Emperatriz Abandonada – Capítulo 11: Entre la amistad y el amor (3)

Traducido por Lugiia

Editado por YukiroSaori


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De alguna manera, me sentía triste desde que me desperté por la mañana.

En un día así, sería mejor para mí estar en un lugar bullicioso que estar sola en casa, así que seguí a mi padre al trabajo en el palacio.

Sin embargo, hoy no había mucha gente en el campo de entrenamiento, y la oficina del comandante del Primer Escuadrón de Caballeros estaba vacía. Supongo que como era el día de la fiesta de Carsein, incluso el duque estaría hoy en casa.

Estaba hojeando los documentos para matar el tiempo, cuando entró un sirviente y me entregó un sobre. Era una invitación para tomar el té.

¿Por qué me llama hoy?

Me dirigí al palacio del príncipe heredero, absolutamente nerviosa. Como si hubiera estado esperando, al igual que la última vez, un sirviente salió y me guió. Esta vez, no me acompañó a los jardines ni al despacho. Me condujo a su estudio, el cual tenía un ligero olor a papel.

En cuanto entré, mis ojos se abrieron de forma involuntaria ante la sorprendente visión. ¿Se puede llamar a esto estudio?

La habitación tenía dos pisos y estaba llena de estanterías por tres lados. Había incluso una estantería móvil instalada. Como la habitación tenía ventanas de cristal que permitían que la vista exterior brillara, había cortinas blancas instaladas para evitar que la luz tocara los libros. Incluso había ventanas que se podían abrir y cerrar en el techo para permitir la ventilación.

En medio de la amplia sala, con una mullida alfombra bordada con el emblema de la familia imperial a lo largo del suelo, vi a un joven de cabello azul que estaba sentado en una cómoda silla. Tenía los ojos cerrados mientras sus dedos estaban entrelazados. Unas pestañas de un azul intenso daban sombra a sus ojos.

Me acerqué a él con cuidado. Como parecía estar en un sueño ligero, no abrió los ojos a pesar de que me había acercado vacilantemente justo delante de él.

No quise despertarlo, así que me giré en silencio y me acerqué a las estanterías, las cuales tenían una gran variedad de libros. Política, economía, historia, guerra, táctica, operaciones y mucho más. Me asombraba ver cómo los libros estaban perfectamente separados por géneros.

Tragándome un suspiro de admiración, estaba examinando el lugar cuando de repente vi un lujoso libro de cuero negro con letras doradas.

 

Directorio de la nobleza del Imperio.

 

Como la familia imperial renovaba el directorio cada cinco años y retiraba las versiones anteriores, no había tenido ocasión de mirar los antiguos. Sin embargo, como este era el estudio personal del príncipe heredero, parecía tener también todas las versiones anteriores.

Tomé el quinto libro de la derecha, el directorio de hace unos veinte años. Al pasar la primera página, vi el directorio de todos los duques.

 

Primera en jerarquía: el Escudo del Imperio, la casa Kaysill.

Segunda en jerarquía: la Rosa Roja, la casa Hydel.

Tercera en jerarquía: la Espada del Imperio, la casa Rass.

Cuarta en jerarquía: la Gloria de la Victoria, la casa Laurel.

Quinta en jerarquía: la Rosa Negra, la casa Zena.

 

El directorio de las casas ducales era el mismo que había aprendido al conocer la historia del Imperio en el pasado.

De todos modos, esta jerarquía no es lo importante.

Abrí el libro por la parte de atrás. Mientras ojeaba rápidamente la parte sobre los barones, oí de repente una voz fría detrás de mí.

—¿Qué está mirando?

Aunque no sabía cuándo se había despertado, me estaba mirando descaradamente. Me apresuré a colocar el directorio en su lugar original y le saludé como es debido. Parecía que su lado pacífico se había esfumado con el sueño, ya que volvía a tener una expresión carente de emoción, como de costumbre.

—Ha pasado mucho tiempo.

—Sí, Su Alteza.

—Al ver su atuendo, parece que ha estado en el palacio. Aunque este no es su día para venir.

—No tenía nada más que hacer, así que vine a familiarizarme con el trabajo.

—¿No debería asistir a la fiesta de felicitación del joven Carsein?

—Um, bueno…

—Hm, parece que el marqués le dijo que no fuera.

Asintió como si lo entendiera y tiró de la campana, ordenando que trajeran el té. Al cabo de un rato, entró una doncella y depositó una taza de té. Bebí el té de lavanda, que desprendía un sutil aroma, y suspiré suavemente. Aunque pude probar el té de alta calidad que solo estaba disponible para la familia imperial, no me sentí tan feliz como debería.

—¿Tanto así deseaba ir?

—¿Perdón, Su Alteza?

—Parece que le molesta no poder asistir.

No podía refutar sus palabras, ya que eran ciertas.

—Entonces, levántese.

—¿Qué? ¿Qué quiere dec…?

—Si tiene tantas ganas de ir, entonces vayamos juntos. Así la gente de allí no podrá decir nada.

—¿Qué? —pregunté de nuevo sin comprender.

¿Qué acaba de decir? ¿Me está sugiriendo que me vaya con él ahora? ¿De verdad?

Sonreí alegremente. Incluso antes de poder dudar de sus intenciones, me alegré mucho más de poder asistir al evento para felicitar a Carsein, tanto que me sorprendí de mí misma.

