Un día me convertí en una princesa – Capítulo 149

Traducido por Dalia

Editado por Sakuya


—Puede que incluso lo asesine… —Murmuró Lucas en voz baja.

Quizás el mismo pensamiento pasaba por la mente del mago de la torre.

—Ah, no hay nada de qué preocuparse. No importa cuánto sea, ¿cómo puede suceder algo tan terrible? Sé que los magos son débiles por naturaleza, así que haré lo mejor que pueda.

—Eso, no eso… ¡Todo lo que nos importa es tu vida! —intervino Jennette con preocupación.

Ezekiel miraba alternativamente a Lucas y Cavell como si estuviera estimando algo. ¿Acaso estaba buscando ver cuál de ellos tenía más posibilidades?

Los ojos de Cavell brillaban intensamente, aún inconsciente del sombrío futuro que se avecinaba para él. Finalmente, Lucas sonrió inquietantemente.

—No soy lo suficientemente bueno. ¡Pero no encontrarás a alguien mejor que yo en la torre!

Por un momento, pareció parpadear frente a mis ojos la notificación de que la misión se había completado.

Por desgracia, Cavell era un buen insistente…

Con ojos sombríos, el mago de la torre y yo miramos a Cavell Ernst, quien emocionado seguía a Lucas.

—Será un encuentro interesante —comentó Felix.

—En cierto modo, ciertamente podría ser interesante —coincidí.

—¿Quién crees que ganará el corazón de la princesa? —preguntó Ezekiel mirando a las dos personas que se alejaban.

Y el mago que miraba a Cavell Ernst con tristeza desde antes…

Ay dios mío… ¡Este si es un caso donde puedo pedirle ayuda a Dios! Por favor, salva a este pobre estudiante. Y que el encuentro pase de la forma menos dolorosa posible.

—Ugh, ojalá terminemos con esto lo más rápido posible —murmuré.

Sí, ¡pero el contenido de la oración es tan espeluznante! No, ¿es seguro que una persona morirá?

Sin embargo, medité en silencio ante el rugido que inmediatamente resonó en mis oídos.

¡Pum bang! ¡Bum!

—¡Oooh!

¡Bum—Bum—Pum! ¡Bang bang!

—¡Ah, espera…! ¡Wahhhhhhhhhhhhh! —se escuchó un grito aterrador a través del gimnasio.

—¿N-no se estaría excediendo? —preguntó Jennette sacudiendo la cabeza.

El gimnasio era uno de los lugares donde generalmente se permitía el uso de poderes mágicos, y era regla colocar una barrera alrededor del mago durante el combate. Así que ahora, con nuestros ojos, todo lo que podíamos ver era una gruesa capa de polvo dentro de la barrera.

Pero cuando pensé en los sonidos intermitentes de explosiones, torbellinos y gritos estridentes, llegué a la conclusión de que era Cavell Ernst quien estaba siendo golpeado fuertemente por dentro.

—Pero es inaceptable intervenir en el combate sagrado —dijo Félix.

—Estará bien. Porque es un tipo fuerte —aseguró Ezekiel.

—Probablemente no lo mate. Quizás…

Podía entender que Félix dijera que no podíamos entrar en el combate, pero ¿Ezekiel? ¿Cómo puedes estar tan tranquilo diciendo que Cavell es fuerte?

¡Con una sonrisa tan despreocupada, palabras tan frías! Además, ¿qué demonios significa ese ‘probablemente’ tan incierto?

¡Bam—bam—pung—bumm!

—¡Vamos! —exclamé.

Por supuesto, fue Cavell Ernst quien primero solicitó el combate y fue quien ignorantemente provocó a Lucas. Pero no estaba segura de si estaba bien que un tercero interviniera en la pelea, así que Jennette y yo estábamos mirando lado a lado con preocupación.

Los caballeros en el gimnasio también habían dejado de entrenar y miraban fijamente la barrera.

En ese momento, el sonido de los golpes que había estado haciendo eco en el gimnasio desapareció repentinamente.

—Ah, qué alivio —dijo Lucas estirando sus manos.

