Cuando Violette se dio cuenta de que no podía dormir, le resultó aún más difícil hacerlo. Cuanto más nerviosa se ponía, más se acorralaba. No sabía si solo había cerrado los párpados o si realmente había dormido; lo único que sabía era que, al llegar la mañana, se sentía más agotada. Si esto continuaba, su cuerpo no podría soportarlo. Dormía cuando perdía el conocimiento, pero eso no contaba como descanso.
Seguí leyendo “¡Juro que no volveré a acosarte! – Capítulo 80: Una tormenta de cambios”
Mientras Marin escupía maldiciones silenciosas, Maryjun seguía en la academia. Ella era lo contrario de Violette, a menudo se iba directa a casa en lugar de quedarse hasta tarde. Las hermanas habían intercambiado hábitos solo por hoy; a pesar de que la cuarta parte de la sangre que corría por sus venas era idéntica, las dos chicas no podían ser menos parecidas.
Yulan miró el perfil sonriente de Maryjun. Sabía que esa chica nunca le importaría, se pareciera o no a su hermanastra.
Seguí leyendo “¡Juro que no volveré a acosarte! – Capítulo 79: Percepción y perspectiva”
Violette nunca había vuelto a casa tan temprano por voluntad propia. No porque quisiera estar allí, por supuesto; en realidad, no se atrevía a pasear por la ciudad sin Yulan. No sería divertido sin él. Le hubiera gustado hablar más con él o invitarle a salir, pero ya era demasiado tarde para lamentarse: ya estaba en casa. Y lo que era más importante, tenía miedo de lo que pudiera decirle después de todo lo que había pasado.
Marin vio su semblante e inmediatamente intuyó que algo iba mal.
Seguí leyendo “¡Juro que no volveré a acosarte! – Capítulo 78: Más allá del bien y del mal”
Cuando se quedó solo, Yulan arrugó la frente y reflexionó en silencio sobre la forma de actuar de Violette, sintiéndose conmocionado y desesperado. A pesar de estar de pie, sintió que podía desplomarse en cualquier momento. Ante su apariencia, dudaba que alguien viera las comisuras levantadas de su boca como una sonrisa. Desde luego, no tenía ninguna posibilidad de convencerse a sí mismo de su sinceridad.
Seguí leyendo “¡Juro que no volveré a acosarte! – Capítulo 77: Aliento de leviatán”
Violette nunca había sido buena evitando a la gente. Por lo general, se consideraría un rasgo digno de elogio, pero en última instancia daba a la gente más razones para mantenerse alejada de ella, por lo que tenía sentimientos encontrados al respecto. Sus escasas oportunidades de relacionarse con los demás la habían ayudado, irónicamente, a aprender el arte de cerrar su corazón. No le importaba demasiado reflexionar sobre ello. A pesar de eso, aprendió a abrirse paso con un mínimo de interacción, bien despejando su mente y dejando que sus palabras pasaran por encima de ella, bien encontrando alguna forma de excusarse. Sus métodos variaban según el momento, el lugar y el objetivo de la charla.
Seguí leyendo “¡Juro que no volveré a acosarte! – Capítulo 76: Herir más que ayudar”
La primera vez que Rosette se dio cuenta de que algo iba mal fue cuando la separaron de sus hermanos y habló con otras chicas.
Llevaba ropa y accesorios adorables, como le habían ordenado, pero no le interesaban en absoluto. Mientras las otras niñas de su edad se felicitaban encantadas por sus vestidos, ella solo podía esbozar vagas sonrisas, incapaz de seguirles el ritmo. Los muchos volantes y lazos eran bonitos, en su opinión, pero no le gustaba cómo limitaban sus movimientos. En las raras ocasiones en las que un conjunto le llamaba la atención, no le deslumbraba lo suficiente como para elegirlo y ponérselo. Vestirse solo era para ella una obligación.
Seguí leyendo “¡Juro que no volveré a acosarte! – Capítulo 75: La admiración a un ídolo”
En opinión de Rosette, la perfección significaba no desviarse nunca de lo que la gente esperaba de ti. “Pura”, “hermosa”, “adorable”, “maravillosa” e “ideal”: el sinnúmero de cumplidos se acumulaba y la asfixiaba. Aplastaban su verdadera imagen de sí misma. Cuando se dio cuenta de lo mucho que le dolía, su cuerpo ya estaba sumergido más allá del punto de escape. No le molestaba su nombre, que tanto recordaba a las rosas, pero que la compararan con una flor le resultaba terriblemente constrictivo.
Seguí leyendo “¡Juro que no volveré a acosarte! – Capítulo 74: El ídolo perfecto”
Violette oyó el familiar crujido de pasos.
—¿Eh? —dijo una voz sorprendida.
