Bajo el roble – Capítulo 98

Traducido por Tsunai

Editado por Hime


Riftan la hizo acostarse boca abajo sobre las mantas y sacó un paño limpio y una cantimplora de agua de su bolso con expresión sombría. Max miró hacia abajo avergonzada mientras empapaba la tela y comenzaba a limpiarle el sudor de las piernas. La toalla fría enfrió suavemente su piel ardiente. Le limpió meticulosamente los muslos, las pantorrillas e incluso los pies. Luego, tomó la pequeña botella de aceite y sacó el corcho con los dientes. Mientras el líquido resbaladizo se deslizaba por su piel, los dedos de los pies de Max se curvaron. Riftan presionó el centro de las plantas de sus pies con el pulgar y luego lentamente movió las manos hacia arriba para masajear sus tensas pantorrillas. Max gimió de dolor.

—D-duele…

—Si no presionó tus músculos, no podrás moverte cuando llegue la mañana.

Él aflojó implacablemente sus músculos tensos. Todo lo que Max pudo hacer fue reprimir su gemido mientras enterraba su rostro en la gruesa manta. El dolor era tan inmenso que ni siquiera podía permitirse el lujo de avergonzarse de su estado actual.

Riftan le masajeó las pantorrillas debidamente a pesar del dolor y le aplicó aceite con aroma a menta en los muslos. Max intentó alejarse cuando sus ásperas palmas recorrieron la piel abrasadora cerca de su área privada.

—Yo… ahora estoy bien, de verdad. Riftan, tú también debes estar exhausto…

Antes de que pudiera terminar, él suspiró profundamente y le bajó la ropa interior hasta las rodillas.

—¡¡Ri-Riftan!!

—Quédate quieta. Tenemos que aplicar este medicamento o de lo contrario te resultará difícil montar a caballo mañana.

—¡Yo lo aplicaré! Puedo hacerlo así que…!

—¿Por qué estás tan avergonzada?

Él resopló y desplazó su peso ligeramente sobre sus muslos para evitar que ella se retorciera.

—Deja de fatigarte y acuéstate quieta. No voy a hacer nada extraño.

Riftan estaba decidido a terminar su tarea. Se vertió una generosa cantidad de aceite en las palmas de las manos y comenzó a masajear su trasero desnudo con movimientos circulares. A Max le ardían las orejas mientras apretaba con fuerza las mantas. Era muy vergonzoso que la tocaran cuando tenía la mente lúcida, especialmente justo después de gritarles a todos que ella se convertiría en su sanadora durante la expedición. Sin embargo, allí estaba ahora, recibiendo tratamiento. Era patético.

Aun así, Riftan, ajeno a su dilema interior, aplicó silenciosamente el aceite de menta en su carne magullada y le volvió a poner la ropa interior cuando sus músculos tensos se aflojaron lo suficiente.

—Voy a comprobar si la comida está lista… Te la traeré, así que acuéstate y descansa.

Murmuró con voz tensa mientras se frotaba la nuca. Su cara estaba un poco roja, probablemente debido a que estaban metidos en la pequeña tienda. Max simplemente asintió y se subió los pantalones.

Él dejó escapar un profundo suspiro y salió de la tienda con una ligera cojera por doblar demasiado las rodillas, mientras ella se dejaba caer sobre las mantas sintiéndose como un montón de fideos pasados, completamente exhausta. Max sintió vergüenza y dolor chocando entre sí durante el masaje de Riftan, pero el dolor muscular había disminuido significativamente. Ella se frotó las partes de su cuerpo que él había tocado, luego se cruzó de brazos y cerró los ojos por un momento. Riftan no regresó hasta que el atardecer naranja se convirtió en una noche azul.

—He traído jamón ahumado de la fogata. Aquí tienes algo de pan para acompañarlo.

