Traducido por Shiro
Editado por YukiroSaori
Mientras tanto, Lei Chuan y Jiang Yuanshan se encontraban en el almacén realizando un inventario. La Base B solicitaba alimentos, núcleos de cristal o armas a cambio del vidrio templado creado a partir de meteoritos y de los dos agentes purificadores; cualquier otro material los relegaba al final de la lista de espera.
Sin embargo, esos tres elementos eran esenciales para cualquier base. ¿Quién podía entregarlos tan fácilmente? Ambos organizaban la cantidad de materiales cuando Guo Zerui irrumpió riendo y gritando:
—¡No toquen nada! ¡Estos materiales no van a ninguna parte! ¡Vayan al instituto, rápido, el doctor los necesita para algo!
Apenas el doctor hacía una solicitud, Lei Chuan y Jiang Yuanshan nunca dudaban. De inmediato, dejaron todo y se apresuraron, pero pronto se encontraron sentados, estupefactos, frente a la computadora.
Después de unos minutos de silencio, Lei Chuan habló en voz baja:
—Doctor, esta información es extremadamente valiosa, pero probablemente no podamos divulgarla. —Le preocupaba que el doctor pensara que eran tan egoístas como la Base B. Después de todo, ya habían intentado asesinarlo solo por querer compartir sus investigaciones.
Para su sorpresa, el doctor asintió de inmediato:
—Lo sé, estas fórmulas fueron robadas de la Base B. Por lo tanto, deben permanecer ocultas para evitar problemas.
Lei Chuan soltó un suspiro de alivio antes de continuar con su explicación:
—Una vez que desarrollemos los productos terminados y establezcamos una base sólida, compartiré nuestros avances con las demás bases del sur y formaré una Alianza del Sur. La Base B está intentando crear una alianza nacional entre bases para monopolizar todos los recursos. Debemos liberarnos de su control asfixiante; de lo contrario, la gente común no podrá sobrevivir. «Un hombre común no tiene culpa, pero poseer un jade preciado es su crimen». Mientras no tengamos la fuerza para proteger lo que tenemos, debemos ocultar nuestros tesoros, o enfrentaremos un desastre inminente.
Zhou Yunsheng asintió, comprendiendo la gravedad de la situación. Luego, señalando la pantalla, dijo:
—Observa, están dispuestos a venderte estos productos, pero los que realmente utilizan son completamente distintos. Han añadido un agente metabólico que provocará que el purificador falle en cinco meses. En otras palabras, tendrás que intercambiar suministros cada cinco meses. Mientras tu propia base no tenga suficiente comida para sobrevivir, aún tendrás que alimentarlos a ellos. Esto equivale a acorralar a los sobrevivientes de la nación para despojarlos de su carne y beber su sangre; no son diferentes a los zombis.
La ira se apoderó de Lei Chuan. En su vida pasada, fue testigo de cómo innumerables bases fueron explotadas por la Base B hasta su destrucción total.
El doctor tiene razón. Aquellos que solo se preocupaban por sus propios intereses, ignorando la vida y la muerte de sus compatriotas, eran tan despreciables como los zombis. De hecho, eran aún más despreciables, ya que seguían siendo humanos.
Jiang Yuanshan apretó los dientes y maldijo a esos miserables de la Base B, pero finalmente se pasó las manos por la cara y se echó a reír al tiempo que decía:
—Doctor, usted es un verdadero genio. Su investigación nos dará la victoria, incluso después de haber perdido la batalla. Como dicen: Los «fenómenos»… ¿Cómo iba?
—Los geeks tecnológicos gobiernan el mundo —respondió Zhou Yunsheng con una leve sonrisa.
—¡Sí, sí, esa es! Doctor, usted carece de ambición. Si tuviera ambición, ¡ya habría unificado el mundo! —dijo Jiang Yuanshan, tocándose la frente y suspirando. Con un doctor tan extraordinario, no había razón para preocuparse por el futuro de la Base de Suzhou.
