Crié a un sirviente obsesivo – Capítulo 17: Un paso más cerca (7)

Traducido por Melin Ithil

Editado por Lugiia


♦ ♦ ♦

No hay persona que llegue a salvarse de una noche de insomnio. Para Raynard, hoy era una de esas noches. Solo se encontraba recostado en su cama, parpadeando y sin ninguna razón en particular para no poder dormir.

No puedo dormir.

Pensó que estaría cansado, después de divertirse jugando con Yurina en el lago. Sin embargo, solo se encontraba tapado hasta la barbilla con las mantas, dando vueltas en la cama sin sentido.

Había estado durante un mes y medio en esa casa y no terminaba de sentirse familiarizado con el lugar. Quizá era porque no había tantos niños como en el orfanato, donde dormía rodeado en una habitación, pero si fuera por el sentimiento de soledad, el insomnio debió ser antes, no ahora.

Simplemente no podía dormir por alguna razón, resultándole una locura.

—Ahhh…

Después de retorcerse por un momento debajo de las mantas, salió de la habitación, sosteniendo una almohada en sus brazos con una expresión de tristeza. Al principio, estaba aterrorizado, encogiéndose de hombros en el pasillo vacío, pero las velas a su alrededor le animaron, logrando que diera un paso adelante.

La mansión le pareció aún más lujosa al notar que las velas se quedaban encendidas, incluso cuando todos dormían.

Sorprendido por el fuerte sonido de sus pasos, miró a sus espaldas para encontrar que no había nadie siguiéndole. Siguió haciendo esto mientras se apresuraba a su destino. Su corazón latía con fuerza, ya fuera por la premura o el miedo.

Raynard, después de llegar sano y salvo a su objetivo, respiró hondo y llamó a la puerta. Sin embargo, no hubo respuesta.

Seguramente está durmiendo, ¿verdad?

Estaba pensando en tocar una vez más, pero se dio por vencido. Al darse la vuelta, de repente, la puerta a sus espaldas se abrió.

—A estas horas…, ¿quién diablos…?

Yurina bostezó sin poder terminar de hablar; en su apariencia, se notaba que acababa de ser despertada de un sueño profundo. Aunque intentó abrir por completo sus ojos, no pudo lograrlo. Sin embargo, cuando pudo vislumbrar a Raynard, frotó sus ojos con fuerza.

—Hola.

Él le sonrió con torpeza y agitó su mano.

—¿Por qué estás despierto, Ray?

—Bueno…, no puedo dormir.

—Um, ¿te dio miedo la tormenta?

—¡No! —Su voz resonó en el pasillo silencioso.

No, no, no, no…

—Cállate, todos se despertarán. —Ella cerró apresuradamente su boca y tiró de su brazo.

Él asintió en silencio y entró en la habitación bajo su guía. Yurina, después de dejarlo ir, encendió un fósforo con un poco de torpeza y lo acercó a una vela.

El niño abrazó la almohada con firmeza y vaciló. Sin embargo, después de que ella golpeó la cama, fue a sentarse a su lado.

A diferencia de su actitud diligente, Yurina, quien sorprendentemente parecía estar todavía somnolienta, bostezó una vez más. Al ver eso, Raynard se arrepintió de forma tardía.

—Perdón por despertarte mientras dormías. Me iré.

—Está bien, ya me he despertado de todos modos —respondió la niña, agarrándolo del brazo a punto de levantarse y sentándolo de nuevo en la cama.

Tras escucharla bostezar de nuevo, Raynard se tapó la boca con una almohada y bostezó. No tenía sueño, pero bostezar parecía ser contagioso.

—¿No tienes sueño? —preguntó la niña de repente, abrazando la almohada y apoyando la cabeza en su hombro.

—No creo que tenga sueño —respondió Raynard. Estaba bastante rígido, empujando ligeramente la cabeza de Yurina con la punta de su dedo.

—¿No tienes sueño, o tienes sueño pero no puedes dormir porque tienes miedo de la tormenta?

—No es nada de eso.

Yurina se rió a carcajadas mientras hundía la cara en la almohada y murmuraba:

—Entonces, ¿jugamos hasta quedarnos dormidos?

—¿Qué juego? —preguntó Raynard con una voz un poco más lenta y débil que antes. La vio abrir el cajón y sacar algo, mientras él volvía a bostezar ruidosamente.

