Crié a un sirviente obsesivo – Capítulo 16: Un paso más cerca (6)

Traducido por Melin Ithil

Editado por Lugiia


Supongo que llegó a su límite.

Aunque Raynard había estado tomando clases por un mes, nunca interrumpió durante sus lecciones. Nunca fingió estar enfermo ni actuó de forma infantil para eludir sus clases o tareas. Cada vez que se sentía soñoliento frente a la institutriz, golpeaba sus mejillas y apretaba sus dientes para mantenerse despierto.

A pesar de la imagen inicial que tenía Yurina del niño, él le mostró su voluntad de aprender al no dormir incluso si todavía no había terminado sus tareas.

No lo expresaba, pero debía estar exhausto. Ella sabía muy bien lo estresado que debía estar después de haber dejado atrás una vida libre de deberes.

De hecho, fue difícil al inicio para Yurina, después de haber vivido libremente en Corea, adaptarse a las formalidades de su nuevo mundo.

¿Debería complacer su deseo el día de hoy?

Justo en el momento en que ese pensamiento apareció en su mente, Betsy, quien había salido hace un momento a buscar refrigerios, trajo consigo jugo de frutas con hielo y pudín frío.

—Betsy, ¿hay algún lugar cercano para ir a refrescarse?

—¿Busca un lugar para ir a refrescarse?

Raynard, quien estaba mirando su pudín, levantó la mano como si hubiera notado rápidamente las intenciones de la Yurina y exclamó:

—¡Hace tanto calor que quiero ir a nadar al río!

—¿Nadar en un río? —La doncella abrió los ojos ante la inesperada sugerencia y se tomó un momento para pensar seriamente en su petición—. No tenemos un río, pero hay un lago fuera de la capital. Escuché que lo usan para navegar, pero no sé si es posible en estos momentos debido al calor.

—Podemos llevar esto —dijo Raynard sosteniendo el hielo insoluble en sus brazos y luego sobresaltándose debido al vapor frío emanando de él.

La doncella se echó a reír mientras lo veía volver a poner el hielo de regreso en su lugar.

—Yurina, ¿iremos al lago? —preguntó después de rascarse la parte posterior de su cabeza y acercarse gentilmente al costado de la niña.

—¿Quieres ir? —Por lo general, Raynard habría asentido de inmediato, pero quería ver las intenciones detrás de la pregunta de la niña. Decidió enterrar su rostro en el hombro de Yurina. Ella lo apartó, presionando con fuerza en su frente pese a que él se negaba y movía su cabeza de un lado al otro—. ¿Qué sucede?

—¿De verdad puedo ir? Todavía quedan clases hoy —murmuró con suavidad mientras enterraba de nuevo su rostro en su hombro.

—¿Es una clase de magia?

—Sí.

—Si no fuera por esa clase, ¿te gustaría ir?

—Así es… —murmuró de nuevo en una voz tan baja que solo ella podría escuchar.

A pesar del calor que hacía, él permaneció cerca de ella, sin despegarse. Cada vez que respiraba, su cálido aliento le rozaba el cuello y los hombros expuestos, haciendo que su cuerpo estuviera aún más caliente.

Yurina frunció el ceño ligeramente, agarró su hombro con ambas manos y le empujó con firmeza.

—Hace calor, así que no te pegues. Betsy, informa a Dave que iremos al lago y después ayúdanos a Ray y a mí a prepararnos para salir. Oh, también dile al cocinero que empaque algunos bocadillos.

—¿De verdad irán a jugar?

—No iremos a jugar. Le pediremos a Dave que imparta su clase en el lago.

—¡Sí! —gritó Raynard mientras levantaba sus manos al cielo. Aunque le dijeron que irían solo por su clase, seguía emocionado por su primera salida.

—Me aseguraré de que veas tu clase.

—Lo sé, pero aun así estoy feliz —exclamó alegremente con una sonrisa mientras se colocaba de nuevo el chaleco que tiró al suelo y corría a su habitación para prepararse para salir.

¿De verdad es tan emocionante?

Yurina, agotada por el calor, se sentó en el sofá y suspiró mientras escuchaba sus pasos resonando en el pasillo.

Se quedó allí hasta que Raynard regresó de arreglarse con otro cambio de ropa más ligera e incluso con un sombrero. Al verla en el sofá, le dijo que apresurara y alistara todo lo necesario para su salida.

♦ ♦ ♦

—Wow, ¿esto es un lago?

Tan pronto como Raynard bajó del carruaje, abrió los ojos y se apresuró hacia el lago frente a él. Ya había bastantes personas en el lugar buscando escapar del calor.

—Sí, es el lago Lehmann, el mayor en toda la capital. ¿No es asombroso? —respondió Betsy con una voz risueña, en lugar de Yurina.

—¡Sí! Nunca antes había visto un lago, es mi primera vez. En mi ciudad natal solo teníamos un río.

