Traducido por Herijo
Editado por Tsunai
Todos los estudiantes del campus se habían reunido en la azotea, envueltos en un bullicio de voces y suposiciones. Algunos estaban emocionados por la inesperada interrupción de su rutina; otros, nerviosos por lo que intuían que estaba por suceder.
Entre ellos, Azusa se había sentado en el borde, en el lugar con la mejor vista del campus. Con el rostro oculto entre las rodillas, aguardaba —con el corazón encogido— el trágico desenlace que se avecinaba. A su lado, Kii la observaba, claramente preocupada por su extraño comportamiento.
Yuu, quien solía acompañar siempre a Kii, se había marchado temprano a casa tras desmayarse de un susto al cruzarse con Kyouya esa misma mañana.
—¿Qué te pasa, Azusa? Te ves… triste —preguntó Kii con cautela, sin apartar la vista del horizonte.
Azusa no respondió. No levantó la cabeza. Ni siquiera se movió. Kii suspiró y se acercó un poco más, insistiendo con dulzura:
—Me pregunto qué está pasando. ¿Por qué nos hicieron evacuar a la azotea? ¿Tú lo sabes, Azusa?
El silencio se hizo pesado.
—Así que sí sabes. ¿Tiene algo que ver con tu compañero? ¿Está por comenzar algo?
—¡A. ZU. SA! —espetó Kii, alzando la voz. Le dio un suave cabezazo en la coronilla—. Vamos, di algo…
Pero nada. Kii terminó rindiéndose. Se estiró perezosamente, hizo crujir su espalda y volvió a mirar hacia el campus. Entonces se sobresaltó.
—¡Ah! ¡Oye! ¿No es ese Kyouya?
La cabeza de Azusa se alzó de inmediato. Sus ojos se clavaron en la dirección que señalaba su amiga.
Allí, bajo la sombra de un gran árbol, Kyouya esperaba. Nadie más en la azotea parecía haberlo notado todavía. Pero Azusa sí. Y lo reconoció al instante.
Contuvo el aliento.
—¿Pasó algo con tu compañero? —insistió Kii.
—No exactamente… —fue la primera vez que Azusa respondió.
—Ya veo —dijo Kii con suavidad —Entonces, ¿por qué estás aquí si no os habéis peleado?
—¿Por qué no estaría?
—Tu compañero está a punto de hacer algo… ¿y tú vas a quedarte quieta aquí?
—No puedo hacer nada, incluso si bajo —murmuró Azusa—. Soy solo una humana. Lo sabes.
—¿Fue Kyouya quien te dijo eso?
Azusa se quedó sin palabras. La verdad era que él nunca se lo había dicho. Aunque bajara con él, no tenía ni el poder para matar a Iouta en su lugar, ni el poder para cambiar nada.
En el mundo de las chicas humanas, era fuerte, más que la mayoría. Pero aquello era un asunto completamente distinto. Cuando se trataba de vampiros, su fuerza no era nada. No podía ni siquiera compararse a la suya. Era impotente. Desesperadamente impotente.
—Entonces, ¿no da igual que estés aquí o no, Azusa? —preguntó Kii con calma.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir… ¿no es básicamente así? Hablando lógicamente, quedarte aquí conmigo, mirando las cosas desde la barrera, no va a salvar a nadie. ¿Te da igual?
—Eso es…
—No es así, ¿verdad? Lo sé —dijo Kii antes de que ella terminara.
Azuza era físicamente mayor, pero Kii le acarició la cabeza con delicadeza, como si consolara a una hermana pequeña.
—Quizá no lo entiendas porque creciste en una ciudad humana —continuó Ki i —pero un contratista para nosotros es más que un compañero. Da igual que haya o no romance: comparten su destino. Por eso nunca haces un contrato con alguien con quien no te llevas bien. Y aunque lo hagas, sería solo de nombre.
