Traducido por Rencov
Editado por Herijo
Mi día comienza con la disciplina del ejercicio. Me entreno en diversas disciplinas de esgrima, desarrollando la fuerza física que considero necesaria. Una sesión de combate intensa, en la que cada movimiento se ejecuta con precisión, me lleva al límite de mis capacidades. Tras este esfuerzo, suelo relajar mi cuerpo con ejercicios más ligeros, preparándome para la siguiente fase de mi día: la magia, un arte que no puedo permitirme descuidar. Aprendo hechizos útiles en la vida cotidiana, desde magia de curación hasta conjuros de combate.
Mi estatus como hijo de un Duque me otorga ventajas, pero sé que mi habilidad personal será indispensable en algún momento.
La lectura, ese rincón tranquilo del conocimiento, es el siguiente paso en mi día. He terminado de leer varios libros para sobrevivir en esta novela romántica de fantasía, pero hay uno que resalta entre los demás. Su título es «Maneras de Complacer a una Dama Noble», y lo adquirí pensando en mi prometida, la villana de esta historia, Shael Azbel. Como es mi costumbre, abro sus páginas con anticipación y me sumerjo en su contenido.
Las palabras en su interior proclaman: “Para ganarse el favor de una dama noble, es necesario mostrar devoción inquebrantable. Solo así abrirá su corazón”. Sin embargo, esta fórmula no parece aplicarse a Shael. ¿Funcionará esta teoría con una mujer cuyos actos la llevarán al lado oscuro de la narrativa?
La respuesta es un rotundo no. Leer este libro fue un error desde el principio, pues Shael dista mucho de ser una dama noble. Mientras reflexiono sobre esta verdad, mis dedos toman otro volumen. Su título es «999 Maneras de Burlarse de la Villana», una elección literaria que me deja perplejo.
Me pregunto por qué existe esta obra. No, ¿está bien publicar un texto como este en primer lugar? Pensé. No obstante, a medida que lo examino detenidamente, descubro su valía. Incluso encuentro en sus páginas un consejo que podría resultar útil hoy: “Cuando una villana comete una acción vergonzosa, su orgullo queda herido”..
Con estas palabras resonando en mi mente, me dirijo a encontrarme con la malvada mujer, mi prometida.
♦ ♦ ♦
La siguiente etapa, tras la lectura, implicaba el encuentro con la traicionera mujer. Shael se erguía frente a mí, sus ojos vidriosos fijos en los míos, como en un siniestro ritual. Hasta ese momento, la escena había sido de lo más común, una rutina en la que empleaba todo mi corazón y alma para complacerla.
Sin embargo, este día sería diferente. Un estruendo, el retumbar de la taza de té al chocar con la mesa, marcó el inicio de la disonancia. Shael expresaba su descontento sin apartar la mirada. Normalmente, este gesto pasaría desapercibido, pero no podía permitírselo.
Mi propia taza resonó con fuerza al golpear la madera.
—He ganado —declaré con seguridad, reafirmando mi posición.
Pero la villana, con su orgullo férreo, no soportaba perder el control, incluso en situaciones tan inusuales como esta. Así, el resultado fue un nuevo desafío. El estruendo de su taza, aún más fuerte que antes, llenó la habitación.
Y entonces, una taza más resonó con violencia. El sonido de mi propia taza ahogó el de ella.
—¡Aaah! —exclamó la villana. Podrías pensar que se debía a su frustración, pero no fue así. El té caliente había caído en sus manos.
—Ay… —suspiró, evidenciando su molestia. Esta vez, había ganado.
—¿Estás bien? —pregunté.
—¡No lo estoy! —respondió la villana, cubriendo inmediatamente su mano.
Cuando me disponía a levantarme, pensando que quizá se había quemado, el quiebre estrepitoso de una taza resonó en la sala. Shael la había arrojado contra la mesa, no por el dolor, sino por su orgullo herido. Antes de que pudiera esbozar una sonrisa de triunfo, el sonido de otra taza rompiéndose la interrumpió.
Esta vez, fui yo quien la lanzó. Ninguna taza podía resistir semejante impacto.
Un silencio incómodo se apoderó de Shael, por perder justo después de ganar, y de mí, por la absurda situación. Pero este silencio fue rápidamente roto cuando varias criadas irrumpieron apresuradamente.
¡Mi Dama! ¿Está bien? —exclamaron las criadas, preocupadas por la seguridad de Shael. Sin embargo, su ansiedad se disipó rápidamente al evaluar la escena.
Una de ellas se adelantó para recoger los fragmentos rotos de la taza.
—¡Llamen al sanador de inmediato! —exigió, consciente de la importancia de Shael en la familia del Duque.
