El contrato de la Princesa y la Duquesa Monstruosa – Capítulo 83

Traducido por Ichigo

Editado por Lucy


Se levantó rápido de su asiento y se acercó a la ventana, levantando apresurada las cortinas. El corazón le latía muy deprisa por la excitación.

Vant informó a Leslie con la habitual sonrisa afectuosa.

—Los paladines de Tesentraha no llegarán hasta dentro de un rato. ¿Quieres esperarlos?

—No, entraré yo primero.

Leslie se dio cuenta de que el restaurante estaría cerrado por su visita y no quiso retener el negocio. Sería mejor que terminara su visita lo antes posible para que Amroa pudiera volver al trabajo y abrir el local a los clientes.

—Sí, señorita Leslie.

Vant asintió comprensivo y se alejó, ordenando a los demás caballeros que se colocaran en sus puestos. Leslie volvió a correr las cortinas, y Madel preguntó con voz preocupada.

—Señorita Leslie, ¿no deberíamos esperar a los paladines por si acaso?

—Pero ya tenemos siete caballeros Salvatore, y el restaurante de Amroa no es más que un restaurante normal.

Leslie sonrió con desdén. La Duquesa insistió primero en llevar más de diez caballeros para el viaje. Pero la Duquesa y Sairaine también necesitaban escolta, y algunos tenían que quedarse atrás para mantener la seguridad del Ducado. Así que, al final, la Duquesa tuvo que conformarse con solo siete caballeros protegiendo a Leslie.

—Estaré a salvo.

Leslie sonrió tranquilizando a Madel, y ésta no tuvo más remedio que asentir.

El carruaje corrió un poco hasta que se detuvo de a poco. Cuando se detuvo por completo, se paro en medio de la calle de piedra bien pavimentada con muchas tiendas, restaurantes y posadas que se parecían mucho al centro de la ciudad pero a menor escala. La mayoría de las tiendas vendían velas, flores y recuerdos de los templos.

—¿Salvatore?

Al ver un gigantesco carruaje con enormes caballos y siete caballeros, la gente cuchicheó y murmuró.

—¿No es esa la Casa de los Monstruos? ¿Qué hacen aquí…?

El ruido se apagó al instante cuando Leslie bajó del carruaje. Los ojos de la gente, llenos de sorpresa y asombro, se centraron en una niña con un hermoso y brillante pelo largo plateado y unos preciosos ojos de color rosa-púrpura y lila. No era alguien que la gente esperara ver bajar del carruaje.

—¿Quién es?

—¿Es la rumoreada…? —preguntó alguien, y otro susurró con escándalo, pero se detuvo rápido cuando la aguda mirada de Madel llegó hasta ellos.

Pronto, la multitud se dispersó y volvió al trabajo, sin dejar de robar miradas a la niña.

—Hmph.

Madel resopló por la nariz, satisfecha de haber ahuyentado a la gente antes de que dijeran nada ofensivo, y Leslie encontró por fin a Amroa entre la multitud que se dispersaba.

—¡Amroa!

Una mujer ligera de ropa con un chal sobre los hombros se acercó a Leslie y a su grupo.

—Bienvenida, señorita Leslie.

Amroa se detuvo frente a ella con una sonrisa muy débil. Leslie parpadeó mirándola.

—¿Estás cansada, Amroa?

¿Se habrá agobiado porque venía yo? preguntó Leslie con ingenio en la voz, pero Amroa negó con energía con la cabeza y se frotó las manchas oscuras bajo los ojos.

—¡N-No, estoy bien! Es que no he dormido bien con mi bebé despertándome en mitad de la noche…

Amroa sonrió avergonzada y Madel asintió con la cabeza.

—Le pedí a mi vecina que cuidara de mi bebé, ya que yo estaba ocupada limpiando la casa. Vamos, señorita Leslie.

Amroa le ofreció una mano y Leslie se la tomó. Caminaron juntas por la calle, Madel y los siete caballeros detrás.

—¡Hemos llegado!

Caminaron por un estrecho callejón detrás de las concurridas calles principales donde estaba aparcando el carruaje y llegaron a un restaurante.

—El Restaurante de Leah…

Leslie leyó en voz alta el nombre grabado en los letreros de madera que colgaban de las paredes sobre la puerta principal.

—Le puse el nombre de mi hija.

Amroa sonrió y abrió las puertas de par en par, invitándoles a pasar.

Cinco caballeros se apostaron alrededor del restaurante, y solo Leslie, Madel, Vant y Lesso entraron con Amroa.