Lei Chuan se movió más cerca del doctor y susurró:
—No sabía que también robabas.
Esto rompía con la imagen que tenía del doctor.
—El otro día pasé por el invernadero y vi a muchas personas sentadas, llorando porque el arroz que habían cultivado durante meses se había marchitado por completo. Nadie puede vivir sin comida, ni siquiera tú, Superman. Implementaré cualquier método que mantenga viva a la gente —respondió Zhou Yunsheng mientras tecleaba en el ordenador, descargando incluso las investigaciones de poco valor de la Base B. Luego añadió—: Si algún día desarrollo una vacuna contra el virus zombi, espero que la anuncies al mundo de inmediato.
Lei Chuan lo abrazó mientras sonreía con calidez mientras pensaba: Este es el doctor que recuerdo, dispuesto a utilizar cualquier medio para asegurar la supervivencia de la humanidad. A veces es cruel, otras despreciable, pero sus intenciones siempre han sido nobles, y nadie tiene derecho a juzgarlo.
Jiang Yuanshan, consciente de los sentimientos de Lei Chuan hacia el doctor, decidió no ser una molestia y encontró una excusa para irse. Al pasar por los invernaderos, entró, se arrodilló en el suelo, tomó dos puñados de tierra y comenzó a reír a carcajadas como un loco.
Varios transeúntes presenciaron la escena y murmuraron entre sí:
—¿Qué está pasando hoy? ¿Se olvidaron de tomar su medicina? ¡Guo-ge estaba corriendo como un loco, y ahora el jefe está aullando! ¿Deberíamos llevarlos a la enfermería?
De vuelta en el instituto, Zhou Yunsheng desestimó el apego excesivo de Lei Chuan y, tras descargar la información necesaria, se dirigió a su laboratorio para sintetizar productos farmacéuticos.
Lei Chuan observaba al doctor, ataviado con su bata blanca, concentrado junto a la mesa de pruebas. Su postura, sus movimientos y su expresión eran un eco de recuerdos pasados. Los ojos del hombre se humedecieron, y sintió un profundo agradecimiento por la oportunidad que se les ofrecía de comenzar de nuevo.
Mientras estaba inmerso en sus recuerdos, un matraz en la mesa del doctor comenzó a emitir un denso vapor, llenando el aire con un olor acre. De repente, un estruendo resonó en la habitación; el matraz estalló.
Era una fortuna que el doctor llevara puesto su equipo de protección y una máscara, por lo que no sufrió lesiones. Lei Chuan, con su fuerte constitución, apenas sintió los fragmentos de vidrio y el leve gas tóxico que se dispersaba en el aire.
—¿Estás bien? —preguntó, tirando del doctor para sacarlo del laboratorio. Cerró la puerta de cristal y esperó a que el gas se disipara por completo antes de avisar al equipo de limpieza.
—Estoy bien —respondió Zhou Yunsheng, retirándose el equipo de protección con un gesto de frustración.
A pesar de poseer los recuerdos de Bai Mohan, carecía de experiencia práctica, lo que resultaba en frecuentes explosiones en sus experimentos.
—¡Mírate haciendo puchero! Es normal que algunos experimentos fracasen, no te desanimes —dijo Lei Chuan, acariciando los labios fruncidos del doctor.
Había notado que, a veces, Bai Mohan mostraba gestos infantiles, y cuando estaba molesto, lucía especialmente adorable.
En el pasado, Lei Chuan solía pensar que el doctor había renacido, pero esa idea se desvanecía con cada error en el laboratorio. El doctor anterior debía estar familiarizado sobremanera con su investigación, por lo que resultaría imposible que sufriera tantos contratiempos. Siendo esa la situación, decidió, entonces, hablar casualmente sobre las características de su sangre con la esperanza de guiar al doctor sutilmente hacia la solución.
