El contrato de la Princesa y la Duquesa Monstruosa – Capítulo 81

Traducido por Ichigo

Editado por Lucy


El Imperio Recardius se construyó con sangre. Fueron necesarios muchos años de guerras y conflictos nacionales para establecerse hasta el nivel actual, y los tiempos de guerra significaron la pérdida o destrucción de material histórico y erudito. De ahí que se llamara la época del caos. Además, la intensa animosidad de los reinos e imperios vecinos hacía muy improbable el intercambio diplomático de conocimientos.

El caos continuó hasta nuestros días. Sin parar se producían rebeliones en las afueras del Imperio, en las zonas donde residían los ciudadanos en los reinos caídos. Konrad dudaba que esos mismos ciudadanos cambiaran alguna vez su lealtad y entregaran sus conocimientos a los historiadores y teólogos.

Leslie observó que él dirigía sus ojos dorados hacia su té antes de cambiar de tema.

—Sir Konrad, tengo una pregunta más. La magia y la divinidad suelen chocar ante su naturaleza opuesta, ¿correcto? Si es así, ¿cómo utilizan la divinidad mi madre y el hermano Ruenti cuando han nacido con magia?

Ella sabía que su madre, por ejemplo, podía usar poderes divinos. Le dijo que no podía curar la quemadura por completo sola y que no tenía un sacerdote para curar las cicatrices a tiempo. Esto solo significaba que la curación primaria debía haberla hecho ella. Konrad sonrió y le explicó con conocimiento de causa.

—Los que nacen con magia pueden usar poderes divinos para curarse hasta cierto punto. El mago Ruenti mencionó que era incómodo, como si tuviera hormigas arrastrándose por el cuerpo, pero que aun así podía hacerlo. El problema surge cuando la magia ya está lanzada sobre el sujeto. Usar poderes divinos sobre algo o alguien que ya tiene magia aplicada crearía un conflicto entre los dos poderes.

Conflicto de poderes. Leslie parpadeó, recordando lo ocurrido durante el juicio cuando la gran sacerdotisa la tocó. ¿Podría haberme lanzado magia y luego haber usado poderes divinos? ¿Podría ser por eso que me dolía tanto? Estaba bien cuando fui al templo aquella noche para que me bendijesen con un nombre. Así que si la gran sacerdotisa lo hizo y su presencia desapareció después de la prueba, eso explicaría lo sucedido. 

Mis padres dijeron que lo investigarían. 

Pero si eso era cierto, ¿habría algo que pudieran hacer contra los templos? Sus cejas se fruncieron ante tantas preguntas.

♦ ♦ ♦

La duquesa se encontraba en un dilema muy preocupante. Cuando Leslie regresó de su viaje al centro para asistir a sus clases, se acercó a ella y le pidió ir a un restaurante fuera de la capital.

No podía mirar a la pequeña niña sentada en su regazo con grandes y centelleantes ojos de cachorro. Temía asentir sin querer, derrotada por la ternura de su hija. Ya había dicho que lo consideraría, pero también que no debía tener grandes esperanzas. Pero la niña era persistente y no parecía que fuera a rendirse pronto.

—De verdad quiero ir a visitarle, por favor.

Juntó las manos delante del pecho y la miró. ¿Dónde ha aprendido a poner ojitos de cachorrito? Gimió.

—Por favor, madre. ¿Por favor?

Inclinó con inocencia la cabeza hacia un lado con una mirada suplicante en sus ojos color lila.

—Hmm.

Sintió una gran agitación en su interior. Se alegraba de ver a su hija tan adorable, pero el motivo no le gustaba nada. Jenna dejó escapar una carcajada al ver su cara de preocupación, y su marido, Sairaine, les dirigió una mirada de lo más envidiosa.

—Como he dicho, Leslie, podría ser peligroso…

El rostro de la niña decayó ante sus palabras. La Duquesa enmudeció al ver su decepción.

—¿Qué tal solo unas horas, por favor?

Volvió a intentarlo con desesperación, con lágrimas en los ojos.

—¡Seré muy rápida e iré al templo enseguida!

¿Cuándo ha pedido algo la niña y cuándo ha parecido la Duquesa tan nerviosa? Jenna tuvo que toser un par de veces para no estallar en carcajadas.

