El contrato de la Princesa y la Duquesa Monstruosa – Capítulo 79

Traducido por Ichigo

Editado por Lucy


—¡Mira esto, Madel!

Los ojos de Leslie brillaban de alegría mientras miraba el centro de la ciudad. La niña se había emocionado demasiado y había salido del Ducado demasiado pronto. Tenía más de una hora por delante antes de sus clases con Konrad y, después de pensarlo un poco, decidió dar un paseo por el centro. Después de todo, no había podido explorar el lugar la última vez que estuvo allí con Bethrion y Madel.

Como tenía tiempo de sobra antes de la cita, iba a explorar el lugar a su antojo. Así que, entusiasmada, medio caminó y medio corrió por las calles, observando todo lo que se le ponía por delante. Entonces, encontró algo y se pegó al escaparate, llamando a su acompañante.

—Es una caja de música —dijo la criada cuando la alcanzó y se puso a su lado para mirar el escaparate.

Detrás del cristal había una caja de música de aspecto caro con intrincadas tallas en su cuerpo rectangular. En el centro había una pequeña muñeca bailarina de aspecto delicado.

—Una caja de música.

He leído de ella en los libros. Repitió, incapaz de apartar los ojos de ella.

Era preciosa. El cuerpo de madera era de gran calidad, y la muñeca estaba muy detallada.

—¿Sale música de ella?

—¡Sí! Con ella, la muñeca baila así. Tra, la, la, la~

Madel giró sobre sí misma, imitando la elegante pirueta de una bailarina. Leslie y los dos caballeros rieron agradecidos ante su demostración.

—¿Quieres comprar una?

Dejó de girar y preguntó. La niña parpadeó, sintiéndose triste porque se hubiera detenido.

—Está bien. Volveré a por él si lo sigo queriendo una semana después —dijo con firmeza y se dio la vuelta para marcharse ante la sorpresa de la mujer.

La segunda tienda en la que se detuvieron era una pequeña tienda de regalos que vendía piezas de joyería y pañuelos hechos a mano. Leslie miró el escaparate durante unos segundos y luego entró en la tienda.

—¡Bienvenidos!

Un hombre más o menos de la edad de Madel le dio la bienvenida. Ella asintió con la cabeza en señal de reconocimiento y echó un vistazo al local. Se tomó su tiempo para examinar con atención todo lo expuesto, ya que en la tienda había más pañuelos que en ninguna otra que hubiera visto en su vida.

—¿Qué le parece este artículo, milady? Es una importación de una lejana tierra del Oeste y es muy popular entre las damas y madames.

Confundiendo que venía a comprar su propio pañuelo, el hombre le ofreció uno con bordados extranjeros. Los ojos de Madel se abrieron de asombro ante el delicado bordado, pero la niña se limitó a negar con la cabeza.

—No, gracias. ¿Podría recomendarme uno para un caballero?

Los dos hombres que estaban detrás de Leslie empezaron a cuchichear entre ellos ante la mención de un “caballero”.

—¿Podría ser para Sir Sairaine, Sir Bethrion y Sir Ruenti? —sugirió Vant en voz baja, y los dos, Madel y Lesso, asintieron en comprensión.

—Debe ser para regalar, entonces. ¿Tiene algún color o diseño que prefiera, milady?

Su cabeza se inclinó hacia un lado ante la pregunta. Intentó recordar cómo eran los dos pañuelos que le habían ofrecido.

Tal vez por sus paladines o por su personalidad, ambos pañuelos de Konrad habían sido sencillos y tenían una paleta de colores relajante.

—Hmm, ¿podría ver los azules o los blancos?

—Por supuesto. Por favor, espere aquí.

El hombre sonrió de forma agradable y se dirigió a la trastienda. Al cabo de un momento, volvió a salir con un montón de pañuelos de colores mencionados. Todos eran muy bonitos, con intrincados bordados. Pero entre todos ellos, sus ojos encontraron un simple pañuelo blanco. Al verlo, el hombre comentó su silenciosa curiosidad.

—Ah, esto suele ser para las ocasiones en que las Damas bordan sus propios patrones o encargan uno a medida, como los escudos y los sigilos de la Casa.

—Ya veo…

Se quedó mirando el sencillo pañuelo. Es muy bonito, pero quedaría mejor si bordara el escudo de la Casa de Altera, pensó.

—¿Deberíamos comprar ése, señorita Leslie? —preguntó Madel, y esta vez, la niña asintió. Pronto, la caja estaba envuelta en una bonita cinta y se la entregaron—. Ahora, ¿escogemos el resto?

Leslie ladeó la cabeza interrogante ante sus palabras. ¿Tengo que regalar varios pañuelos? ¿Me estoy perdiendo de algo? se preguntó.

