Emperatriz Abandonada – Capítulo 12: El problema con la sociedad… (3)

Traducido por Lugiia

Editado por YukiroSaori


♦ ♦ ♦

—Señoritas, ¿acaso tienen un pasatiempo único?

En un día en el que ciertamente parecía primavera, estaba tomando el té en nuestros jardines con otras diez señoritas.

Como dama de la casa, y también como persona con el título más alto, me sentaba en la cabecera de la mesa, con Niave, Sarah, Enteya y Catherine a cada lado. Junto a ellas estaban las demás damas de las casas de vizcondes y barones que acababa de conocer.

Sonreí brillantemente a las damas que me miraban confundidas, y les expliqué:

—Bueno, tengo un pasatiempo único. Mientras no lo consideren vulgar, se los contaré.

—¿Qué pasatiempo es, señorita Aristia? —preguntó Niave, quien estaba sentada a mi derecha, presumiendo su autoridad por ser la dama que estaba más cerca de mí. La chica de cabello rosa, Sarah, quien se sentaba a la derecha de Niave, preguntó con los ojos brillantes:

—Entonces, ¿qué pasatiempo es, señorita Aristia? Tengo mucha curiosidad. Dese prisa y cuéntenos.

—Pues, para ser sincera, tengo el pasatiempo de diseñar accesorios.

—¿Accesorios, dice? —preguntó casi de inmediato Catherine, hija de la casa Senque. Su familia era conocida por albergar a muchos maestros de la artesanía para la joyería. Había caído en mi trampa.

—Sí. Aunque todavía no se me da bien y me da vergüenza enseñarles, me gusta bastante lo que he diseñado últimamente. Quiero escuchar la opinión de todas, así que me he arriesgado a contarles algo tan embarazoso.

—Por favor, ¿puede enseñárnoslos, señorita Aristia?

—Aunque me da vergüenza, ya que lo he mencionado primero, debería enseñarles, ¿verdad? Aquí está.

Saqué un pequeño papel que había preparado antes y se lo mostré a Catherine. Ella abrió cuidadosamente la nota e inclinó la cabeza mientras preguntaba:

—¿Para qué sirve esto?

—Por lo general, cuando las damas se recogen el cabello, lo pasan mal porque tienen que usar muchas horquillas o adornos pesados. Así que se me ocurrió una idea. Si usan esto, no solo pueden recogerse el cabello fácilmente, sino que también sirve de adorno.

—¡Ah! ¡Es una idea muy innovadora! Es simple, pero si añade algunos adornos en la parte superior, puede tener una gran variedad de diseños. Sería muy bonito.

—¿Usted cree?

Sonreí a Catherine, quien estaba asombrada. En el papel que le había dado, había dibujado un palillo para el cabello.

El palillo para el cabello había sido inventado por un artesano de joyas en la época en que tuve una ceremonia de mayoría de edad en el pasado. Había ganado una inmensa popularidad, convirtiéndose en una tendencia. Su sencillez radicaba en que permitía recogerse el cabello con facilidad.

La tiara solo podía ser utilizada por la familia imperial, por lo que, para peinarse, las mujeres tenían que utilizar docenas de alfileres o enormes adornos para mantener su peinado en su sitio. Este método no solo llevaba mucho tiempo, sino que además pinchaba el cuero cabelludo. Durante su lanzamiento, las damas de la nobleza se volvieron locas por el palillo para el cabello, que les permitía recoger su cabello con un solo elemento.

Al principio, cuando pensaba en una recompensa adecuada para las cuatro personas que me habían jurado lealtad, pensé en este producto. Un palillo para el cabello decorado con todo tipo de joyas, y los derechos de autor de la misma. Como estaba garantizada una gran respuesta, no podía haber mejor recompensa.

—¿Tiene pensado producir esto en la vida real, señorita Aristia? —preguntó Enteya con ojos brillantes. Esta era la acción apropiada como hija de la casa Sharya, que poseía una famosa organización de comerciantes.

Así es, ella sería la más ansiosa por tener el producto. Sé que desea expulsar a su hermano de mente simple para convertirse en la sucesora. Con esto, estaría un paso más cerca de su objetivo.

Aunque el producto era suficiente para ganarme su favor, sonreí tímidamente a propósito y expresé mi humildad una vez más.

—Esto no es más que un pasatiempo trivial. Nunca he pensado en fabricarlo de verdad.

—No, señorita Aristia. Es un producto innovador. Definitivamente, será una gran tendencia. Como hija de la casa Sharya, lo garantizo.

—¿De verdad?

