Dama a Reina – Capítulo 38: ¿Qué estás buscando?

Traducido por Kiara Adsgar

Editado por Yusuke


—Eres miserable. No, ¿debería decir astuta?

—Soy inocente, Su Majestad. ¿Es parte de su trabajo mantener a las personas inocentes encerradas? —dijo Rosemond con condescendencia.

—Aún no hay evidencia de que seas culpable, pero eso no significa que no cometiste un delito. Es una pena que mi evidencia no pueda ser verificada —dijo Patrizia en voz peligrosa, pero Rosemond parecía triunfante. Sin pruebas claras, incluso una reina no puede castigar a alguien por un pecado, incluso si estaba relacionado con un asesinato real.

Patrizia se tomó un momento para contemplar, luego dijo el nombre de la concubina.

—Rosemond Mary la Phelps.

—¿Sí, su Majestad?

—Crees que saldrás fácilmente de aquí solo porque no hay evidencia. ¿Pero realmente crees que será así de fácil?

Rosemond frunció el ceño.

—¿Qué quieres decir?

Patrizia la miró fríamente.

—Su dama de compañía está siendo interrogada en la habitación contigua. Todavía no hay tortura física involucrada, pero… quién sabe. Si no hay progreso, sería una opción confiable, ¿no crees?

Tan cruel como era la amenaza, Patrizia sonrió y Rosemond se puso rígida. Un momento después, sin embargo, pronto recuperó la compostura.

—Entonces ella le dirá, Su Majestad, que no he cometido ningún delito.

—¿Es eso lo que piensas? —Patrizia sonrió y jugueteó con un mechón de su cabello—. Terminaré esta investigación antes de que Su Majestad se despierte. Será feliz, ¿no crees? Cuando abra los ojos, descubrirá que el criminal que intentó lastimarlo ya está muerto. Oh, es la comedia perfecta.

—¿Incluso si la sospechosa fue incriminada?

—¿Por qué pensaría eso? No pensará nada.

Por supuesto, Lucio ciertamente lo consideraría. La reina no tenía poder ilimitado. Patrizia lentamente se aburrió y endulzó el trato.

—Confiesa tus pecados lo antes posible, lady Phelps. La investigación está en plena vigencia ahora. Si surge alguna evidencia concluyente, no solo obtendrás una decapitación. Sin embargo, si confiesas ahora, me aseguraré de que seas civilmente tratada como la mujer del emperador.

Rosemond le escupió en la cara. La expresión de Patrizia se torció, pero pronto relajó sus rasgos.

—Oh, Dios mío. Vas a ir a prisión por insultar al regente, incluso si eres inocente.

—Ya estoy en prisión, Su Majestad. No importa lo que me haga, no puede ser peor de lo que es ahora. No puedo creer que la reina esté tratando de vengarse de la concubina mientras Su Majestad todavía permanece inconsciente… ¿es esto lo que buscabas? Entonces no soy yo quien necesita ser investigada…

Patrizia no pudo superar la oleada momentánea de ira, y golpeó la cara de Rosemond. Patrizia había estado tratando de no ponerse demasiado nerviosa, y no había mucho que la inquietara en estos días, pero los comentarios de Rosemond la hacían perder los estribos. Ella nunca podría tolerarla. Observó la concubina con una mirada fría.

—Cuida tu lengua. ¿Cómo te atreves a pensar que puedes insultarme?

El rostro de Rosemond permaneció impasible mientras miraba al frente.

—Si no tienes la intención de hablar, entonces te sugiero que comiences a escribir tu testamento. —Patrizia se enfureció con ira.

Rosemond la miró con ojos impresionados, y Patrizia estaba empezando a sentirse enferma de solo mirarla. ¿La concubina realmente creía que merecía el asiento de la reina? ¿Suficiente para causar tantos inconvenientes problemáticos y complicados? Si el puesto fue otorgado por lo duro que uno trabajaba, entonces Rosemond realmente lo merecía.

Patrizia salió de la sala de interrogatorios sin ocultar el aura helada que la rodeaba. Siempre estaba tan ocupada que a menudo perdía la noción del tiempo. El duque Witherford miró preocupado, aún más después de escuchar la bofetada en la habitación.

—Su Majestad, ¿qué pasó dentro? —preguntó preocupado.

Patrizia lo miró por un momento y luego habló.

—Interrogue a la sospechosa a fondo. Hágala hablar, pase lo que pase.

—Sí, Su Majestad. —El duque Witherford hizo una profunda reverencia y Patrizia avanzó con los ojos oscuros.

Pequeñas espinas en su mente pincharon sus pensamientos desagradablemente, y ella emitió un pequeño gemido de dolor. La presencia de Rosemond siempre fue estresante para Patrizia, pero en este caso, le resultaba peor de lo habitual.

Patrizia se volvió hacia Mirya.

—¿Ha mejorado Su Majestad? —preguntó.

—No, Su Majestad —respondió la dama de compañía.

Patrizia no dijo nada más. Mientras caminaban por el palacio central, Mirya habló de nuevo.

—Su Majestad, ¿por qué no pasar por el palacio central?

