Emperatriz Abandonada – Capítulo 11: Entre la amistad y el amor (1)

Traducido por Lugiia

Editado por YukiroSaori


Primer día del año 962, el año en que cumplí catorce años.

El Imperio aún se estaba recuperando de la gran hambruna de hace dos años. Como gesto de respeto, el emperador había decretado que la celebración del Año Nuevo se cancelara como la del año anterior.

Sin embargo, a pesar de su suspensión, el palacio central estaba repleto de nobles que habían venido a ofrecer sus felicitaciones para Año Nuevo. Además de las tres casas ducales y los ocho marqueses, se encontraban más de la mitad de las familias de condes esperando su turno para presentar sus respetos al emperador.

—Adelante, Keirean, señorita Aristia.

—Ha pasado mucho tiempo, Ruth. Un placer verla, duquesa —comentó mi padre.

Al entrar en la sala de espera, el duque Verita nos dio la bienvenida a mi padre y a mí. Como la gente estaba dividida en dos grupos, él estaba de pie en el centro de uno de ellos. La familia del duque Rass debía de haber entrado ya a la sala del trono, mientras que la duquesa y Allendis estaban junto al duque Verita, así como alguien que parecía ser el hermano mayor de Allendis.

Incliné la cabeza hacia el duque y le saludé antes de dirigirme a la duquesa y decir:

—¿Cómo se encuentra, duquesa? Gracias por invitarme la última vez. Fue un momento gratificante.

—Oh, qué alivio, señorita Aristia. Puede visitarme cuando quiera, pero ¿conoce a mi hijo mayor?

—No, hoy es la primera vez que le veo. Es un placer conocerle. Soy la única hija del marqués Monique, Aristia La Monique.

—Así que por fin puedo conocerla, señorita Aristia. Soy el hijo mayor del duque Verita, Alexis De Verita.

El joven Alexis se parecía mucho a Allendis, pero ambos daban una impresión diferente. Aunque había heredado el cabello verde oscuro de su padre y los ojos marrón chocolate de su madre, su piel era tan clara como la de Allendis. Este año tenía veinte años, pero parecía más joven y con un rostro más pálido que la mayoría. Los rumores de que era frágil debían ser ciertos.

—Siempre he querido conocerle. Estoy encantado, señorita Aristia.

—¿Disculpe? Ah, yo también estoy encantada, joven Alexis.

—Como usted fue la dama que amansó a Allendis, tenía mucha curiosidad por saber qué clase de persona era.

—¿Disculpe?

—Alexis.

Allendis sonrió suavemente y se dirigió a su hermano mayor. El joven Alexis, quien parecía sorprendido por ello, sonrió. Cuando estaba a punto de decir algo más, el funcionario que había entrado en la sala de espera llamó al siguiente orden de recepción. Según la jerarquía del Imperio, era el turno del segundo en el poder: la casa Verita.

—Entonces, le veré la próxima vez, Keirean. Saldré primero.

—Muy bien, Ruth. Le veré la próxima vez, duquesa.

Cuando la familia Verita se fue, mi padre y yo nos quedamos en el centro del grupo. Las personas que nos rodeaban eran todas de la misma facción, por lo que no se podían pasar por alto, más aún cuando este lugar estaba lleno de familias con rango de conde y superior.

Sin embargo, a diferencia del pasado, ahora no participaba activamente en la sociedad, por lo que no conocía a nadie aquí. Por supuesto, podía recordar sus nombres y su aspecto a partir de mis recuerdos, pero como no me había familiarizado con ellos en esta vida, no podía unirme mientras intercambiaban saludos. Los nobles consideraban de mala etiqueta hablar primero con alguien si no se le conocía en absoluto, y se consideraba vergonzoso que alguien de una posición superior hablara primero con alguien de una posición inferior. Era costumbre que alguien de posición inferior se acercara y saludara primero a alguien de posición superior.

En ese momento, una dama con el cabello castaño claro, elegantemente recogido, se acercó e inclinó la cabeza para saludarme. Era la señorita Ilyia.

—Hola, señorita Aristia. Creo que es la primera vez que la veo desde la fiesta del jardín.

—Hola, señorita Ilyia. ¿Ha estado bien?

—Sí, lo he estado. Gracias por preguntar.

Después de responder con calma, la señorita Ilyia eligió a los cuatro herederos de familias de marqueses y a algunos hijos de familias de condes, que eran influyentes y de la misma facción que nosotros, y me los presentó. Entre ellos se encontraban también la señorita Kirina y el joven Daniel de la fiesta del jardín.

