El Perezoso maestro espadachín – Capítulo 22: Viaje a la capital (3)

Traducido por Kiara

Editado por Ayanami


—Tranquilos, tranquilos…

Con las espadas ya desenvainadas… Sera no podia agarrar las riendas y controlar a los caballos con los talones.

Aunque hubo cierta confusión inicial entre los caballos debido a la repentina parada, su capacidad para calmarse después de las palabras de Sera mostró cuán bien entrenados estaban.

Es tosco, pero la trampa la hizo alguien con inteligencia. A solo unos centímetros de los cascos había una cuerda tensa. Estaba atada a los árboles cercanos y, como si estuviera destinado a usarse de noche, estaba pintada de negro.

Afortunadamente, Sera logró sentir el peligro de antemano y detuvo hábilmente el carruaje, de lo contrario, podría haber provocado un gran accidente en el que terminarán volcados.

—Qué bastardos…

Ian se puso de pie con sus malas palabras.

—Señor Ian. Cuide el carruaje.

Después de calmar a los caballos, Sera se puso de pie y le pidió que supervisara la protección de Riley e Iris. El carruaje se detuvo en medio del bosque.

Aunque había un camino que permite el paso de carruajes y hombres, a los lados había arbustos y árboles, cuyas hojas ondeaban con el frío viento de la noche.

—¿Esta es la única trampa?

Sera miró a su alrededor. Comenzó a olfatear con la nariz, porque sus ojos no podían ver lejos en la oscuridad. No fue hecha por humanos. Es débil, pero huele a bestia.

Cuando Sera comenzó a reducir a los posibles candidatos, miró la cuerda tensa que bloqueaba el camino.

¿Debo cortar la cuerda y continuar?

La cuerda estaba simplemente pintada y no parecía demasiado difícil de cortar, podía romperla fácilmente en dos, incluso sin el uso de maná.

Debo darme prisa antes de que lleguen los cazadores.

Por el momento no había rastro de los culpables.

La decisión fue rápida. Fue justo cuando Sera estaba a punto de bajar del asiento del conductor para cortar la cuerda que, desde la oscuridad, se escuchó una risita extraña, y dagas cubiertas con un líquido verde volaron hacia ella desde su punto ciego.

—¡¿Detrás?! —Sera retiró su espada rápidamente y giró su cuerpo.

El rostro de Sera estaba lleno de frustración, dándose cuenta de que llegaba un poco tarde.

—Es molesto luchar con un golpe de…

—¡¡Coca-Cola!!

Una taza de té voló hacia Sera, y la daga que volaba en dirección a la espalda de Sera rebotó.

¿Qué?

Como si estuviera teniendo un sueño extraño, Riley se despertó con un grito y tiró la taza de té de la mano de Iris.

—¿Ri… Riley? ¿Qué sucede?

—Ah.

Iris no pudo ver la daga antes y miró a su hijo con sorpresa.

—Bueno… acabo de tener un sueño extraño.

—Uf, me sorprendiste.

Desde el interior del carruaje. Ian, que miraba sin comprender la espalda de Sera, parpadeó repetidamente.

¿Fue una coincidencia? ¿En un momento tan perfecto? ¿En un ángulo tan perfecto?

¿Qué Riley golpeara la taza de té mientras dormía y, a su vez, golpeara la daga en el aire?

¿Coincidencia? ¿Fue una coincidencia?

Aunque la daga vino por detrás, Sera, quien logró evitarla con un milagro, miró hacia el carruaje y asintió con la cabeza.

Ella planeaba ir al lugar desde donde se lanzó la daga originalmente.

—¿Qué…? ¿Estamos parados? ¿Por qué nos detuvimos?

Sera bajó del asiento y Riley, que acababa de despertar, miró a su alrededor confundido y le preguntó a Ian.

—La verdad es…

Antes de que Ian pudiera explicar, hubo un chillido que siguió al grito de batalla de Sera.

La voz rasposa no parecía humana y sonaba más como la de un monstruo.

—¿Qué es ese ruido?

Riley estaba tranquilizando a su madre, que estaba preocupada, y miró por la ventana para ver lo que estaba pasando. Cuando sus ojos se adaptaron a la oscuridad, Riley pudo ver a Sera, quien estaba luchando contra unos enanos de piel verde.

—¿Son…?

—Goblins —respondió Ian.

Duendes. Riley recordó haberlos visto en su libro. De baja estatura, ojos color ámbar y dientes afilados como los de un tiburón, eran monstruos que tenían la inteligencia de un niño de 10 años.

—Goblins… —Riley entrecerró los ojos —Así que también hay monstruos aquí.

Para que realmente existan, y no solo en los libros, le recordó a su pasado.

