Emperatriz Abandonada – Capítulo 12: El problema con la sociedad… (4)

Traducido por Lugiia

Editado por YukiroSaori


♦ ♦ ♦

El día de su banquete de cumpleaños, justo cuando los preparativos habían terminado, ocurrió algo que puso patas arriba toda mi casa. El príncipe heredero, la estrella del día, visitó nuestra mansión.

Me dirigí a toda prisa al primer piso para recibirlo. ¿Qué estaba haciendo aquí? Debería estar ocupado preparando el banquete.

—Su Alteza, el Futuro Sol del Imperio, es un honor.

—Ha pasado mucho tiempo.

—Debería estar ocupado preparando el banquete…

—La oficina de asuntos internos está ocupada, no yo. ¿Acaso se encontraba usted en medio de sus preparativos?

—No, Su Alteza. Acabábamos de terminar y estábamos a punto de tomar un descanso.

—Ya veo. Es un alivio.

Después de la pequeña charla, pasamos a la sala de estar, pero se hizo el silencio. Parecía estar considerando algo muy cuidadosamente, y solo después de un largo rato rompió su silencio y preguntó:

—¿No ha habido nada fuera de lo normal últimamente?

—¿Perdón? ¿Qué quiere decir?

—Si no es así, no se preocupe. No es nada.

Cerró la boca y volvió a quedarse en silencio. Ladeé la cabeza mientras lo veía tocar la silla con los dedos, con una expresión de profunda reflexión en su rostro.

¿Siempre tuvo esa costumbre? Creo que no.

Mientras me preguntaba si debía preguntarle qué pasaba, dejó de mover la mano y se quedó mirando al vacío mientras decía:

—¿Podría tomar una taza de té?

—Sí, Su Alteza. Llamaré a alguien de inmediato.

—No, me refería a que quería probar el té que prepara usted.

—¿Perdón?

Mis ojos se abrieron involuntariamente. Al igual que la última vez e incluso ahora, sus acciones eran tan diferentes a las habituales. Estaba muy confundida.

—¿Qué sucede? ¿Es eso un no?

—Ah, no es nada, Su Alteza. Lo haré.

Me apresuré a tirar del timbre y llamé a Alan. Mientras él iba a buscar un juego de té y hojas de té de alta calidad, yo calmé mi corazón con una respiración profunda. Como era alguien muy exigente con el té y la comida, tenía que ser perfecta para evitar que me regañaran.

Alan entró al cabo de un momento con una variedad de hojas de té y las colocó frente a mí. Elegí manzanilla y menta y las mezclé en una proporción regular, vertiendo agua sobre ellas. Luego, conté nerviosamente en silencio y vertí el té con cuidado.

Ansiosa, le entregué la taza de té. Esperaba que el té estuviera bien empapado. Él levantó la taza sin decir nada y tomó un sorbo.

—Esto es muy diferente.

—¿Perdón, Su Alteza?

—No, no importa. El té sabe bien.

Mis nervios, muy tensos, se aflojaron, haciendo que sonriera involuntariamente. Sentí que mis esfuerzos habían sido reconocidos, ya que había practicado varias veces cómo preparar el té en caso de que viniera a visitarme. El hombre que tenía delante era diferente y a la vez parecido a lo que recordaba del pasado.

—Debe haber sido agotador preparar el banquete, así que he preparado un té que le ayudará a recuperarse del cansancio.

—Ya veo. Gracias.

Al verle levantar la taza de té sin palabras, me llevé mi propia taza a los labios.

Mientras disfrutaba del sutil aroma del té en el silencio, la curiosidad que había archivado temporalmente volvió a surgir de repente.

¿Cómo sabía él lo de mi madre? ¿Y qué había pasado entre nosotros cuando éramos pequeños?

Aunque, por lo general, no me habría atrevido a preguntar, de alguna manera, sentí que hoy estaría bien. Así que, después de dudar un momento, me armé de valor y le hablé.

—Su Alteza.

—¿Sí?

—He oído que usted era muy cercano a mi madre.

—Lo era.

—¿Qué clase de persona era ella?

Permaneció en silencio durante mucho tiempo. Empezaba a sentirme incómoda ante el prolongado silencio, pero cuando temía haber preguntado algo que no debía, una voz fría lo rompió.