Dejó la bandeja de madera junto a ella: había una gruesa loncha de jamón glaseado con aceite, tres hogazas de pan del tamaño de un puño, un bloque de queso y una cantimplora de vino. Riftan sacó una daga y comenzó a cortar la comida en trozos más pequeños para Max, quien rápidamente recogió la comida y se la metió en la boca. La comida era claramente mucho más humilde en comparación con la comida en el castillo, pero tenía tanta hambre que sabía más deliciosa que cualquier otra cosa.

—¿Debería traerte más?

Riftan preguntó sin rodeos al verla empujar la comida con avidez. Max negó con la cabeza, pero casi vació la bandeja. Sentía su cuerpo como si pesara mil libras cuando su vientre comenzó a hincharse y se sentía somnolienta. Max inmediatamente se quedó dormida en un abrir y cerrar de ojos, olvidando por completo el hecho de que estaban acampando en medio de las montañas Anatol que estaban llenas de monstruos.

Al día siguiente, los caballeros comenzaron a empacar sus pertenencias en preparación para su partida incluso antes de que saliera el sol. Max también se preparó apresuradamente y se montó en su silla. No hubo tiempo para lavarse la cara y mucho menos cepillarse el pelo. Afortunadamente, su trasero no le dolió tanto como temía, cortesía del masaje de Riftan. Sin embargo, seguir el ritmo de los caballeros todavía era demasiado abrumador.

Yulysion la ayudó a navegar por el oscuro sendero de la montaña y los caballeros al acecho estaban constantemente en alerta máxima, moviéndose más rápido, sin disminuir la velocidad ni por un momento. Cuando llegaron al pie de la montaña, redujeron la velocidad y Max apenas pudo preguntar.

—¿Por qué se ven tan tensos? Yo… no he visto ningún monstruo.

Garrow, que viajaba a su lado, negó con la cabeza.

—Los monstruos que habitan en Anatol poseen cierto nivel de inteligencia. Cuando pasan grandes ejércitos, son lo suficientemente inteligentes como para permanecer ocultos para sobrevivir. Suelen mirar desde la distancia. Anoche escuché de algunos de los caballeros que unos cuantos goblins del bosque intentaron robar nuestro suministro de alimentos.

—¿A-anoche?

Yulysion intervino rápidamente cuando vio que su rostro se tornaba de un tono azul intenso.

—No te preocupes. Los caballeros de guardia se dieron cuenta de inmediato y se ocuparon de ellos.

—¿Alguien resultó herido?

—¡Por supuesto que no! ¡Los goblins del bosque ni siquiera pueden esperar arañar a un caballero Remdragon!

Yulysion levantó la barbilla con indignación, como si sus palabras fueran insultantes. Aún así, Max se preocupó e inspeccionó a los caballeros en primera línea. Todos montaban tranquilamente sus caballos sin signos de cansancio. Miró hacia adelante y trató de encontrar a Riftan, enterrado entre los grandes y corpulentos caballeros, pero rápidamente se rindió y se concentró en conducir su caballo a través del camino de montaña lleno de baches.

Finalmente lograron salir de las cadenas montañosas de Anatol después de que el sol saliera alto en el cielo. Hicieron un breve descanso cerca de un arroyo que atravesaba el prado. Los aprendices atendieron a los caballos, mientras otros comenzaron a distribuir la comida para un desayuno tardío.

Max se lavó rápidamente la cara mientras Rem tomaba un trago junto al arroyo. Se mojó el cuello y sacó el peine para domar su cabello revuelto. Casi renunció a desenredarse el cabello, pero una vez que terminó, se hizo una trenza y caminó de regreso al campo.

Yulysion le entregó una manzana y un trozo de pan.

—Debes estar hambrienta. Por favor, come esto por ahora. Por la noche tendremos preparada una comida más decente. No podemos darnos el lujo de perder el tiempo cocinando comida al fuego durante el día, ya que necesitamos viajar lo más rápido posible.

—No… para nada… esto es suficiente.

Rápidamente aceptó la comida y de repente Yulysion se concentró en sus palmas extendidas.

