El contrato de la Princesa y la Duquesa Monstruosa – Capítulo 85

Traducido por Ichigo

Editado por Lucy


Leslie frunció el ceño ante la súplica de Amroa. Pero negó con la cabeza y se secó las lágrimas con las mangas. La observó con la mirada perdida.

—No, voy a vivir. Quiero vivir. Fui al Ducado no solo para sobrevivir. Ahora tengo padres y hermanos cariñosos. Quiero vivir una vida más larga con todos ellos.

Habló con claridad, mordiéndose el interior de las mejillas para no llorar, y clavó los ojos en Amroa. Tenía la mirada tranquila y decidida. Pensar en su familia la hacía valiente.

—Así que voy a vivir. Si muero, mis padres se pondrán tristes.

Entonces, se deshizo de los brazos de la mucama, que se soltó con bastante facilidad. La mujer quedó inerte, con cara de asombro, como si se hubiera dado cuenta de algo por el valor de la niña.

¡A dónde puedo ir…!

Leslie la dejó allí en el suelo y miró a todas partes en busca de una escapatoria. Pero era imposible encontrar una abertura del fuego negro siempre ardiente. Con el rabillo del ojo, vio una pequeña zona junto a una de las ventanas cubiertas. Corrió hacia allí, saltando y esquivando las llamas. Cuando llegó al lugar, intentó mover las sombras para romper las cubiertas.

Pero no funcionó. En lugar de un poderoso empujón, la sombra aterrizó con suavidad en la cubierta de madera. Se deslizó por el suelo.

Otra vez. 

Leslie intentó calmarse y concentrarse en la magia. Pero de nuevo, la sombra no hizo más que agitarse como un pez fuera del agua. Era como si la conexión entre Sombra y Leslie se hubiera cortado.

¿Por qué? 

Se miró las manos con desesperación.Entonces, una bola gigante de chispas cayó sobre su vestido.

El fuego negro parecía estar vivo y tener mente propia. Salió de su vestido como una serpiente que se desliza con velocidad para devorar a su presa. El fuego del pozo no era tan agresivo como el del restaurante. Por otra parte, se dio cuenta de que no había pequeñas manos que la empujaran fuera del alcance del fuego del pozo.

Aliméntame. 

Oyó susurros espeluznantes procedentes de las llamas. Como para demostrar su hambre, subió por su vestido, quemando y rasgando el material a su paso.

¡No! Trató de apagar el fuego, pero éste se negó a apartarse sin su presa, y aceleró para moderle la mano.

Justo antes de que cerrara los colmillos en torno a su mano, unas frías salpicaduras de agua los empaparon a ambos. No estaba segura de lo que acababa de ocurrir y se quedó allí, parpadeando con rapidez, hasta que un brusco tirón la devolvió con brusquedad a la realidad. Vio que Amroa la apartaba de la ventana.

—¿Cuándo vas a rendirte?

Leslie la empujó y le retorció el brazo en un débil intento. La mujer no respondió y arrastró a la niña que forcejaba.

—¡Déjame!

Mordió y pellizcó su mano, pero Amroa tenía un agarre de hierro. Pronto llegaron a la parte más pequeña del interior del edificio, donde despegó una alfombra con una mano. Había una puerta en el suelo. Levantó las bisagras y se volvió hacia Leslie.

—Por favor, baja. Es un almacén subterráneo de alimentos. El fuego no podrá propagarse aquí.

Hizo un gesto de urgencia con la mano y aflojó el agarre del brazo. Las lágrimas empezaron a caer de nuevo sobre su rostro sucio y cubierto de hollín.

¿Por qué? ¿Por qué intenta salvarme ahora? pensó Leslie con suspicacia.

Como si hubiera leído su mente, Amroa habló con voz temblorosa mientras se enjuagaba los ojos.

—Yo también soy madre. Quiero salvar a mi bebé. Pero…

Se tragó las lágrimas y se esforzó por continuar.

—No quiero matar al hijo de otro padre para salvar al mío.

Entonces, volvió a agarrarla y la empujó escaleras abajo. Pero Leslie se resistió.

—No puedo creerte. ¿Por qué ese repentino cambio de opinión?

Amroa la traicionó una vez para salvar a su propia hija. Entonces, ¿cómo podía estar segura de que esto no era solo otro complot para matar?

—Prométeme una cosa, señorita Leslie. ¿Podría por favor salvar a mi hija?

—¿Qué…?

¿Por qué me está diciendo esto? Estaba confusa.

