Traducido por Kiara Adsgar
Editado por Yusuke
—¿Estás bien? —preguntó Glara.
—Sí —respondió finalmente Rosemond. Glara parecía dudosa, pero volvió a su trabajo.
Rosemond se meció lentamente de un lado a otro en una mecedora mientras reunía sus pensamientos. Permaneció sentada reflexionando tranquila por más tiempo de lo habitual, ya que tenía que considerar el estado de los asuntos del palacio para cuando se fuera.
—Glara.
Después de un tiempo, Rosemond llamó a la dama de honor.
—Sí, lady Rosemond.
—Consigue un bolígrafo y papel. Necesito escribir una carta.
Glara hizo lo que se le ordenó y trajo los artículos solicitados. Rosemond llevó la pluma al papel y comenzó a escribir algo. Al principio, su expresión era seria, pero pronto volvió a parecer agradable. Cuando terminó, dobló la carta, la colocó en un sobre y la selló.
—Diles que la carta debe quemarse como de costumbre —dijo Rosemond, entregándole la carta a Glara.
—No se preocupe, lady Rosemond. ¿No hacen siempre eso? —Glara tomó la carta, pero Rosemond no dijo nada en respuesta al destinatario.
—Lady Rosemond, ¿cuándo necesita que le entreguen la carta? —preguntó Glara.
—Cuanto antes, mejor. Y tan secretamente como sea posible. ¿Entendido?
Glara esbozó una sonrisa maliciosa.
—No se preocupe, lady Rosemond. Siempre ha sido así.
La confianza de la dama de honor relajó un poco a Rosemond. Glara era una mujer inteligente y no haría nada para preocuparla.
Una sonrisa se extendió por los labios de Rosemond.
♦ ♦ ♦
Según lo programado, Rosemond saldría del palacio a la mañana siguiente. La distancia a la finca Darrow era considerable, y se esperaba que regresara al Palacio Imperial en unas dos o tres semanas.
Después de una semana desde que Rosemond se fue, Patrizia sintió una sensación de alivio como si le hubieran sacado un diente dolorido. Estaba claro que la concubina causó un gran daño a su salud mental.
Lucio no acompañó a Rosemond en su viaje, pero la despidió y le deseó un viaje seguro. Luego, regresó a su oficina como siempre. Se acomodó frente a su escritorio lleno de papel, luego tomó un bolígrafo para comenzar su trabajo atrasado.
—¡Ah!
Un dolor agudo atravesó su muñeca, y usó su otra mano para agarrarlo. Una criada parada afuera oyó el ruido, y ella se apresuró a entrar a su oficina.
—Su Majestad, ¿qué sucede?
—Haaah… —Lucio tragó su gemido de dolor—. H-Hoy es…
—¿Qué?
—¿Qué fecha es hoy?
—Veintiuno de julio. Pero por qué… ¡ah!
La boca de la criada se abrió como si recordara algo.
—Maldita sea —murmuró Lucio por lo bajo mientras apretaba su dolorida muñeca. Maldición—. Nunca fui…
La criada no dijo nada, y la expresión de Lucio se volvió sombría. Levantó su mano sin dolor y giró su muñeca. La criada parecía vacilante, y Lucio le ordenó que saliera de la habitación.
El dolor permaneció por mucho tiempo. No sanó tanto como cuando lloró. Su cuerpo era realmente demasiado cruel e inteligente para él.
Lucio sonrió miserablemente mirando su muñeca.
♦ ♦ ♦
Petronilla lució una cálida sonrisa cuando llegó a la mansión Ephreney. El ama de llaves la reconoció y la dejó entrar, la duquesa Ephreney saludó a Petronilla tan pronto como la vio.
—Lady Petronilla, estás aquí.
—¿Te vas hoy, mi señora? —Petronilla preguntó con voz consternada.
La duquesa Ephreney asintió.
—Siento que te he cargado demasiado… lo siento.
—No hay necesidad de disculparse, duquesa —calmó Petronilla—. Solo necesitaré un favor más tarde, como lo prometiste.
—Por supuesto —dijo la duquesa Ephreney tranquilizadoramente—. No se preocupe, señorita. Cumpliré mi promesa a cambio de su arduo trabajo.
—Tengo fe en ti. Viaja con seguridad y espero que traigas buenas noticias. También rezaré por tu hijo.
—Muchas gracias. —La duquesa Ephreney atrajo a Petronilla para un abrazo emocional—. Le dije al mayordomo toda la información que necesitarías. Ha estado en la familia durante mucho tiempo, por lo que será confiable.
—Gracias, duquesa. No hay necesidad de que te preocupes.
—Y gracias de nuevo.
La puerta se abrió y alguien entró en la habitación, y Petronilla naturalmente volvió la cabeza en dirección al sonido.
—Ah…
Era una mujer joven. Tenía el pelo rojo intenso y llamativos ojos color ámbar. A juzgar por su hermosa apariencia, Petronilla supuso que ella era la concubina del duque.
