Traducido por Herijo
Editado por Tsunai
Ahora lo he hecho…
Kyouya se odiaba profundamente mientras sostenía a Azusa, inconsciente en sus brazos. No necesitaba preguntarse por qué se había desmayado: fue anemia repentina. En otras palabras, él había bebido demasiada sangre.
Apenas había logrado contenerse cuando Azusa dijo que Tsukiharu no era su enemigo. Ya lo sospechaba: ella no le guardaba rencor y él había decidido ignorarlo porque, después de todo, había una tregua entre ambos. Pero entonces… ella mencionó la palabra familia.
Y en su mente, un chico y una chica de su edad haciéndose “familia” solo significaba una cosa: una relación cercana, íntima… casi matrimonial. Serían amantes o algo parecido. Esa conclusión irracional le tomó menos de unos segundos.
Y antes de darse cuenta, había poseído con fuerza los labios de Azusa.
Después, hundió el rostro en su cuello con una pasión brutal, casi salvaje, y bebió su sangre con avidez.
No me he estado conteniendo todo este tiempo solo para entregársela a ese tipo… Me contuve para no hacerle daño.
Si fuera un hombre humano normal, o al menos un vampiro común, le habría confesado sus sentimientos. Si ella los aceptaba, la habría cuidado por siempre. Pero ese mundo no existe para él.
No era humano. Ni un vampiro corriente. No podía ofrecerle felicidad. Sólo podía vigilarla desde la distancia y asegurarse de que nunca sufriera.
Por eso, tan doloroso como fuera, le permitiría enamorarse del hombre que elija. Pero… ¿por qué tiene que ser él, de entre todos?
La imagen de sí mismo besándola con violencia y bebiendo de su cuello volvió a su mente con claridad insoportable. Esta vez, no logró apartarla.
Me duele que alguien como yo te ame. Y más aún, haber hecho esto. Después de lo que pasó, no puedo evitar pensar que Tsukiharu se preocupa por ti más de lo que yo he hecho jamás.
Solo el peor tipo de hombre impone sus sentimientos a la fuerza. Solo un cobarde hace desmayar a la chica que ama por culpa de sus deseos egoístas.
Tal vez fue lo correcto que ella te eligiera a ti, Tsukiharu… No es como si alguna vez hubiese sido una opción real para su corazón.
Con un suspiro lleno de culpa, Kyouya la acomodó en sus brazos. No podía dejarla así, tirada. Debía llevársela.
—Lo siento —murmuró, aunque ella no podía oírlo.
Fue entonces cuando giró bruscamente. Sintió una presencia familiar a sus espaldas.
——Oh, Dios mío… Esto es peor de lo que pensaba. ¿Qué demonios estás haciendo? En serio —dijo Tsukiharu. No sonaba enfadado, pero su rostro mostraba un claro descontento, el ceño fruncido y la voz cargada de exasperación.
Qué respuesta tan casual después de presenciar cómo otro hombre hacía desmayarse a su mujer. Tal vez esté furioso por dentro, pensó Kyouya, preparándose para lo que fuera que Sukiharu estuviera a punto de decirle.
—La enfermería está por aquí —dijo Sukiharu con tono plano—. Necesita descansar. Tú le hiciste esto, así que más te vale cargarla con cuidado, Akaoni.
Kyouya parpadeó, sorprendido.
♦ ♦ ♦
—¿EH? ¿Así que básicamente malinterpretaste toda la situación y arrastraste a Azusa a una experiencia traumática por nada? Eres lo peor. Estoy de acuerdo en que Azusa no se explicó bien y que sus acciones podrían confundirse desde tu perspectiva, pero… ¿cómo se te ocurre beber tanta sangre que la dejas inconsciente? ¿Qué te pasa? ¿Eres idiota?
»Y seamos sinceros, si realmente hubiera algo entre nosotros, ¿no habría dicho simplemente que somos pareja en lugar de eso de “familia”? ¿No podías usar el cerebro una vez en tu vida? Ugh, en serio, me asquea la gente que pierde la compostura antes de pensar.
—No quiero oír eso viniendo de ti —murmuró Kyouya.
—¿Perdona? ¿Crees que puedes salirte con comentarios arrogantes en esta situación? Tal vez debería hacerle saber a Azusa que la persona con la que se rumorea que el Akaoni está obsesionado es, en realidad, ella.
Sukiharu esbozó una sonrisa burlona, su mirada cargada de desprecio mientras observaba a Kyouya en completo silencio, incapaz de responder. Su expresión, desde cualquier ángulo, era la de alguien que sabía que había ganado.
Después de guiar a Kyouya hasta la enfermería, Sukiharu exigió que le contara exactamente qué había sucedido. Se negó a dejarlo entrar hasta que hablase… incluso amenazó con quemar el edificio si no lo hacía. Kyouya intentó irse, pero Sukiharu no se movió.
——¿Qué es esto? ¿Tu orgullo ególatra ni siquiera te permite dejar que Azusa descanse como merece? Eres lamentable. Y escúchame bien: si te avergüenzas de tus sentimientos, no lo estés. Yo ya lo sé todo. Lo he visto todo. Y por si fuera poco, te daré un último consejo: piensa en la seguridad de la mujer que amas antes que en cualquier otra cosa, Akaoni —advirtió con un tono más sombrío.
Kyouya no tuvo más opción que asentir, a regañadientes. Dejar que Azusa descansara lo antes posible era lo menos que podía hacer después de lo que le había hecho.
Lamento todo esto… pensó.
—Creí que eras más sereno que esto, Akaoni, pero parece que estaba equivocado. Me pregunto si encajas en ese dicho… ya sabes, ese de que “el amor cambia a las personas”. Ugh. Alguien ha entrado en la pubertad…
—Niñato.
—¿Y tú quién eres? ¿El viejo perdidamente enamorado de una chica de mi edad?
Kyouya tuvo la amarga certeza de que jamás ganaría una guerra verbal contra Sukiharu. Estaba bien haber conseguido que Azusa descansara, pero ahora tenía que aguantar a ese mocoso lanzándole pullas con una sonrisa triunfante.
Como era de esperar, Kyouya no le contó a Sukiharu que había forzado un beso conAzusa. Pero aparte de eso, le explicó todo lo más sinceramente posible. Sukiharu respondió con su típica mezcla de sarcasmo y sinceridad, aclarando lo que realmente había ocurrido entre él y Azusa.
odo había sido un malentendido.
Kyouya sintió cómo un torbellino de alivio y culpa lo invadía. Por un error, había tomado su sangre, la había besado sin permiso… y la había hecho perder el conocimiento. Un solo malentendido había bastado para llevarlo a lo peor.
Y como si no fuera suficiente castigo, Sukiharu seguía empujando el cuchillo con sus comentarios venenosos.
—Bueno, dejando eso de lado, Akaoni, ¿puedes dejar de hacer este tipo de cosas? Por ahora, quiero hacer el papel de hermano menor y seguir los deseos de mi hermana. Voy a dejar de intentar separarlos a los dos.
Sukiharu hizo una pausa… luego sonrió con amenaza.
—Pero, solo para que lo sepas, si esto sigue, tengo mis propios planes. Si continúas comportándote así, no tendré problemas en atarla y arrastrarla lejos de ti a la fuerza.
—De acuerd… —dijo Kyouya, pero no terminó la palabra.
La única razón por la que Sukiharu, a quien Kyouya despreciaba profundamente, había logrado obtener una respuesta tan obediente de él… era porque, esta vez, Kyouya realmente sentía que tenía la culpa. Sukiharu lo sabía. Estuvo a punto de lanzarle otro comentario mordaz, pero lo dejó pasar… por ahora.
—Lo siento —murmuró.
Los ojos de Kyouya se abrieron con incredulidad. Sukiharu continuó, ahora con un tono casi desesperado:
—Por casi matarte. ¡Y que conste que no quiero decir nada de esto! Azusa me pidió que me disculpara, así que lo hago. Personalmente, no creo haber hecho nada malo, y sinceramente, volvería a actuar igual si pasara otra vez. Pero Azusa me lo pidió… así que, por ella, me disculpo. ¡Lo siento!
Kyouya lo miró, atónito, sin saber qué responder. Sukiharu apartó la mirada, las orejas rojas como tomates.
Tras una pausa larga, Kyouya por fin encontró las palabras.
—No te disculpes. Si lo haces, estaré obligado a disculparme contigo también. Y… la verdad es que ambos tuvimos la culpa ese día.
—Entonces discúlpate —replicó Sukiharu —Yo lo hice por Azusa. Así que tú también hazlo.
—Lo siento.
—¿No tienes orgullo como hombre?
—Y también… gracias por guiarme hasta aquí. Todo el edificio es nuevo. No habría podido encontrar la enfermería solo.
—¡Oye, no te pongas serio ahora! ¡Qué molesto! ¡No estoy siendo amable contigo!
—Yo tampoco.
Ambos se miraron en silencio. El aire helado de antes se había disipado. No era calidez, exactamente, pero tampoco enemistad. Algo nuevo flotaba entre ellos, y ninguno sabía cómo manejarlo.
De pronto, Kyouya alzó la cabeza.
—¿Iouta?
—¿Qué pasa? ¿Le ocurrió algo? —preguntó Sukiharu, preocupado.
—¿Qué? ¿Algo le sucedió a Iouta?—Sukiharu entendió lo que significaba cuando Kyouya levantó rápidamente la mano para cubrir su ojo derecho y se quedó en silencio. Estaba conectando su conciencia con uno de sus familiares.
Lo entendió en cuanto Kyouya alzó la mano y se cubrió el ojo derecho. No necesitaba explicaciones: estaba enlazando su conciencia con uno de sus familiares.
Si no me equivoco… su trabajo en esta ciudad es… Sukiharu dejó de pensar. Giró bruscamente y golpeó un espejo que colgaba sobre un lavabo cercano.
—¡Oye, Akaoni! ¡Muéstramelo también! ¿Qué le pasó a Iouta?
Kyouya extendió la mano y tocó el espejo.
El cristal parpadeó y comenzó a reflejar una imagen. Iouta caminaba por el centro de la ciudad. Pero se necesitaba más que un vistazo para reconocerlo.
Su cabello había crecido tanto que se arrastraba tras él, rozando el suelo. Sus ojos estaban vacíos, sin brillo. Saliva colgaba de la comisura de su boca. Caminaba tambaleándose, como una marioneta rota.
Sukiharu palideció, su voz quebrada:
—…¿I…ou…ta?
La expresión de Kyouya se torció con un dolor insoportable.