—¡Escojamos uno tanto para sir Bethrion como para sir Sairaine!

Madel sonrió con alegría mientras se explayaba, y ella comprendió de inmediato.

—No, solo esto está bien.

Sacudió la cabeza con bastante obstinación.

—No creo que mi padre lleve un pañuelo consigo.

Y tampoco los hermanos. Añadió.

—Así que tal vez un alfiler de capa para mi padre y para mi hermano Bethrion… un accesorio para su espada serviría. Creo que me decantaré por una correa de gafas para mi hermano Ruenti…

Dobló los dedos contando mientras enumeraba todas las cosas que quería regalar a su familia.

Vio que Sairaine viajaba a menudo y, por lo tanto, llevaba su capa con regularidad, así que un broche sería apropiado. Bethrion no podía llevar el broche de la capa porque tiene un código de vestimenta como caballero imperial, así que imaginó que un accesorio para sus armas sería la mejor opción. En cuanto a Ruenti, observó que extraviaba sus gafas con frecuencia. Así que pensó que una correa le sería muy útil.

—Y… una pluma para mi madre, porque las usa a diario para trabajar.

Al enumerar las personas a las que quería regalar, pensó también en su tío Taryn. Leyó en los libros lo duro y laborioso que era su trabajo como minero. ¿Estaría bien enviarle comida deliciosa?

¡Y a Madel y Sulli también! Quiero darles algo. ¿Una baratija o dulces, tal vez? 

Quiero darles uno a todos en el Ducado. 

Sus pensamientos alcanzaron a los muchos caballeros y otros empleados que ni siquiera había visto. Pero su rostro se desplomó ante otra pregunta inminente. ¿Y si gasto todo el oro y dejo al Ducado en bancarrota? 

Sabiendo lo que la niña podía estar pensando. Madel sonrió con afecto y sugirió.

—¿Qué tal si las pensamos y volvemos otra vez? Es casi la hora de las lecciones con Lord Altera.

—Entonces, ¿volvemos después de las lecciones? Te ayudaremos a elegirlas.

Lesso y Vant replicaron, y Leslie asintió con la cabeza.

El grupo salió de la pequeña tienda, y Leslie colocó con cuidado la caja de pañuelos dentro de su bolsa.

Le pediré a la señora Shuella que me enseñe a bordar un pañuelo. 

Si hago algo decente mientras practico, se lo regalaré a mi madre, padre y hermanos. Abrió un poco el bolso para echar un vistazo a la caja del pañuelo.

Sintió una maravillosa sensación de expectación.

—¡Señorita Leslie!

Madel gritó de repente y alargó una mano para agarrarla, pero ya era demasiado tarde. Distraída por el contenido de su bolsa, la niña se topó de frente con una persona envuelta en una capa. A juzgar por lo bajo que la capucha cubría su cara, también era probable que quien estuviera debajo no viera también su pequeño cuerpo.

Ambos se balancearon sobre sus pies, pero ninguna cayó. Pero una cesta de frutas que sostenía la figura encapotada se había caído, y las frutas cayeron fuera de la cesta y por todo el suelo.

—¿Se encuentra bien, señorita Leslie?

Madel la ayudó a estabilizarse mientras los dos caballeros se ponían delante de ella para protegerla, con las manos en las empuñaduras de sus espadas.

—¡A-ah! Lo siento.

Una voz de mujer surgió de debajo de la capa. Su voz temblaba y su cuerpo se agitaba bajo la capa de lino barato. Parecía presa del pánico, asustada por las consecuencias de chocar con un noble.

—¡Ha sido culpa mía! Lo siento muchísimo, milady.

Leslie hizo un gesto a los caballeros para que se tranquilizaran y salió. Quería calmar a la mujer porque si no lo hacía, se habría arrodillado en el suelo y suplicando perdón.

—No pasa nada. Umm… ¿estás bien?

Vant y Lesso dieron un paso atrás, quedando detrás de Leslie y volviendo a sus posiciones.

—Sí, estoy bien. Y usted, milady…

—Yo también estoy bien. No hay necesidad de disculparse.

Sonrió mientras se agachaba para tomar una manzana magullada. También ha sido culpa mía. Me distraje con el pañuelo y no miré antes de caminar, reflexionó con pesar.

Además, se sintió fatal al ver a la mujer temblar de miedo. Le resultaba demasiado familiar porque aquella era Leslie en un pasado no tan lejano.

Eli y el marqués podrían haber disfrutado esto, pero yo…

Yo desde luego no lo disfruto, y espero que la gente nunca se acobarde de mí. Concluyó, ofreciendo de nuevo la manzana a la mujer.