Mientras conversaba con ellos, el funcionario llamó al siguiente en turno. Era el turno de nuestra familia, ya que éramos los terceros en la jerarquía del Imperio.

Estaba a punto de salir de la sala de espera con mi padre cuando, de repente, sentí unos ojos sobre mí. Pertenecían nada menos que a un anciano de cabello blanco y a un hombre de mediana edad de cabello morado. Nos miraban a mi padre y a mí de forma amenazante.

—¿Qué pasa, Tia? —preguntó mi padre. Siguiendo mi mirada, añadió con una voz llena de desagrado, muy diferente a la suya habitual—: Ignóralos. Vámonos.

De hecho, su voz contenía un toque de ferocidad.

Abrí los ojos y miré a mi padre. Aunque la relación entre nuestra familia, la fuerza central de la facción del emperador, y la casa Zena, que era la cabeza de la facción de los nobles, no era buena, no sabía que mi padre pudiera mostrar tal disgusto.

—Adelante, marqués, señorita Aristia.

—Saludos, Su Majestad, el Sol Único del Imperio.

—Yo, Aristia La Monique, saludo a Su Majestad, el Sol Único del Imperio.

Tal vez estaba de buen humor por ser Año Nuevo, ya que el emperador nos saludó a mi padre y a mí con un rostro jovial.

—No hay necesidad de tales formalidades con los saludos de Año Nuevo entre nosotros. Vamos a conversar.

—Su Majestad…

—Esto es una orden. Por favor, comprenda. Aunque puede irse después de esto, tengo que recibir a la gente todo el día.

—Como desee, Su Majestad.

El emperador se rio ante la respuesta de mi padre y me habló:

—Ha pasado mucho tiempo, señorita Aristia. ¿Cómo le va en el trabajo de escudera?

—No soy más que una molestia, ya que aún tengo mucho que aprender, Su Majestad.

—Acabo de escuchar muchos cumplidos sobre usted por parte del duque Rass. También es de mala educación ser demasiado humilde.

—Estoy muy agradecida, Su Majestad.

—Como se esperaba del marqués. Por muy inteligente que sea la señorita Aristia, solo lleva unos meses aprendiendo esto. No obstante, viendo cómo ha sido alabada incluso por el meticuloso duque, parece que la has educado bien. Sorprendente.

—Me siento halagado, Su Majestad.

El emperador habló con mi padre sobre varios asuntos durante un momento; no obstante, como si de repente recordara algo, se dirigió hacia mí y dijo:

—Por cierto, hace poco escuché un rumor interesante. Algo sobre la señorita Aristia y el joven Carsein siendo amantes.

Me estremecí ante las inesperadas palabras del emperador. Había dejado pasar las cosas sin pensar demasiado. Los resultados de la investigación solo lo habían considerado un chisme que la mayoría de nuestra facción no creía, pero nunca habría imaginado que el propio emperador llegaría a enterarse de ello.

—Fue muy interesante. Decían que ambos se habían fugado a las provincias, y que Ruve no lo había soportado y había utilizado la inspección de las fronteras como excusa para visitar la finca Monique.

—Le pido disculpas, Majestad. He sido imprudente y he manchado el nombre de la familia imperial…

El emperador detuvo a mi padre, quien se había apresurado a disculparse, y habló:

—Ah, no me malinterprete. No le estaba culpando a usted ni a su hija. Estaba al tanto del asunto. Solo me preguntaba qué clase de persona difundiría semejantes tonterías.

—Me disculpo, Su Majestad.

—Bueno, es bastante obvio. Desde que su hija entró en el escuadrón de caballeros, probablemente pensaron que las cosas eran extrañas y difundieron tal rumor para poner a prueba la relación entre la familia imperial y la familia Monique. —Después de chasquear la lengua, continuó—: Señorita Aristia, ya que es usted inteligente, creo que entenderá lo que estoy diciendo. Entonces, ¿cuál cree que es la razón por la que le permití entrar en el escuadrón de caballeros?

—No estoy segura, Su Majestad.

Yo también me había preguntado sobre ese asunto. Solo pensé que tal vez mi padre tuviera algo que ver.

El emperador observó mi rostro y sonrió mientras decía:

—Es debido a que tengo una deuda con su padre. Sin embargo, esto no significa que me haya rendido. Aunque lamento decir esto, sigo pensando que usted es la emperatriz más ideal.

Agarré con más fuerza mi falda e intenté no mostrar mi ansiedad, limitándome a bajar la mirada sin decir nada.

