo en detalle cómo eran los hermanos de Yurick, pero si realmente eran tan fuertes como Dietrich, pienso que habrían sido mencionados al menos una vez en la novela.

Creo que Dietrich es el más fuerte.

—¡Baa!

El dolor que había olvidado por un momento, mientras pensaba en otra cosa, surge de nuevo. Aprieto los labios y pongo toda mi fuerza en mi mano temblorosa.

—Aguanta.

Cuando agoto todo mi esfuerzo, Dietrich se detiene como si hubiera llegado a su destino.

Después de dudar por un momento frente a una puerta de madera, la cual luce muy vieja, me coloca en el suelo y decide tocar. Sin embargo, por mucho que llamó, nadie salió, por lo que Dietrich decide no esperar y abre la puerta de golpe.

Entonces, aquella doncella, a quien había visto varias veces en mi habitación, de repente aparece frente a nosotros.

—¿Qué sucede?

—La bebé está herida.

Ante las palabras de Dietrich, ella baja la mirada hacia mí con una expresión de irritación en su rostro.

Sus sentimientos son tan claros que no necesito ver su aura. Es muy similar a la expresión que hace Lancel cuando me mira.

¡¿Por qué todas las personas de este palacio me odian tanto?!

—¿Y entonces…? —La doncella mira mi mano, cubierta por el pañuelo lleno de sangre, y cambia su expresión a una de fastidio—. ¿Qué quiere que haga?

El aura gris de Dietrich se agita al oír la pregunta sarcástica de la doncella.

¿Por qué está dudando tanto?

—Curar a la bebé… —responde lentamente luego de morder sus labios.

—¿Ja? Le ha hecho daño, ¿no es así, joven maestro? ¿Por qué ataca a una bebé que no puede caminar y me pide que la cure?

—Nunca le hice daño.

—Ahora incluso está mintiendo. —La voz de la doncella es más fría que el viento invernal que se filtra por la ventana. Se encoge de hombros y continúa—: No hay nadie en LaGrange que no sepa que ustedes nacieron de una esclava, ¡así que no tiene que recurrir a decir mentiras y mostrarse de esta forma tan vulgar! —Al ver que Dietrich no responde, ella añade—: Si ya sabía este hecho, ¿por qué intenta actuar sin conocer su humilde origen?

La doncella se ríe de Dietrich, cuya madre era una esclava. Estoy asombrada por sus descuidadas palabras.

¿Qué sucede con ella? ¿Está loca?

Parece que quiere morir.

Aunque no me haya salvado del peligro, Dietrich nunca me atacó.

Sin embargo, ¿por qué llegó a la conclusión de que él me hizo daño?

—El vidrio está incrustado, por lo que su mano se puede pudrir si no se esteriliza y se aplica medicina —menciona Dietrich.

—¿Por qué le importa si se pudre o no? Ella morirá de todos modos —responde hastiada la criada.

¡No! ¡Voy a vivir!

—¡Baa!

¿Por qué dices que voy a morir?

Miro fijamente a la doncella sin que lo note.

—Además, no hay dinero para comprar medicinas en el palacio Dalia. Por lo tanto, no existe ninguna en este lugar.

Ante esas palabras, el aura de Dietrich empieza a ponerse roja.

Oh, no. Esto… podría ser peligroso.

Observo su aura y trago saliva.

—¿Crees que no sé que tú y Lancel están malversando el oro que fue asignado para nosotros?

—No acuse a la gente sin pruebas, joven maestro… —La doncella resopla un poco y se aleja como si fuera a cerrar la puerta. Sin embargo, Dietrich da un paso al frente y coloca su pie en la abertura.

—Si no puedes curarla, dame un poco de medicina.

—¡No hay! ¡Ni siquiera tengo dinero para comprarla!

La doncella intenta cerrar nuevamente la puerta de golpe, a pesar de saber que el pie de Dietrich está en medio.

¡Oh, Dios…!

Temiendo que su pie se lastime, me apresuro a agarrar su pierna.

—¡Baa, baa!

A pesar de que el pañuelo está atado con fuerza a mi mano, el dolor es muy intenso cuando trato de sostener la pierna de Dietrich con las palmas abiertas. No obstante, si no lo hubiera hecho, se habría lastimado el pie.

O la doncella moriría en sus manos.

Los candidatos a sucesor son automáticamente eliminados si matan a los empleados.

Si los candidatos nacen con la brutalidad de matar a cualquier persona siguiendo sus instintos, entonces nadie quedaría vivo en la mansión. Y es por eso que se hizo esa regla.

¡Sería un gran problema si Dietrich es eliminado aquí!

Al final, gracias a mi rápido accionar, Dietrich no tiene más remedio que alejarse y, al hacerlo, la doncella cierra la puerta con llave.

Suspiro al mirar la habitación cerrada. Cuando Dietrich se convierta en el gran duque LaGrange, ¿qué hará la doncella para redimir sus acciones?

Desde luego, Dietrich actúa de esta manera porque nunca ha pensado en que puede convertirse en el gran duque.

—¿Por qué me detuviste?

—¡Baa!

—Es cierto. No puedes entenderme… —dice con un suspiro.

Dietrich apoya su espalda contra la puerta y me mira en silencio, cruzando sus brazos sobre su pecho.

Miro sus ojos, los cuales lucen muy solitarios para pertenecer a un niño, y noto que son tan fríos como si hubieran sido forjados en una noche de invierno.

Vamos a sonreír.

Siento que tengo que hacerlo por alguna razón.

—Baa.

—Qué idiota. Parece que de verdad eres una tonta.

—¡Baa!

¡No creo que lo sea…!

Lo miro y vuelvo a sonreír con alegría, haciendo que Dietrich suspire.

Oye, deja de suspirar.

En ese momento, me toma entre sus brazos y me lleva a otro lugar. La habitación a la que llegamos parece ser la de Dietrich. A diferencia de la mía, la doncella ni siquiera se digna a entrar en esta; por lo tanto, el polvo amontonado en los muebles llega a mi nariz.

—Nunca he tratado a alguien…

Dietrich, quien me coloca sobre la cama con brusquedad, busca entre los cajones oscuros y saca una venda. Luego, la coloca a mi lado junto con una botella de un líquido transparente, la cual creo que es alcohol desinfectante.

Parece ser bastante bueno en tratar heridas, así que pongo mi confianza en él. Un momento después, desata el pañuelo atado a mi mano y abre la tapa de la botella.

—No llores aunque te duela.

—¡Baa!

—Odio que la gente llore.

¡No me pidas algo difícil!

Rociar una herida con alcohol es un dolor insoportable, incluso para los adultos. Cuando lo hace, termino llorando al sentir como si mi palma estuviera ardiendo en fuego.

—¡Bua! ¡Buaa! ¡Buaaa!

Mientras lloro, temo que Dietrich muestre un aura roja como antes. Sin embargo, esta sigue siendo de un color gris nebuloso.

A pesar de que continúo llorando en voz alta, y siento que comienzo a desmayarme por el dolor, Dietrich nunca se enfadó conmigo.

Solo está tranquilo, con sus ojos negros fijos en mí.

Su aura no tiene ninguna pizca de azul, pero, por alguna razón, me parece que la expresión en su rostro se torna un poco triste.

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