El Perezoso maestro espadachín – Capítulo 24: Llegada a Solia (1)

Traducido por Kiara

Editado por Ayanami


—¿Mi señora, usted lo sabía?

Ian le preguntó a Iris, quién estaba en el asiento frente a él en el carruaje que comenzó a moverse una vez más.

Quizás, fue porque estaba cansado debido a la exterminación de los goblins, pero Riley estaba durmiendo mientras usaba el regazo de su madre como almohada, como antes.

—¿Qué cosa, Ian? —Iris inclinó la cabeza preguntando a qué se refería Ian.

—Sobre el joven maestro. —Como si todavía no pudiera creer lo que había visto, el rostro de Ian era complicado.

Además, Riley dormía tranquilamente después de esa increíble demostración de habilidad.

Estaba tan sorprendido que ni siquiera sintió ganas de despertarlo y preguntar.

—No lo sabía…

Como no sabía nada sobre el manejo de la espada, Iris no entendía lo que estaba preguntando Ian, así que continuó hablando después de parpadear un par de veces.

—¿Cómo debería responder? No sé nada sobre el manejo de la espada.

Aunque entró en la Casa Iphelleta, famosa por su habilidad con la espada como concubina, nunca antes había empuñado un arma debido a sus incesantes intentos de curar su enfermedad.

Por lo tanto, Iris no sabía cuán grande era la habilidad que mostró su hijo hace un momento, pero ella sabía que era asombroso.

Y sintió alivio por el hecho de que su hijo estaba a salvo e ileso.

—También sentí a mi corazón oprimirse cuando Riley cargó contra los goblins, ¿sabes?

Al ver cómo luchaba Riley antes, había apretado los puños con tanta fuerza que las marcas de sus uñas eran tan claras como el día en sus palmas.

—Comprendo, milady.

Iris miró hacia abajo después de que Ian respondió sin comprender. Miraba a Riley, que dormía en su regazo.

—Mi Señora, sobre esto…

—Mantenlo en secreto.

Estaba a punto de indagar más al respecto, cuando Iris dijo eso, Ian se estremeció.

—¿Eh?

—Mantenlo en secreto, no se lo digas a nadie en la mansión. Ni siquiera al Conde.

—¿Por qué?

Sera, que conducía el carruaje desde el asiento del conductor, miró hacia adentro. No era una reacción exagerada para Ian mostrarse tan desconcertado.

Ella también sentía lo mismo, pero ella no pregunto, porque antes ya le habían dicho lo mismo.

—Porque es el deseo de Riley.

—¡Mi señora!

—Silencio.

Frente a Ian, cuya voz se estaba elevando, Iris se llevó el dedo índice a los labios, indicando que guardará silencio. Esa acción no solo implicó la preocupación de que Riley se despertara.

—Por favor, Ian.

¿Cómo pueden ser tan similares madre e hijo? —Sera resopló mientras miraba hacia la carretera por la acción de Iris.

Fue porque Riley había hecho el mismo gesto la última vez.

♦ ♦ ♦

La capital, Solia. El clima aquí era soleado y el ambiente tampoco era malo.

Sera le sonrió a la pareja de madre e hijo que, después de dejar el carruaje en el que viajaron desde la casa de Iphelleta en la cochera, esperaban con ansias conocer la capital.

—¡Ahora! ¡Bienvenidos a Solia!

—Parece que estás emocionada.

—Por supuesto, ha pasado mucho tiempo desde que estuve en casa.

Actualmente, las “tres personas”, incluido Riley, estaban de pie en Solia Right. Un lugar que Sera conocía bien.

—De todos modos, siento un poco de pena por Ian. Me siento mal por haberlo enviado al Castillo Solia por su cuenta.

Había comenzado con cuatro personas, pero solo quedaban tres. Solo Ian no podía ser visto en su grupo. La razón era porque necesitaban conseguir las entradas para el torneo de esgrima de la capital.

—No, mi señora. La mejor opción era enviar al señor Ian.

Sera puso los ojos en blanco, murmurando ante la preocupación de Iris. Riley asintió, como diciendo que estaba de acuerdo.