—Gracias, milady.

La mujer enderezó la espalda, tranquilizándose al ver la amable sonrisa de la niña. Quiso devolvérsela y se quitó la capa de la cara. Cuando su rostro quedó al descubierto, Leslie vio un destello de reconocimiento en los grandes ojos de la mujer.

—¿Señorita Leslie?

¿Me conoce? Ladeó la cabeza con curiosidad.

Debido al escandaloso juicio de los nobles, mucha gente, incluso los plebeyos, habían oído hablar de su nombre. Era el rumor más grande y popular de la capital. Pero solo unos pocos conocían también su rostro. Después de todo, las palabras no son imágenes; por suerte, sus retratos no circulaban junto con ellos. Entonces, ¿cómo me reconoció? Se preguntó.

El grupo miró a la mujer con desconfianza y, al notarlo, la mujer añadió.

—¡Soy yo, Amroa! ¿No te acuerdas de mí? Te di una hogaza… una hogaza de pan blanco.

Pan blanco. Sus ojos se abrieron con un particular recuerdo.

Desayuno, señorita Leslie. 

Se despertó en el frío y polvoriento desván como de costumbre. Pero algo era diferente aquella mañana, cuando una nueva criada subió con una bandeja llena de comida que ella no había visto nunca. Se quedó helada al ver la comida preparada. Tenía rebanadas cortadas de forma uniforme de una barra de pan blanco, un torcido de mantequilla en cubitos y tres tipos de mermelada. Era tan esponjoso y caliente, y todo se derretía en su lengua.

Su comida habitual era un pan quemado, viejo y mohoso que ni siquiera las criadas y los sirvientes comían. Tardaba toda la mañana en ablandarlo sumergiéndolo en un cuenco de agua, así que su primera comida era un poco después del almuerzo. Si no se tomaba su tiempo, era sin duda imposible comerlo.

Pero aquella mañana había sido diferente de la forma más maravillosa. El pan estaba delicioso solo. ¡Comerlo con mantequilla y mermelada! Era el recuerdo más feliz y uno de los más queridos en el Marquesado y el único recuerdo alegre que podía recordar del infierno al que la había arrojado su padre biológico.

Por desgracia, había estado demasiado concentrada en el pan y en el acto de saborear la comida que no vio en absoluto la cara de la criada. Además, fue despedida esa misma tarde, por lo que nunca llegó a ver quién era.

—Lo siento. Estaba tan emocionada por verte que levanté la voz. Está bien si no me recuerdas…

—¡No!

Agarró rápido la mano de Amroa y se aferró a ella.

—¡Me acuerdo de ti!

¡Te recuerdo! ¡Es imposible que no pueda! ¿Cómo podría olvidar a alguien que arriesgó su trabajo para mostrar bondad conmigo? 

—Te recuerdo… te recuerdo bien.

Sus palabras se convirtieron en un leve susurro, y lágrimas cayeron de sus ojos lilas.

—Recuerdo aquella vez que te despidieron por mi culpa. Lo siento.

Leslie la miró a los ojos y sonrió, con el rostro bañado en lágrimas y lleno de gratitud.

—Y gracias. Gracias por la comida… El pan estaba delicioso.

Pudo por fin expresar su gratitud a la amable mujer de su pasado.

♦ ♦ ♦

Los adultos condujeron a Leslie a un café cercano al ver llorar a la niña. Vant, Lesso y Madel pidieron dulces y bebidas calientes y los dejaron frente a Leslie y Amroa.

Lesso se situó a unos pasos de su mesa para darles un poco de intimidad mientras Madel y Vant se marchaban para informar a Konrad de un cambio de ubicación ante el repentino acontecimiento. Así que ambas pudieron conversar con libertad.

—¡No te preocupes por eso!

Amroa la miró de forma jovial y la miró.

—Pero perdiste un trabajo por mi culpa, ¿no? Y que te despidan de una Casa noble sin una carta de recomendación…

A través de sus lecciones y conversaciones con muchas personas en el Ducado, Leslie adquirió sentido común y conocimientos incluso sobre el empleo como criada o sirvienta. Ella sabía lo difícil que era calificar para trabajar en una Casa noble en primer lugar. Por eso, que la despidieran sin una razón justificada y sin una carta o recomendación le habría causado muchos problemas para encontrar un nuevo empleo como criada. Además, Ria decía que todo era culpa de Leslie, por lo que vivía con una tremenda culpa hasta ahora.

La mujer sonrió con sinceridad ante su remordimiento.

—Si te soy sincera, fue duro después de quedarme parada. Pero… creo que fue bueno que pasara.

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