Emperatriz Abandonada – Capítulo 13: La celebración del Día de la Fundación (3)

Traducido por Lugiia

Editado por YukiroSaori


♦ ♦ ♦

—Hoy ha sido un día divertido, señorita Aristia. Por favor, venga a visitar el palacio en el que me hospedo la próxima vez.

—De acuerdo. Por favor, regrese con cuidado.

—Señor Carsein, me he divertido. Muchas gracias.

—Hasta la próxima vez, princesa.

Al llegar al palacio asignado, la princesa se despidió de nosotros con una mirada melancólica. Como el señor Rass dijo que estaba de guardia nocturna, dejamos a los dos atrás y nos dirigimos de nuevo al palacio exterior.

—Ha sido un día largo.

—Cierto.

—Pero Carsein, ¿no parecía el señor Rass raro el día de hoy?

—¿Tú también lo pensaste? Era tan diferente a sí mismo.

—Sí. Por lo general, es alguien tranquilo…

—Si parecía raro incluso para ti, entonces eso lo dice todo. Ah, es un tonto. No debería meterse en esas situaciones.

Carsein chasqueó la lengua. Ladeé la cabeza ante el extraño matiz de sus palabras, pero él solo sonrió mientras me acariciaba el cabello.

—Veo que estás preocupada, pequeña.

—¿Por qué soy una niña pequeña?

—A mis ojos, todavía eres una bebé. Tienes un largo camino que recorrer para convertirte en un adulto.

Entorné los ojos y le miré fijamente. Parecía tan molesto con esa sonrisa socarrona.

¿Una niña? He vivido más tiempo que tú si cuentas el pasado.

Aunque murmuré para mis adentros, sus comentarios me punzaron la conciencia. ¿Es porque mi corazón también se volvió más joven? Viendo que había momentos en los que me encontraba haciendo cosas que mi yo del pasado nunca habría hecho, supongo que era así. Aun así, creo que estaba bien frente a otras personas. No obstante, cuando estaba con Carsein, sentía que me volvía especialmente infantil.

—¿Vienes? Llegarás tarde.

—Ah, sí.

Aunque algo se sentía mal, pensé que mientras estuviera disfrutando de mi tiempo, estaba bien. Igualé mi ritmo con el de Carsein y caminamos juntos.

♦ ♦ ♦

Para la señorita Aristia.

Muchas gracias por la última vez. Lo pasé muy bien gracias a usted. Como muestra de gratitud, le envío la especialidad de té de mi reino. Es un regalo trivial, pero espero que lo acepte. Hasta la próxima vez.

Princia De Rua.

 

Unos días después, la princesa Princia me envió una pequeña caja y una carta. Desconfié un poco de por qué se comportaba de forma tan amistosa conmigo, pero le envié una respuesta, junto con hojas de té que eran una especialidad en mi finca a cambio.

Ordené todas las cartas, incluida la de la princesa, y observé el palillo para el cabello que había recibido de Enteya, el cual había sido enviado como prototipo. Lina, quien lo había estado admirando, me preguntó como si se le hubiera ocurrido algo de repente:

—Señorita, ¿no mandará a hacer ningún vestido? El banquete durará cinco días seguidos.

—No lo sé.

—¿No suele llegar un mensaje de palacio por estas fechas?

—Sí.

Sonreí torpemente al no saber cómo responder. Ahora que lo pienso, por lo general un mensaje de palacio llegaría justo ahora para decirme qué tipo de color y estilo llevaría el príncipe heredero. Extrañamente, hoy no llegó nada de eso.

¿Significaba que esta vez no era necesario mostrarse afectuoso debido a los rumores de que romperemos nuestro compromiso y porque las candidatas a esposa estarían presentes en el banquete?

Me alegré por un momento al pensar que por fin estaba en el camino de escapar de él, pero al mismo tiempo, sentí una extraña decepción en un rincón de mi corazón.

Aun así, sacudí la cabeza como para sacudirme los sentimientos que no podía entender.

—Solo escoge uno apropiado.

—¿No quiere adaptar uno nuevo? ¿Qué tal uno de un color más brillante esta vez?

—No, está bien. Ya tengo muchos.

Lina iba a decir algo, pero cerró los labios al ver mi expresión.

Mientras estaba en ello, eché un vistazo a la sala de vestidos con Lina y elegí un vestido para el banquete. Extrañamente, no había nada que me gustara mucho, pero gracias a que tenía muchos vestidos, pude elegir algunos que me podían servir.

Lina protestó de que estos no servirían, pero a mí no me importó. Puede que pronto me libere de la familia imperial.

♦ ♦ ♦

Siete días antes de la celebración del Día de la Fundación, como de costumbre, me ocupaba de mis tareas cuando recibí un mensaje con el sello de la familia imperial. Era del príncipe heredero, quien me había pedido que tomara el té con él.

El jefe de los sirvientes me acompañó al estudio personal del príncipe heredero, que visité la última vez. Su estudio, que en realidad debería llamarse biblioteca, contaba con una enorme colección de libros.

En el centro del espacioso estudio, vi al joven de cabello azul sentado ante una mesa, concentrado en su lectura. Pasé con cuidado la mullida alfombra bordada con el emblema de la familia imperial y me incliné hacia él.

—Su Alteza, el Futuro Sol del Imperio.

—Ya está aquí.

Parecía muy cansado, mientras dejaba el documento que estaba leyendo y se masajeaba los ojos con los pulgares. Era razonable, dado que tenía más de qué ocuparse al tener cinco princesas extranjeras como invitadas, y tres de ellas visitaban regularmente el palacio del príncipe heredero. Además, había rumores de que el emperador también le estaba dando más trabajo.

—Entonces, ¿cómo ha estado?

—Me va bien. ¿Y a usted, Su Alteza?

—¿Cómo me veo a sus ojos? —Me quedé en silencio. Para alguien que no dejaba ver nada de sí mismo, si se veía así de cansado, significaba que su fatiga debía ser abrumadora. Mientras yo esbozaba una incómoda sonrisa, él me miró en silencio y añadió—: El té que me dio la última vez fue efectivo.

—Se lo agradezco mucho, Su Alteza.

—¿Puede prepararme una taza hoy también?

—Sí, Su Alteza. Lo haré.

Tiré de la campana y le dije a la doncella que trajera hojas de té y agua hervida.

Se hizo el silencio por un momento, pero él pronto lo rompió y preguntó:

—¿Qué color de vestido llevará esta vez?

—¿Perdón, Alteza?

—¿Por qué le sorprende tanto? Siempre hemos hecho coincidir nuestra vestimenta en cada banquete oficial.

—Ah…

Como no me enviaron un mensaje esta vez, había pensado que no combinaríamos los colores. ¿Era porque estaba tan ocupado que no tenía tiempo para enviarme un mensaje?

Dejando atrás mis sentimientos encontrados de decepción y alivio, traté de hacer memoria. ¿Cuáles eran los colores de los vestidos que había elegido? Parecía que los había elegido sin pensarlo mucho.

—Verde claro…

—Hmm.

—Y probablemente azul marino, azul púrpura, rojo oscuro y negro.

—Parece que le gustan bastante los colores oscuros.

¿De verdad? Lina había dicho lo mismo hace unos días. Ahora que lo pienso, desde hace un tiempo, había empezado a favorecer la calma y los colores oscuros.

Mientras pensaba detenidamente en la nueva revelación y me encerraba en mis pensamientos, entraron varias doncellas con cajas de una variedad de hojas de té. Al abrirlas, me sentí feliz por un momento.

Como eran utilizadas por la familia imperial, las hojas de té eran de la mejor calidad que había, y había tantas que no podía saber cuál elegir.

Probablemente, debería elegir las que ayudan a combatir la fatiga.

De entre todas las opciones, elegí la manzanilla, la rosa mosqueta y la menta. Mezclé las hojas de té en una proporción adecuada en la tetera vacía y vertí agua caliente. Luego conté para mí misma y lo vertí en la taza de té cuando era el momento apropiado.

—Aquí tiene…

Estaba a punto de entregarle la taza de té cuando cerré rápidamente la boca. Se había quedado dormido en la silla.

Había una mirada pacífica en su rostro habitualmente inexpresivo. Era la primera vez que veía este lado de él, una expresión absolutamente pacífica.

Me invadió una extraña sensación. En el pasado, por mucho que me quedara a su lado, solo me había dado la espalda con frialdad. Sin embargo, mientras intentaba alejarme de su lado, él seguía llamándome y mostrándome cada día nuevas expresiones y facetas de sí mismo. Se me escapó una sonrisa amarga.

Nunca había soñado que el lado de él que tanto había anhelado se me mostrara tan fácilmente en una situación tan inesperada.

Dudando un buen rato, me quité la chaqueta en silencio. Me acerqué con cuidado por miedo a despertarle, pero me sobresalté cuando se movió ligeramente. Conteniendo la respiración, me detuve, pero afortunadamente no abrió los ojos.

Lo cubrí suavemente con mi chaqueta. Presionando las mangas de la chaqueta que se habían asomado, me levanté sin palabras.

No debía dejar a una persona ocupada de esa manera, pero debería estar bien que se tomara un pequeño descanso.

Me dirigí a las estanterías y miré los títulos. Cuando vine la última vez, estaba tan nerviosa que no pude mirarlos bien. Al ver las numerosas y llamativas portadas de los libros que llenaban las estanterías, no pude evitar que se me cayera la mandíbula.

Oh, Dios, ¿no es este un libro tan raro del que solo quedan diez ejemplares en todo el continente? Este ejemplar es aún más famoso que un libro viejo.

Estaba tan emocionada mirando los libros que el tiempo pasó volando. Tenía que despertarlo ya. Aunque no hubiera dormido lo suficiente, pensé que al menos se sentiría mejor con la breve siesta.

Mientras me acercaba a él lo más silenciosamente posible, vi de repente la taza de té sobre la mesa. Sentí que tenía que prepararla de nuevo, así que abrí la puerta en silencio y le dije a un sirviente que me trajera agua hirviendo.

El sirviente reapareció enseguida y, con la nueva tetera, preparé el té como antes. Luego, le llamé con mucho cuidado.

—Su Alteza. —Dudé por un momento y dije de nuevo—: Despierte, Su Alteza.

Como si estuviera profundamente dormido, no abrió los ojos ante mis repetidas llamadas. Como no se despertaría solo con mi voz, no tuve más remedio, aunque sabía que podía ser grosero por mi parte, que sacudir su hombro. En ese instante, sus pestañas azules temblaron antes de que sus ojos se abrieran de par en par. Sus ojos se llenaron rápidamente de luz mientras me miraba.

—¿Se ha despertado?

—Sí, ¿cuánto tiempo estuve dormido?

—No mucho.

—Ya veo.

Como se levantó a toda prisa, se le cayó mi chaqueta negra del escuadrón de caballeros. Miró la chaqueta caída en silencio durante un momento antes de recogerla lentamente y dármela.

¿Era porque acababa de despertarse? Sus ojos azules parecían más profundos que de costumbre mientras me miraba.

—Gracias.

—El té se está enfriando.

Sonriendo torpemente, tomé la chaqueta. No sabía qué decir a cambio, ya que era la primera vez que me daba las gracias.

Alargando la mano y tomando la taza de té, la levantó sin dudar.

Ah, debería estar caliente porque acababa de prepararla.

No obstante, vació la taza sin decir nada después de un momento de vacilación.

—¿No está caliente? Acabo de prepararla de nuevo…

—Solo un poco —contestó mientras bajaba la taza vacía. Cuando levanté la tetera y me disponía a llenar su taza, me detuvo—. ¿No tiene que volver? Se está haciendo tarde.

—Ah. Sí, Su Alteza.

—Permítame despedirla a cambio de su té.

—Debe estar muy ocupado… Está bien, Su Alteza.

Aunque le dije que estaba bien, se levantó y salió primero. Le seguí a toda prisa, mientras pensaba que realmente era extraño estos días.

En el carruaje de camino a casa, pensé en lo que había pasado con él.

La última vez que le preparé té, lo vació rápidamente y tomó una segunda taza. ¿Por qué la rechazó hoy? ¿No era de su agrado? Sin embargo, había vaciado la primera taza rápidamente.

Ahora que lo pienso, cuando vino a mi casa el otro día, también se comportó de forma extraña y se apresuró a beber el té caliente. ¿Era una costumbre suya cuando estaba sorprendido?

Debería comprobar si estoy en lo cierto en la próxima oportunidad.

Mientras tomaba tan extraña resolución, abrí la ventana y miré la vista de la capital. Escuché a la gente emocionada y a los músicos callejeros tocando, mientras el aire se llenaba de deliciosos olores.

La celebración del Día de la Fundación estaba a la vuelta de la esquina.

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