Cuando el polvo se asentó, vimos que efectivamente Lucas había ganado. Pero, ¿cómo lo hizo para dejar a Cavell en el suelo tan rápidamente?

Afortunadamente Cavell estaba vivo. Aunque yacía en el suelo como cadáver, con cada centímetro de su cuerpo golpeado.

De pronto, levantó sus brazos débilmente y le dio a Lucas un pulgar hacia arriba.

—Fue… el mejor combate… —murmuró antes de desmayarse.

Vimos desde lejos como los otros caballeros del gimnasio lo cargaban en sus espaldas.

—Parece que no está en muy buen estado. ¿Estará bien? —pregunté preocupada.

—No te preocupes. No soy tan cruel para dejar que mi ´amigo´ muriese en esta ‘batalla’ —me tranquilizó Ezequiel.

—Tal vez alternaba ataques mágicos con magia curativa. Así pude golpearlo más tiempo. ¡Qué eficiencia! —comentó el mago admirado.

Ezekiel todavía estaba extrañamente tranquilo con una sonrisa en su rostro.

—Uf, suena a que hablas por experiencia.

—Entonces, habiendo terminado este problemático asunto, ¿nos vamos? —preguntó Lucas con ligereza, como si no hubiera pasado nada.

—Mago… um, eres muy fuerte —murmuró Jennette suavemente para que solo yo pudiera oírla. Su imagen de Lucas había cambiado.

—Bueno, me retiro entonces… —dije riendo con cierta resignación.

Crucé miradas con Ezekiel por un momento antes de irme, pero me di la vuelta sin decir nada.

De camino a la torre, Lucas dijo de repente con semblante serio.

—Estaba tan pálido, que hasta llegué a sentir pena por ese niño.

El mago que había venido con Lucas parecía haberse cansado de lo ocurrido y se fue corriendo a la torre primero.

Además, envié a Félix a revisar el estado de Cavell Ernst, así que ahora solo estábamos Lucas y yo. Supuse que Lucas se habría encargado de moderar su fuerza para no lastimar gravemente a Cavell.

Era casi la primera vez que lo veía contenerse tan bien, así que me sentí un poco extraña.

—¿Acaso fuiste más fuerte con él de lo que pensabas? —pregunté.

—Debería haberme detenido, pero él no hizo ningún sonido de rendición, así que lo golpeé hasta dejarlo medio muerto —resumió Lucas.

¡Ay, Dios mio! Eso no está bien, me da pena Cavell Ernst. Aun así, es sorprendente que no se rindiera hasta el final después de semejante paliza.

—Quieres decir que fue divertido golpearlo. ¡Te gustó! Tus ojos parecen poner a tu presa frente a ellos. ¡Uf, huye, pobre chico! —exclamé.

Caminé hacia la torre, aliviada porque la conversación no fue tan incómoda como temía tras el altercado del otro día.

♦♦♦

Jennette y el Mago de la Torre Negra.

—Entonces me voy. Regresaré pronto, espérame —se despidió Athanasia.

—Ve con cuidado —respondió Jennette.

Justo después de que la princesa se fuera con el mago, Jennette y Ezekiel también abandonaron la arena.

Jennette le pidió a Ezekiel que fuera a ver el estado de Cavell, quien había sido llevado por los caballeros. Ezekiel accedió, aunque parecía molesto. Así que Jennette se quedó sola en el jardín.

—Oh, es como las flores del jardín de la princesa —dijo acariciando una flor roja—. Últimamente, como si hubiera nubes oscuras, parecía que el sol brillaba en mi corazón, que había estado solo en oscuridad.

Desde que encontró a Claude en el jardín del palacio imperial durante la última fiesta del té, Jennette había estado de mal humor. No quería sentirse así, pero a medio día le vino a la mente la imagen de la princesa Athanasia, orgullosamente de pie junto a Claude. Y antes de darse cuenta, Jennette se sorprendió comparándose con ella. Cuanto más lo hacía, más miserable se sentía, cayendo en una espiral interminable de depresión.

Esa fue la razón por la cual Jennette había evitado encontrarse con la princesa Athanasia. Pensó que nunca podría verla con un corazón tan avergonzado.