—Vaya, qué acogedor.

Leslie parpadeó despacio, asimilando la vista. En efecto, era un lugar acogedor. Tal como había dicho Amroa, era pequeño, pero estaba bien cuidado y decorado de manera artística. Tenía un pequeño ático abierto, y Leslie podía ver con claridad los toques finales de Amroa por todas partes.

Un delicioso olor llenaba el aire y se oía un leve burbujeo donde estaba la cocina. Todo tipo de hierbas secas colgaban de la pared, y el calor emanaba de una gran chimenea en el centro de la habitación.

Leslie se sintió un poco inquieta al ver la chimenea. El fuego ardía tras una valla metálica. Le gustaban los fuegos pequeños, pero uno tan grande la ponía bastante nerviosa.

Así que rodeó las mesas y eligió el asiento más alejado de la chimenea, dejando allí su bolso y explorando el lugar.

—¿Por qué están todas las ventanas selladas? —preguntó Leslie en voz alta, a lo que Madel respondió con una sonrisa.

—Es para evitar que el aire frío se cuele en el interior de la casa. Las fincas de los nobles se construyen con costosos cristales multipanel para hacer ese trabajo, pero la mayoría de los plebeyos se limitan a bloquearlo durante toda la estación.

Leslie asintió con la cabeza.

—Ya veo…

—Creo que están muy bien cubiertos por el bebé, ¿no? La chimenea también parece nueva para mantener el calor, ¿no? —añadió Madel después de dar una vuelta alrededor del lugar—. Debió de preocuparte que el bebé pudiera resfriarse.

—Sí, mi hija es frágil y se pone enferma. Así que hice muchas inversiones para mantener caliente el restaurante. De todos modos, ¿qué le parece, señorita Leslie? No es mucho, pero es mi lugar, ganado con años de ahorros. Incluso trabajé junto a los obreros de la construcción para ahorrar en mano de obra.

Leslie pudo oír un deje de orgullo en la voz de Amroa.

—¿Tienen hambre todos? He preparado un guiso sencillo para todos.

Amroa fue a la cocina y volvió con una gran bandeja de madera llena de muchos cuencos con un guiso que olía delicioso.

—Tiene muy buena pinta.

Los ojos de Leslie brillaron de alegría al ver el guiso. En un cuenco había, en efecto, un guiso sencillo con muchas verduras y grandes trozos de carne.

—Gracias, señorita Leslie. Es mi especialidad, estofado de carne.

Amroa sonrió mucho ante el cumplido de Leslie y se lo ofreció también a los caballeros.

—No, gracias.

Vant se negó con cortesía con una sonrisa. Luego, se acercó a la mesa de Leslie y alcanzó el cuenco de estofado con una piedra mágica en la mano.

—Disculpe, señorita. Voy a comprobar el estofado para su seguridad.

Los ojos de Leslie se agrandaron mientras miraban la piedra, el guiso y al caballero.

Ruenti le había hablado a Leslie de muchas utilidades diferentes de las piedras mágicas imbuidas de esencia mágica. Una de ellas era un probador de alimentos, que los examinaba en busca de veneno u otras sustancias nocivas.

Cuando detectaba algo, sus colores cambiaban de inmediato.

Pero Leslie no entendía por qué Vant la utilizaba para el guido de Amroa. Leslie la conocía como alguien que le había salvado la vida. ¿Por qué una mujer tan amable iba a envenenar el guiso? Leslie estaba conmocionada.

¿Cómo pudo hacer esto…?

Leslie parpadeó, estupefacta. Amroa fue la única que se preocupó lo suficiente por mí y me dio el recuerdo más maravilloso de aquel incendio. ¡Ella nunca me haría daño! Las entrañas de Leslie hervían de rabia.

Amroa también temblaba de asombro, pero forzó una sonrisa cuando sus ojos se encontraron con los de Leslie.

—¡Oh, por supuesto! Lo comprendo. Es lógico, ya que la señorita Leslie ha tenido tantas desgracias…

Pero tenía la cara roja y los ojos llenos de lágrimas.

—¡Señor Vant!

Al ver la reacción de Amroa, Leslie gritó en un estruendo, y la mano de Vant se detuvo en el aire.

—¿Qué haces?

Era la primera vez que Leslie levantaba la voz o se enfadaba con la gente del Ducado. Pero Vant no se arredró y se limitó a sonreír.

—Le pido disculpas, señorita Leslie. Pero la mayoría cumplimos órdenes.