—¿Parar? —dijo con voz monótona, pero luego se detuvo para reconsiderar. Lucio se había sacrificado por ella, y ella no debería ser desagradecida. Ella suspiró y luego se volvió hacia el palacio central sin decir una palabra más. Esta era una simple visita.

Las doncellas del palacio central parecían perplejas ante la aparición de la reina regente. A primera vista, fue una reacción graciosa hacia una esposa que estaba a punto de visitar a su esposo, pero fue natural: ya se sabía que la pareja real no era cercana. Cualquier persona con ojos sabía que el emperador amaba a Rosemond.

—¿Está Su Majestad allí? —Patrizia preguntó a una doncella.

—Sí, Su Majestad. ¿Qué puedo hacer por usted?

—Estoy aquí para ver su condición. ¿Puedo pasar?

—Por supuesto.

La criada abrió la puerta con una reverencia. Patrizia entró, prometiendo no dejar que sus pensamientos se salieran de control, pero sus recuerdos del terreno de caza se precipitaron hacia ella.

—De todos modos… es natural que te importe —dijo con un resoplido. Lentamente se acercó a la cama de Lucio y se sentó en una silla. Estaba tan quieto como si estuviera muerto, igual que en la cueva. Se preguntaba con qué estaba soñando. ¿Por qué sueños deambulaba que aún no podía despertar?

Patrizia suspiró. Esto no tenía sentido y era molesto. Necesitaba despertarse rápidamente.

No me hagas estar tan ocupada, por favor.

Su mirada se posó en sus ojos cerrados. Parecía un poco más delgado que antes, lo cual era preocupante. ¿Por qué tomó la flecha en su lugar? ¿Fue realmente por culpa? Es realmente un emperador estúpido. Una sonrisa cínica cruzó sus labios.

Patrizia de repente se levantó de su asiento. Comenzaría a sentirse confundida si se quedaba cerca de él por más tiempo, y camino hacia la puerta sin mirar atrás. Y, sin embargo, un sentimiento tiraba de ella con cada paso. ¿Qué era?

No, ella no lo pensaría. No había nada por lo que sentir curiosidad. No había nadie para darle respuestas honestas. En primer lugar, no le gustaban las preguntas sin respuesta, ya que la curiosidad la atormentaria después.

Patrizia borró todos los arrepentimientos de su mente y salió de la habitación. Podía sentir la mirada de la criada sobre ella, como si dijera: “¿tan rápido?”, Pero Patrizia no le hizo caso. Ella continuó caminando de nuevo, dejando atrás el breve y poco realista sentimiento.

Había llegado el momento de volver a la realidad feroz y enredada.

♦ ♦ ♦

El trabajo de los asuntos del palacio interior y los asuntos estatales no difería mucho en su carácter. Sin embargo, fue mucho más difícil hacer el trabajo de ambos al mismo tiempo, pero, Patrizia tenía que hacerlo. No era algo que ella quisiera hacer, y no era algo en lo que se había esforzado para hacerlo bien. Ella solo tenía que hacerlo. Las consecuencias de no hacerlo eran claras para ella.

Como resultado, ella entrecerró los ojos por la falta de sueño, manchas oscuras eran visibles debajo de sus ojos, y las comisuras de sus labios se inclinaban hacia abajo. Muchas personas a su alrededor, incluida Petronilla, estaban naturalmente preocupadas, pero no la detuvieron. Ellos también sabían las consecuencias si Patrizia no hacía su trabajo.

Repasó algunos documentos que delineaban el presupuesto de asistencia social para los pobres, cuando Raphaella entró en la habitación. Patrizia rápidamente cubrió los papeles.

—Dama Raphaella —dijo.

Raphaella se inclinó.

—Estoy de vuelta, Su Majestad.

La larga búsqueda en los terrenos de caza había dado pocos resultados hasta el momento, y la tez de Raphaella parecía pálida. Patrizia sintió una punzada de simpatía por su amiga, pero pronto se recompuso.

—Estaba preocupada porque no había tenido noticias tuyas. ¿Qué pasó? —dijo Patrizia.

—Me disculpo, Su Majestad —dijo Raphaella con una mirada de profunda vergüenza, y luego continuó con su informe—. No dejamos ni una piedra sin remover, pero no pudimos encontrar evidencia clara. Es como si nada hubiera pasado.

—Imposible. —Patrizia sacudió la cabeza con asombro—. Entonces, ¿cómo pudieron los asesinos entrar en los terrenos de caza? solo hay una única entrada por eso el lugar fue elegido para el torneo.

—Sí, Su Majestad. Tienes razón. Pero… —Raphaella le entregó algo, mordiéndose los labios ligeramente con una mirada de consternación.

Era un mapa.

Patrizia lo tomó con una mirada curiosa.

—¿Qué es esto?


Kiara
Esa Rosemond me asquea... y aun sin pruebas, la mujer es condenadamente buena en lo que hace

3 respuestas a “Dama a Reina – Capítulo 38: ¿Qué estás buscando?”

  1. Esa zorra es astuta pero su gran fallo es su poca paciencia, por acelerada a ido perdiendo el cariño del emperador y ahora con el casi en coma Patrizia esta demostrando ser habil y capaz y al mismo tiempo se van aclarando las aguas viendo quien esta del lado de la zorra

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