Petronilla miró a la duquesa Ephreney, que temblaba con el esfuerzo de reprimir sus emociones y lucir tranquila frente al invitado. Pero Petronilla lo vio todo. Su reacción solo demostraba cuánto odiaba a la amante de su marido. Petronilla se preguntó si debería saludar a la concubina, pero decidió quedarse quieta. No era grosero no saludar a alguien de bajo estatus. En cambio, Petronilla decidió observar las interacciones entre ella y la duquesa Ephreney.
La duquesa calmó su mano temblorosa y le habló a la mujer.
—¿Qué pasa, Jaenory?
La mujer llamada Jaenory respondió.
—Me preguntaba si tenías una visita, hermana mayor.
La cara de la duquesa Ephreney se endureció visiblemente ante el término hermana mayor, y Petronilla sintió oleadas de ira emanando de su cuerpo.
—Eso no es asunto tuyo, ¿verdad? —expresó la duquesa Ephreney fríamente.
Jaenory esbozó una sonrisa suave ante la hostilidad abierta.
—Me preguntaba si podría hacer algo para ayudar. Tu posición estará vacía y estaba preocupada.
Aunque se salió del tema de la conversación, sus palabras estaban destinadas a provocar a la duquesa Ephreney. Petronilla lo notó y sabía que la duquesa inteligente tampoco lo pasaría por alto.
La duquesa Ephreney mantuvo su voz en una extraña calma.
—¿Cómo puedo confiarte una tarea tan difícil? Voy a dejar los asuntos del hogar a esta joven dama, una mujer de una familia de marqués con una larga historia. ¿No dije esto antes?
—Lo hiciste, hermana.
Jaenory miró a Petronilla y le dirigió una sonrisa deslumbrante. Petronilla mantuvo la una expresión neutra y levantó los labios ligeramente a cambio, no demasiado, no muy poco, pero lo suficiente como para parecer formal.
Jaenory asintió con la cabeza.
—Parece lo suficientemente buena como para reemplazarte.
—También lo creo —dijo la duquesa Ephreney con una sonrisa forzada—. Mientras estoy fuera, lady Grochester será responsable del hogar de la familia. Espero que sigas sus instrucciones. Tú también eres parte de esta familia.
—Como debe ser.
Jaenory parecía apropiadamente obediente, pero Petronilla tenía el presentimiento de que estar cerca de esta concubina por unas pocas horas sería agotador. Afortunadamente, no tenía que pasar mucho tiempo en esta casa. Ella solo intervendría en lo mínimo.
Otra persona entró en la habitación, un sirviente, esta vez, y se dirigió a la duquesa Ephreney.
—Deberías irte ahora, mi señora. Llegarás tarde.
La duquesa se puso de pie con urgencia. Abrazó a Petronilla por última vez y habló con voz cálida.
—Por favor, hazlo bien, señorita. Pero estoy segura de que no pasará nada.
El mayordomo estaba esperando a la duquesa, y Petronilla asintió rápidamente.
—Sí, duquesa. Por favor, cuídate.
—Gracias.
La duquesa Ephreney volvió a su elegante personalidad habitual y abandonó la mansión. Todos los sirvientes la despidieron, así como a Jaenory, pero la duquesa la ignoró deliberadamente.
Tan pronto como la duquesa se fue, Jaenory se acercó a Petronilla.
—Supongo que no confía mucho en mí, ya que te pidió que hicieras esto —dijo Jaenory.
—Para nada, señorita. —Petronilla sonrió dulcemente y defendió a la duquesa—. Solo está siendo considerada y quiere asegurarse de que estés cómoda.
—¿De verdad piensas eso?
—Bueno, realmente no sé cómo son las mentes humanas —respondió Petronilla vagamente—. De todos modos, ella me pidió ayuda. Si hubiera sabido que estabas aquí, me habría negado. —Eso era mentira, por supuesto, pero Petronilla continuó inocentemente—. No se preocupe, señorita. No voy a intervenir demasiado. En cualquier caso, soy una extraña, y el duque no querría que supiera lo que está sucediendo dentro de la casa.
—Eres inteligente y educada —dijo Jaenory.
—Me siento halagada —respondió Petronilla.
Levantó la vista hacia la concubina. Petronilla no era baja, pero Jaenory era más alta que ella. La concubina entraba en sus treinta años este año, pero parecía casi una década más joven. Petronilla solo sabía algo de los asuntos de la familia, pero sintió lástima por la duquesa Ephreney. El duque no tenía amabilidad.
—Ayer escuché los detalles básicos del mayordomo —dijo Petronilla—. Solo pasaré cuando sea necesario. El ama de llaves cuidará muy bien la casa.
El papel de Petronilla era simplemente ser un perro guardián. Tanto Jaenory como la duquesa Ephreney lo sabían. Era sólo simbólico.
—Creo que Su Majestad me está esperando. Voy a seguir mi camino —dijo Petronilla.
Jaenory asintió con la cabeza.
—Cuídate, mi lady. Butler, por favor despidela.
—Sí —respondió el mayordomo.
Petronilla se subió al carruaje sin decir una palabra. Antes de que partiera el carruaje, el mayordomo le habló en voz baja.
Que fastidiosas son las concubinas jaja no hay una que sea una Santa
Otra zorra de la que hay que cuidarse menos mal parece que el mayordomo sera de ayuda