—Sí. También resulta que tiene todo lo que necesita. Con este diseño, y gemas de buena calidad de las fincas de Nuen y Nayeera, así como la artesanía de la casa Senque, podría venderlo a través de nuestra organización de comerciantes. Seguro que obtendrá grandes beneficios.

Ante las palabras de Enteya, Niave, Sarah y Catherine me miraron ansiosas, tal y como esperaba. Fingí a propósito que contemplaba el asunto. Después de contar hasta diez, suspiré y dije:

—Aunque creo que todavía es un producto con muchas fallas, siguiendo sus palabras, podría llegar a ser una pequeña ayuda para mis preciosas amigas. ¿Qué tengo que hacer?

—No podemos pedirle que nos lo dé gratis, así que ¿qué tal si compartimos los beneficios? Nos aseguraremos de que tenga éxito.

—Pero somos buenas amigas. Temo que nuestra relación se arruine por problemas financieros. Esto es solo un pasatiempo para mí, así que pueden compartir los beneficios entre ustedes —dije a propósito con una cara seria. De todos modos, esto era una inversión para mí para ganar algo más grande. Pensando en lo que vendría después, podía renunciar a esto.

—Pero señorita Aristia…

—Si se convierte en una ayuda para ustedes, entonces me parece bien. Si se sienten mal, solo prométanme mostrarme el producto terminado antes que nadie. Seré feliz solo con eso.

—Muchas gracias, señorita Aristia. No olvidaremos esta amabilidad.

Enteya inclinó profundamente la cabeza para expresar su gratitud. Las otras tres siguieron su ejemplo, sonriendo con satisfacción.

Las observé mientras las otras seis damas miraban a las cuatro con envidia y me volví para sonreír con fuerza al resto. Pude ver en sus ojos ansiosos que estaban pensando en cómo podían ganarse mi favor.

Ahora, no solo ellas, sino las demás damas de la facción del emperador, sabrían qué tipo de recompensas obtendrían si me siguieran.

Si eso ocurriera, ¿cómo actuaría la señorita Ilyia y sus seguidoras?

Pensando en lo que tenía que hacer en el futuro, volví a sonreír alegremente a las diez damas.

♦ ♦ ♦

Al día siguiente, me dirigí a trabajar en el palacio. Practiqué mi habilidad con la espada en el campo de entrenamiento durante todo el día. Debido a las reuniones sociales que celebraba y a las que asistía, el tiempo que tenía para entrenar se había reducido. Tenía que practicar con la espada siempre que tuviera un momento libre.

Aunque había esperado por si acaso, Carsein, quien suele aparecer por estas horas, no vino.

Parece que está bastante ocupado.

Supuse que todo el mundo estaba ocupado, ya que el banquete de cumpleaños del príncipe heredero se celebraría dentro de unos días. No habría nadie libre en este momento. Solo pude entrenar porque el duque había sido considerado conmigo.

Después de terminar un entrenamiento satisfactorio, entré en el despacho del escudero, me lavé rápidamente y cambié mi sudoroso traje de entrenamiento por un uniforme limpio. Me até el cabello, sintiéndome renovada después de mi entrenamiento.

Tras revisar mi atuendo una vez más, estaba a punto de salir cuando de repente vi una nota colocada en mi escritorio. Inclinando la cabeza, la abrí y vi la letra del duque Rass. Como estaba muy ocupado y no tenía tiempo, me había pedido que entregara unos documentos en la oficina de administración en su lugar.

—Estos son los documentos enviados por el duque Rass, el comandante del Primer Escuadrón de Caballeros.

—Entiendo. Los llevaré.

Después de entregar los documentos, estaba a punto de irme cuando de repente pensé en Allendis.

¿Debería verle un poco antes de regresar a casa?

Aunque me molestaba cómo se había comportado la última vez que lo vi, no me parecía correcto irme sin más. Al fin y al cabo, estaba aquí.

Pregunté a alguien que pasaba por allí dónde trabajaba Allendis y lo encontré. Tal vez por ser el hijo del ministro, o tal vez por sus extraordinarias habilidades, ya le habían asignado un despacho privado. Todo ello a pesar de que hacía poco tiempo que había empezado a trabajar.

Tras doblar algunas esquinas y pasar por un pasillo, llegué a la puerta de su despacho. Dudé un momento y luego llamé con cuidado. Sin embargo, no oí una voz que me dijera que entrara.

¿No está? Es extraño. En una época de mucho trabajo, con la fiesta de cumpleaños del príncipe heredero a la vuelta de la esquina, es imposible que ya se haya ido a casa.

Abrí la puerta con vacilación. Al echar un vistazo a la habitación, vi a Allendis apoyado en una larga silla, dormido.