Después de ver su apariencia y sus movimientos, Riley los encontró bastante similares a los demonios menores que cazaba en su vida anterior.

—Parece que los goblins hicieron una trampa con una cuerda y esperaron a que pasara un carruaje. Y caímos directamente en ella. Afortunadamente Sera lo notó y salvó el carruaje, por lo que ahora estamos en combate.

Mientras Riley miraba a Sera pelear, Ian brindó una breve explicación de la situación actual.

—¿Estará bien… sola?

—Con su habilidad, unas pocas decenas de goblins no son nada. Podría luchar contra la misma cantidad de orcos. Sería diferente si fueran ogros.

—¿Orco? ¿Ogro?

—Bueno, no es muy importante en este momento.

Incluso si Sera hubiera sido golpeada por la daga de antes, no habría sido un problema para ella. Incluso si había veneno en la daga, era uno crudo hecho por goblins.

En el nivel de control de maná de Sera, habría podido luchar mientras suprimía el efecto del veneno usando su maná. Habría sido una molestia menor, pero no un problema.

—Existe la posibilidad de que algunos vengan por detrás y amenacen al Joven Maestro o a Lady Iris. Así que debo mantener mi posición aquí. Crea en Sera. Además, el joven maestro todavía…

Ian detuvo sus palabras. No sabía qué palabras debía agregar.

¿Podía volverse fuerte?

Esas palabras volaron en su mente, pero Ian negó con la cabeza de inmediato.

No quería decir ninguna palabra que pudiera decepcionar a Riley, él aún recordaba la vez que Riley golpeó al muñeco.

—De todos modos, nuestro trabajo es esperar a Sera. Puede tomar veinte… no, unos treinta minutos. Tienden a volverse más salvajes cuando hay luna llena.

Durante la luna llena, los monstruos se vuelven un poco más fuertes. Riley recordó haber leído sobre eso en un libro, pero no podía decir “lo sé”.

Porque estaba viendo la forma en que Sera peleaba. Con una mirada incómoda en sus ojos.

—¿Riley? —Iris llamó con cuidado el nombre de su hijo, pero él no respondió.

—Lento… —El rostro de Riley estaba cambiando de incómodo a agonizante.

¿Quizás, debido a los recuerdos de su pasado? Ver a Sera pelear se sintió como si estuviera empujando papas crudas por su garganta.

¿Está teniendo cuidado debido a la oscuridad? ¿Por qué es tan lenta?

Sera se estaba tomando un tiempo para matar a los goblins.

—Uuh, lento… es demasiado lento.

Ahora no es el momento de quedarse atascado aquí.

En un lugar no muy lejano está la bebida que tanto ansía, la llamada cerveza de azúcar negra. Justo cuando estaba a punto de tenerla… estaba varado en este lugar.

—Terminaría mucho más rápido si Ian se uniera.

Riley puso los ojos en blanco y miró a Ian. Ian también estaba viendo a Sera pelear con una cara seria. Por la razón que mencionó antes, se quedó atrás para proteger a Riley e Iris.

El Riley que Ian conocía no tenía ningún conocimiento sobre espadas.

—Pero si le dijera que se uniera, las cosas se complicarían.

En una situación en la que estaba desesperado por algunas bebidas gaseosas, ver a Sera pelear era…

Maldita sea… Tal vez, deberían haber traído más guardaespaldas.

Riley frunció el ceño, ya que solo trajo a Ian y Sera para evitar molestias tanto como fuera posible.

—¿Debería terminarlo?

Aunque Riley estuvo tentado a moverse solo, había algo que lo retenía. Es el secreto al que se había aferrado hasta ahora.

Si es madre, no importa. Incluso si él muestra sus habilidades, como ella no tiene conocimientos sobre espadas, simplemente le sonreiría con orgullo a su hijo.

El resultado no cambiaría incluso si supiera del manejo de la espada.

El problema eran Ian y Sera quienes, si es ahora…

Riley cerró los ojos.

Ian y Sera.

Las dos personas que lo habían cuidado durante tanto tiempo. Algunas de las únicas personas en las que podía confiar. También lo habían ayudado desde su nacimiento.

Cuando no había ojos de la mansión… ¿Quizás, mostrar alguna habilidad no sería algo malo?

Riley pensó como tal y se puso de pie, incapaz de contener su frustración.

—Uh, Ian.

—¿Sí?

—Vamos a echar un vistazo.

—¿Riley?

—Es bueno descansar, pero ¿en cuántas ocasiones podremos ver algo como esto?

Había decidido echar una mano si la situación se salía de control.

Ocultando tales intenciones, Riley agarró la mano de su madre y bajó del carruaje, con Ian siguiéndoles apresuradamente detrás.

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