El doctor era extremadamente inteligente; tras recibir las pistas adecuadas, podría deducir la fórmula en unos pocos días y luego introducirla en el ordenador para realizar cálculos. Así, en un par de años, la vacuna contra el virus zombi podría estar lista.
De esta forma, el doctor no tendrá que agotar su energía con jornadas de trabajo interminables, y el desarrollo de la vacuna avanzará con mayor rapidez que la vez anterior.
Al pensar en esto, Lei Chuan no pudo evitar abrazar con ternura al delgado doctor y aconsejarle:
—El laboratorio no es seguro ahora mismo, ve a descansar.
Zhou Yunsheng estaba a punto de rechazar la sugerencia, pero Lei Chuan lo levantó con delicadeza y, sin posibilidad de negociación, lo llevó hasta la habitación. Acto seguido, abrió la puerta de una patada y lo colocó suavemente en la cama para que no se lastimara.
Después de asegurarse de que la puerta estaba cerrada con llave, Lei Chuan se dirigió al baño. Llenó la bañera con agua de un cubo y luego la calentó a una temperatura agradable con la palma de su mano.
—Entra, date un baño y luego duerme un poco. Tienes ojeras. Ayer no volví a la base, y seguro que tú tampoco descansaste, ¿no es así? —preguntó mientras ayudaba al doctor a quitarse la ropa.
Si nadie lo vigilaba constantemente, Zhou Yunsheng se quedaría en el laboratorio sin comer ni dormir. Este desinterés por su bienestar conmovía profundamente a Lei Chuan, pero también lo hacía sentir impotente.
Zhou Yunsheng, acostumbrado a ser atendido, aceptó la atención sin resistencia. Tras unos minutos, Lei Chuan lo ayudó a meterse en el agua caliente, lo frotó con una toalla hasta que su piel adquirió un tono rosado y, al final, lo vistió con un pijama limpio.
—No has estado comiendo bien últimamente, ¿verdad? Pareces haber perdido como unos dos kilos —dijo Lei Chuan, frunciendo el ceño, deseando poder perforar el estómago del doctor y llenarlo de toda la comida nutritiva que pudiera encontrar.
El aludido no respondió; simplemente se dejó caer boca abajo sobre la cama. Dos días de trabajo ininterrumpido lo habían dejado completamente agotado.
Con el agua sobrante, Lei Chuan se lavó y, tras salir del baño vistiendo solo un pantalón de deporte, se convirtió en un espectáculo cautivador: su piel bronceada, su torso firme y sus abdominales definidos atraían miradas. Su marcado cinturón de Adonis conducía al elástico de sus pantalones de camuflaje, que se ajustaban perfectamente a sus largas piernas, y el notable tamaño de su entrepierna invitaba a la imaginación.
Zhou Yunsheng apartó la vista de inmediato y, con un tono airado, dijo:
—Tienes tu propia habitación. ¿Por qué siempre te quedas en la mía?
—Estoy acostumbrado —respondió Lei Chuan, mientras envolvía su brazo alrededor de la cintura del doctor, con la intención de acurrucarse para dormir.
En su vida anterior, cuando Zhou Yunsheng se quedaba dormido, él solía acostarse a su lado, observándolo en silencio, a veces incapaz de reprimir el deseo de acariciar las líneas de su rostro. Esa atmósfera tranquila y hermosa siempre lo llenaba de satisfacción.
—Pero yo no estoy acostumbrado. Me voy a dormir al cuarto de al lado —espetó Zhou Yunsheng, saltando de la cama hacia la puerta.
—Vamos, ven aquí —dijo Lei Chuan, dando unas palmaditas al espacio vacío a su lado y añadiendo con tono deliberadamente pausado—: Tienes que acostumbrarte, o dejaré de suministrarte sangre.
Zhou Yunsheng golpeó su frente contra la puerta, frustrado, pero finalmente regresó con resignación. Obediente, levantó la colcha y se metió en la cama, apoyando la cabeza sobre el brazo extendido de Lei Chuan, quien lo abrazó, estrechándolo contra su pecho, y dejó escapar un suspiro de satisfacción.