Llevaba el cabello suelto, a diferencia de su habitual y pulcra cola de caballo, y proyectaba una profunda sombra sobre su blanco rostro. Parecía cansado por el interminable trabajo y su cara, normalmente suave, parecía un poco áspera.

¿Qué debo hacer? ¿Debo irme?

Cuando me di la vuelta, sentí de repente que una mano fuerte tiraba de mí. Al instante, el mundo entero se volvió verde claro. Mis ojos se abrieron de par en par, y mi corazón, sobresaltado, latía enloquecido.

Sin darme tiempo para recuperar el sentido, una gran mano me agarró por el cuello. Sorprendida, estaba a punto de apartar la mano cuando otra se acercó y me sujetó la muñeca con fuerza. El terror aumentó poco a poco en mí mientras me impedía moverme.

—Ah, Alle…

—¿Tia?

El agarre de mi cuello y mi muñeca se aflojó. Sin embargo, Allendis no me soltó. Sus ojos esmeralda, que por lo general brillaban con intensidad, estaban ahora oscuros. Una mano se acercó lentamente y rozó mi mejilla.

Su mano era algo fría, y me trajo recuerdos del pasado que hacía tiempo que había olvidado. Mi cuerpo empezó a temblar ante la fría voz que llenaba mi cabeza.

—Satisfáceme tanto como puedas, como si fueras una humilde esclava. Entonces, perdonaré a tu padre.

—N-No hagas esto… —Una voz balbuceante escapó de mis temblorosos labios. Se me puso la piel de gallina.

—¿Y si te toco así? ¿Me odiarás entonces?

—A-Allen, por favor…

—Sé que aún no estás preparada, pero se me hace difícil.

En el mundo de color verde claro, sus brillantes ojos se llenaron de tristeza al mirarme. El terror que se había estado construyendo se derritió lentamente mientras observaba las lágrimas contenidas en sus ojos. El toque desgarrador que rozaba mi mejilla calmó lentamente mi cuerpo tembloroso.

—Me arrepiento un poco. Si no me hubiera convertido en un burócrata, sino que hubiera recorrido el camino de un caballero, habría podido acercarme a ti con más audacia, como Carsein.

Mientras miraba sus temblorosas pestañas verde claro, las palabras aparecieron en mi cabeza.

Sin embargo, no pude soportar decirlas. Allendis me miró mientras yo cerraba los labios con fuerza en silencio y suspiraba profundamente, levantándose poco a poco. El mundo verde claro se tambaleó mientras se alejaba de mí.

—Aun así, todavía tengo una oportunidad contigo, ya que estás recorriendo el camino de un caballero, ¿verdad? Si llega el día en que pueda dar un paso adelante con más confianza, entonces…

Se tragó sus palabras y sonrió con calma, ayudándome a levantarme. Aunque su sonrisa era la misma de siempre, la amarga emoción que había detrás de ella me pinchó el corazón. Me sentí a la vez apenada y culpable.

—Haa… —Allendis dejó escapar un largo suspiro—. Siento lo de antes, Tia. Estaba medio dormido…

—¿Hm? A-Ah, está bien.

Él se acercó a la ventana mientras yo respondía tartamudeando, sonriendo débilmente. De espaldas a mí, parecía rechazar cualquier otra conversación.

Estaba a punto de salir de la habitación sin palabras, pero me detuve en seco. Su silueta triste y su aspecto disperso, tan distinto al habitual, me pesaban.

Tras dudar un par de veces, me acerqué a él. Levantando la mano y quitándome el lazo del cabello, lo apreté en su mano mientras él mantenía la mirada fija fuera de la ventana.

—¿Tia?

Me miró sin comprender.

—Ya me voy a casa, así que no lo necesito. Si no haces algo con tu cabello, acabará siendo incómodo.

Evité los ojos de Allendis mientras hablaba. Después de una larga pausa silenciosa, contestó con voz apagada:

—Gracias.

—Está bien. Ya me voy.

Al salir de la habitación, me apoyé en la puerta. La culpa, así como las emociones desconocidas, daban vueltas en mi corazón. No podía olvidar su mirada conteniendo las lágrimas y su toque triste.

Me quedé de pie, sin palabras, durante algún tiempo, hasta que, de repente, oí voces que susurraban en una conversación al final del pasillo. Solo entonces salí de mi letargo. Ahora que lo pienso, se trataba de la oficina de administración. Había mucha gente de la facción de los nobles que pasaba por allí.

Podría meterme en problemas si me quedaba. Debería irme.

Sentí como si algo me empujara hacia su oficina, pero me impulsé a moverme y caminé por el pasillo. No me giré, ni siquiera una vez.

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