Si el que salió a buscar los boletos no fuera Ian sino Sera, sería aterrador.

Definitivamente diría Joven Maestro esto, Joven Maestro aquello y seguiría a Riley todo el día haciendo un escándalo mientras trataba de hablar sobre lo que había sucedido la noche anterior.

—Entonces, ¿a dónde deberíamos ir primero?

—Obviamente…

Una gota de sudor rodó por la mejilla de Riley, sentía que su garganta estaba ardiendo cuando el carruaje entró en Solia.

El primer destino ya estaba decidido.

—Coc… no, ¡cerveza de azúcar negra! ¡Tenemos que ir a beber eso!

Como si supiera que iba a decir eso, Sera sonrió y comenzó a caminar.

—Hay un café cerca de aquí que solía visitar con frecuencia. Todavía debería estar vendiendo lo que el Joven Maestro quiere, así que vayamos allí primero, así evitamos la luz del sol.

Aunque el cielo no tenía nubes y era un día fresco, hacía demasiado calor para caminar afuera. Sera, que sostenía una sombrilla para cubrir a Iris, miró a su alrededor.

Esto porque tenía que estar preparada para amenazas desconocidas ya que Ian se había ido, y ella estaba escoltando a las dos personas sola.

—¿Cómo es Sera? ¿Ha cambiado mucho desde antes?

—No parece haber grandes diferencias. Si hubo algo que cambió, ¿no serían los carteles que anuncian el próximo torneo de esgrima?

El torneo de esgrima de la capital. Un festival en el que no solo los nobles, sino también los plebeyos muestran un gran interés. Esto se debía a que los nobles de todos los diferentes territorios se reúnen en un solo lugar. Para los nobles era el lugar perfecto para entablar amistad, y para los plebeyos es un evento que les permite ver a los futuros líderes de su territorio.

—Ahora que miro a mi alrededor, están en todas partes.

—Bueno, parece que el Joven Maestro no tiene ningún interés en eso.

Riley, que caminaba con ambas manos metidas en los bolsillos, se volvió hacia Sera y comenzó a molestarla sobre cuándo iban a llegar.

—Solo falta un poco más. Ahí, ¿ve ese techo naranja?

Al ver vasos de vidrio llenos de un líquido negro en medio de las personas que estaban reunidas bajo el techo que señaló Sera, los ojos de Riley se abrieron como platos.

—¡Oh!

Ante la expresión de Riley, las dos mujeres se rieron.

—Tiene los mismos pensamientos que Riley, ¿verdad? Sobre el torneo de esgrima —le pregunto Sera a Iris.

—Sí, pienso igual, realmente no…

Iris tampoco quería obligar a Riley a participar en el torneo si él no quería. Porque si lo obliga a participar, estaría rompiendo la promesa que le había hecho cuando decidieron venir a Solia como espectadores.

—Haah, sería bueno si pudiéramos verlo y regresar sin ningún problema, pero aún está el señor Ian.

Si accidentalmente empieza hablar sobre el tema con Riley, este se escondería y, al final, ni siquiera terminarían siendo espectadores, más bien, estarían dando vueltas en su búsqueda.

—¡Conmoción! ¡El tercer joven maestro de la familia de esgrima, la Casa Iphelleta se escapa de casa! Buscando un niño callejero. Cabello negro, rostro relajado…

Ese tipo de carteles se colgarían en toda Solia.

—Eso, posiblemente, no sucedería, ¿verdad? —Iris se rio ante las ocurrencias de Sera.

Riley, que llegó primero, ya estaba pidiendo una cerveza de azúcar negra al empleado, se dio la vuelta y levantó un signo de interrogación, como si preguntara si lo llamaban.

♦ ♦ ♦

—Con que esto, realmente existe aquí.

Después de que obtuvo la cerveza de azúcar negra que aún tenía burbujas flotando en la superficie, Riley, que seguía murmurando la palabra “Coca-Cola” antes de beberla, tenía los ojos llorosos y, tan pronto como bebió un sorbo, no pudo decir que fuera el mismo sabor que él recordaba, pero, aun así, pudo saciar la sed que había tenido durante tanto tiempo.

Los clientes cerca de Riley lo miraron con curiosidad, como si preguntaran si estaba tan sabroso.

—Madre, ¿puedo beber una taza más?

—Adelante.

Riley, que ya había vaciado una taza, le preguntó a Iris y se dirigió al mesero de inmediato. Mientras levantaba la mano, el discreto empleado sacó una taza más de cerveza de azúcar negra.

Como diciendo que incluso el rocío de la taza era encantador, Riley, que estaba mirando la bebida recién traída, como si estuviera en trance, la bebió.

Al terminar, emitió un gemido de satisfacción.

—Joven Maestro, suenas como un hombre adulto.

—¿Qué puedo hacer cuando me pica la garganta? —Aunque afirmó que le dolía, los labios de Riley se elevaron en una sonrisa.

Sera, que estaba sonriendo ante la apariencia de su Joven Maestro, que parecía más feliz que nunca, entrecerró los ojos cuando vio a algunas personas sospechosas que estaban en sus alrededores…

—¿Qué estás haciendo? Te digo que no ¡no lo hagas!

—¿A quién crees que le estás mintiendo, perra?

Había una pandilla de hombres adultos y una niña. No parecía que fueran a mostrar hostilidad hacia ellos, pero lo que Sera vio era una escena en la que un grupo de hombres, que parecían bastante atemorizantes, se llevaba a una chica que parecía tener unos dieciséis años por la muñeca.

—No, esto… ¡Oye! ¡Que alguien me ayude!

La niña que fue atrapada por los hombres comenzó a gritar pidiendo ayuda, con una expresión de ingenuidad.

—No se molesten. Esta perra fue atrapada mientras intentaba robar nuestras billeteras.

—¡Nunca hice tal cosa!

Mientras la niña gritaba y la gente los miraba, los hombres agitaban las manos con desdén, como diciéndoles que dejaran de prestar atención. En contraste con las sinceras súplicas de ayuda de la niña, los rostros de los hombres contenían trozos de malicia.

Esos bastardos…

Inmediatamente, averiguando la situación… Como Sera estaba a punto de explotar de su asiento porque no podía soportar más la desvergüenza descarada, Riley le dio un consejo.

—Sera, no te molestes.

Los hombros de Sera se estremecieron incluso antes de que pudiera levantarse del asiento. Iris inclinó la cabeza porque tampoco podía entender por qué Riley detuvo a Sera.

—Es todo un acto.

—¿Eh?

Riley se dio la vuelta y llamó al mesero.

—¡Señorita!… —Oh, eso no.

Riley, quien accidentalmente llamó al empleado como lo hizo en su vida anterior, rápidamente cambió sus palabras.

—Señora. ¿Hay pajitas aquí, verdad? Por favor, dame una pajita.

—Sí

Aunque prefería tomar la cerveza directamente del vaso, también le gustaba usar una pajita y chuparla, cuando la pidió, apoyó la espalda en el respaldo de la silla, volviendo a observar la escena.

—Joven Maestro, ¿qué quieres decir con un acto?

Sera, que estaba mirando de nuevo de cerca la situación que aún se estaba intensificando, preguntó en voz baja. Para ella no parecía un acto.

—Sus ojos han estado en todo momento en tu espada Sera. Bueno, no sé qué están planeando, pero… Ah, gracias.

Riley, quien recibió la pajita del empleado y la colocó entre el hielo en la cerveza de azúcar negra, comenzó a chupar la bebida y miró a los hombres y a la niña en la conmoción.

—¡Ven acá!

—¡Déjame ir!

Sentía que, si los dejaran solos, los hombres acabarían con la vida de la niña.

—Si esa chica sólo iba a pedir ayuda, porque esos hombres le van a hacer algo… Sus ojos y sus cabezas deberían haber estado dando vueltas en distintas direcciones, pero… —Riley tragó algunos bocados del líquido y continuó —sus ojos, permanecen fijos en la espada de Sera. ¿Qué podría significar eso?

Riley hizo una mueca que decía que se sentía vivo después de vaciar la taza de todo su contenido a través de la pajita y sacudir el hielo.

—No nos enredemos en asuntos tan molestos.

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