Violette se giró inmediatamente al oírlo. Era un error suponer que nadie más vendría aquí. Después de todo, ella misma estaba aquí; tenía sentido que alguien más se escabullera con la esperanza de evitar a otras personas. Se sorprendió mucho más cuando vio la cara del intruso, ya que era una que reconocía.
Seguí leyendo “¡Juro que no volveré a acosarte! – Capítulo 73: Estos primeros segundos serán conocidos como “destino””
Violette sabía de dos resultados que se derivaban de acaparar a alguien. El primero lo había experimentado ella misma, por supuesto: el final de un convicto. El otro era el de una mujer insensata que amaba y perseguía a un único pretendiente… reduciéndose a una mera sombra de sí misma.
Hasta su último aliento, la madre de Violette había anhelado a un hombre, y no pudo capturar su corazón ni siquiera en la muerte. Esperaba que él regresara cuando ella estuviera postrada en cama y su vida corriera peligro. Sin embargo, él no correspondió ni una pizca a sus sentimientos, y ella había muerto sola.
Seguí leyendo “¡Juro que no volveré a acosarte! – Capítulo 72: La clave del razonamiento”
La mente de Violette era la fuente de sus cinco sentidos: su segundo corazón, el órgano situado por encima de los nervios de su cuerpo. En lo más profundo había un sentimiento suave y delicado, más preciado para ella que cualquier otro, y ahora mismo podía sentir con agudeza cómo lo hacían pedazos.
Seguí leyendo “¡Juro que no volveré a acosarte! – Capítulo 71: Decepción”
El feliz círculo familiar de papel maché era tan sofocante como siempre. Acostumbrada como estaba Violette, seguía sintiéndose atormentada en este espacio. Lo único que había hecho era soportar su dificultad y establecer una forma de tolerarlo. Hoy era al menos un treinta por ciento más agonizante que de costumbre. Sentía un dolor aplastante en el pecho, e incluso el acto de masticar y tragar le resultaba difícil. El malestar era similar al ardor de estómago.
Seguí leyendo “¡Juro que no volveré a acosarte! – Capítulo 70: Tienes un valor similar al dióxido de carbono”
Sorprendentemente, Violette no tenía un toque de queda oficial. Eso no significaba que tuviera mucha libertad; de hecho, se derivaba de un problema mucho mayor. Maryjun y su madrastra eran quienes decidían el toque de queda de Violette, y no ella o su padre. Si alguna de ellas estaba preocupada por Violette, su toque de queda se convertía en un gran problema; si ninguna lo estaba, ella era libre de quedarse fuera toda la noche. Puede que hablaran mal de ella por su impuntualidad, pero no se preocuparían lo más mínimo por su seguridad. Violette era amargamente consciente de que ninguno de ellos sentía verdadera preocupación por ella. Su corazón ya se había marchitado tanto que ese pensamiento no la hería.
Seguí leyendo “¡Juro que no volveré a acosarte! – Capítulo 69: El costo de rendirse”
Violette condujo a Yulan a una relojería. Estaba cerca, así que podrían ir a recoger su encuadernación arreglada una vez terminaran aquí. Ya no tenían tiempo para un descanso, pero Yulan no estaba cansado en primer lugar. Como Violette había dado prioridad a este nuevo plan, no tenía intención de oponerse. Tampoco necesitó preguntar por qué habían venido.
—Compré mi reloj aquí. Tienen de todo, no solo relojes de muñeca. Y muchos diseños —explicó Violette.
Seguí leyendo “¡Juro que no volveré a acosarte! – Capítulo 68: Sacrificio protector”
En contraste con el período de estudios, los exámenes solo duraban tres días, lo que significaba que pasaban en un santiamén. Era una época deprimente, con la única ventaja de que las clases terminaban antes de lo habitual. Esta sería la primera vez que Violette podría disfrutar de ello.
Yulan se estiró con un gruñido.
—¡Hombre, la libertad se siente genial!
Seguí leyendo “¡Juro que no volveré a acosarte! – Capítulo 67: Una vida de banderas blancas”
Yulan comprendió por completo lo que la gente quería decir cuando llamaba a los ojos “las ventanas del alma”. Observar a alguien era señal de interés, así que si ocurría más a menudo, eso demostraba que vivía en tu mente. Además, mirar a esa persona fijamente ayudaba a grabar su imagen en la memoria. Yulan sabía a ciencia cierta que el corazón de Klaude estaba concentrado en Violette, aunque no sabía si los sentimientos que lo acompañaban eran buenos o malos.
Aun así, él es fácil de leer.
Seguí leyendo “¡Juro que no volveré a acosarte! – Capítulo 66: El día en que atravesé el infierno con el corazón”