—Aunque me preocupaba que usted pudiera chocar con Ruve hace unos años, parece que el paso del tiempo ha hecho un cambio en él. Lo siento, marqués. Ese cambio en mi hijo hace que sea aún más reacio a dejar ir a su hija. Por favor, perdóneme por ser egoísta. —El emperador guardó silencio por un momento antes de suspirar suavemente y añadir—: ¿Puedo hacerle una petición, señorita Aristia?

—Por favor, adelante.

—Si se convierte en la heredera de la familia Monique dentro de dos años, como tanto desea, ¿podría al menos convertirse en amiga de mi hijo, quien siempre está solo, al igual que su padre hizo conmigo?

Sorprendida por sus inesperadas palabras, levanté involuntariamente la mirada hacia él. Sus ojos azules, que estaban perdidos en sus pensamientos, estaban llenos de amor por el príncipe heredero, algo que me parecía aún más sorprendente. Se rumoreaba que el emperador siempre había estado disgustado con su hijo por ser más deficiente que él, pero ¿quién iba a saber que realmente lo apreciaba tanto?

—Lo haré.

—Gracias. Entonces, como es hora de que reciba al siguiente en turno, terminemos esto aquí por hoy. Hmm, como estaba hablando con su hija, no pude hablar mucho con usted. Lo siento, marqués. Venga a visitarme la próxima vez que entre en el palacio. Podemos continuar nuestra charla de la última vez.

—Lo haré, Su Majestad. Entonces, nos retiraremos.

El funcionario nos condujo a la salida y vi que el anciano y el hombre de mediana edad con el cabello morado se acercaban lentamente y se detenían frente a nosotros. El anciano, el duque Zena, abrió sus ojos con arrogancia y habló:

—Ha pasado mucho tiempo, marqués Monique.

—Ha pasado mucho tiempo, duque Zena.

—¿No está siendo un poco grosero? Usted es un marqués y yo un duque.

—Usted es un duque que tiene un estatus inferior al de un marqués. Si yo fuera usted, me sentiría avergonzado, pero supongo que, aun así, está bastante orgulloso de ser un duque.

—¿Qué ha dicho…? —Tal vez se había dado cuenta de su entorno, ya que el duque Zena se detuvo y bajó la voz—. Veo que esta es su hija.

—Sí.

—Últimamente, los rumores han sido abundantes. Como es lógico, la manzana nunca cae lejos del árbol. Es probable que tenga sangre vulgar mezclada.

—¿Ha terminado de hablar, duque Zena?

Una energía fría e intensa escapó de repente de mi padre. Mi cuerpo se congeló involuntariamente. Me estremecí por completo ante su afilada conducta que parecía atravesar mi corazón.

—Le pregunté si había terminado, duque Zena.

—No es como si hubiera dicho algo malo.

Mi padre apretó los dientes y dio un paso más hacia el duque. En ese momento, el funcionario que había estado a cierta distancia llamó al duque Zena con nerviosismo. Parecía que su enfrentamiento había retrasado la espera, ya que era el siguiente en entrar.

El duque Zena resopló y pasó por delante de mi padre. Me quedé pensativa mientras le veía marcharse.

Sangre vulgar. ¿Qué quiso decir con eso?

Aunque no sabía por qué, sin duda había algo oculto, viendo lo enfadado que estaba mi padre.

—Tia, vámonos —dijo después de unos momentos.

Mi padre miró amenazadoramente la dirección en la que se había ido el duque Zena. Aunque su rostro seguía rígido, parecía un poco mejor, así que hablé después de dudar un poco:

—Papá.

—¿Hmm? ¿Qué pasa?

—Sobre lo que dijo antes el duque Zena…

—Eso es una tontería. No le hagas caso.

—Está bien…

Cerré los labios en silencio ante la brusquedad con la que me cortó. Sin embargo, las palabras del duque Zena habían sembrado una semilla de duda en mí. Definitivamente, se había referido a mí cuando mencionó la sangre vulgar.

Por muy hostil que fuera su relación, era imposible que llamara vulgar a la sangre Monique, ya que habíamos sido una de las familias fundadoras del Imperio. En ese caso, era obvio que se refería a mi madre.

Estaba confundida. En el pasado, rara vez había entrado en la sociedad, por lo que no había oído nada sobre mi linaje. Si mi madre era de nacimiento vulgar, entonces debería haber surgido un rumor al menos una vez.

¿Estaba mintiendo el duque Zena?

Sin embargo, su actitud era demasiado segura para eso, y la forma en que mi padre se había enfadado también pesaba en mi corazón. Si sus palabras eran mentiras, no había razón para que mi padre se enfadara tanto.

En ese caso, sea cual sea la verdad, sabía que tenía que investigar a mi madre.

Y para ello, debía preguntar al respecto a esa persona.

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