Dama a Reina – Capítulo 39: Su Majestad, le ofrezco mis felicitaciones

Traducido por Kiara Adsgar

Editado por Yusuke


—Este es un mapa del terreno de caza, Su Majestad. ¿Puede ver esta parte marcada allí?

Raphaella señaló un círculo rojo dibujado en el mapa.

—¿Qué es esto? —preguntó.

—Es otro pasaje a los terrenos de caza, Su Majestad. Logramos encontrarlo después de una búsqueda exhaustiva, y no es algo que una persona común pueda encontrar. No es de extrañar que nadie lo conozca.

—¿Entonces los asesinos entraron por allí? —La visión de Patrizia se tambaleo frente a ella. ¿Cómo demonios Rosemond lo sabía? No, ¿los asesinos? Era difícil encontrar el lugar, solo con ver la topografía de arriba. Entonces, Rosemond o los asesinos lo sabían de antemano…

Los únicos problemas eran que los labios de Rosemond estaban firmemente sellados, y Patrizia no sabía a dónde iban los asesinos. Estaban en las montañas, y sería imposible rastrearlos.

Patrizia se pellizcó la frente. La situación se deslizaba como el agua entre sus dedos.

—Entonces sería fácil destruir la evidencia. Rosemond es astuta —dijo.

—Su Majestad, ¿no le parece extraño? Es un lugar que es casi imposible de encontrar para nosotros. ¿Cómo pudo lady Phelps saber que estaba allí?

—Creo que también es extraño. Pero alguien más debería haber usado el pasaje antes.

Raphaella sacudió la cabeza.

—Interrogué a los responsables de proteger el bosque, pero ninguno de ellos lo había visto antes.

—Hmmm… —Una expresión preocupada adorno el rostro de Patrizia. ¿Cómo lo supo Rosemond? Eso era imposible, a menos que ella fuera clarividente. Patrizia luchó con varias teorías, pero ninguna de ellas parecía plausible, por lo que suspiró y decidió volver a Raphaella.

—Lo has hecho bien estos últimos días, dama Raphaella. Deberías descansar un poco por hoy. Los otros caballeros pueden hacerse cargo.

—Gracias por su generosidad, Su Majestad.

Raphaella se inclinó y salió de la habitación de inmediato. Tenía que estar cansada, ya que generalmente insistía en quedarse al lado de Patrizia.

Patrizia cerró los ojos cansada.

¿Cómo podría esa mujer haber planeado esto?

♦ ♦ ♦

El resultado de la búsqueda se puso a disposición de todos en la próxima reunión del consejo, y los nobles no pudieron ocultar sus rostros desconcertados cuando escucharon el informe. Los resultados solo parecían asegurarles que esta investigación no terminaría fácilmente. Patrizia, sin embargo, habló con voz confiada.

—Además de una búsqueda, hay otras formas de llevar a cabo una investigación. De hecho, no esperaba muchos resultados de la búsqueda en el bosque. Duque Witherford, ¿hay alguna actualización sobre lady Phelps?

—Estoy interrogando a la baronesa y a todos los que la rodean, pero nada hasta ahora, Su Majestad. Sin embargo, estoy seguro de que pronto obtendremos buenos resultados —dijo el duque Witherford, con claros signos de cansancio en su rostro.

Patrizia trazó un pequeño círculo en la mesa con el dedo.

—Descubriremos la verdad, no importa cuánto tiempo lleve. ¿Están todos de acuerdo?

—Su Majestad.

Alguien habló y ella levantó la vista para mirar al duque Ephreney, el hombre que se había opuesto a ella en todos los asuntos últimamente. Ella asintió con la cabeza en señal de que él hablara.

Él juntó las manos.

—Creo que estás presionando demasiado para que una persona específica sea la culpable.

La sala quedó en completo silencio.

Mientras tanto, una sonrisa divertida se extendió en el rostro de Patrizia. Sí, eso era verdad. Estaba absolutamente convencida de que una persona específica era el criminal. Pero también estaba convencida de que seguiría actuando igual aunque no hubiera escuchado ese nombre de los labios de los asesinos. Su instinto le dijo que Rosemond estaba detrás de esto, y quería más que nada deshacerse de la concubina. Rosemond, después de todo, había estado tratando de deshacerse de ella también desde el principio. Quizás las cadenas que conectaban a Patrizia con la razón se rompieron desde el banquete con las esposas de los enviados. En cualquier caso, era inútil especular sobre lo que podría o no pudo haber sucedido.

Patrizia casualmente le devolvió una sonrisa.

—Duque, ¿por qué crees eso?

—Hay otros a quienes puede cuestionar, pero solo estás apuntando a aquellos en el palacio de Bain…

Patrizia lo interrumpió.

—Esperaba su experiencia laboral como investigador, pero está decepcionando mis expectativas —dijo con voz tranquila mientras miraba a los ojos de duque Ephreney—. ¿No es normal realizar una investigación antes de que se descubra un motivo? ¿Cuál podría ser el motivo para alguien que intentó destruir el Sol y la Luna de este imperio? ¿Son los celos de una amante hacia una reina? ¿O hice algo? en esta obra, ¿es eso?

—No, Su Majestad, yo solo…

—Recuerda lo que dije antes, duque. No me gustan las críticas sin opciones. Entonces, ¿qué quieres que haga ahora? Dime una alternativa.