—Era una persona hermosa. Se parecía mucho a usted. Tenía un cabello color magenta que brillaba en rojo cuando estaba bajo la luz del sol, y unos ojos dorados similares a los suyos. Recuerdo cómo entró en palacio, llevándole entre sus brazos, cuando apenas acababa de nacer.

Dejó la taza de té que tenía en la mano y se quedó mirando al vacío de nuevo.

—No se encontraba muy saludable, por lo que no podía salir a menudo. No conocía a mucha gente, pero todos los que la rodeaban la querían…

»Incluso la emperatriz, que no era una persona afectuosa, mantenía a su madre a su lado. Cuando entró al palacio con usted, mi padre me llevó al palacio de la emperatriz para que todos pudiéramos pasar tiempo juntos.

Ante sus continuas palabras, había algo que me inquietaba. Sin embargo, como quería escuchar lo que tenía que decir sobre mi madre, escuché sin decir nada.

—Ahora que lo pienso, hay otra cosa en la que usted se parece. Mi padre y la emperatriz, así como su madre, le querían mucho. —Al decir eso, se quedó en silencio durante un momento—. Así es. Ella le amaba infinitamente…

Su voz se mezcló con un suspiro. Al ver eso, de repente una sensación de confusión me invadió. Parecía que el emperador y el propio príncipe heredero me conocían desde antes de cumplir los diez años, pero ¿por qué el emperador me había tratado como si fuera la primera vez que me conocía cuando discutimos el impuesto de lujo? ¿Y por qué el príncipe heredero me había tratado como una extraña cuando nos encontramos en los jardines de palacio aquel día?

Como él si se hubiera despertado de sus recuerdos, volvió a levantar la taza de té. Lo miré y dudé un momento antes de tartamudear:

—S-Su Alteza.

—¿Sí?

—Si es así, ¿significa que me conoció durante mi infancia? He oído de la gente de mi casa que me visitaba con bastante frecuencia…

—Dejemos de hablar de eso.

Bajó la taza de té con un fuerte sonido y habló con frialdad. Ante su actitud extremadamente fría, me apresuré a cerrar la boca. El repentino cambio de actitud me confundió.

¿He dicho algo malo? ¿Por qué se pone así de repente?

—Su Alteza, ¿he hecho algo malo?

—No, no es su culpa. —Ante la visible duda en mi expresión, él añadió—: Bueno, ha pasado bastante tiempo. Si ha terminado por hoy, pongámonos en marcha.

Se levantó de repente y no se giró para mirarme mientras se iba. Sus modales parecían tan fríos mientras llamaba a su carruaje que los guardias reales que lo habían estado escoltando me miraron interrogativamente. El problema era que yo tampoco sabía por qué actuaba así.

Le seguí torpemente, y justo en ese momento, nos encontramos con mi padre que había regresado de palacio.

¿Por qué había regresado a casa? Debería estar vigilando el palacio.

—Su Alteza, el Futuro Sol del Imperio. No sabía que había venido.

—Ha pasado mucho tiempo, marqués. Me quedaba algo de tiempo, así que decidí venir, pero ahora estamos a punto de partir.

—¿Es así? Solo he dejado mi puesto para volver un momento. Deje que le acompañe.

Miré a mi padre y sonreí ligeramente. Me había preguntado por qué estaba aquí, pero parecía que se había preocupado por hacerme ir sola a palacio.

En el incómodo ambiente, apenas logramos llegar al palacio. Junto con el príncipe heredero, quien aún parecía estar de mal humor, iniciamos el banquete.

En el sofocante silencio, apenas habíamos conseguido terminar un baile cuando me excusé y me escabullí.

Después de que su estado de ánimo se enfriara mientras bebía el té, continuó con su actitud fría durante todo el tiempo, así que me sentí incómoda al quedarme con él.

¿Por qué estaba actuando así? Al menos debería decirme por qué.

—Señorita Aristia.

Mientras murmuraba para mis adentros, un grupo de señoritas se acercó a mí como si lo hubieran estado esperando y se inclinaron a modo de saludo. Sonreí alegremente a la mujer rubia que estaba al frente del grupo.

—Oh, Dios, Niave. Ha llegado.

—Hoy está muy hermosa, señorita Aristia. Su vestido fue confeccionado a juego con el del príncipe heredero, ¿verdad? Ambos encajan muy bien el uno con el otro.