—¡Tus manos están rojas! ¿Te hiciste daño?

—Es por… las riendas.

Ella sonrió como si nada, sin darse cuenta de cuán seriamente Yulysion estaba estudiando las agudas quemaduras rojas en sus palmas.

—Parece doloroso, ¿no deberías recibir tratamiento?

—No… esto no es nada…

—¡No lo parece! Está tan hinchado…

Garrow, que estaba alimentando a los caballos, corrió a toda prisa hacia ellos cuando escuchó la voz preocupada de su amigo. Él metió la cabeza entre los dos y también miró sus palmas con el ceño fruncido.

—Yulision tiene razón. Sólo empeorará y sufrirás todo el viaje. ¿No sería mejor usar magia curativa?

—E-está bien. No necesito aplicar magia a mi propio cuerpo… Es comparable a beber tu propia sangre cuando tienes sed. A menos que sea fatal, es mejor dejar que se cure de forma natural… y… quiero ahorrar la mayor cantidad de maná posible.

—Pero aún así, estás sufriendo…

Max suspiró ante el alboroto y se sentó en la capa tendida sobre el césped.

—De verdad, estoy b-bien… Incluso si lanzo un hechizo curativo… mis manos volverán a ponerse así mientras monte a caballo. No puedo curarme a mí misma todo el tiempo. Así que incluso si es difícil, es mejor dejar que el cuerpo se adapte…

Ella les mostró las manos con confianza.

—Si esto continúa, inevitablemente se desarrollarán callos en unos pocos días. Cuando mis palmas se vuelvan ásperas… ya no me dolerá, no importa lo lejos que monte a caballo.

Yulysion tenía una expresión compleja mientras miraba su mano, pensando en una solución. Luego, rápidamente fue a sus bolsas atadas a su silla y rebusco en ellas.

—Por ahora, por favor, utiliza esto.

Max miró los guantes de cuero que tenía delante de ella.

—¿No… no los trajiste para ti, Yu-Yulysion?

—Los traje por si acaso. No lo necesito, así que úsalo sin preocuparte por mí.

Max dudó pero aceptó los guantes. Para ser sincera, le dolían las palmas. Metió la mano en los suaves guantes color canela, pero en su diminuta figura, los guantes grandes simplemente se cayeron, dejando suficiente espacio para otra mano.

—Yulysion… tus manos son más grandes de lo que parecen…

Comentó Max al notar lo largos que eran sus dedos en comparación con los de ella. Ella quedó asombrada ante la vista. A pesar de que el joven aprendiz tenía un rostro delicado y un cuerpo esbelto, todavía era un hombre. Yulysion se sonrojó y se rascó la parte detrás de la cabeza avergonzado, luego sacó un cordón de cuero de su bolso.

—Lo aseguraré a tus muñecas. Será un gran problema si se desprende mientras estás montando a caballo.

Max levantó las manos sin decir palabra y permitió que Yulysion atara torpemente un trozo de cuerda alrededor de sus muñecas.

—¿No está demasiado apretado?

—Está perfecto…

Agitó las manos un par de veces para demostrarlo y sonrió satisfecha.

—G-gracias. Lo usaré… bien.

—No es gran cosa.

Max terminó su comida con las manos enguantadas. Miró a Riftan, que estaba leyendo un mapa y discutiendo rutas con los otros caballeros a distancia. Después de terminar de dar órdenes, volvió a doblar el mapa y lo guardó en su bolso. Ella se sentó allí, esperando que él viniera y hablara con ella; sin embargo, sólo frunció ligeramente el ceño y centró su atención en ensillar a Talon para partir. Los ojos de Max se dirigieron hacia abajo ante su actitud descontenta.

Después de cómo él la cuidó ayer, pensó que las cosas entre ellos volverían a la normalidad. ¿Pero todavía estaba enfadado con ella por desobedecer y aferrarse firmemente a la expedición? Max contempló romper primero el hielo y hablar con él, pero antes de que pudiera terminar de pensar, Riftan ya había montado en su caballo y gritó fríamente.

