Contrato con un vampiro – Capítulo 57: Celos

Traducido por Herijo

Editado por Tsunai


Dos horas antes.

—Vaya, Kou, pareces sacado de una película de terror sangrienta. ¿Fue una pelea difícil esta vez? —preguntó Tsubaru al ver a Kyoua de pie frente a la mansión, con el lado derecho del cuerpo empapado en sangre.

—Fue pan comido. Solo me empapé más de lo habitual porque el cuerpo se acercó a mí sin cabeza. No me molesta, pero… ¿puedes pasarme una toalla? No tengo problema en entrar así, pero la sangre no se limpia fácil.

—Claro —respondió Tsubaru con naturalidad. Dio media vuelta y entró a la mansión para tomar una toalla del armario de lino. Al regresar, se la lanzó a Kyoua. —Por cierto, últimamente mucha gente ha estado cayendo a rango F. Esta es la tercera esta semana. Antes apenas veíamos tres al mes.

—Para ser exactos, hoy me deshice de dos —corrigió Kyoua mientras se limpiaba el rostro —Ya van cuatro esta semana.

—¿Dos en un solo día? …Esto se está saliendo de control.

—Fueron los Ichishima. Tanto el esposo como la esposa cayeron al rango F al mismo tiempo.

—¿¡Los Ichishima!? ¿Cómo es posible? Han pasado más de treinta años desde que despertaron como vampiros…

—No tengo idea, pero no negaré la sensación extraña que me provocaron.

—¿Sensación extraña?

—No sabría cómo explicarlo.

Generalmente, los que caían a rango F eran vampiros inestables recién despertados, o aquellos que nunca lograban una conversión completa. Casos de vampiros que caían tras años de haber despertado eran extremadamente raros. Que dos lo hicieran al mismo tiempo, era prácticamente inaudito. Ni Kyoua ni Tsubaru habían visto algo semejante en todos sus años cazando rango F.

Kyoua se frotó con brusquedad la sangre que aún goteaba de su mandíbula y cruzó el umbral de la mansión sin decir más. Tsubaru suspiró, notando su humor de perros.

—¿Estás agotado? Me enteré de que el Maestro Akashi te pidió reforzar la seguridad de la ciudad. ¿Cuántos familiares estás usando ya? Vas a sobrecargar tu límite de control…

—Solo mantengo una conexión activa todo el tiempo. El resto están configurados para activarse si ocurre algo. Tengo alrededor de treinta en total.

—¿Treinta familiares activos 24/7? ¿Estás loco? ¿Quieres matarte? El Maestro Akashi te exprime desde el día que te contrató. Vas a agotar tus reservas en cualquier momento.

—Estoy de acuerdo —respondió Kyoua, dando por cerrada la conversación mientras se dirigía a la ducha. Tsubaru observó su espalda ensangrentada con una mezcla de irritación y preocupación.

♦ ♦ ♦

—¿Te sientes más fresco ahora?

—¿Qué haces en mi habitación?

Tsubaru lo saludó con una sonrisa desde el sofá. Se rió, ignorando la mirada recelosa de Kyoua, que se secaba el cabello con una toalla.

—¿No es casi la hora del almuerzo de Azusa? Me da curiosidad ver cómo se comporta ese mocoso de Sukiharu en la escuela. Pensé que podrías dejarme espiarlos contigo.

—¿Acaso tienes tanto tiempo libre?

—Estoy más ocupado que la mayoría. ¿Qué pasa? ¿Quieres ayudarme? —bromeó Tsubaru, sacando con entusiasmo un espejo del tamaño de un cuaderno y sosteniéndolo frente a él.

Kyoua suspiró y tomó el espejo sin ganas. De inmediato, el reflejo de la habitación se desvaneció y dio paso a una vista del campus escolar. El enfoque se ajustó rápidamente a la azotea.

—¿Dónde es esto? Está bastante alto… ¿Está sobre un árbol?

—Sí. Siempre almuerzan en la azotea.

—Pero tu hermanito no está hoy. Solo veo a ese chico esperando a Azusa. Escuché que los tres siempre comen juntos… ¿me equivoqué?

—Hoy es… oh, cierto. La ceremonia de mayoría de edad de Youta debe estar cerca. Probablemente se fue a casa temprano.