No tenía alternativa. El duque Ephreney estaba sugiriendo que investigara a todos, pero eso era una locura. Sería una pérdida monumental de esfuerzo y tiempo. Nada era más ineficiente que una investigación sin dirección.

Patrizia continuó reprendiendolo.

—Si tiene otros sospechosos, no dude en presentarlos, duque. Los interrogaré de la misma manera. Incluso si es alguien de mi propia familia.

Los ojos de Patrizia se volvieron hacia otro lado.

—Duque Witherford, por favor intensifique su investigación. ¿No debería confirmarse el verdadero culpable antes de que el emperador se despierte?

—Sí, Su Majestad. Haré lo mejor que pueda.

Una vez finalizada la discusión, Patrizia respiró hondo y revolvió sus papeles para abordar el siguiente punto del orden del día. Un asunto de palacio interno.

—Como todos saben, las celebraciones del Día Nacional de la Fundación se llevarán a cabo en la capital en unos pocos meses. No puedo prepararme sola y las damas del palacio me ayudarán como es costumbre. Además, necesitaré ayuda de un noble con respecto a los asuntos de la cámara de los lores. ¿Hay alguien que se ofrezca voluntario?

La sala estuvo en silencio por un rato. Patrizia esperó, pero su paciencia comenzó a disminuir.

Finalmente alguien habló. Era una voz familiar.

—Su Majestad, tomaré el honor de la posición.

Patrizia parpadeó sorprendida.

—Duque Ephreney.

—Mi familia pertenece a los lores y podremos ayudar a Su Majestad. Si me da la tarea, haré lo mejor que pueda.

—Bueno… —Francamente hablando, Patrizia estaba un poco insegura. Era fácil inferir por las reuniones anteriores que no le agradaba, entonces, ¿por qué quería ayudarla ahora? Se preguntó por sus motivaciones, pero no había forma de que ella lo descubriera. Ella decidió preguntarle a los demás nobles presentes.

—¿Qué piensan los demás? —dijo ella.

El duque Vasi fue el primero en hablar.

—El duque Ephreney es el mejor hombre para el trabajo, Su Majestad. Mostrarle gracia también será beneficioso para la familia imperial y para el palacio.

Patrizia se sorprendió por las palabras del duque Vasi, quien había mantenido una posición neutral. Bueno, ella no tuvo tiempo de discutir el punto cuando no había otros voluntarios.

—Entonces el duque Ephreney estará…

De repente, la puerta se abrió de golpe, interrumpiéndola. Todos se volvieron en sus asientos sorprendidos, y un joven corrió hacia la habitación, sin aliento.

—¿Qué pasa? —exigió Patrizia.

—Lo siento, Su Majestad. Es urgente, así que tuve que… —dijo el joven a través de sus pesados ​​jadeos.

—Muy bien. ¿Qué es? ¿Confesó lady Phelps?

El hombre sacudió su cabeza.

—Su Majestad ha despertado.

Sus palabras hicieron que la sala cayera en silencio, no porque los nobles fueran infelices, sino porque estaban sorprendidos. Había pasado casi un mes desde que había caído en coma. El primero en entrar en razón fue el duque Vasi.

—Su Majestad, felicidades.

Solo entonces Patrizia volvió a parpadear para darse cuenta de que no era un sueño. Ella ocultó su expresión atónita y terminó la reunión.

—Creo que debemos detenernos aquí. Discutiremos esto más tarde. Pueden irse todos.

Ante sus palabras, los nobles se pusieron de pie y comenzaron a irse uno por uno. Finalmente, Patrizia era la única que quedaba en la habitación. Mirya la miró extrañamente.

—Su Majestad, ¿qué pasa? Su Majestad se ha despertado, así que debe irse.

—Debería…  —dijo Patrizia con voz monótona y lentamente se levantó de su asiento. Después de salir de la sala de conferencias, despacio comenzó a caminar por el pasillo hacia las habitaciones del emperador. Sus ojos eran como los de un niño que no sabía qué hacer. Nadie podía notarlo con excepción de Mirya, que se había sintonizado con los sutiles estados de ánimo de la reina.

—Su Majestad, ¿hay algún problema? —preguntó Mirya.

Patrizia de repente dejó de caminar, luego giró la cabeza para mirar a su dama de compañía.

—¿Te refieres a mí?

—Sí, su Majestad.

—¿Por qué dices eso?

—No te ves feliz.

—Ten cuidado con lo que dices —advirtió Patrizia.

Las palabras de Mirya eran peligrosas. ¿Estaba insinuando que Patrizia no quería regocijarse en la recuperación del emperador porque no quería renunciar como regente?

—¿Qué te hace decir que no soy feliz? —Patrizia preguntó.

—No, mis disculpas, Su Majestad —dijo Mirya, reconociendo su error y disculpándose rápidamente—. Tu tez simplemente no se veía bien. Por favor, perdóname, Su Majestad.

—Ten cuidado en el futuro —dijo Patrizia brevemente, luego comenzó a caminar de nuevo. Como si fuera consciente de las palabras de Mirya, caminó más rápido que antes. Sin embargo, tan pronto como estuvo cerca de las habitaciones del emperador, sus pasos volvieron a disminuir. Mirya lo notó, pero recordó la advertencia de Patrizia y no dijo nada.

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