—No te quedes sin hacer nada. Tenemos que empezar a movernos ahora. A partir de aquí nos adentramos en los territorios de los medio dragones. ¡Nunca bajes la guardia, ni siquiera por un segundo!

Los caballeros montaron en sus caballos y se pusieron en formación, por lo que Max rápidamente saltó sobre Rem también. Riftan, que iba a la cabeza, se volvió para ver cómo estaba y luego condujo su caballo a través de la llanura a la velocidad de la luz.

Viajaron a lo largo del arroyo mientras peinaban el exuberante campo verde como un viento. Max no pudo evitar sonreír cuando sintió la brisa fresca y refrescante acariciar agradablemente su rostro. Sabía que no era el momento de disfrutar montando, pero era la primera vez que su caballo corría con tanta libertad por una llanura abierta. Su corazón estaba tan abrumado que no podía compararse con el horrible camino de montaña de antes.

Miró a su alrededor con ojos deslumbrantes. El cielo estaba despejado y sin nubes, y el arroyo azul profundo que fluía a través de los campos salvajes brillaba como cristales. Bajo el nutritivo sol de principios de verano, las flores silvestres florecieron vibrantes, mostrando su vitalidad. El paisaje a su alrededor era tan pacífico que no podía creer que un ejército de monstruos feroces estuviera en movimiento.

—Será una buena idea estar preparado para lanzar una barrera mágica defensiva en cualquier momento.

Max estaba en medio de apreciar su sensación de liberación cuando Gabel, que montaba su caballo frente a ella, de repente le gritó. Max lo miró con expresión perpleja. No había ni un solo animal salvaje, y mucho menos monstruos. Miró a su alrededor con atención, aterrorizada de que alguien pudiera estar acechando entre la hierba alta observándolos, pero Gabel señaló hacia el cielo. Max, sin darse cuenta, siguió la dirección que señalaba y casi gritó en estado de shock. Alrededor de seis criaturas gigantes parecidas a pájaros con formas extrañas flotaban y los perseguían.

—Esas son arpías. No parece que vayan a caer en picado de inmediato, pero es mejor prepararse en caso de un ataque.

Max entrecerró los ojos mientras continuaba observándolos con atención. Las arpías eran monstruos que tenían el cuerpo de una gran águila y el rostro de una mujer humana. No podía ver con claridad desde la distancia, pero podía decir que donde debería estar la cabeza de un águila, fue reemplazada por la de una mujer de rostro pálido. Un escalofrío recorrió su espalda y apretó las riendas con más fuerza.

Yulysion se acercó a ella y la convenció en tono amable.

—Señora, no se preocupe por ellos y concéntrese en el futuro. Pronto bajaremos la pendiente. El camino será pedregoso, así que debes tener cuidado.

Rápidamente volvió a centrar su atención en el camino y, como dijo Yulysion, emergieron la forma irregular de acantilados y rocas, apilados uno encima del otro, creando una pendiente pronunciada y un terreno accidentado. Condujeron a lo largo de los acantilados y se detuvieron ante la empinada pendiente. Justo debajo de la pendiente se encuentra un profundo valle de rocas. Los caballeros se detuvieron, inspeccionando momentáneamente el área debajo de las laderas. Tenían que descender la pendiente y al mismo tiempo vigilar con cautela a las arpías en caso de que provocarán la caída de rocas de los acantilados.

—De hecho, esas molestas criaturas, deberían deshacerse de ellas.

Hebaron gritó enojado mientras agarraba la empuñadura de su enorme espada atada a su espalda, pero Riftan levantó la mano para sujetarlo.

—Ahora no es el momento de preocuparse por ellas.

Sus fríos ojos permanecieron fijos en el fondo de los acantilados. Cuando los caballeros cerca de Riftan siguieron su mirada, chasquearon la lengua y maldijeron con rudeza.