Me levanté rápidamente y le di las gracias. Después de mirarme sin palabras durante un rato, se levantó y habló:

—Entonces, me alistaré y volveré. Espere aquí un momento.

—Sí, Su Alteza. Gracias por su profunda consideración.

Como si esto ocurriera de forma regular, se preparó en un tiempo extraordinariamente corto y regresó. Me tendió una mano, vestido con un traje blanco que solía llevar.

—Deberíamos pasar primero por su casa. Vamos.

—Sí, Su Alteza.

Cuando volví a casa con él, su inesperada llegada provocó un frenesí en mi casa. Aunque todos aparecieron torpemente para saludarlo, él los espantó con un solo gesto y dijo que daría una vuelta por los jardines, desapareciendo con la guardia real.

Lina chilló de alegría cuando le dije que asistiría a la fiesta de Carsein con el príncipe heredero. Debido a lo ajustado del tiempo, movía afanosamente las manos mientras charlaba conmigo sin parar.

—Señorita, ¿cómo ha ocurrido esto? ¿Cómo ha acabado el príncipe heredero viniendo con usted?

—No lo sé. Estoy sorprendida.

—Yo también. Hmm, ¿con qué vestido debería ir? Ya que el príncipe heredero llevaba un traje blanco, deberíamos ir a juego.

Lina estaba bastante emocionada con la visita del príncipe heredero. Aunque podía entender cómo se sentía, pensé nos retrasaríamos aún más si la dejaba ser, así que hablé en voz baja:

—Solo elige uno apropiado para mí. Y, por favor, ¿podrías darte prisa en prepararme?

—Por supuesto, señorita.

Solo entonces Lina respondió rápidamente y comenzó a mover sus manos en lugar de su boca. Ella tenía que bañarme, secarme el cabello, maquillarme ligeramente, elegir mi vestido, ayudarme a ponerme el corsé y mucho más. Había mucho que hacer.

Nos preparamos tan rápido como pudimos, pero para cuando terminé, era el momento en el que la fiesta ya había comenzado. Me acomodé la ropa por última vez y le agradecí a Lina mientras me miraba en el espejo.

En el espejo, vi mi cabello recogido, lo que me hacía parecer un poco más madura. Llevaba un vestido púrpura decorado aquí y allá con cintas blancas, que se hacía más voluminoso con la alforja que llevaba dentro. Mi cintura era aún más delgada que de costumbre gracias al corsé que me apretaba. A pesar del poco tiempo que tenía, me gustaba bastante mi aspecto.

Mientras bajaba a toda prisa al primer piso, alcancé a ver al señor Lieg mirando los jardines desde el balcón al final del pasillo. Cuando se giró, sintiendo a alguien, habló alegremente:

—Ah, señorita, ¿es usted? Se ve absolutamente hermosa vestida así.

—Gracias. Pero más importante, señorita Lieg, ¿ha visto al príncipe heredero?

—Está ahí mismo —dijo, señalando al joven de cabello azul que miraba la fuente mientras era custodiado por tres guardias reales. Me giré después de darle las gracias, pero de repente oí su voz detrás de mí, hablando como si murmurara para sí mismo:

—Ahora que lo pienso, el príncipe heredero también ha crecido mucho.

—¿Qué?

—La última vez que vino, era más pequeño que ese árbol junto a él por una cabeza…

—¿Ha estado el príncipe heredero ahí antes?

Me detuve en seco ante las inesperadas palabras. ¿Qué estaba diciendo? Últimamente, parecía que seguía escuchando cosas que no conocía del pasado.

—Sí. Nos visitó con frecuencia durante un periodo de tiempo.

—¿Es así?

—Sí. Pero cuando usted cumplió cinco años, de repente vino y se fue, y después de eso, no volvió a venir.

—¿Pasó algo?

—Tampoco lo sé. Solo recuerdo claramente que por aquel entonces yo hacía guardia aquí y lo vi allí de pie, mirándola a usted y a su madre. Entonces, usted se acercó a él y le dijo algo, y después de eso se fue. Si mi memoria no me falla, no volvió después de eso.

Mi mente cayó de repente en la confusión. ¿Qué significaba eso? ¿Por qué estoy aprendiendo tantas cosas nuevas? Pensé que lo había conocido por primera vez cuando tenía diez años.

¿Qué pasó entre él y yo cuando era pequeña? ¿Y cuál era la relación entre él, mi madre y yo?

Ante la oleada de pensamientos que me invadió, me quedé en blanco antes de volver a la realidad al oír al señor Lieg presionarme para que me fuera. Tenía que llegar a la fiesta antes de que fuera demasiado tarde.

Estaba de pie justo donde yo lo había estado mirando desde el segundo piso. Sus ojos azul marino parecían estar llenos de profundos pensamientos. Me acerqué con cautela y agaché la cabeza mientras hablaba:

—Siento llegar tarde, Su Alteza.

—Si ya ha terminado, pongámonos en marcha.

—Sí, Su Alteza.

Subió primero al carruaje y me tendió una mano. Aunque me sorprendió esta inesperada amabilidad, tomé su mano sin decir nada y subí. El caballero que había estado esperando cerró la puerta. Escoltados por los guardias reales de uniforme blanco, nos dirigimos a la mansión de la casa Rass.

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