Ante las palabras de Catherine, miré por un momento mi vestido. El vestido negro estaba acentuado con cintas plateadas y estaba hecho a juego con su traje blanco con detalles negros. Aunque me había gustado hasta la mañana, de repente no me gustaba ahora.

—Por cierto, señorita Aristia, he encontrado al artesano del que me habló antes. Es muy hábil.

—¿De verdad? Qué alivio.

—¿Cómo ha sabido de él? Gracias a usted, pronto podremos vender el producto a través de nuestra organización de comerciantes.

—No sé, Enteya. ¿Acaso no tiene todo el mundo una o dos cosas que no desea que nadie sepa?

Aunque les había dado el diseño, como el palillo para el cabello era bastante diferente de los accesorios existentes, no parecía que fabricarlo fuera a ser fácil. Le había dado a Catherine la información del fabricante original que había encontrado de antemano.

Es probable que primero haya intentado que se lo fabriquen otros antes de darse cuenta de que no era tan fácil de crear como se esperaba. Entonces, habría buscado mi referencia. Como era originalmente su creación, había hecho bien en fabricarlo.

Aunque no se pueda comparar con el pasado, esa recompensa es suficiente.

Cuando se habló del producto, a las otras señoritas que nos rodeaban les brillaron los ojos. Me sentí disgustada por la forma en que intentaban ganarse mi favor, pero sonreí aún más mientras charlaba con ellas.

—Mire allí, señorita Aristia. Parece que ha estallado una discusión.

Mirando hacia donde señalaba Sarah, vi dos grupos que se peleaban entre sí. Dos mujeres estaban frente a frente, con otras damas detrás de cada lado. La mujer de cabello castaño de la izquierda me resultaba bastante familiar.

—Son la señorita Ilyia y la señorita Raiya. Parece que están en ello de nuevo.

Como si estuvieran de acuerdo con Enteya, las otras damas comenzaron a hablar. No escuché las voces que zumbaban cerca de mi oído y me centré en los dos grupos que se enfrentaban entre sí.

La señorita Raiya, la hija mayor del conde Hamel, se convertiría en la jefa de la facción de los nobles. Además, era una pariente de la casa Zena.

Levanté mi mano derecha y silencié la charla de las señoritas, luego me dirigí hacia los grupos que se enfrentaban. Mientras todas tenían la mirada perdida, alguien me siguió rápidamente.

Enteya.

Como se espera de la hija de una familia propietaria de una organización mercantil, era rápida para juzgar la situación. Solo entonces las otras damas entraron en razón y me siguieron.

—¿Qué sucede, señorita Ilyia?

—Hola, señorita Aristia.

Mientras fruncía el ceño para que todos lo vieran mientras hablaba, la señorita Ilyia dudó un momento antes de inclinarse para saludarme. Pregunté, fingiendo no saber nada, así que ella me explicó la situación con vacilación.

—Llamé a un sirviente para que me trajera una bebida para saciar mi sed, pero al mismo tiempo, la señorita Raiya también llamó al sirviente…

—Hmm, ¿es así? ¿Quién de ustedes llamó primero al sirviente, señorita Ilyia? —pregunté.

—Lo llamamos a una hora similar, así que…

—Es obvio que yo lo llamé primero, pero la señorita Ilyia insistía en que ella lo había hecho primero.

¿Qué está pasando? Me giré rápidamente para mirar a la dueña de la voz. Me miró desafiante, dejándome boquiabierta. Ja, parecía que todo tipo de gente quería actuar esta noche.

—¿De qué familia es?

—Soy la hija mayor del conde Hamel, Raiya se Hamel.

—Ya veo. Me preguntaba si era la nieta del duque Zena, pero parece que es de la casa Hamel.

—¿Qué está diciendo, señorita Aristia? ¿Dice eso simplemente mirando mi color de cabello? ¿No es de dominio público, incluso entre los recién llegados a la sociedad, que el duque Zena no tiene nietas?

Sonreí con alegría a la señorita Raiya, quien hablaba con arrogancia como si no pudiera creer que yo no supiera eso. Vi que las demás damas de la facción de los nobles se estremecían de la sorpresa. Parecía que las damas eran rápidas de reflejos, al menos.