Max no podía ver a qué se debía la conmoción detrás de las tropas. Asomó la cabeza, tratando de descubrir qué estaba pasando, cuando Riftan comenzó a gritar órdenes.

—Hay cinco medio dragones debajo. La segunda fila… no, segunda y tercera fila, prepárense para la batalla. El resto esperará aquí y hará guardia desde arriba, observando a las arpías.

No podía creer que un ejército de monstruos feroces estuviera en movimiento.

Los caballeros desenvainaron sus espadas todos a la vez, mientras Max observaba con asombro cómo unos veinte caballeros cargaban hacia abajo como un viento furioso. Cabalgaron hábilmente por el camino empinado donde las rocas estaban amontonadas de manera desigual en diferentes formaciones.

Los caballeros que se quedaron en los acantilados se dividieron en dos grupos, uno tenía que vigilar a las arpías mientras que el otro tensaba sus arcos para cubrir a los caballeros que luchaban contra los medio dragones. Max sintió como si la mitad de su alma se alejará ante la repentina y rígida situación.

—¿Q-qué debo hacer…?

—La Señora sólo necesita sentarse tranquilamente y esperar a que pase la pelea. Por si acaso, prepárate para levantar una barrera.

Gabel respondió rápidamente y desenvainó su espada. En ese momento, el grupo de arpías creció hasta convertirse en una bandada de veinte, girando sus cabezas de manera vertiginosa y lanzando un grito agudo al unísono. Max se tapó los oídos y comenzó a formar la fórmula mágica según las instrucciones de Gabel. En ese momento, un fuerte rugido resonó desde atrás.

Max miró hacia abajo. En el fondo del acantilado había enormes monstruos y los caballeros entablaron combate. Todo su cuerpo pareció congelarse sólidamente ante la desalentadora vista. Los monstruos medían aproximadamente veinte kvet (seis metros) de tamaño y todo su cuerpo estaba cubierto de escamas filosas y ásperas, aparentemente cinceladas toscamente. Cuernos largos y afilados sobresalían de sus cabezas parecidas a las de los lagartos, y dientes puntiagudos de sus bocas feroces.

Eso es… un medio dragón…

Parecía mucho más aterrador que las ilustraciones que veía en los libros. Los grandes ojos amarillos de los monstruos brillaban y el suelo temblaba con cada paso de sus gruesas y pesadas piernas. Sin embargo, los caballeros rápidamente se dispersaron entre las rocas, sin mostrar ningún signo de declive, y perturbaron a los monstruos.

Los caballeros maniobraron hábilmente a través del terreno irregular como si estuvieran conectados a sus caballos. Atrajeron sistemáticamente a los monstruos diez veces su tamaño y los reunieron en un rincón como si estuvieran cazando animales salvajes.

—¡Comandante!

Uno de los caballeros envolvió una cadena revestida de hierro alrededor de una de las piernas del monstruo y esquivó la pesada cola del medio dragón que voló hacia ellos. Mientras la bestia hacía palanca y se sacudía violentamente para escapar, Riftan no perdió la oportunidad de clavar su espada profundamente en el único punto débil escondido cerca de su cuello. La sangre de color rojo oscuro brotó como una fuente, salpicando por todas partes. Mientras Max estaba completamente atraída por la escena, escuchó a Yulysion gritarle con urgencia en señal de advertencia.

—¡Mi señora! ¡Manténgase alejada del borde del acantilado! ¡Las Arpías podrían abalanzarse y empujarle!

Max se estremeció y se retiró rápidamente. Las arpías volaron a una distancia lo suficientemente cercana como para que ella pudiera ver sus rostros claramente mientras batían sus alas. Algunos de los caballeros les apuntaron con sus flechas, pero Gabel los detuvo rápidamente.

—No las ataques todavía. Será más engorroso si ellas también se unen a la lucha.

—Pero ya están…

—No nos persiguen.