Era un cambio divertido y prometedor para su amo. Hacía mucho tiempo que no se expresaba así.

Los ojos verde oscuro de la mujer se dirigieron a Jenna, pidiéndole ayuda en silencio. La criada sacudió la cabeza y se acercó a ambas.

—Señorita Leslie.

Alargó la mano para tomar a la niña del regazo de la duquesa, pero pronto tuvo que dejarla en el suelo debido a su dolor de espalda. Se agachó para estar a su altura mientras se masajeaba.

—Señorita Leslie.

La voz tranquila de Jenna sonó en el estudio y su madre suspiró aliviada.

—La Duquesa te dejará marchar, sin duda.

La mujer aspiró aire, jadeando, sus ojos se desviaron hacia su criada alarmados, pero continuó con una sonrisa entretenida.

—Pero no puede ser de inmediato. Programará un día con las debidas medidas de seguridad y una escolta adecuada. ¿Verdad, duquesa Salvatore?

Sairaine parecía a punto de caerse al suelo, agarrándose con fuerza el torso y tapándose la boca en un intento de reprimir una carcajada. La duquesa, por su parte, comenzó a masajearse la frente, sintiendo que una migraña la inundaba.

Al final, la Duquesa suspiró derrotada y asintió con la cabeza.

—Bien. Hagamos el viaje unos días antes de los exámenes.

—¿De verdad?

Los ojos de Leslie se abrieron de alegría.

—¡Gracias, madre!

Invadida por una felicidad incontenible, Leslie volvió corriendo a saltar sobre el regazo de su madre y le besó la mejilla con un sonoro besuqueo. Los ojos verde oscuro de la duquesa se abrieron de par en par con agradable sorpresa, y una sonrisa curvó sus labios.

—¡Leslie, yo también! ¡Yo también!

Sairaine llamó a Leslie sin aliento y se arrodilló en el suelo, esperando el beso. Riendo con alegría, Leslie corrió hacia su padre y le besó también en la mejilla. Sus mejillas enrojecieron de vergüenza y sonrió. Luego, dijo un sonoro “gracias” una vez más y salió del estudio.

—Jenna.

En cuanto se cerraron las puertas, la Duquesa llamó a su ama de llaves con la mirada de alguien que ha sido traicionada. Jenna se limitó a reír con alegría.

—Para ser sincera, estoy del lado de la señorita Leslie porque me sobornaron.

—¿Sobornaron?

Jenna tomó una gran caja que tenía detrás y la abrió para mostrársela a la Duquesa y a su marido. La caja con un bonito lazo estaba llena de bombones, caramelos y una gran lata del costoso chocolate caliente.

—Regalo de la señorita Leslie para los caballeros y los trabajadores.

Jenna presumía de haber recibido un regalo mayor como ama de llaves jefa.

—Volvió del centro con grandes cajas de estos y los envolvió ella misma por la tarde.

—Yo no recibí ninguno…

Sairaine habló con voz pequeña y decepcionada y desvió la mirada hacia la caja de regalos de Jenna. Jenna, preocupada de que Sairaine pudiera robarla, cerró rápido la caja y la puso detrás de ella, ocultándola de su vista.

—La señorita Leslie había preparado algo diferente para su familia. Por favor, tengan paciencia —dijo Jenna con una sonrisa, y la cara de Sairaine se iluminó al instante.

—Entonces, Jenna, una ama de llaves sobornada por parte de mi hija, ¿sabes a quién quiere visitar Leslie? —preguntó la Duquesa malhumorada con voz sarcástica, y Jenna respondió con una sonrisa.

—Es una mujer llamada Amroa Isaac, de la costa este, quien creció en una familia con muchos hermanos, uno de los cuales tiene la misma edad que la señorita Leslie. A juzgar por sus antecedentes familiares, se apiadó de la señorita Leslie y así entró en contacto con ella. La tía de Amroa dirige un pequeño pero exitoso negocio comercial aquí en la capital. Con su carta de recomendación, fue empleada en la finca del Marqués Sperado como criada. Esto es todo lo que sé por ahora. Le ruego que me conceda más tiempo y pronto tendré más información para usted —terminó Jenna, un poco avergonzada por su falta de investigación, que reunió en apenas un par de horas desde el regreso de Leslie.

