Traducido por Maru
Editado por Freyna
Pollyanna frunció el ceño. Las profundas arrugas de su frente la hacían lucir madura y regia. Anoche, no se durmió hasta temprano en la mañana. Como tenía la costumbre de levantarse temprano, Pollyanna terminó despertando sin dormir mucho. Lo que fuera que durmió no fue suficiente. Pollyanna se sintió horrible.
Estoy tan cansada.
Se sentía fatigada física y emocionalmente. Pollyanna podía sentir que estaba envejeciendo. Envejecer no fue una experiencia divertida. Después de un gran desayuno, Pollyanna se quedó sin comprender. Su cerebro no funcionaba correctamente.
—¿No vas al castillo hoy, señora? —preguntó el mayordomo.
—Umm… ¿Por qué preguntas?
—Dado que recibió las flores como regalo, debe devolver un regalo usted misma.
—Oh, las flores…
Sí, las hermosas flores que ahora decoraban la mansión de la marquesa… Pollyanna asintió comprensiva. Lucius I le dio públicamente un regalo increíble. Si fuera solo una flor o incluso un ramo, Pollyanna podría simplemente darle las gracias, pero recibió un carro lleno de flores que fueron vistas por todos en el pueblo; un simple agradecimiento no iba a ser suficiente.
—Un regalo para el emperador… no sé cuál sería una buena elección como agradecimiento por las flores. ¿Qué debo darle?
—Un pañuelo es la opción más segura y más común.
Pollyanna gimió y se cruzó de brazos. Si bordó varios pañuelos durante su embarazo fue porque la comadrona y el médico insistieron en que era bueno para el bebé. Desafortunadamente, Pollyanna dejó estos pañuelos en Sitrin. Ella nunca pensó en traerlos con ella a Jaffa porque ¿por qué lo haría? ¿Quién hubiera pensado que los necesitaría?
¿Debería bordar otro ahora mismo? ¡Nunca!
—No puedo volver a bordar en este momento. Además, le di a su alteza un par de guantes de cuero en el pasado, y nunca lo he visto usarlos.
Pollyanna no dio más explicaciones, lo que hizo creer al mayordomo que era su mala costura lo que disgustaba al emperador. Sin embargo, esta no era la verdad; Lucius I se negó a usar estos guantes porque estaban hechos de piel de cocodrilo.
Pollyanna insistió en que no debía ir al castillo hasta que eligiera un regalo, pero el mayordomo le dijo con firmeza:
—Debe ir hoy. Lo primero que debe hacer es agradecer a su alteza; puede inventar un regalo más tarde.
Estaba claro que el mayordomo estaba del lado del emperador más que del lado de Pollyanna, pero ella tuvo que admitir que su mayordomo tenía razón. El emperador le dio un regalo increíble que haría desmayar de placer a cualquier dama. Era justo que lo visitara en persona y le agradeciera.
—¿Pero no sería mejor si primero elijo un regalo y se lo agradezco?
—Para su alteza, su visita sería el mayor regalo que puede esperar, señora.
Pollyanna no tenía idea de que su mayordomo fuera un romántico cursi. Su comentario la hizo sentir avergonzada, por lo que rápidamente regresó a su habitación. El mayordomo, que era un anciano, mantuvo la cara seria. No podía entender por qué Pollyanna encontraba tan angustioso su comentario.
♦ ♦ ♦
Pollyanna miró a Lucius I con rigidez. Antes de agradecerle el regalo, Pollyanna tenía algo más importante que decir primero.
—Su alteza… le hablé mal ayer y me gustaría disculparme.
Ayer, en el invernadero, volvió a dudar de su amor. Ella pensó que quizás lo que él sentía por ella era lujuria, no amor. Pollyanna inmediatamente se arrepintió de haber dicho tal cosa tan pronto como hizo la pregunta. Sabía que lo que le hizo al emperador era imperdonable, pero en lugar de enojarse y castigarla, Lucius I le dio una carreta llena de flores. Le dio todas las flores de su invernadero. Pollyanna sabía que los envió para mostrar su amor y perdón. Pollyanna estaba arrodillada en el suelo y mirando hacia abajo, esperando que el emperador la castigara.
