Traducido por Den
Editado por Sakuya
—Ah~ Ah~… ¿Fredericka? —llamé a mi esposa que se había desplomado en mis brazos. No reaccionó, por lo que comprobé su respiración y su pulso por costumbre. Su pulso era rápido por el ejercicio extenuante, pero pronto se ralentizaría.
Salí despacio de ella, con cuidado de no despertarla. Sin embargo, parecía que tardaría mucho en abandonar su cálida estrechez. Fruncí el ceño descontento. Al momento siguiente, Fredericka gimió y me apretó. Me sentía mal por haberle contagiado mi desagradable codicia, pero se me puso dura y quería volver a penetrarla, así que me apresuré a sacarla y recosté a Fredericka suavemente en la cama.
—Mmm…
Pensé que se despertaría, pero parece que duerme tranquila.
Se veía tan inocente cuando dormía, tan linda. Le sonreí mientras acariciaba sus mejillas sonrojadas, pensando en las veces que la había abrazado esta noche.
Su piel estaba suave y resbaladiza por el sudor, que no pude evitar sonreír aún más.
Era consciente de que quizás me estaba excediendo y que podría romperse si la abrazaba demasiado fuerte. Me pedía que fuera gentil, pero una vez estaba absorto en ella, no podía evitarlo.
Sé que estoy siendo egoísta por atraparla en mis deseos. Sin embargo, pierdo la calma cuando estoy dentro de su delicado cuerpo. No pretendo no admitir la culpa, pero creo que el anhelo de mi esposa es tan fuerte como el mío. Le gustaba demasiado seducirme.
—Mmm… —gimió en sueños, frunciendo el ceño, y se encogió de hombros. Estaba sintiendo frío debido al sudor, así que recosté su cabeza sobre las almohadas y la cubrí con la sábana, mientras me acomodaba a su lado. Se arrimó más a mí y colocó la cabeza en mi pecho. Frotó sus mejillas contra mí como un gatito y sonrió alegremente.
—Fredericka… —Me había puesto caliente de nuevo. La necesidad de tenerla aumentó, pero necesitaba contenerme.
Cálmate, Volker Brennan. Si no puedes, ¡no eres un hombre!
Respiré hondo repetidamente para tranquilizarme mientras le acariciaba el cabello y los hombros. Sin embargo, me invadió la euforia.
No quiero soltarla nunca. La quiero en mis brazos para siempre.
Me deslicé por su cuerpo intentando no despertarla, y besé sus suaves pechos. Su piel enrojeció con tan solo chupar un poco. Si lo hacía con fuerza, dejaría un moratón. Como me había dicho que dejara de hacerlo, normalmente no lo hago. Pero me gustaba teñir de bermellón el valle entre sus pechos.
Mi Fredericka.
Acaricié el chupetón antes de volver a taparnos con la manta, y abracé a mi amada. Con su acogedora calidez entre mis brazos, caí en un dulce sueño.