—Tienes sueño, ¿verdad?

—No. —A diferencia de antes, debido a los bostezos, su voz se volvió extraña.

En lugar de señalárselo, Yurina se subió a la cama y se sentó a abrir una caja pequeña. Él dejó la almohada y se arrastró con las rodillas hacia ella.

En la mano de la niña, se encontraba un juego de cartas. Eran tan hermosas y coloridas que le dejó la boca muy abierta a pesar de no conocer muy bien su uso. Habían sido dibujadas a mano por un pintor bastante famoso en la capital. Raynard acercó su cara contra una carta y parpadeó.

—Esto es increíble.

—¿Es la primera vez que ves una?

—No realmente. —La única carta que había visto hasta ahora fue una con una imagen descuidada, sin saber quién la dibujó. Una carta que era nada más ni menos que solo una herramienta para jugar. Por otro lado, la carta en la mano blanca y pura de la niña era lo suficientemente hermosa como para ser considerada una obra de arte—. Es muy bonita.

—¿Verdad? Las recibí como regalo de cumpleaños.

Su respuesta fue lo suficientemente modesta. Yurina barajó las cartas mientras le explicaba las reglas al niño. Él la escuchó, tratando de no olvidar la descripción del juego que le estaba dando.

Lo que le enseñó fue un juego muy fácil en el que se repartían una cierta cantidad de cartas entre sí y luego se presentaban cartas con el mismo número o patrón que la carta presentada.

Incluso aunque no lo conocía, pudo aprender rápidamente las reglas y comenzar el juego.

Aun así, como no estaba familiarizado con la primera edición, Yurina le ayudó. Por supuesto, fue ella quien ganó el primer juego.

—¡Esto es divertido! ¡Hagámoslo de nuevo! —Raynard, al principio, estaba emocionado, incluso después de perder; sin embargo, tras perder cuatro juegos seguidos, su cara se volvió completamente roja—. ¡Yo también puedo ganar!

Yurina estaba segura de que entendía el juego, pero ¿por qué seguía perdiendo?

Pasado un tiempo, Raynard miró la carta de la joven con inquietud, con el sueño empezando a pesar en sus párpados. Parecía que casi podría hacer un agujero en la carta con solo mirarla.

Yurina bostezó, tapándose la boca con sus cartas que se extendían como un abanico. En el exterior, la lluvia golpeaba como una lanza cada vez más densa. Aunque la noche se volvía ambiciosa, Raynard, quien estaba ansioso por ganar, parecía no tener ganas de detenerse hasta hacerlo.

Debería perder esta ronda, pensó Yurina. Utilizando eso como su último recurso para dormir.

Aunque tenía cartas del mismo patrón, fingió no notarlas. Sacó una nueva carta de penalización y la colocó en el medio de las demás para que el niño no se diera cuenta.

Mientras continuaba con su juego de estrategia, después de mirarla directamente a los ojos, Ray jugó su última carta.

—¡Gané! —gritó con los brazos en alto hacia el cielo y luego se acostó en la cama en la misma posición—. Estoy cansado.

—Ve y duerme.

—Me cuesta levantarme… —murmuró con la almohada entre sus brazos, acomodándose dentro de la manta. Cuando Yurina comenzó a empujarlo firmemente con los dedos de sus pies, él se sujetó con fuerza al cuerpo de la niña para evitar caerse—. No…, no hagas eso, duele caerse.

Parecía que no tenía intención de volver, así que Yurina no tuvo más remedio que acostarse al otro lado de la cama. Por fortuna, la cama era lo suficientemente espaciosa para que dos niños pequeños se movieran y jugaran, así que estaban bastante separados.

—Buenas noches, Ray.

No escuchó una respuesta, por lo que supuso que estaba dormido. Yurina cerró los ojos, usando la respiración a su lado como una canción de cuna a un ritmo constante.

Al día siguiente, Betsy, quien vino a despertar a su señorita, encontró a los dos niños durmiendo uno al lado del otro con las cartas extendidas por toda la cama.

♦ ♦ ♦

La temporada de lluvias comenzó el día en que Raynard la visitó en medio de la noche. La lluvia se mantuvo constante todo el día, haciendo que no pudiera verse el exterior. Cuando lograba ignorar el sonido de la lluvia, una luz destellaba y se escuchaba un trueno.