—Así es. Incluso los recién llegados a la sociedad saben que el duque Zena no tiene nietas, pero señorita Raiya… ¿acaso no sabe todo el mundo que no hay ninguna dama de mayor posición en la sociedad que yo? ¿Usted lo sabe?

—S-Sí.

Sonreí aún más y le hablé claramente a la señorita Raiya, ya que ella había respondido mientras trataba de reprimir sus sentimientos.

—Su profesor de etiqueta debería ser castigado. No puedo creer que no le hayan enseñado que es de mala educación entrometerse en una conversación mantenida por alguien de mayor posición que usted. ¿No es esto una vergüenza en la sociedad? ¿Cómo es posible que la estimada hija de un conde ni siquiera conozca una etiqueta tan básica? ¿Quién es su maestro? Tengo que encargarme de que sea castigado.

La señorita Raiya me miró enfadada, pero no pudo decir nada. Observé lentamente a cada una de las demás damas de la facción de los nobles, quienes permanecían quietas en silencio, antes de hablarle a la señorita Ilyia y a su grupo, quienes se estaban riendo.

—Señoritas, ¿no saben qué clase de evento es este? —Ante un silencio sepulcral, pregunté de nuevo—: ¿Por qué no responden? Entonces, le preguntaré a alguien ajena a la situación. ¿Qué evento es este, Niave?

—Es uno para celebrar el cumpleaños del príncipe heredero, señorita Aristia.

Intenté ignorar el regocijo que surgía en la voz de Niave y sonreí fríamente hacia la señorita Ilyia y su grupo.

—Así es. No puedo creer que se peleen por algo tan trivial en un evento como este. Si el príncipe heredero lo supiera, se desanimaría. ¿No es esto deslealtad a la corona?

—Lo siento, señorita Aristia.

—Me alegro de que lo entiendan. Hmm, ¿debo eliminar la causa de esta pelea? ¿Sirviente?

—S-Sí, señorita.

El sirviente, quien se había quedado rígido, se estremeció y se acercó. Tomé una taza de la bandeja que sostenía y hablé.

—Llama a más colegas tuyos y dale una copa a todas las damas presentes.

—Ah, entiendo. Gracias, señorita.

Desapareció rápidamente y le miré sin comprender. Me sentí vacía. Las sonrisas brillantes y el discurso desenvuelto eran simplemente un disfraz. En la sociedad, especialmente en las peleas de mujeres, las cosas podrían volverse extremadamente infantiles.

En el pasado, yo también me había visto envuelta en este tipo de peleas y, al final, tras destrozarnos mutuamente, me había elevado a lo más alto, donde nadie podía tocarme.

¿Parecía tan infantil como esto?

Había saltado al barro del que tanto había querido escapar por voluntad propia, pero una vez que todo mi cuerpo se cubrió de barro, mi ánimo se apagó de inmediato.

Justo entonces, las miradas de las damas se desviaron hacia algo que estaba detrás de mí. ¿Qué ocurre? Me giré y vi al príncipe heredero dirigirme una mirada profundamente apagada.

Después de despedir a las damas, que se inclinaron rápidamente, las comisuras de sus labios se levantaron.

—Ahí está. No podía encontrarle.

—Lo siento, Su Alteza.

—Aunque es agradable socializar con las otras damas, sigue siendo mi cumpleaños. Estoy un poco decepcionado.

Sus palabras eran tan cariñosas. Sabía que solo estaba montando un espectáculo, pero mi humor apagado se levantó ligeramente ante sus suaves palabras. Incluso cuando no era Allendis, mi padre, o incluso Carsein quien lo había dicho, sino el príncipe heredero.

Dejé de lado mis pensamientos sobre los que me importaban y agaché la cabeza en señal de disculpa hacia él.

—Siento haberle preocupado, Su Alteza. Por favor, perdóneme.

—Muy bien. Entonces, hagamos esto.

—¿Perdón?

—¿No me dará un poco de su tiempo? La música es agradable.

—Será un honor, Su Alteza.

Mientras pedía respetuosamente un baile, extendió su mano. Apenas puse una sonrisa en mis rígidos labios y coloqué mi mano sobre la suya.

Dejando atrás los suspiros de admiración y envidia, me dirigí a la pista de baile con él.

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