Raynard comenzó a decir que no sabía que el río y el lago serían tan diferentes, por lo que se acercó a la orilla del mismo y, queriendo jugar una broma, sumergió ambas manos en su superficie. Mientras él trataba de juntar agua con las manos, Yurina rápidamente se alejó de él y se escondió detrás del alto Dave.

Como no podía mojar a Dave, debido a que era su maestro, chasqueó la lengua mientras dejaba caer el agua en el suelo.

Betsy, quien había estado ocupada durante mucho tiempo con el carruaje, le entregó una sombrilla en la mano a su señorita. Luego, le ofreció una amarilla, con una tonalidad parecida a la de un pollito, al joven Raynard, quien replicó con disgusto diciendo que no encajaba con él.

—Si quema su rostro, aunque coloque pepinos en él toda la noche, igual arderá. El sol está en su apogeo hoy, es mejor usarlo.

Después de escuchar sus palabras, aceptó la sombrilla. Sin embargo, al levantar la cabeza, hizo un gesto de disgusto al ver el bordado de flores.

—¿No hay otra que pueda usar?

—No, lo lamento, solo tenemos sombrillas para la señorita.

—La verdad te queda bien. —Dave, quien estaba en su laboratorio y fue arrastrado al lago, alternaba su mirada entre Raynard y su sombrilla, estallando en carcajadas y alborotando su cabello convirtiéndolo en un nido de urracas.

Raynard, en lugar de arreglar su cabello como siempre, decidió seguir fulminando con la mirada su sombrilla.

Dave, al ver la reacción de su estudiante, tocó la sombrilla amarilla con sus dedos, haciendo que se volviera gradualmente negra desde el centro.

—¡Señor mago! —exclamó Betsy, después de arreglar la ropa de su señorita, al observar el color oscuro de la sombrilla.

—Oh, esto solo es un cambio temporal con magia, no se preocupe demasiado. Volverá a su estado original en tres o cuatro horas.

—Debería haberme dicho eso con anticipación. Me tomó por sorpresa.

Independientemente de lo que ellos discutían, Raynard miró la sombrilla, ahora completamente negra, con una expresión de sorpresa y la giró con ambas manos. Luego, levantó la mano en alto y golpeó la tela dentro con la punta de sus dedos.

—Ojalá pudiera usar magia como esta pronto. —Su voz sonaba tan baja, que parecía más un diálogo interno que un murmullo, expresando una emoción similar a la desesperación.

—Podrás hacerlo —respondió Yurina, agarrando su sombrilla rosa con una mano y dándole golpecitos en su mano.

—¿Realmente podré?

—Por supuesto.

—Todavía no estoy seguro.

—¿Por qué? Dave dijo que estabas haciéndolo bien.

De hecho, no era solo un consuelo superficial, el mago le había informado que su talento era extraordinario. Pudo darse cuenta al hacerle aquella prueba la primera vez que lo vio, pero ahora que realmente le enseñaba, le había dicho que superaba con creces sus expectativas.

—A estas alturas, parece que el registro de los «Beatus» no es solamente un mito sino un hecho. Espero ver cuánto progreso logrará después de que regrese de estudiar en el reino de Cron —le había dicho Dave en ese entonces.

Por supuesto, no había ningún resultado visible porque solo había aprendido magia básica durante un mes. Aun así, Dave valoró su potencial a futuro por encima de lo que había desarrollado hasta ahora.

Sin embargo, el niño parecía estar frustrado.

—Pero no puedo hacer nada. El maestro usa la magia con tanta facilidad. ¿Podré hacer esto también?

—Por supuesto.

—¿Cuándo demonios lo haré?

—Estás empezando a aprender. ¿De verdad pensaste que podrías usar magia de inmediato? —Yurina golpeó el centro de su frente. No lo hizo con tanta fuerza, pero Raynard frotó su frente, fingiendo que le dolía—. Sé que no te dolió. Hace demasiado calor, subamos al bote rápidamente.

—¡Sí, hagámoslo!

Él se rió alegremente, asintiendo con la cabeza y tomando la mano de la niña con fuerza.

Al sentir sus manos aferrándose a ella, empezó sentirse cada vez más cálida, como si su temperatura estuviera subiendo; sin embargo, ella no lo expresó y lo condujo hasta el bote que preparó su asistente.

—Joven Raynard, entre los elementos naturales, el agua es aquel que contiene más maná. ¿Recuerda lo que aprendimos la semana pasada? —Las palabras de Yurina, que irían al lago a estudiar, no fueron vacías. Después de que fue informado que sería una clase al aire libre, no un paseo, el mago comenzó su clase de manera constante.

Justo cuando Raynard estaba a punto de comer un bocadillo y relajarse, observó a Dave con su libro de teoría mágica en sus manos y frunció el ceño.

—Me siento engañado.

—¿Quién te engañó? Te dije claramente que ibas a tener clases. —Yurina se encogió de hombros mientras probaba una cucharada del pudín que no había podido comer en su sala de estudio.

—Pero no pensé que realmente fuéramos a estudiar.

—Si terminas pronto, puedes jugar. Solo escucha con atención y terminará rápido. Le dije a Dave que fuera breve hoy.

Raynard la miró con ojos de cachorro. Sin embargo, cuando Yurina fingió no verlo y siguió comiendo su pudín, se volvió hacia su maestro, como si se rindiera.

—Sí, lo recuerdo. Incluso si usas otro tipo de magia, se dice que, si la usas cerca del agua, tendrá mayor poder.

—Así es, lo recuerda. Se puede usar magia de amplio rango o una poderosa en cualquier lugar cerca de ríos o lagos.

—¿Qué hay de las quebradas?

—Lo mismo ocurre con ellas.

Aunque decía que no le gustaba la clase, Raynard escuchó seriamente a Dave sin siquiera pensar en usar como se debe su sombrilla. Había sido arrojada abierta a una esquina del espacioso bote.

Yurina inclinó su sombrilla sobre la cabeza de Raynard mientras observaba la luz del sol crear gotas de sudor en su frente. Esa posición hizo que su hombro izquierdo quedara expuesto al sol y se calentara, pero era bastante soportable.

Raynard también empujó a su lado el hielo sin derretir que había traído. Tal vez le gustaba su frescura, ya que lo tocaba inconscientemente en medio de la clase.

Con sus palmas frías, tocaba su frente y sus mejillas, y luego volvía a tocar el hielo para repetir el proceso.

Ella cerró los ojos y levantó la cabeza. Más de la mitad de su sombrilla estaba sobre Raynard, así que la deslumbrante luz del sol se derramaba sobre sus ojos cerrados, pero no era una sensación desagradable. Además, la risa de los niños en los otros botes resonaba en sus oídos.

Se siente bien.

Había pasado mucho tiempo desde que tuvo un día tan tranquilo. De hecho, también había pasado mucho tiempo desde que había disfrutado de una rutina somnolienta como esa.

Antes de encontrar a Raynard, estuvo ocupada adaptándose al nuevo mundo. Luego de encontrarlo, se ocupó de sus cuidados y sus clases.

Después de haber estado así por un tiempo, de repente abrió los ojos, asombrada por la sensación fría que sentía en sus mejillas. Al hacerlo, se topó con un par de ojos rojos justo frente a su nariz.

Cuando sus miradas se encontraron, él sonrió brillantemente hasta el punto en que sus ojos se volvieron pequeños.

—Está frío, ¿verdad?

—¿Eh?

—Si hago esto, es fresco.

Retiró su mano de la mejilla de Yurina y la frotó contra el hielo. Después de frotar por mucho tiempo diciendo que estaba frío, volvió a colocar sus palmas rojas en las mejillas de la niña.

La vio cerrar los ojos por reflejo y estremecer sus hombros ante el frío. Se sentía como si hubiera puesto el hielo directamente en su rostro.

—Es muy fresco, ¿verdad? —preguntó Raynard todavía con esa sonrisa brillante en su rostro.

—Sí, lo es.

—Fue una magnífica idea traer el hielo. De lo contrario, habríamos acabado asados.

Una vez más, frotó sus manos por el hielo y las pasó por sus mejillas. Luego, agarró de nuevo las mejillas de Yurina.

Comenzó a masajear sus esponjosas mejillas como si fuera una masa de harina, haciendo que las comisuras de sus labios se levantaran debido a la felicidad que sentía.

—La clase terminó, ahora puede jugar.

—Sí, vamos.

Yurina abrió los ojos cuando sintió su mano apartarse de su mejilla. En ese momento, él se colocó en el borde del bote y metió las manos en el lago. Asombrada por su postura precaria, como si fuera a caerse, Betsy rápidamente lo agarró de la camisa.

Cada vez que golpeaba la superficie con ambas manos, gotas de agua transparentes salpicaban sus mejillas. Yurina secó las salpicaduras de su rostro e intentó decirle que lo dejara, pero se detuvo. En cambio, fue a su lado y se sentó, sumergiendo su mano derecha en el lago.

—¡Ah! ¡Está frío! —gritó Raynard, cubriéndose la cara, después de ser salpicado con agua. Rápidamente reunió agua en sus manos y se detuvo cuando vio a Yurina sonreír tan alegre después de tanto tiempo. En ese instante, el agua comenzó a gotear entre sus dedos.

—¿Qué estás haciendo, Ray? —Solo después de que Yurina, quien estaba preparándose para bloquear el agua con su sombrilla, le preguntó eso con una expresión en blanco, él sacudió su cabeza y bebió el jugo que Betsy había traído.

—Mi cabeza está mareada por el calor —respondió mientras masticaba rápidamente sus galletas, añadiendo que sus mejillas rojas se debían al estudio en un día tan caluroso.

Y así, su mirada permaneció fija en el suelo por el resto de la tarde.

2 respuestas a “Crié a un sirviente obsesivo – Capítulo 16: Un paso más cerca (6)”

  1. Awww, que dulces son. Aunque si es una relación rara, vista la edad verdadera de Yurina. Pero es lindo ver a ambos jugando de forma más despreocupada, mas apropiada a su edad biológica

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