—Pensé en lo que usted dijo y aprendí que esto está mal. Pero he llegado demasiado lejos para deshacer todo lo suyo. Este es el mejor camino. Pero mi hija… Mi pobre bebé… Por favor, señorita Leslie, por favor… Por favor, salve a mi hija, señorita Leslie.

Suplicó de rodillas, jadeando entre lágrimas.

El arrepentimiento llegó demasiado tarde. Sabía que todo lo que dijera no serían más que excusas, sobre todo ahora. Pero sabía que había cometido un grave error. Debí de volverme loca con todas las cartas amenazadoras de mi marido y del marqués Sperado. 

No me importa que me castiguen por esto. Pero…

¿Y mi hija? ¿Cumplirá el marqués su promesa? ¿Y mi maldito marido mantendrá a salvo a nuestra hija? ¿Y si mi bebé crece como la pobre señorita Leslie, maltratada y abandonada? 

No fue hasta la angustiada pero valiente declaración de la niña cuando se dio cuenta de lo terrible que había sido lo que había hecho.

También se dio cuenta de que solo había una forma de arreglar las cosas para Leslie. Tenía que salvarla aunque le costara la vida.

—Una vez que estés abajo, protegeré la puerta con mi cuerpo. Si me acurruco en ella, asumirán que traté de atraparte y morí en el proceso. Así que date prisa. Deprisa, señorita Leslie.

Le imploró que fuera a esconderse porque temía su débil voluntad. Temía que cambiara de opinión e intentara morir con ella tomando a la niña y saltando a las llamas. Pero no debía hacerlo y, por lo tanto, instó y la empujó escaleras abajo.

Por fortuna, Leslie accedió. Pero antes de bajar, clavó sus grandes ojos lilas llenos de lágrimas en la mujer.

—Salvaré a Leah. Te lo prometo.

—¿De verdad?

Asintió mientras sentía sus propias lágrimas caer al suelo. Pero nunca tocaron el suelo, ya que se evaporaron a un par de centímetros del suelo debido al calor chisporroteante.

—En serio.

Amroa sonrió con alegría y empujó la pequeña espalda de la niña hacia el almacén. Justo entonces, con un fuerte crujido, una parte del techo se derrumbó. Leslie se quedó paralizada con los ojos fijos en los escombros que caían, aún ardiendo, pero no llegó a sentir el dolor porque la mujer saltó para cubrir la entrada del almacén y a ella.

—¡Ack!

Unas flechas de madera negra abrasadora tocaron la espalda de Amroa, ampollándole la piel al instante. Un grito corto y doloroso sonó junto al oído de Leslie.

—Urgh.

Las lágrimas llovieron sobre el rostro de la niña.

—¡Vete! ¡Ahora!

Gritó entre dientes apretados, y Leslie obedeció como una marioneta.

Pero la puerta estaba cerrada. Aunque momentos antes había estado un poco abierta, la caída de los escombros la había atrancado.

Empezó a sentir pánico. Incluso se olvidó de lo calientes que estaban las bisagras metálicas y tiró de ellas con sus propias manos. El fuego era implacable. Como si se riera de su intento desesperado, siguió ardiendo a través del techo y llovió más leña ardiente. Estaba hambriento y necesitaba ser alimentado.

Más fuego se deslizaba también por el suelo y se acercaba cada vez más para rodear a la niña que luchaba. Apretó los dientes y tiró de la puerta con todas sus fuerzas. Justo cuando la puerta se levantó unos centímetros de su marco, un gran trozo del techo se soltó y comenzó a descender.

—Oh, mi… ¿Estás bien, mi querida hija?

Una voz suave y grave llegó desde encima de Leslie. Siguiéndola, vio a la Duquesa abriéndose paso entre los escombros.

♦ ♦ ♦

¿Es esto un sueño? Leslie parpadeó con sus grandes ojos y tendió una mano hacia su madre. La Duquesa sonrió con afecto y tomó su mano extendida.

Es real. Puedo tocarla. Pero, ¿por qué está aquí? ¿No ha ido a ocuparse del Ducado? se preguntó a través de una nublada nebulosidad que se apoderó de su mente.

—Debes haber inhalado demasiado humo.

La mujer levantó con suavidad a la niña y la estrechó contra sí. Luego, con las mangas, empezó a limpiarle la ceniza de la cara.

—Madre, esto es peligroso…

—Nada va a hacerte daño mientras yo esté cerca.

Palmeó su pequeña espalda y habló con una risita tranquilizadora, y Leslie le creyó.

Ah, cierto. Ahora estoy a salvo. 

Parpadeó despacio y apoyó la cabeza en el pecho de su madre. Los párpados le pesaban mucho, aunque seguía allí, entre el fuego negro y el edifico en ruinas. Pero se sentía segura y tranquila.