Su tono tranquilo fue instantáneamente ahogado por los rugidos de los medio dragones. Max esperó a que terminara la batalla, temiendo ansiosamente que Riftan resultara herido. Los gritos de batalla de los caballeros, los golpes de los pesados pies del medio dragón y el balanceo de espadas continuaron durante mucho tiempo antes de que se anunciara que la batalla finalmente había terminado.

—Parece que ahora es seguro. Por favor, baja primero con los aprendices de caballero.

Gabel instruyó y Max descendió la empinada pendiente a caballo, con cuidado de evitar grandes rocas en el camino. Ella no tenía la misma agilidad que los caballeros. Cuando finalmente llegó al fondo del acantilado, uno de los caballeros que se estaba deshaciendo del cadáver de un medio dragón corrió hacia ella y tomó las riendas para ayudarle y guiarla.

—Señora Calypse, ¿está herida en alguna parte?

—Yo debería… ser yo quien pregunte eso. ¿Hubo alguien que resultó herido?

—Sir Evan Crude fue golpeado por el ácido que un medio dragón arrojó de su estómago. ¿Puedes curar su herida?

Max asintió y corrió directamente hacia él. El caballero, Even Crude, estaba en el proceso de quitarse el peto y la túnica con la ayuda de otros caballeros cuando ella llegó. Ella reprimió un gemido cuando vio sus espantosas heridas. Su piel, desde el hombro izquierdo hasta el pecho, era de un color rojo oscuro, como si la hubieran rociado con aceite hirviendo. Hebaron chasqueó la lengua con desaprobación al ver la trágica herida.

—Esta es sólo la primera batalla, pero como un idiota, no pudiste evitarla.

—No seas tan duro conmigo. Incluso Lord Nirta no sabía que había uno más escondido en la cueva.

Evan refunfuñó entre dientes y gruñó de dolor. Aparentemente, había seis dragones en total, no cinco.

Max miró los cadáveres dispersos de los medio dragones que caían entre las rocas y luego se inclinó para examinar meticulosamente sus heridas. La mayor parte de la piel del hombro se había quemado, dejando al descubierto una capa de músculo rojo. Por costumbre, extendió la mano para apoyarla sobre la herida, pero Hebaron la detuvo.

—No lo toques. La mano de la Señora también arderá.

—E-entonces… habrá que lavarlo de inmediato.

Max ordenó a los aprendices de caballero que trajeran un poco de agua y rápidamente le lavó el ácido al cuerpo del hombre. Aunque el agua que toca la herida debe ser terriblemente dolorosa, el caballero apretó la mandíbula y soportó el sufrimiento.

—Habría sido un gran problema si la señora no hubiera venido.

El caballero incluso logró sonreírle sin aliento. Max lo miró a través de sus ojos agradecidos y lanzó magia curativa sobre el caballero, quien todavía actuaba tan relajado incluso después de sufrir una lesión grave. Mientras la quemadura sanaba limpiamente, los músculos tensos de sus hombros se relajaron visiblemente.

—Gracias. Parece que todavía podré vivir por un tiempo.

—Si ya te sientes bien, date prisa y rearmate. Comenzaremos a movernos de nuevo una vez que se recuperen todas las piedras de maná de los cuerpos de los medio dragones. No se sabe cuándo esas cosas decidirán convertirse en una molestia.

Hebaron señaló a las arpías posadas en los acantilados. La luz del día brillaba sobre los lomos de las arpías; sus rostros parecían escalofriantemente espeluznantes y les helaban la sangre. Max desvió desesperadamente sus ojos de los rostros pálidos de las mujeres que lanzaban sonrisas espeluznantes y miró a los caballeros restantes para ver si alguien más necesitaba tratamiento.

Afortunadamente, los demás se encontraban bien y no sufrieron heridas. Riftan estaba lavando la sangre salpicada de su armadura en un charco cercano mientras los otros caballeros cortaban los cofres de los medio dragones, recogiendo sus piedras de maná.