—No, no estoy herida. No es necesario llamar al sanador. ¡Salgan! —ordenó Shael con voz firme. Su mirada gélida me recordó momentos del pasado. Pero de repente, como si hubiera concebido una ingeniosa idea, añadió—: No, no se vayan. Quédense aquí.
Frente a esta orden completamente inesperada, las criadas no tuvieron más opción que quedarse en espera. Shael me observó de manera distinta, desplegando una mirada singular. En lugar de la típica expresión fría, injusta o resentida, me regaló una sonrisa de satisfacción, como si hubiera logrado una victoria.
—Ja. Parece que te quedarás sin palabras ahora, Eran —dijo, como si hubiera previsto que no me atrevería a responder con las criadas presentes.
Si bien la situación se volvía problemática, yo seguía sonriendo.
Tenía razón, el acoso era imposible, pero expresar afecto seguía siendo una opción, dado que estábamos comprometidos.
—Shael, hoy estás tan hermosa como siempre.
—¿Qué…? ¿Quieres hacer eso otra vez…?
No pudo evitar detenerse al notar la reacción de las doncellas que la rodeaban. El amor y las historias románticas eran temas de gran interés para ellas, dado su edad.
Las criadas, sonrojadas y emocionadas, centraron su atención en Shael, ansiosas por presenciar una escena romántica. La villana se ruborizó, pero su determinación por vencer superó su vergüenza.
Vi la oportunidad de aumentar su incomodidad. Si su deseo de ganar era mayor que la vergüenza, quizá podría intensificarla. Con astucia, tomé un pedazo de pastel de la mesa y lo acerqué a su boca.
Por supuesto, una villana digna de tal título no aceptaría esto en silencio, así que añadí con una sonrisa:
—Oh, ¿te da vergüenza comer frente a las doncellas?
La sorpresa no vino de Shael, sino de las mismas doncellas. Un grito ahogado de asombro resonó en la sala. Por lo general, las criadas no se atreverían a emitir tal ruido frente a la temida dama, pero la situación las superó. La tensión aumentaba, pues las dos personas frente a ellas parecían los protagonistas de una novela romántica.
A pesar de la sorpresa, Shael permaneció en silencio, con un rubor en sus mejillas que delataba sus emociones.
¿Aún no vas a pedirles que se retiren? Ah, esta vez no solo te avergonzaré, sino que también heriré tu orgullo.
Decidido a intensificar la incomodidad, me levanté, me acerqué a Shael y, apenas rozando su rostro con el mío, le susurré al oído:
—¿De verdad crees que puedes vencerme con la ayuda de las doncellas?
Shael continuaba en silencio, pero su expresión lo decía todo.
—Como pensaba, eres una cobarde. Ah, entiendo… Desde pequeña has necesitado a las doncellas para todo, ¿verdad? Por eso también las necesitas ahora.
La tensión creció aún más hasta que Shael, sin otra opción, habló:
—Pueden retirarse.
Una vez más, la victoria era mía. El libro tenía razón: “Cuando una villana comete una acción vergonzosa, su orgullo queda herido”. Y Shael era una mujer con un orgullo implacable.
♦ ♦ ♦
Shael estaba furiosa. No solo había perdido en ese extraño juego de tazas, sino que también tenía quemaduras en las manos y rasguños por la taza rota. Para alguien de su posición, como la amada hija del Duque, tener cicatrices era algo serio. Apenas podía contar con una mano las veces que se había lastimado, incluso si se trataba de heridas casi imperceptibles.
Sin embargo, lo que realmente la disgustaba no eran las heridas en sí. Shael tenía acceso a pociones curativas y sanadores excelentes en la familia del Duque, así que cualquier herida, por pequeña que fuera, sanaba sin problemas. El verdadero problema era el trato que recibían sus heridas. Incluso las más mínimas se consideraban graves en su caso. Por ejemplo, las criadas que habían presenciado la escena de la taza rota habían querido llamar a un sanador de inmediato. Por eso, cuando se lastimaba, prefería ocultarlo, esperando que la herida sanara sola.
En esta ocasión, había hecho lo mismo. Cubrió su herida para que su detestado prometido no la viera. Sin embargo, al acariciar la zona donde se había lastimado, se dio cuenta de algo sorprendente: la herida había desaparecido por completo. No había pasado suficiente tiempo como para que sanara naturalmente.
Su mente inmediatamente pensó en su prometido. Cuando él le susurró al oído, había sentido una cálida sensación en su mano.
Este descubrimiento provocó una mezcla de emociones en Shael. La villana se sintió profundamente resentida. Una vez más, era su orgullo el que sufría.