—¿Nos vamos ya?

La duquesa escuchó la respiración de la niña, que se había calmado bastante. Las llamas negras saltaron en un intento de lamer a la persona en sus brazos, pero no lo permitió y la cortó por la mitad con su espada.

Indignadas, las llamas enviaron flechas de madera ardiente desde lo alto, pero ninguna pudo tocar ni el vello de su cuerpo. La Duquesa caminaba con lentitud mientras cortaba todo lo que encontraba a su paso y abría camino como si estuviera en un bosque salvaje.

Leslie observaba todo aquello con tranquilidad en sus brazos. Era como si estuviera leyendo la historia de un libro, demasiado surrealista.

—Leslie, intenta mantenerte despierta. No debes dormir todavía.

La niña asintió. Escudriñó a su alrededor mientras intentaba mantener los ojos perezosos abiertos, tal como le había dicho su madre. Entonces, se posaron en una figura tendida en el suelo. Era Amroa, herida e inconsciente. Leslie agarró rápido la camisa de su madre.

—¡M-Madre! ¡Por favor, salva a Amroa!

—¿La mujer que te engañó y te traicionó?

La duquesa negó con la cabeza mientras miraba a los ojos de la niña.

—Si necesitas un testigo, podemos ir a capturar al marido de esa mujer. Si eso no es suficiente, capturaremos al marqués que se esconde cerca.

Leslie negó esta vez con la cabeza.

—No, no es eso. Intentó salvarme.

La duquesa entrecerró los ojos al ver y oír la desesperación de la niña.

Luego, se volvió para mirar a la mujer en el suelo, gimiendo de dolor.

—Whew…

La Duquesa suspiró un poco y volvió a enfundar la espada. Luego, apartó los escombros del camino de la mujer y la tomó por los brazos. Cargó a la persona inconsciente sobre sus hombros, se acercó a la pared más cercana y dio una fuerte patada.

La pared se derrumbó con un fuerte estruendo. Los ojos de Leslie se agrandaron de asombro. Es de madera y la ha quemado el fuego, ¡pero sigue siendo una pared de madera maciza!

Pero antes de que pudiera asombrarse y deleitarse con la demostración de tremenda fuerza de su madre, sintió que el aire frío acariciaba sus mejillas enrojecidas y que toda su energía abandonaba su cuerpo.

Debo… mantenerme despierta…

Mamá dijo que no me durmiera. Pero estoy tan cansada. Dejó que la oscuridad se apoderara de ella mientras oía las débiles voces de Madel y los caballeros.

♦ ♦ ♦

Es hoy. 

Konrad revisó su uniforme de paladín mientras consultaba el calendario. Hoy era el día en que Leslie llegaba al Templo Shinraph, según las cartas que había enviado. En ellas, escribía emocionada sobre una parada en un restaurante de camino al templo para visitar a un viejo conocido con el que se había reencontrado por casualidad.

[PD.: He acosado a mi padre y a mi padre para que visiten el restaurante de Amroa. Por favor, mantenlo en secreto. Me da un poco de vergüenza haber sido tan cabezota.]

Soltó una risita ante la confesión añadida al final de la carta; siempre era una delicia leerlas. Por eso, sabía que vendría hoy y se ofreció voluntario para acompañarla.

Ahora me siento mal. 

Se rascó la mejilla e hizo una mueca. Se sentía como si estuviera haciendo trampas. Los demás paladines conocían a una o dos Damas por compromisos entre Casas. Pero ninguno utilizaba su posición de paladín para escoltar y proteger a una Dama o un Señor en concreto.

Pero estoy haciendo esto por la señorita Leslie. 

Ella era tímida y preferiría que él fuera uno de sus escoltas. Además, pronto tendría un examen importante, así que ver una cara amiga podría aliviar su ansiedad. Sonrió con amargura y asintió, tratando de convencerse a sí mismo.

Sigo sintiéndome mal. 

Al final, pronunció una breve oración y salió del dormitorio con su capa y su espada. Se acercó a un pequeño grupo de caballeros en sus caballos o alrededor de ellos, que estaban todos listos para partir.

—Hoy escoltamos a Lady Salvatore, ¿verdad?

Preguntó uno de los paladines a Konrad con una sonrisa mientras guiaban a sus caballos por el camino.

—La conoces, ¿verdad, Altera?

—Un poco.

Respondió con una sonrisa, y la sonrisa del paladín se ensanchó.

—Oh, creo que es más que algo. Quiero decir, testificaste a su favor durante el juicio, ¿no?

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