Raynard, quien se había acostumbrado a la vida en la mansión hasta cierto punto, parecía no tener energía después de que comenzara la temporada de lluvias.

Cuando se encontraba con Yurina, constantemente se preguntaba qué decir. Incluso con ella frente a sus ojos, no decía nada especial.

Fue tan extraño, que incluso cuando Yurina le preguntó por qué actuaba de esa forma, solo escuchaba como respuesta: «Estoy cansado».

¿Está frustrado por quedarse en la mansión?

Hasta ahora, cuando hacía buen tiempo, iban al jardín a jugar, pero desde que empezó la temporada de lluvias, los dos han estado en sus habitaciones todo el día. Las lluvias estaban en pleno apogeo, así que pensó que sería frustrante para él quedarse en su habitación.

Sin embargo, lo más extraño era que Raynard rara vez se iba a dormir por la noche.

Yurina, después de colocarse su pijama, miró al niño bostezando con los brazos cruzados. Ya era el quinto bostezo.

—Si tienes sueño, vete a dormir.

—No… tengo sueño…

Este es el sexto bostezo.

Al notar aquellas palabras tenues y cómo sus ojos parpadeaban lentamente, estaba segura que tenía sueño, pero estaba de pie en el salón adjunto a la habitación de la joven, diciendo que estaba bien desde antes.

Por lo general, después de terminar la tarea, bebían leche tibia o hablaban juntos en la habitación de Yurina antes de dormir, así que no era inusual tenerlo en su habitación.

Sin embargo, Raynard siempre se dirigía a su habitación temprano, diciendo que a las diez en punto tendría sueño. Nunca se quedaba despierto hasta la medianoche. Ese ha dejado de ser el caso, no solo hoy, sino desde que comenzó la temporada de lluvias.

Cuando le preguntaba cuál era el problema, la respuesta era que no pasaba nada. Pero Yurina sabía que algo debía sucederle.

¿La lluvia da tanto miedo?

Recordó su apariencia cuando apareció hace unos momentos en su habitación. Mientras lo observaba, Raynard dejaba caer su cabeza de forma constante, como si estuviera asintiendo.

—Joven Raynard, debería irse a la cama —le insistió la doncella suavemente.

—No tengo sueño…

—Incluso si no tiene sueño, necesita dormir temprano para crecer.

Betsy le contó que tenía un hermano menor cuya edad no era muy diferente a la suya, al cual crió hábilmente. Mientras le decía eso, salió de la habitación de Yurina con el niño a su lado.

Estará bien, ¿verdad?

Yurina se quedó de pie por un momento mirando la puerta cerrada. Luego, se dirigió hasta su cama después de que Betsy regresara, diciéndole que Raynard ya estaba dormido.

Ella no había podido dormir bien por la expresión que tenía el niño últimamente, negándose a regresar a su habitación hasta altas horas de la noche. Además, también le costaba dormir por el fuerte sonido de la lluvia. Rodó en la cama un par de veces antes de finalmente quedarse dormida.

Habían pasado quizás un par de horas, cuando Yurina se despertó asombrada por el sonido de un trueno que la dejó sorda incluso mientras dormía. Se frotó los ojos que no podían abrirse correctamente y miró a su alrededor. Aún estaba oscuro y la lluvia caía con un fuerte ruido fuera de la ventana.

Está lloviendo más fuerte.

Cuando su mirada se dirigió a la ventana, donde la lluvia salpicaba de forma irregular, una brillante y espeluznante luz brilló en la habitación durante un momento, para luego desaparecer. Tan pronto como Yurina tapó sus oídos por reflejo, el aterrador sonido de un trueno sacudió la mansión una vez más.

No puedo dormir porque hace mucho ruido.

Mientras ella pensaba en ello, la puerta se abrió con urgencia.

—Señorita, ¿se encuentra bien? —La niñera, quien corría sin un cárdigan sobre su pijama, se acercó a la pequeña recostada en su cama. Parecía no darse cuenta que el sonido de la puerta al abrirse podía ser más sorprendente que el sonido de un trueno.

Ella suspiró, barriendo su pecho hacia abajo después de confirmar que la expresión de Yurina era más tranquila de lo que pensaba.

