Beatrice – Capítulo 23: Tratada como una p**a ordinaria

Traducido por Den

Editado por Sakuya


—Nunca me dio la oportunidad de verlo, así que no podía permitirme el lujo de pensar en modales —susurró Clara con una voz coqueta, inclinándose hacia su pecho.

Sin embargo, su respuesta fue fría.

—Entonces, probablemente tampoco espera cortesía de mi parte.

A pesar de estar decepcionada por la indiferencia en su voz, pensó que podría derretir fácilmente un corazón de hielo, por lo que su mano rozó seductoramente su cintura, estómago y esculpido pecho.

—No la trataré como una dama de estatus y crianza.

El archiduque, que no se inmutó ante su caricia, de repente la levantó y la arrojó sobre la cama con bastante rudeza.

—¡Ah!

Clara lo miró fijamente, sorprendida por el repentino cambio en su actitud. Su enorme cuerpo se cernía sobre ella como un gigante. Él subió a la cama y la atrapó con sus brazos a ambos lados.

Leyendo rápidamente la situación, envolvió su cuello con sus brazos y trató de besarlo. En cambio, el archiduque apartó su rostro. Con su orgullo herido, se levantó y lo intentó una vez más, pero él rechazó sus labios sin vacilar.

Como si estuviera molesto, la agarró del cuello y la inmovilizó sobre el colchón. Clara estaba impactada por su trato violento, pero todo lo que podía hacer era agitarse bajo su abrumador poder.

Ningún hombre la había tratado de esa manera, y ninguno podría hacerlo.

Cuando su mirada finalmente se encontró con sus fríos ojos, comenzó a volver en sí.

Había entrado voluntariamente en el dormitorio de un demonio loco por la guerra, y trató de seducirlo. Embelesada por su belleza, ignoró todas las advertencias sobre él. Había subestimado el hecho de que todos le temían.

Al observar el terror en el rostro de Clara, Alexandro soltó su cuello. Ella asumió que él había cambiado de opinión y se levantó poco a poco de la cama. Pero estaba equivocada. El archiduque la agarró de ambos tobillos y la arrastró.

—¡No! —soltó un pequeño grito, pero su siguiente movimiento la dejó completamente en estado de shock.

Él cogió violentamente su vestido y tiró de él. La tela se rasgó como un trozo de papel en sus manos y su ropa interior quedó expuesta. Rápidamente levantó las manos para cubrirse el pecho, pero Alexandro agarró sus muñecas y las presionó por encima de su cabeza con una mano, mientras apretaba salvajemente su seno con la otra. Uno de sus suaves picos rosados quedó revelado en el forcejeo. En ese momento, tembló de humillación.

—¡Déjeme ir! ¡Cómo se atreve a tratarme de esta manera! ¡Ahora mismo…! ¡Suélteme…! ¡Ahh!

—Qué molesta —frunció el ceño y le dio la vuelta, inmovilizando su cabeza y presionando su rostro contra la almohada que acalló sus gritos.

La trataba como si fuera un mero juguete; una p**a. Ya no podía soportar más esta experiencia tan humillante. Forcejeó contra su agarre, pero bajo su cuerpo, sus movimientos eran inútiles, como los de una mariposa atrapada en una telaraña.

Alexandro la agarró de la pelvis y la levantó, obligándola a apoyar su peso sobre sus rodillas.

Con su rostro todavía presionado contra la almohada y sus caderas en alto, se dio cuenta de lo que quería hacer.

Aunque Clara se había complacido a sí misma pensando en él, nunca se había imaginado ser tomada de esta forma. Él y ella eran nobles de alta cuna, y ningún aristócrata que conociera, hacía el amor de una manera tan brutal. Le habían dicho que s**o duro estaba reservado para la gente vulgar que buscaba algo diferente.

¡Cómo puede tratarme de esta manera…! El archiduque no estaba bromeando y ella planeaba convertirse en su esposa. No podía casarse con él y pasar el resto de su vida siendo tratada como una p**a ordinaria. Además, estaba claro que él solo planeaba considerarla como una diversión de una noche.

Ya no podía permitirse pensar en lo que sucedería.

Las manos de Alexandro le levantaron la falda hasta la cintura. Sus partes íntimas, cubiertas solo por sus bragas, le fueron reveladas. Rápidamente las arrancó, dejando al descubierto su atractivo trasero.

Como si estuviera gastando una broma, agarró fuertemente uno de sus cachetes y lo azotó. Con su otra mano, golpeó el otro, haciendo un fuerte ruido.

—¡Ahh!

El golpe debe haber dejado una marca. Clara se estremeció, asqueada por completo. A pesar de que había irrumpido audazmente en su habitación para seducirlo, no tenía la intención de ser violada. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos ante la insoportable vergüenza. Su rostro, por otro lado, aún enterrado en la almohada, y su cuerpo temblaba con violencia. Cuando Alexandro la escuchó sollozar, se detuvo de inmediato y se levantó rápidamente de la cama, agarrándola por la cintura.

—¡Qué está…!

Colgando como una muñeca de trapo en sus manos, no pudo entender lo que estaba sucediendo. Su rudo trato, cargándola por toda la habitación, levantándola y bajándola, la dejó aterrada.

En su último acto de misericordia, la soltó junto a la puerta y le bajó la falda. Ella se tambaleó en sus toscas manos.

Le temblaban las piernas, por lo que no pudo permanecer de pie. Su rostro estaba manchado de lágrimas. No obstante, sin ninguna pizca de preocupación, él se agachó para mirar a Clara a los ojos.

—Si alguna vez vuelve a acercarse a mí…

Ella sollozó de forma dramática.

—No la consideraré una dama…

Sus ojos aterrados, llenos de lágrimas, observaron al archiduque.

—¿Lo entiende, milady?

Asintió como una loca, desconcertada por la presión de su voz y sus ojos que exigían una clara respuesta. Alexandro, convencido de que lo había entendido, abrió la puerta del dormitorio y la echó. Clara, tambaleándose por su empujón, cayó en los brazos del sorprendido sirviente que custodiaba la puerta.

—Lleva a la dama a casa.

El archiduque cerró la puerta detrás de él y volvió a la cama.

El olor de su perfume estaba impregnado en el aire, haciendo que le palpitara la cabeza ante la insoportable repugnancia que le producía.

A pesar de la helada brisa del exterior, se levantó de la cama y abrió la ventana. El aire frío le envolvió la cabeza y entró en la habitación.

Aunque no sabía exactamente quién era ella, dada su atrevida visita y la descripción que hizo Aaron sobre la mujer, supuso que se trataba de la señorita Clara Bandorras.

Podría haberla atravesado fácilmente con su espada por entrar a su habitación sin permiso, pero no lo hizo. Por lo que creía que estaba siendo generoso.

4 respuestas a “Beatrice – Capítulo 23: Tratada como una p**a ordinaria”

  1. Gracias fascinante esa es de las SM necesito un tipo como Leo el soldado del primer capitulo con ese sería sumamente feliz. wuajajaja…

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