Sin embargo, se preguntaba quién era el amigo cercano de Ezekiel que había visitado Obelia como emisario de Arlanta. Quizás fue porque era la primera vez que Ezekiel mencionaba tener un amigo, y Jennette caminó hasta el castillo imperial con él.

Sorprendentemente, tan pronto como conoció a la princesa Athanasia, su mal humor desapareció.

Jennette acariciaba una flor mientras fruncía los labios.

—Me gusta la princesa —susurró suavemente.

Repitió el susurro una y otra vez, como queriendo revisar su corazón y tranquilizarlo. Independientemente de su voluntad, quería cortar los feos pensamientos que seguían retorciéndose dentro de ella.

La mano de Jennette cayó de la flor. En ese momento, una voz de un hombre extraño vino desde atrás.

—Esperaba visitarte pronto, pero ha resultado ser aquí.

¡Sorpresa!

Jennette escuchó pájaros volando a lo lejos. Tan pronto como se dio la vuelta presa del pánico, una sombra oscura cayó sobre ella. Unos ojos oscuros la miraban fijamente.

—¿Quién eres?

Jennette vaciló involuntariamente y dio un paso atrás. Pero detrás de ella solo había un matorral de flores, así que solo pudo retroceder un par de pasos.

El hombre también retrocedió y sonrió, quizás dándose cuenta de su desconfianza.

—¿Debería decir que soy un buen mago que concederá el deseo de la dama?

—¿Mi deseo?

Era un extraño hombre de cabello verde oscuro y ojos negros. Su apariencia estaba bien, pero por alguna razón, irradiaba una atmósfera bastante peculiar.

—Sería bueno tener al menos un regalo por reencontrarme con una vieja amiga a la que no he visto en mucho tiempo.

Jennette no entendía de qué estaba hablando. Desde el principio, parecía hablar más consigo mismo que con ella.

—Además, es bueno ver esa magia negra después de tanto tiempo —susurró el hombre con una risa—. Así que también es un regalo para la dama.

Cuando Jennette vio las comisuras de su boca elevadas, el cielo nocturno cayó sobre su cabeza. No, era un día completamente negro. Por un instante, su visión se llenó de una luz negra cegadora. En ese vacío, Jennette abrió la boca para decir algo, pero no pudo articular palabra.

Pero cuando parpadeó de nuevo, sólo el habitual paisaje pacífico se reflejaba ante sus ojos.

—¿Qué ha sido eso? —Jennette miró a su alrededor, confundida. Sin embargo, el recuerdo del extraño con el que acababa de encontrarse ya se había desvanecido de su mente.

—¡Jennette!

Entonces apareció la persona que había estado esperando.

—¡Ezekiel!

Jennette se acercó a él con una sonrisa en el rostro.

—Llegaste antes de lo esperado.

—¿En serio? Pensé que te había hecho esperar demasiado.

—No, parece que fue en un abrir y cerrar de ojos.

En ese momento, la mirada de Ezekiel se posó en la cabeza de Jennette cuando se acercaba. Inmediatamente después, se acercó a ella. Jennette se estremeció involuntariamente por un momento.

—Espera un segundo —dijo Ezekiel.

Jennette contuvo la respiración y lo miró fijamente.

El rostro de él se reflejó en sus ojos dorados bañados por la luz del sol. El tacto en la parte superior de su cabeza fue tan suave como una pluma, pero el corazón de Jennette latía más rápido que antes.

—Tenías hojas enredadas en el pelo. Ya estamos listos para irnos.

La voz que susurró en su oído fue amable, como si fuera indiferente. Jennette miró a Ezekiel, acostumbrada a que la escoltara, por un momento antes de bajar la mirada de nuevo.

Sabía que la amabilidad y consideración que le mostraba eran sólo viejos hábitos.

—Ezekiel… ¿Qué hay de Lord Ernst?

—No tienes de qué preocuparte, está a salvo.

Pero aun sabiéndolo, no era fácil rendirse. Incluso ahora, su sonrisa era tan cálida.

—Qué alivio —Jennette esbozó una suave sonrisa hacia Ezekiel.

Una energía oscura acechó detrás de ella por un instante, luego desapareció.

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