»La verdad es que, si una de las dos partes del contrato cae a clasificación F, la otra está obligada a eliminarla. Pero… hay muchos que se enamoran. Y aunque no lo hagan, los compañeros de contrato desarrollan un lazo emocional. Siempre hay quienes no pueden matar a su pareja. Y para eso está el Akaoni: Kyouya.
»Por eso me sorprendí cuando supe que eras su compañera de contrato. —admitió Kii con un suspiro —No es que él quisiera ese papel: se lo impusimos. Y cuando pienso en ti, cargando con esa misma carga a su lado… me asombra. Yo no podría. Sería demasiado pesado, demasiado doloroso. Me aplastaría.
»Pero, al verte ahora… simplemente no sabías en qué te estabas metiendo, ¿verdad? —dijo Kii con suavidad —No sabías nada del peso ni de la angustia que conlleva ser contratista de un vampiro… Si es así, renuncia mientras puedas. Aunque sigas a su lado, deja de llamarte su contratista. No puedes quedarte junto a Kyouya siendo como eres ahora, Azusa.
Azusa inhaló bruscamente, apretó los puños y mordió su labio inferior. Estaba mortificada. Mortificada por su incapacidad para rebatir lo que Kii decía y por la crudeza con que ella exponía la verdad. Todo era cierto. Tal como estaban las cosas, jamás podría estar a su lado. Tenía que cambiar. Tenía que dejar atrás a esa versión impotente de sí misma.
—¿Crees que aún estoy a tiempo? —preguntó al fin, alzando la vista con determinación.
—Probablemente, si te das prisa —respondió Kii con una sonrisa irónica, sorprendida de ver ese fuego en sus ojos. No había intentado motivarla tanto, pero sus palabras habían calado más hondo de lo esperado.
—¡Gracias, Kii! ¡Voy hacia él!
—V-vale… Espera, ¿¡qué?! ¿Qué estás haciendo, Azusa?
—¡Tomar la ruta más rápida hacia él! —exclamó, ya escalando la valla que separaba la azotea de la cornisa.
Saltó con agilidad al otro lade111o, ignorando las voces de pánico de los maestros tras ella.
No puede ser. ¡No puede ser! ¡No puede hacer eso! pensaron todos los presentes mientras la miraban, pasmados.
Pero Azusa, con una sonrisa decidida, gritó hacia las sombras donde se ocultaba Kyouya:
—¡Kyouya! ¡Voy hacia ti! ¡Por favor, atrápame!
Sus miradas se encontraron un segundo antes de saltar al vacío. La expresión de Kyouya era de absoluto asombro.
♦ ♦ ♦
—¡¿Eres idiota o qué?! —rugió Kyouya, con ella ya entre sus brazos.
Hacía mucho que no se enfadaba así con ella. O quizá no tanto, pensó Azusa, divertida. Pero era la primera vez que lo veía con esa mezcla de desesperación y miedo en el rostro. Y eso la hizo reír, débilmente, entre sus brazos.
—Lo siento —murmuró.
—¡Tu cara y tus palabras no coinciden! —replicó él, visiblemente furioso —¿Por qué harías algo así frente a tanta gente? ¡Te dije que no revelaras nuestra relación! ¿Qué vas a hacer mañana? Te van a ignorar, ¿lo sabes?
Pero Azusa sonrió ante su mirada, que ocultaba preocupación tras la ira.
—Probablemente no tengas que preocuparte por eso —respondió con dulzura —¡Todos terminarán por entenderte, Kyouya! Y no me importa si acaban ignorándome. Si solo puedo elegir entre tú y todos los demás… te elijo a ti. Después de todo, soy tu compañera.
—No quiero pedirte tanto —dijo Kyouya con una expresión dolorida, haciendo que Azusa sintiera que se conectaba con él más profundamente que nunca.