—Hmm.

La duquesa dio unos golpecitos en su escritorio, pensativa. Se preguntaba cómo había podido permitirse la mujer dejar su trabajo en la finca, pero era probable que fuera porque tenía una tía exitosa en la capital. Su puesto en la finca del marqués era prestigioso desde la perspectiva de la gente corriente. Tenía poco que perder, incluso si renunciaba o perdía su trabajo.

—Según me contó la señorita Leslie, la mujer se casó con un hombre que conoció en su siguiente trabajo en una cafetería, pero desde entonces ha enviudado. Lleva su propio restaurante cerca del templo Shinraph. No parece haber ningún contacto entre ella y el marqués.

—Ningún contacto con el marqués… —murmuró pensativa la duquesa.

Sairaine intervino cuando Jenna terminó.

—Entonces, ¿no sería seguro permitirle visitar el lugar?

La Duquesa no respondió. Solo entrecerró los ojos ante la sugerencia.

La Duquesa dudaba en tomar una decisión por un par de razones. En primer lugar, el marqués Sperado no trabajaba solo. No era más que una marioneta y nunca se debe subestimar al maestro de marionetas. En segundo lugar, el marqués era un hombre desesperado, y la desesperación a menudo significaba que actuaría de forma irracional e impredecible. Además, estaba la cuestión de la tutela. Ella y su marido tenían una agenda repleta y no podrían escoltar a Leslie salvo del día del examen.

Bethrion era un caballero imperial y, por lo tanto, estaba obligado por el honor y el deber a servir a la familia imperial. Ruenti, también, era uno de los magos sentados en el consejo mágico y, por lo tanto, no podría escoltar a Leslie.

—Aún no es tiempo de que florezcan las flores de Jacaranda. Tampoco ha habido movimiento —añadió Jenna con complicidad, esperando que esto aliviará las preocupaciones de la duquesa.

Sairaine asintió a su lado.

—Si avisamos al templo de Shinraph, podrían enviar algunos paladines de escolta. Con nuestros caballeros añadidos, estará a salvo. Si sigues preocupada, ajustaré mi horario e iré con Leslie.

La Duquesa por fin asintió, dando permiso, cuando Sairaine se ofreció.

—Haré que Hart reúna al menos diez caballeros para la escolta.

La Duquesa pensó que quizá se estaba extralimitando con los paladines de Tesentraha, pero no se sentía tranquilo con el viaje y deseaba poder ir ella en su lugar.

Suspiró derrotada, sabiendo demasiado bien que no podía permitirse estar con su hija en ese momento. Los daños de la inundación seguían siendo grandes incluso teniendo a Sairaine y Ruenti ayudando en los esfuerzos de restauración. Por lo tanto, por desgracia, su presencia era necesaria. Aún más desafortunado era que el momento coincidía a la perfección con los exámenes en el templo Shinraph.

—Whew.

Suspiró de nuevo, preguntándose quién sería el mejor candidato para escoltar a Leslie. Justo entonces, la puerta se abrió y el pequeño cuerpo de la niña apareció tras ella.

—Madre, padre.

Se acercó a ellos con una amplia sonrisa. En sus manos había dos cajas de regalo, envueltas con torpeza con cintas torcidas.

—No sabía cuándo darles esto…

Se las ofreció. La caja de la duquesa era larga y estrecha, y la de Sairaine, pequeña y cuadrada.

—Gracias, querida.

—Dios mío, qué alfiler de capa más bonito…

Sairaine rasgó de inmediato el envoltorio con tal ferocidad que la cinta voló por la habitación. Cuando abrió la caja, vio un alfiler enjoyado sobre un cojín de terciopelo. Tenía un delicado trabajo en metal de flores, cintas y un pequeño conejito de peluche en su cuerpo plateado. Era demasiado diferente de sus gustos en cuanto a adornos, pero en aquel momento era el regalo más maravilloso que había recibido nunca.

Ojalá me hubiera puesto mis capas para ir al estudio, pensó Sairaine con decepción mientras las lágrimas caían de sus ojos. Entonces, se puso el broche en la camisa.

—¡Umm, llevas tu capa muy a menudo, así que elegí esa!

Leslie se sonrojó y esbozó una gran sonrisa.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido