Matrimonio depredador – Capítulo 54: Gitanos

Traducido por Yonile

Editado por Meli


El cielo estaba oscuro. El aire húmedo que cubría el bosque, agitaba las hojas; presagiando lluvia. Decenas de personas se agolparon en la zona para respirar aire fresco, en el habitual evento de cacería del príncipe.

Un sabueso recorrió la tierra húmeda mientras los escuderos ahuyentaban a las presas más pequeñas, despejando el camino al príncipe que iba en compañía del conde Weddleton, padre biológico de Cerdina, quien se vio obligado a ir de cacería.

El conde sacó a relucir varios temas antes de abordar el que le interesaba.

—¿Se discutió sobre la reforma del sistema tributario durante la última reunión del consejo de gabinete? —El príncipe lo miró con desprecio—. Parece que la princesa Leah quiere seguir adelante, a pesar de la oposición de Byun Geongbaek…

En respuesta, Blaine levantó una ceja y disparó con su arco a un arbusto distante. El conde tembló, ante la advertencia implícita.

El silencio se extendió entre ellos, un momento después, Blaine encontró un blanco. Sus ojos se entrecerraron; sus brazos se tensaron por el esfuerzo de tirar de la cuerda. La flecha voló directo al cuello de un ciervo con enormes cuernos. Con un gruñido, el animal cayó al suelo con un ruido sordo. Los escuderos corrieron a inspeccionarla.

—¡Maravilloso, príncipe heredero! —lo felicitó el conde Weddleton.

—Envíalo al palacio de la reina —A diferencia de cualquiera, que estaría complacido de mostrar tal dominio, él seguía inexpresivo.

Los escuderos levantaron el cadáver y Blaine observó la sangre que empapaba la tierra.

—Me pregunto si al rey bárbaro le gusta la caza.

—¿Cómo podría no hacerlo? —respondió el conde Weddleton, emocionado por hablar mal de los kurkan—. Son bestias por naturaleza. Se dice que matan a sus presas con sus propias manos y luego les desgarran la carne con los dientes.

—No me importaría cazar con él —Sonrió.

♦ ♦ ♦

El incidente con los traficantes de esclavos, que perdieron la vida y su riqueza, se convirtió en noticia en Estia y el resto del continente. Afectando el mercado negro y disparando los precios del resto de los esclavos.

Los nobles se enfurecieron, pero no podían protestar por los kurkanos liberados. La esclavitud era ilegal y no deseaban compartir el destino de los traficantes.

Se afirmaba que Byun Gyongbaek de Oberde, protestaría en nombre de los nobles en la próxima reunión del consejo de gabinete; sin embargo, era poco probable que la princesa Leah lo escuchara y menos cuando se encontraba negociando con los Kurkan, que odiaban al hombre. Parecía que el asunto terminaría en una confrontación militar.

Leah tenía que encontrar una solución.

El conde Valtein había perdido peso; perdió el apetito después de lo ocurrido en la casa de subastas. Se negaba a probar carne o cualquier alimento crudo.

Además, se había convertido en un firme defensor de las relaciones diplomáticas amistosas con los kurkan. Leah elogió su arduo trabajo y le dio un permiso de ausencia.

Juntos, habían decidido no aumentar el número de rehenes kurkan. A diferencia de su predecesor, Ishakan vivía para proteger a su pueblo. Leah sospechaba que aceptaría un trato incluso si solo tuvieran un kurkan que intercambiar.

Leah trabajaba con ahínco en el tratado de paz y aunque estaba exhausta, le preocupaba también el ambiente hostil que envolvía al palacio.

Después de que Cerdina robara y usara el vestido de seda púrpura, las damas de honor de la princesa comenzaron a mirarse con recelo, decididas encontrar al traidor. Aun cuando Leah prefería olvidar el incidente, si encontraban al culpable, se vería obligada a intervenir.

—La reina es una tomari —declaró Ishakan, sonrió ante la sorpresa de Leah —. ¿Desea saber más?

Ella asintió.

—Te lo diré en el futuro… Ahora tienes una excusa para volver a verme.

Desde que lo conoció en la posada, no había logrado alejarse de él, por el contrario cada día tenía más preguntas que hacerle, más temas que resolver. Como el del origen de la reina, sabía que no le mentiría con algo tan delicado.

Los gitanos eran casi tan despreciados como los kurkanos. Los nobles no aceptaban matrimonios mixtos. Si Cerdina fuera de ascendencia gitana, podría implicar que el príncipe Blaine no tuviera derecho de ascender al trono.

Leah reflexionó sobre todas las acciones de Cerdina, indagando en sus recuerdos para encontrar una pista.

—Princesa —la llamó condesa Melissa con impaciencia—. ¿Está segura que quiere volver a verlo?

—Yo debería…

—Tengo miedo de que vuelva a intentar hacerle algo.

—No. No creo que lo haga. Pero no puedo estar segura. Por favor, quédate a mi lado.

—Por supuesto —respondió la condesa, apretando los puños con determinación.

Leah sonrió, la condesa era la única dama de honor en la que aún confiaba.

♦ ♦ ♦

En la corte, los nobles saludaron a Leah y ella les devolvió el gesto con cortesía. Buscó entre la multitud, con la mirada a un hombre, en cuanto lo encontró, se dirigió a él. Este sorprendió, ella nunca se había acercado por iniciativa propia.

—¿Estás ocupado?

—Oh, no estoy ocupado —tartamudeó, nervioso.

—Entonces, hablemos por un momento, Byun Gyongbaek de Oberde.

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