—Quedó aturdida por el trueno, ¿verdad, señorita?

—No, realmente no. Solo es un poco ruidoso y no puedo dormir.

—¿Es así? Es extraño. Siempre buscó a la señora, diciendo que los truenos suenan atemorizantes durante la temporada de lluvias.

Solo después de ver el angustiado rostro de la niñera, se dio cuenta de la verdad.

La «Yurina» original debió temerle a los truenos.

Ahora que solo tenía diez años, no podía encender las luces de inmediato porque debía temer a la oscuridad, gritando para encontrar a un adulto.

Si es así, debo actuar como una niña.

Ya lo había hecho con Dave y el marqués Carthia, así que podría hacerlo fácilmente.

Yurina hizo una expresión algo sombría y se cubrió con la manta hasta la cabeza.

—Ya tengo diez años, no soy una niña. No puedo llorar buscando a mi madre porque le tengo miedo a los truenos. Mis hermanos ya vivían solos en la Academia a los diez años.

Escuchó a la niñera reír sobre la manta.

—¿Cuándo fue que mi señorita se hizo así de grande? Pero ya que se despertó, ¿le gustaría una taza de leche tibia?

El toque de su mano acariciando su cabeza sobre la manta le resultaba poco familiar.

—No, está bien —murmuró Yurina de nuevo, sin notar que, esta vez, su voz sonaba más suave.

—Entonces, ¿debo cantar una canción de cuna hasta que se vuelva a dormir?

—No soy una niña.

La niñera volvió a reír desde el fondo de su corazón.

No sabía qué era, pero le resultaba extraño el sentimiento en su pecho. ¿Era así como se sentía Raynard cuando decía «Soy mayor que tú» cada vez que ella le trataba como un niño?

—No se preocupe, estaré allí hasta que se vaya a dormir, señorita.

Con ella recostada a su lado, le resultaba aún más agobiante que antes. Sin embargo, Yurina cerró sus ojos, sintiendo su toque palmeado en su espalda sobre la manta. No obstante, su única escapatoria, el sueño, no llegó y la niñera parecía ser seria con respecto a quedarse con ella hasta que se durmiera.

Al final, Yurina exhaló deliberadamente su aliento como si estuviera durmiendo. Aunque fue un poco incómodo, cumplió su cometido: la niñera fue engañada. Después de salirse de la manta, se levantó de su lugar, haciendo que desapareciera el calor que se sentía sobre la manta hasta hace unos momentos.

Después de escuchar el sonido de la puerta abriéndose y cerrándose, Yurina salió del futón.

No es fácil fingir tener diez años.

Mientras se estiraba y disfrutaba del sonido de la lluvia cayendo, de repente recordó el rostro de Raynard.

¿Estará durmiendo bien?

Ella se había despertado por el sonido mientras dormía profundamente, así que pensó que él también se despertaría con aquel trueno. Tal vez le cueste volver a dormirse y esté temblando, solo en la oscuridad, esperando que los truenos se detengan.

¿Debería ir?

Así como la niñera había ido hace un momento, en una noche atronadora, los adultos suelen comprobar si los niños duermen bien.

Sin embargo, él no tenía a nadie en la mansión a quien le preocupara. Durante el día, las doncellas, quienes recibieron la solicitud de la joven ama, observan con atención su condición, pero no estaban dispuestas a despertarse y correr durante la noche.

La idea de traerlo y ocuparse de él, había sido suya. Ahora era su patrocinadora, quien debería llevar a cabo también el papel de tutora.

¿Lo estaré viendo como una especie de complacencia?

Se quedó mirando la puerta por un momento, pero la misma no volvió a abrirse. Si Raynard no estuviera durmiendo como pensaba, habría venido a visitarla como de costumbre, con una almohada entre sus brazos.

—Mmm…

Después de sostener la almohada y pensarlo por un momento, se levantó de la cama y salió de la habitación, colocando una vela en un candelabro portátil.

No había nadie en el pasillo oscuro, donde brillaban las tenues velas, pero la mansión parecía estar ruidosa, como si todos hubieran sido despertados por la confusión en medio de la noche.

Yurina caminó hacia la habitación de Raynard sin dudarlo, dejando atrás la conmoción.

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