Luego, Vant examinó el contenido del cuenco, la piedra mágica brillaba con intensidad.

El rostro de Leslie enrojeció de ira, vergüenza y frustración. Se mordió los labios y miró con atención a los dos caballeros.

—Si no hay nada malo en el guiso, discúlpense con Amroa. Los dos.

—Por supuesto, señorita Leslie.

—Y déjenos en paz.

—Eso es…

Vant abrió la boca para decir que no, pero se detuvo al ver los ojos alterados y llorosos de la niña. Vant y Lesso intercambiaron miradas y asintieron.

—Sí, señorita Leslie. Si no se encuentra nada, pediremos disculpas a Amroa y montaremos guardia fuera.

—Bien.

Los dedos de Leslie se apretaron contra su vestido, todo su cuerpo temblaba mientras esperaba con paciencia a que terminara la inspección. La piedra no cambió de color y permaneció igual durante todas las rondas. Pasaron dos veces de un cuenco a otro y luego a la olla burbujeante de la cocina.

—No había nada nocivo en la comida.

Vant y Lesso devolvieron la piedra al interior de sus chaquetas y suspiraron aliviados. Luego, ambos se inclinaron y se disculparon ante Amroa.

—Nos disculpamos por haber dudado de ti.

—¡No, lo comprendo!

Amroa pareció sorprendida por la disculpa y agitó las manos, diciendo que estaba bien.

—De verdad que no es para tanto. Comprendo la precaución y que solo cuiden a la señorita Leslie —exageró Amroa antes de que Leslie pudiera enfadarse.

Leslie asintió con resignación.

—Entonces, señorita Leslie, la estaremos esperando fuera.

—Sí.

Leslie apartó con obstinación la cabeza de los dos caballeros cuando se dirigieron a ella.

Ella oyó a los dos hombres susurrar con tristeza “ahora nos odia”, pero los ignoró.

—Siento haberte estropeado el día.

—No, de verdad, está bien, señorita Leslie.

—Pero… ¡voy a probar esto ahora!

No queriendo dejar que arruinara el ambiente, Leslie alargó rápido la mano para tomar la cuchara y acabó tirando su bolso de la mesa, que se cayó, y el contenido se desparramó por el suelo.

—Aw.

Madel y Amroa se apresuraron a agacharse para recoger los objetos, y ambas rieron cuando sus miradas se cruzaron. Entonces, Madel se enderezó con las cartas aferradas en las manos.

—¿Deberíamos enviar las cartas hoy, señorita Leslie? Sería mejor enviarlas antes de ir a los templos, ya que hay un poco de distancia entre la ciudad y el templo.

—¿Tienes cartas que enviar? Mi vecino de al lado es una oficina de correos. ¿Quieres que vaya a enviarlas ahora?

Madel hizo un gesto con la mano ante la oferta de Amroa.

—¡No hace falta! La señorita Leslie quería verte, así que deberías quedarte. Iré en un momento o le pediré a uno de los caballeros que lo haga por nosotras.

—Entonces prueba un poco del estofado antes de irte. Es mejor cuando aún está caliente.

Madel y Leslie empezaron a comer su estofado ante la sugerencia, mientras Amroa iba a la trastienda a tomar algo.

—Está delicioso.

La inspección llevó algo de tiempo, pero aún estaba caliente y les llenó las entrañas de un calor satisfactorio.

—De verdad lo está. ¿Cómo lo ha hecho tan aromático? Creo que las patatas son de la costa este.

Madel se comió el guiso y charló con alegría. Le debía de gustar mucho la cocina, pensó Leslie con una sonrisa mientras Madel balbuceaba que la carne era de cordero y que las patatas de la costa este solían ser más dulces.

Unos instantes después, Amroa regresó con una pulsera en la mano desde la trastienda. Estaba trenzada con prendas de colores y era un poco gruesa en el centro. Se acercó a la mesa con una sonrisa.

—¿Cómo está el estofado? ¿Está a tu gusto?

—Sí, Amroa, gracias. ¿Las patatas son de la costa este?

—Sí, lo son. Las patatas de por aquí no saben igual.

—Mmm, Amroa. ¿Cuándo vuelve tu bebé de casa del vecino? He traído algo para el bebé y me gustaría regalárselo en persona —añadió Leslie con una dulce sonrisa.

Los ojos de Amroa se abrieron de par en par ante las palabras de Leslie, y murmuró algo en voz baja con una extraña oquedad en la voz.

—Ah… claro, mi niña. Ella es…

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