Dejaré de ser la subordinada de una villana – Capítulo 53

Traducido por Lucy

Editado por Yonile


Cuando llegué a la casa del duque, parecía haber un alboroto cerca de la entrada.

¿Podría ser… Cosette?

Le indiqué a mi cochero que se apresurara hacia la puerta.

No podía esperar a que el carruaje se detuviera, así que abrí la puerta y salté, solo para descubrir que era George el que estaba montando una escena.

Más que un poco decepcionado, recuperé la compostura y giré los pies para caminar en esa dirección.

—¿A qué viene tanto alboroto?

—¡Oh, Alteza! Estos tipos dicen que no han visto a Cosette. Y no me dejan entrar aunque les pregunte si puedo comprobarlo.

—¡No importa cuánto suplique el señor George, no le permitiré entrar en la mansión sin el permiso del Duque! ¡Y la señorita Cosette no está aquí!

El mayordomo le contestó con audacia a George, que está furioso como un jabalí.

Estaba a punto de unirme a él cuando se me ocurrió que el hombre que se había suicidado me había dicho que Remias y Cosette habían entrado en la mansión.

Si quería que creyéramos eso, su propósito era que lo condenaran por secuestrarla.

Si esto se hacía público, el duque no saldría libre.

Y la gente que se beneficiaría de su caída es, con sinceridad, demasiado numerosa para considerarla.

Hmm…

Me volví hacia el mayordomo.

—¿Está el duque aquí?

—No, ha salido hoy —respondió, con la mirada perdida.

—Oh. Entonces me gustaría pasar este asunto a Lady Remilia y Lord Remias. He oído que Remias está descansando, así que no debe estar fuera de casa.

—Eso no es…

¿Hay alguna razón por la que Remias no pueda hacerse cargo? 

¿Qué esconde este mayordomo?

—Tenemos pruebas de lo que ha hecho Lady Remy. Ocultarlo más no sería lo mejor para el Duque. Tal vez pueda hacer algo al respecto ahora, a mi discreción, pero si lo retrasamos más…

Miré con intención al mayordomo, y él bajó la mirada con dolor.

Entonces sonó una voz aguda.

—Te llevaré a Remias.

Levanté la vista hacia la persona que me llamaba y vi a una hermosa mujer en lo alto de las escaleras que conducían al vestíbulo.

Era Remilia, la duquesa de Orange, a quien había visto varias veces.

—Buenos días, Alteza. Le pido disculpas por el retraso en saludarle.

Remilia bajó las escaleras y me dio las gracias.

—¡Milady…! ¡Pero…!

—No pasa nada. Ahora no puedo mirar a mi marido. La única manera de devolver la sonrisa a los rostros de mi queridos hijo e hija es sacarlo todo a la luz ahora.

Remilia, que parecía haberse decidido por algo, derramó una sola lágrima de sus hermosos ojos.

Al mismo tiempo, el viejo mayordomo también inclinó la cabeza como si hubiera renunciado a la idea.

—Yo los guiaré…

George y yo bajamos por el camino hacia la habitación de Remias, a la que estábamos acostumbrados a ir.

La espada del viejo mayordomo que teníamos delante parecía más pequeña cuando se enfrentaba con audacia a George.

—¿Cómo hemos podido llegar a esto? No hace mucho, la mansión estaba llena de felicidad.

El mayordomo murmuró esto sin dirigirse a nadie.

No me condujo a la habitación de Remias que ya conocía, sino a un cuarto oscuro en lo más profundo de la mansión.

La puerta estaba bien cerrada.

—¿Está Remias aquí?

George y yo tragamos saliva.

Cuando abrí la puerta, lo encontré en una habitación sin ventanas, con un aspecto un poco más demacrado que antes.

—¡Remias…!

—Alteza, George. Ha pasado mucho tiempo.

—¡No ha pasado tanto tiempo! ¿De qué estás hablando? Has estado encerrado, ¿verdad?

George corrió hacia él y le frotó los brazos y la espalda como para asegurarse de que está a salvo.

—Lo más importante es que tengo algo que decirte. El marqués Alfred está intentando dar un golpe de estado. Parece que mi padre encontró pruebas del envenenamiento del rey anterior y estaba cooperando con él. Planea usar sus mal ganadas ganancias para armar al ejército y usar sus fuerzas armadas para dar el golpe. Por favor, capturen al marqués lo antes posible.

Remias expuso con decisión las fechorías de su propio padre.

A pesar de su posición… incluso su vida podría estar en peligro.

—¡Un golpe de estado…! Necesito hablar con Su Majestad. Remias, tu lealtad ha sido probada, y prometo no dejar que nada te suceda. ¿Vendrás conmigo al castillo?

—Por supuesto, Alteza.

Remias se levantó, era obvio que no estaba en su mejor estado, pero con determinación.

George le prestó su hombro en silencio.

Está llorando un poco… 

—George…

—¡Sí, señor!

—Me dirigiré al castillo real con Remias. Cosette estará seguro en la casa del marqués Alfred. ¿Irás como mi emisario?

—Ir con el Marqués es peligroso.

—Pero como príncipe heredero, no puedo dar prioridad a Cosette.

La única persona a quien podía preguntar, conociendo los riesgos involucrados, era George.

—No es una orden. Es una petición mía.

—Como desees.

Resultó que George sonrió sin miedo y empezó a correr con rapidez.

Es difícil creer que secuestró a Cosette solo para inculpar a Remias del crimen.

Si el objetivo era incriminarlo, ¿por qué se molestó en secuestrarla? Es más efectivo solo matarla.

Eso significa que deben tener algo contra la propia Cosette. O la están usando como rehén contra mí.

Mordiéndome el labio de frustración por no poder ir a verla, salí de la mansión, prestando mi hombro para apoyar a Remias.

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