—Entonces dudo que Azusa suba. Estaría sola con Sukiharu… Ah, ahí viene.

El espejo mostró a Azusa entrando en la azotea por la puerta. Giró la cabeza, buscando a Youta. Al no verlo, se quedó quieta unos segundos. Luego, en lugar de marcharse, se acercó a Sukiharu y se sentó junto a él tras intercambiar apenas unas palabras.

Tsubaru abrió los ojos de par en par al verla sentarse junto a Sukiharu tras apenas intercambiar unas pocas palabras.

—¡Oye, Kou! ¿No podemos escucharlos? ¿Dónde está el sonido? —preguntó Tsubaru, boquiabierto.

—No se puede oír a esta distanci… —respondió Kyoua con su tono habitual, aunque esta vez más profundo y rígido de lo normal.

Tsubaru sintió cómo se le helaba la sangre. El aura que emanaba de Kyoua le erizó la piel.

¡Aterrador! ¡Aterrador! ¡Definitivamente está furioso! ¿Qué demonios estás haciendo, Azusa? Tsubaru entró en pánico por dentro.

—Kou… Azusa no está haciendo esto para desafiarte, ¿vale? No lo hace con mala intención, así que… no te enfades mucho cuando vuelva a casa, ¿sí? Jajaja…

»Ah, sí… no debería haber dicho eso —añadió con una risita nerviosa, sintiendo un sudor frío recorrerle la espalda ante una sola mirada de Kyoua.

¿Por qué soy yo quien recibe su ira y no el tipo que se interpone en su amor? Lo siento, Azusa… Hoy tendrás que dejar que se enfade contigo. Tsubaru suspiró mentalmente, resignado a ofrecerla como chivo expiatorio, y volvió a mirar el espejo.

Azusa picoteaba su almuerzo mientras conversaba con total naturalidad con Sukiharu. Para Tsubaru, parecía carecer por completo de sentido del peligro… pero, curiosamente, eso también era parte de su encanto. Esa despreocupación fue lo que la llevó al corazón de Kyoua, y lo hizo quedarse allí sin remedio. No la culpaba por su comportamiento… pero no podía evitar sentir unas ganas tremendas de huir de esa habitación.

Kyoua mantenía su expresión imperturbable, como siempre. Pero el aire a su alrededor ardía con una ira silenciosa. Una parte, claramente, dirigida a Azusa. Pero la mayor parte… apuntaba directamente a Sukiharu, que seguía hablando junto a ella.

—Los celos de un hombre son desagradables, ¿sabes?

—Cierra la boca.

—¿Así que lo admites? ¿Estás celoso?

—¿No te dije que te callaras? —espetó Kyoua fulminando con la mirada. Sus ojos brillaban con un rojo más oscuro que de costumbre.

Tsubaru apartó la vista, estremecido. Prefirió volver al espejo… y dio un respingo.

Azusa estaba abrazando a Sukiharu.

Y justo cuando él, visiblemente incómodo, comenzaba a devolverle el gesto, la imagen se desvaneció.

—K-Kou… ¡respira! ¡Respira hondo y cálmate, por favor!

—Estoy calmado.

—No. No, no lo estás. Una persona tranquila no rompe un espejo solo con sostenerlo. Una persona tranquila no desprende un aura tan… tan maldita y amenazante.

—Estoy bien —dijo Kyoua, pero su ceño fruncido tenía más profundidad que la Fosa de las Marianas. Estaba todo, menos bien. Y, sin decir más, empezó a prepararse para salir.

—¿A dónde vas? —preguntó Tsubaru con rapidez.

—Voy a recoger a alguien.

—Permíteme preguntar, solo para estar seguro… ¿a quién vas a recoger?

—A Azusa.

—Y–yo entiendo. Que tengas un buen viaje.

¿Por qué vas a buscarla ahora? ¿Y qué hay de sus clases de la tarde? Tsubaru se mordió las preguntas, tragándose la prudencia junto con la angustia. Sabía que no valía la pena insistir.

Lo vio desaparecer sin despedirse.

—¿Qué le estoy diciendo a un hombre que parece estar a punto de cometer un crimen pasional? —murmuró con un suspiro, dejándose caer sobre el sofá.

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