Max miró con perplejidad. Sabía que la subespecie de dragón se vendía por un alto valor, pero no entendía por qué se tomaron el tiempo de recolectar partes de monstruos cuando tenían prisa por rescatar al equipo de expedición que los precedió.

—¿Realmente… tenemos que tomar las piedras m-mana? Aunque es un desperdicio dejarlo… tenemos prisa…

—No solo vamos a recolectar porque sería un desperdicio dejarlo. Si el cadáver se deja solo como está, la piedra de maná restante atraerá la energía mágica circundante y lo convertirá en un no-muerto. Según la antigua doctrina, los cadáveres de los monstruos deben ser purificados por el fuego. Sin embargo, siendo realistas, es imposible incinerar monstruos de este tamaño hasta convertirlos en cenizas sin usar magia, por lo que al menos las piedras de maná deben ser eliminadas.

—Ellos se harán cargo de los cuerpos.

Riftan se acercó chorreando agua. Max lo examinó de pies a cabeza. Aparte de estar empapado de agua como resultado del lavado de sangre, se veía completamente bien. Se echó hacia atrás el pelo mojado y miró a Max sin decir una palabra por un momento, luego desvió la mirada hacia el acantilado.

—Las arpías nos siguieron esperando para saquear los cadáveres de los medio dragones. Una vez que nos vayamos, estarán ocupadas devorándolos.

—Entonces, ¿ya no vendrán más a por nosotros?

—Existe una alta posibilidad de que se peguen a nosotros y esperen a que les proporcionemos su próxima comida.

Miró a los espeluznantes monstruos sentados en el acantilado como si fueran moscas molestas.

—Sin embargo, tendremos que ir lo suficientemente lejos como para que no puedan seguirnos. No tengo intención de que esas molestas criaturas parecidas a hienas me molesten.

Habló con frialdad y tiró de las riendas de Talon.

—Ri-Riftan… ¿estás herido en alguna parte?

—Estoy bien.

Respondió con sequedad y se puso los guanteletes que se había quitado. Max pasó corriendo a su lado, tratando de obligarlo a mirarla.

—Riftan… ¿todavía estás enfadado conmigo?

Los labios de Riftan se apretaron hasta formar una línea. Podía sentir sus ojos penetrantes recorriendo su sucio rostro, su pelo desordenado, el polvo y la ropa arrugada que había usado dos días seguidos. Max se sonrojó y se cruzó de brazos ante su cuerpo a la defensiva.

—Es algo bueno… que haya venido. Sólo han pasado dos días… desde que partimos… y alguien resultó herido…

—Nos moveremos de inmediato.

Él la interrumpió con dureza.

—No tengo tiempo para charlas ociosas, únete a las filas de inmediato.

—Hablemos al menos por un m-momento…

—¿No querías que te tratara como a un mago, en lugar de como mi esposa?

Habló sin rodeos mientras montaba encima de Talon.

—Fuiste tú quien insistió en unirte a la expedición, aunque fue en contra de mi voluntad. Entonces debes seguir las órdenes del comandante sin ninguna objeción.

Max miró fijamente su rostro afilado que estaba envuelto en sombras, luego se giró para tomar las riendas de Rem de manos de un caballero. Gabel, que estaba observando su interacción, se rió torpemente y razonó por Riftan.

—Es porque el día empezó con una batalla masiva. El comandante se vuelve cien veces más aterrador cuando hay monstruos alrededor. Incluso el más mínimo descuido puede provocar la muerte, por eso todos debemos estar alerta como animales salvajes.

—Yo…n-no me importa. Riftan… quiero decir, Lord Calypse tiene razón. Esa persona es mi comandante en este momento y yo soy su mago, así que debo obedecer sus órdenes.

Max proclamó lo más fuerte posible, asegurándose de que Riftan la escuchara, pero él simplemente miró por encima del hombro una vez con el mismo rostro indiferente. Max estaba abatida y ocupó su lugar en las filas.

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