—Esto es algo que yo quiero hacer. Eso es todo. —respondió ella con firmeza —Lo siento por actuar por mi cuenta. Además… sé que es un poco tarde para decirlo, pero… ¿puedo quedarme contigo esta noche?
—No hay nada divertido en lo que tengo que hacer. Y solo te harás daño si lo presencias.
—Lo sé. Pero… quiero pedirte algo más. Captura a Iouta en lugar de matarlo. ¿Puedes hacerlo? No quiero que lo mates, Kyouya.
Él bajó la mirada, suspirando.
—Entonces, cierra los ojos.
—¡No es eso lo que quiero! —protestó Azusa —¡No quiero que lo mates en absoluto! Podemos capturarlo. Quizá aún haya una forma de salvarlo. Si después de intentarlo no hay otra opción… entonces hablaremos.
—Me repito, pero… no puedo dar un trato especial solo porque es familia…
—Buena idea —interrumpió Tsubaru, apareciendo con una sonrisa burlona —capturemos a tu hermanito.
Junto a él, Ichy sostenía su katana con aire sereno.
—Perdón por interrumpir su… bonito momento —añadió Tsubaru con tono divertido —volamos hasta aquí cuando escuchamos al Maestro Akashi. ¿Estorbamos?
Kyouya y Azusa, de pronto conscientes de que habían estado hablando abrazados todo el tiempo, se separaron de golpe, sonrojados.
Tsubaru sonrió ampliamente y volvió al tema:
—Escuché parte de su conversación y me sumo al plan de capturarlo.
—Pero… —empezó Kyouya.
—También entiendo lo que dices, Kou —dijo Tsubaru, poniéndose serio —pero ¿quieres que todos los chicos en la azotea vean la escena trágica de cómo matas a tu hermano? Ese es un espectáculo que no puedo respaldar.
—Puedo imaginar el trauma que causaría —añadió Ichy, apoyando a su compañero.
Kyouya frunció el ceño, sintiendo cómo la tensión crecía.
—Entonces, ¿cómo piensan capturarlo? Todos saben que Iouta es hijo del Patriarca y que lleva la famosa sangre Kisaragi en las venas. Será formidable. Dejarlo suelto demasiado tiempo solo aumenta el riesgo para los estudiantes. Matarlo es la forma más segura de evitar más víctimas.
—¿Eso solo aplica si lo enfrentas tú solo? —preguntó Ichy, levantando su katana con calma —¿No sería perfectamente posible para los tres capturarlo juntos? ¿O acaso piensas que voy a quedarme quieto sin usar a mi compañera, que traje precisamente para esto?
—Kou, ¿lo oíste? —intervino Tsubaru, con su habitual media sonrisa —intentemos capturarlo primero. Si resulta inevitable, lo matamos después. Dudo que haya alguien a quien los tres no podamos atrapar.
Luego, dirigiéndose a Azusa, añadió con descaro:
—Por cierto… Azuza, ¿puedes darle un poco de sangre a Kou? Por si acaso.
Azusa se quedó petrificada.
Sangre…
Estaba casi segura de que él ya había bebido de ella hoy. Y si no se equivocaba, algo había pasado antes…
Los recuerdos de aquella tarde olvidada regresaron de golpe. Por alguna razón, Kyouya había llegado a la escuela enojado, diciendo que quería su sangre… y luego había acercado su rostro al suyo…
El recuerdo del suave contacto de sus labios la hizo ponerse tan roja como un langostino.
Kyouya, notando su expresión, se llevó la mano a la frente con gesto de fastidio.
—¿Qué? —preguntó Tsubaru, desconcertado —¿He dicho algo indebido?
—No… no te preocupes por eso —gruñó Kyouya —de todos modos, ya obtuve sangre de ella. Estoy bien. Y por favor… no vuelvas a mencionar eso.
Tsubaru lo miró de reojo, divertido, y pensó para sí con una sonrisa maliciosa:
Juro que más tarde le sacaré a Kou qué diablos pasó aquí…