—No iba a decir esto, pero… —Lucius I miró la parte superior de su cabeza y suspiró. Continuó—: Eres como Inno cuando se trata de arrodillarse. Te arrodillas todo el tiempo como él.
—¡Nunca! ¡Eso no es cierto, alteza!
—Si lo haces. Estás tan suelto de rodillas; te arrodillas con demasiada facilidad.
—¡No soy fácil!
¡No era una mujer fácil! Pollyanna protestó enfada. El único ante el que se arrodilla era el emperador, así que, ¿cómo podía él llamarla una arrodillada fácil? Pollyanna se puso de pie rápidamente, haciendo sonreír a Lucius I. La mejor manera de mejorar el estado de ánimo de Pollyanna era sacar a relucir a su némesis.
—Sir Pol, ahora que lo pienso, realmente creo que tú e Inno os parecéis.
—¡¿Cómo?! ¡¿Por qué cree que me parezco a ese idiota?!
—Piénsalo. Los dos solían luchar por mi afecto en el pasado, pero ahora ambos me han abandonado… Parece que ninguno de los dos me necesita o me quiere más… Me estás tratando como un zapato viejo no deseado…
Ahora que lo dijo en voz alta, Lucius I se sintió realmente triste. Le dio a Pollyanna una sonrisa solitaria antes de alejarse. Recordó el momento en que Pollyanna parecía no poder pasar suficiente tiempo con él.
Oh, que tiempos felices.
—En el pasado, tú e Inno solían pelear por mi atención y afecto… Pero ahora, Inno está casado y apenas me nota. Y tú, Sir Pol… Cree que lo que siento por usted no es genuino…
Cuanto más pensaba en ello, más triste se ponía. Los ojos de Lucius I se llenaron de lágrimas y Pollyanna jadeó en estado de shock. Se arrodilló de nuevo y exclamó:
—¡Lo siento, alteza! ¡Merezco ser castigada!
—Solo estaba bromeando.
—Eso no fue gracioso en absoluto, su alteza.
—Fue divertido para mí. Fue divertido bromear contigo como en los viejos tiempos.
Parecía que no importaba la edad que tuviera el emperador, su sentido del humor nunca mejoraba. Lucius I puso su mano sobre el hombro de Pollyanna y la ayudó a levantarse.
—Levántate, sir Pol. Te he hecho mal muchas veces antes y esta es la primera vez que cometes un error, así que no hay necesidad de disculparse.
—Su alteza, usted es mi amo y yo soy su sirviente. No importa lo que pase, incluso si me está cortejando, este hecho nunca cambiará.
—Eres demasiada rígida, sir Pol. Bien, de acuerdo. Me gustaría que me dieran un regalo a cambio de mis flores y como disculpa.
Lucius I siempre había sido el dador de esta relación mientras que Pollyanna fue quien siempre recibió. Después de todo, era el emperador con toda la riqueza y el poder del mundo. Lucius I le dio tanto hasta ahora, y todo lo que Pollyanna le dio a cambio fue un simple agradecimiento. Así que hoy, esperaba que el emperador dijera que todo lo que necesitaba era su agradecimiento. Pollyanna se dio cuenta de que estaba muy equivocada al respecto. Se sintió confundida.
¿Debería contratar a alguien para que vaya a buscar mis pañuelos a Sitrin?
Pollyanna le preguntó al emperador qué quería y Lucius I respondió:
—Deme todo el día.
Pollyanna asintió enfáticamente.
—Estoy dispuesta a entregarle toda mi vida, alteza.
Lucius I negó con la cabeza, diciéndole que no era eso lo que quería decir.
—Pasa una noche conmigo.
Todo lo que Pollyanna pudo hacer fue asentir…