Quizás debido al cansancio, el doctor se quedó dormido en cuestión de segundos, aunque sus cejas permanecieron ligeramente fruncidas, como si estuviera teniendo sueños inquietos. En su vida anterior, la primera vez que Lei Chuan vio al doctor sonreír con total brillantez fue el día en que desarrolló la vacuna. Fue tan hermoso y prístino que aquel momento se convirtió en un recuerdo indeleble.
Él deseaba ver esa expresión relajada y feliz del doctor todos los días que tenían por delante. Sin embargo, también sabía el esfuerzo colosal que sería necesario para lograrlo. Actualmente, ya no podía distinguir si estaba luchando para salvar a la humanidad o simplemente para cumplir los deseos del doctor y ver aquella sonrisa de nuevo.
A pesar de sostener al doctor con fuerza entre sus brazos y sentir su temperatura corporal, Lei Chuan seguía sintiéndose insatisfecho. Era consciente de que su relación podía alcanzar un nivel más profundo, pero no tenía claro cuál debía ser el siguiente paso.
¿Familia? No, debía ser algo más significativo y cercano que eso.
Durante mucho tiempo, se sumió en una confusión sin precedentes. Observó el rostro dormido del doctor durante dos horas, hasta que finalmente sucumbió al sueño justo cuando Zhou Yunsheng comenzaba a mostrar señales de despertar.
Mientras tanto, la Base B había difundido la noticia sobre el vidrio templado de meteorito y los agentes purificadores, y ahora esperaba pacientemente la llegada de una gran cantidad de alimentos, armas y núcleos de cristal. No solo habían formado un monopolio de recursos, sino que también habían arrastrado a su alianza incluso a los más desconfiados. Tenían al país en la palma de su mano.
Las bases del norte habían enviado representantes para establecer contacto con sus homólogos del sur, pero estos últimos permanecieron en un inquietante silencio. Al inicio, pensaron que la distancia era un obstáculo insuperable y decidieron esperar. No obstante, cuatro meses más tarde, la falta de comunicación había comenzado a generar ansiedad. Fue entonces cuando decidieron enviar un equipo para investigar y recabar información.
Los hallazgos fueron sorprendentes: las bases del sur, tanto grandes como pequeñas, habían forjado una alianza que se extendía hasta la frontera sur. Aquellos que llegaban desde el norte debían someterse a un riguroso interrogatorio para poder ingresar.
El equipo de investigación fue puesto bajo vigilancia constante y se abstuvo de actuar de manera imprudente. A pesar de ello, lograron regresar con una noticia impactante: las bases del sur habían desarrollado un agente purificador y materiales de construcción provenientes de meteoritos. Lo más alarmante era que sus usuarios con habilidades portaban tres potentes medicamentos que no solo prevenían la proliferación de parásitos y plantas parásitas, sino que también restauraban rápidamente el poder espiritual y las habilidades. La estabilidad de estas sustancias y su efecto en la eficacia en combate resultaban aterradores.
Además, sus cultivos crecían a una velocidad asombrosa, garantizando cosechas casi cada dos meses. Mientras el norte seguía sufriendo las penurias del hambre, el sur había florecido, presentando un paisaje de prosperidad.
Si no fuera porque algunos miembros del equipo tenían familia en la Base B, es probable que no hubieran regresado.
A pesar de los esfuerzos de los altos mandos de la Base B por suprimir esta información, las noticias inevitablemente se filtraron. De pronto, las bases del sur se convirtieron en un verdadero Jardín del Edén, y los usuarios con habilidades sin ataduras familiares comenzaron a migrar poco a poco hacia el sur. La poderosa alianza del norte también empezó a resquebrajarse, con muchas bases distanciándose y enviando consultas amistosas al núcleo de la alianza sureña, la Base de Suzhou.
